Esta temporada me estreno como columnista en medios de VOCENTO y esta es la columna cero, el “prototipo” de texto con que comencé la andadura a principios de septiembre…
España es
uno de los crematorios más eficientes de Europa. Se han quemado demasiadas
cosas este verano y nos hemos quedado sin palabras para expresar nuestra
perplejidad. Existe una conspiración periodística para que las cosas en vez de
quemarse se calcinen. Al hablar de incendios los periodistas usan a menudo el
verbo que alude a la cal viva, de tan nocivo recuerdo en este país. Mira por
dónde la academia les da la razón. Por tradición nacional, sin embargo, todo el
mundo prefiere la hoguera, como cantaba el difunto Javier Krahe, pero solo los
pirómanos están de parte del fuego. Ellos prenden la chispa y no se preocupan
por los verbos. Saben lo que hacen, actúan a conciencia, conocen el significado
exacto de los vocablos que sirven de combustible y los usan sin temor a las
consecuencias en la realidad. El fuego es fuego, la llama provoca a la llama, el incendio se expande y el
mundo se consume a su paso como un vertedero de basuras. Se queman personas y
casas, árboles y coches, montañas y animales y hasta chalets con piscina.
También se quema la piel de los turistas y se abrasan los cerebros de los
bañistas en la playa, tendidos en la arena a todas horas consumiendo el ardor del
sol que más calienta las ideas y quema la inteligencia. Pero este año es mucho peor
que otros. Además de las miles de hectáreas del bosque, este verano se ha
quemado Del Bosque. Nos ha costado el bochorno de un Mundial y el sofoco de una
Eurocopa enterarnos de que la fórmula imbatible del marqués del colesterol
estaba achicharrada como la mala carne de cerdo en una barbacoa dominguera y la
madera futbolística no ardía durante los partidos internacionales ni con la
ignición de los canteranos. Y, por si fuera poco, la democracia está que arde. Todos
los días se queman políticos en activo y se queman partidos políticos inactivos.
Como en las fallas. Que Rajoy estaba quemado ya lo sabíamos antes del gatillazo
de la investidura, carbonizado hasta el tuétano como su partido en funciones, pero
el candidato Sánchez y todo su equipo de equilibristas se están quemando a
marchas forzadas con sus estrategias de pactos ingenuos y alternativas inútiles,
así como Iglesias y Rivera, dirigentes en ebullición permanente. Se están
quemando todos los líderes visibles en la pira de la política disfuncional sin
haber tenido tiempo de debutar como histriones parlamentarios en una
legislatura completa. Se queman los políticos, sí, y a los ciudadanos nos quema
mucho la política. Estamos todos quemados y requemados. Necesitamos con
urgencia algo que cambie el signo abrasivo de los tiempos. Evitar la incineración
acelerada del país. A este paso, la quemazón lo arrasará todo. Háganme caso,
después de leerlo con detenimiento, quemen este artículo. Su inteligencia me lo
agradecerá.