[Iván Gómez, Videodrome, Shangrila, 2020, págs. 212]
Con el paisaje del mundo global
infectado por la covid, el cine kafkiano de David Cronenberg alcanza una
actualidad intempestiva. Como si ahora sus películas de los años setenta y
ochenta hallaran un marco de comprensión mucho más literal y realista y
abandonaran su condición, hermética para muchos, de grandes metáforas sobre la existencia
humana bajo el capitalismo tecno-científico. Como dijo Fredric Jameson en “La
estética geopolítica” (1992), la inteligente estrategia de Cronenberg para
infiltrarse en el mundo posmoderno, al que describía como un cartógrafo visual
de sus entresijos públicos y privados, fue escapar de los signos de la alta
cultura y el arte prestigioso. De ese modo, como productos provenientes de los
márgenes de la cultura audiovisual, sus propuestas lograron conquistar el
imaginario de la época y convertirse en documentos que nos hablan del presente histórico
y el futuro especulativo sin apenas diferenciarlos.
El interés del ensayo de Iván Gómez, teórico de la
era digital, radica en colocar en el foco de su análisis un artefacto tan
complejo y enigmático como el “Videodrome” (1982) de Cronenberg, una de sus
obras emblemáticas, y abordarlo desde múltiples perspectivas mediante un
discurso transversal que incorpora las exégesis del cuerpo posmoderno, la interpretación
mcluhiana del medio televisivo, el ideario computacional del transhumanismo, las
ciencias cognitivas y la neurobiología, sin desdeñar el análisis fílmico y los
estudios culturales. Como una criatura mutante digna de su creador,
“Videodrome” sale con vida renovada del experimento, como si la autopsia a la
que se ve sometido incrementara su fuerza artística, en lugar de disminuirla, hasta
producir un nuevo ser: un texto frankensteniano compuesto de partes que funcionan
como un cuerpo revigorizado.
Cronenberg es el cineasta que más ha
indagado en las pulsiones freudianas de vida y muerte y el extraño deseo,
inscrito en la carne, de gozar de la vida hasta el exceso. En su cine el deseo
se vuelve masa monstruosa, carne tecnológica y tecnología cárnica, como modo de
trascender los límites impuestos al cuerpo por el orden social y los
dispositivos de control de la biopolítica (como “el sex-appeal de lo inorgánico” definido por Mario Perniola en el
tratado homónimo). No hay, sin embargo, director menos utópico y más inmanente.
Es en “Videodrome”, precisamente, donde se confiere un designio mediático a
estos originales planteamientos creando la noción de la “nueva carne” para
referirse a la metamorfosis del cuerpo humano en simulacro televisivo,
encarnación de una (in)mortalidad catódica.
“Videodrome” es, de todas las películas de
Cronenberg, la que más claves atesora sobre el presente digital. Los síndromes
que “Videodrome” escenifica en torno de la señal y la pantalla televisivas, la pornografía
sadomasoquista, la tecnología óptica y el poder corporativo valen, con más
razón, para los tiempos de internet, las redes sociales, los videojuegos, el
porno expandido y los múltiples dispositivos tecnológicos. Si “Videodrome” era
en los ochenta una respuesta creativa a los rigores de la era Reagan y el
neoliberalismo emergente, hoy, en pleno período de digitalización y
globalización del mundo, cuando el mercado neoliberal es la segunda piel de la
realidad y el dominio corporativo es tan omnímodo como ineludible, “Videodrome”
constituye una lúcida anticipación de la distopía contemporánea, comparable a novelas
clásicas como “Nosotros” (1924) de Zamiatin, “Un mundo feliz” (1932) de Huxley
o “1984” (1948) de Orwell. Por si fuera poco, sirvió de inspiración a David
Foster Wallace en la fabulosa invención del cartucho de vídeo asesino y el film
terminal de “La broma infinita” (1996).
Como concluye Gómez su estudio con acierto: “El futuro imaginado por Cronenberg nos aboca a un mundo siempre al borde del caos, regido por corporaciones que han ocupado el espacio de gobiernos y administraciones, con sujetos en constante redefinición y obligados a negociar su identidad por la presión de los medios de comunicación, la ciencia médica, la propia biología o la virtualización de la experiencia”.
“Videodrome” es la
imagen del mundo en que vivimos.