Me quedo con
mi cuartil de literatura internacional, que es lo más fácil y atractivo para
mí, dados mis gustos y tendencias más bien transnacionales. No doy más de un
libro por autor (hélas!) y la condición esencial para ser incluido es
participar de la ficción de algún modo, por caprichoso que sea este. Nada de
autobiografías, ni memorias enmascaradas de novela, ni diarios disfrazados, ni
nada de nada del mismo chocolate ombliguista. Por más que guste a los lectores
mayoritarios, el género egocéntrico no deja de ser para mí una rebaja de la
exigencia inventiva que debe construir el discurso novelesco. Ficción y solo
ficción en todas sus formas y variantes (metaficción e hiperficción incluidas).
Valores novelescos
que defiendo sin concesiones: invención, creatividad, ingenio, originalidad, poder
de fabulación, arquitectura formal, destreza verbal, exigencia intelectual e
intransigencia moral. El poder de la
ficción literaria elevado a la máxima potencia creativa. No están los
tiempos para darle la razón a los ociosos y perezosos del gusto convencional y
a esa clase media lectora que tiraniza con su gusto blando el sector ventas y
promoción de la industria editorial. Si algunos libros que cito, los menos, no
han sido traducidos, no es culpa mía, desde luego. La literatura que aprecio es
plenamente contemporánea y comprende los entresijos de su tiempo y cultura con
una actitud intempestiva y nada nostálgica. Me gusta la literatura que ha
sabido tomar nota del mundo en el que vive y sobrevive, a pesar de toda la
resistencia, y sabe estar a la altura de los desafíos a los que se enfrenta como
arte al pretender existir en un mundo hostil a la inteligencia que solo la
literatura posee en grado extremo. Una literatura que se expresa con entera libertad,
sin más complicidad de la necesaria con el estado de las cosas, ni añoranza de
ningún tipo por formas trasnochadas o discursos anticuados.
Elijo
novelas, sí, solo novelas. Entiendo la novela como ese género formalmente expansivo,
abierto y nada categórico: un artefacto de ficción extenso y ambicioso que
transmite una visión singular, inquietante, inconformista y perturbadora del
mundo en que vivimos y produce un placer único de lectura que aúna el
conocimiento, el asombro, la lucidez y la excitación. Solo elijo grandes
novelas, por tanto, repletas de imaginación, fantasía y lenguaje, con la única
condición, además, de que hayan sido publicadas entre 2001 y 2020.
Me atengo a
la cronología exacta y eso me obliga a dejar fuera de la lista un puñado de
novelas memorables que clausuraron el siglo XX, asomándose al filo de su tiempo,
y han servido como valiosos modelos en estas dos décadas del nuevo siglo: La
mancha humana (Roth), Casa de hojas (Danielewski), Glamourama (Ellis), La
ignorancia (Kundera), La familia real (Vollmann), Homo Zapiens (Pelevin),
Super-Cannes (Ballard) y Desgracia (Coetzee). No importa, quedan mencionadas aquí
como el punto cero a partir del cual me saldrán las cuentas de mi suma de
libros.
Entiéndase
también esta selección como una tentativa de definición de una estética
narrativa del siglo XXI.
Estas son,
por orden de preferencia, las 25 novelas de los primeros 20 años del siglo XXI:
3. La vida y la muerte me
están desgastando (Shēngsǐ píláo; Mo Yan, 2006)
6.
Kafka
en la orilla (Umibe no Kafuka; Murakami
Haruki, 2002)
7.
Europa
Central (Europe Central; William T. Vollmann, 2005)
15. Las correcciones (The
Corrections; Jonathan Franzen, 2001)
16. Villa Vortex (Maurice
Dantec, 2003)
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