[Richard
Powers, El clamor de los bosques,
AdN, trad.: Teresa Lanero, 2019, págs. 605]
“Anthropocentrism also has become increasingly untenable in the light of
scientific experiment and discovery. Now that we know how similar, and how
closely related, we are to all the other living things on this planet, we
cannot continue to consider ourselves as unique. And we cannot isolate our own
interests, and our own economies, from processes taking place on a cosmic scale
in a universe whose boundaries we are unable to grasp”.
-Steven Shaviro, The Universe of Things-
A mi amigo Marcel,
entrañable representante de la vida en la Tierra
El mecanismo de los árboles es idéntico al de
esta maravillosa novela de Richard Powers. Las raíces se expanden por el suelo en busca de los minerales
que, transformados en savia, circulan por el xilema y permiten al tronco crecer
hacia lo alto y hacia lo ancho imponiendo una silueta rugosa hasta la copa,
donde las ramas se bifurcan como el pensamiento y se extienden hacia el cielo
en busca del aire y la luz solar que alimenta las hojas de clorofila.
El
milagro vegetal de la fotosíntesis irriga todas las páginas de esta novela-árbol
hecha de papel extraído de los árboles y los bosques que la protagonizan. Richard
Powers es uno de los grandes novelistas norteamericanos actuales y este, sin
ninguna duda, una de sus mayores logros. Lo fácil para Powers, científico de
formación y escritor por vocación cultural, sería escribir no ficción, brillantes
ensayos especulativos, pero prefiere la ficción para transmitir esta historia
increíble que ganó el último Premio Pulitzer (y que ahora aparece en español en
la excelente traducción de Teresa Lanero).
Lo que este libro cuenta, con los rasgos de una grandiosa
epopeya ecológica, está indicado en el título original: The Overstory. La Archihistoria, en una primera traducción literal de su sentido novelesco, más allá de su sentido botánico. La historia primordial. La historia esencial o
básica. La leyenda del planeta. Es decir, la fabulosa historia que está por encima de todas las
historias elaboradas por los humanos: la historia de las múltiples formas de vida que habitan, habitaron y habitarán la
Tierra, antes y después de la existencia de los seres humanos. Esa historia de
historias incluye incontables mutaciones, metamorfosis ovidianas, cataclismos y
extinciones tanto como génesis, proliferación ingente y creación de novedad. La
vida, en su diferencia radical, como una secuencia de tiempos inabarcables. La
evolución y revolución de la vida y sus actores y actrices trascendentales, con
los árboles ocupando un lugar de primacía. Esa historia gigantesca es la de los
bosques y los árboles. La historia concebida como una cronología arborescente,
ramificada en infinitas bifurcaciones de complejidad, como la misma novela.
El tropo con que Powers organiza la exuberante
enciclopedia de información y experiencias que compone la trama novelesca es
muy gráfico. Cuatro bloques narrativos de diversa extensión (“Raíces”,
“Tronco”, “Copa” y “Semillas”) y nueve personajes principales a los que vemos,
como existencias arbóreas, germinar, nacer, crecer y desarrollarse y, en algún
caso, extinguirse a lo largo del libro. Cada uno de estos protagonistas encarna
una perspectiva insólita y un destino singular: el artista verde Nick Hoel, la
ingeniera Mimi Ma, el profesor de psicología Adam Appich, el abogado Ray
Brinkman y su mujer Dorothy Cazaly, el veterano de guerra Douglas Pavlicek, el
diseñador de videojuegos discapacitado Neelay Mehta, la gurú bióloga Patricia
Westerford y la excéntrica luchadora Olivia Vandergriff. Todos ellos son
conscientes, de un modo radicalmente distinto, de la gravedad de lo que está en
juego, la catástrofe terrestre, y toman partido por los árboles y la vida en
una de las gestas más heroicas y arriesgadas de nuestro tiempo.
En su fragmentario epílogo (“Semillas”), la
novela de Powers postula una cierta esperanza dentro de su visión pesimista y devastadora.
En inglés, árbol y verdad (true y truth) tienen la misma raíz, como dice Powers, no en otras lenguas occidentales
como el español, donde la única equivalencia ingeniosa sería entre verdura (o verde) y verdad. Los supervivientes luchan con sus medios por escuchar la acuciante
pregunta de la Tierra, la pregunta de la vida, y por responderla adecuadamente,
sin miedo a las consecuencias.
Fredric Jameson plantea algo similar en su nuevo
libro (Allegory and Ideology). El
animal humano es una especie incompetente, sin duda, y los signos del futuro
son menos fiables que los del presente, dice Jameson, pero en el Antropoceno,
ese período marcado por la influencia humana sobre el ecosistema, hemos
aprendido que podemos revertir el proceso destructivo. Es tiempo de devolver a
la Tierra con creces todo lo que nos ha dado y reformarla, en el sentido
literal y en el figurado.
O terraformarla,
proceso inteligente que Jameson propone como proyecto de redención terrestre haciendo
suya la jerga de ficción científica del novelista Kim Stanley Robinson.
Richard Powers estaría de acuerdo.
5 comentarios:
Muy buen día amigo a distancia, estimado Ferré. Aquí desde este casi fuera del Mundo de Uruguay, te agradezco muchísimo tus permanentes orientaciones que nos das con tu blog, a nosotros que somos público de las Artes Visuales Contemporáneas. Gracias especiales por tus ricos y criteriosos comentarios que nos han llevado a disfrutar, entre otros, del "Teatro de Sabbath" y de
l "Eyes wide close". Pero me permito, desde la Fisiología Vegetal, comentarte que la "savia" (serían fotosintatos, es decir productos de Fotosíntesis), circulan por otro tejido vegetal llamado Floema, por el Xilema circula algo más ó menos parecido a la solución acuosa del suelo. Que encanto esta aproximación a la transversalidad enriquecedora del conocimiento, y perdona el sonar un poco desde las ancianas letras de las LUCES, ja!ja!ja!, fuerte abrazo, CHUMBO SOSA QUIROGA
Amigo uruguayo, gracias por tu comentario y aprecio de mi blog, me permito citar a la wikipedia inglesa, la única que vale la pena leer, donde se dice lo siguiente sobre la savia (sap en inglés), para afirmarme en mi uso de la palabra savia como fluido que circula por el xilema, aunque no sea el mismo exactamente que circula por otras partes del árbol:
Saps may be broadly divided into two types: xylem sap and phloem sap.
Xylem sap
Xylem sap (pronounced /ˈzaɪləm/) consists primarily of a watery solution of hormones, mineral elements and other nutrients. Transport of sap in xylem is characterized by movement from the roots toward the leaves.[3]
https://en.wikipedia.org/wiki/Sap
Para proseguir con estas transversalidades del conocimiento y el discurso me atrevo a proponerte la lectura de mi revolucionaria novela Revolución, publicada por Anagrama esta primavera...
Gracias otra vez y saludos!
Muy estimado Juan Francisco!!!!!, perdona que siga tratando de aportar al esclarecimiento de los tejidos vegetales y su funcionalidad; pero los que "permiten al tronco crecer hacia lo alto y hacia lo ancho",son como te comentaba, los FOTOSINTATOS (es decir los productos de Fotosíntesis clorofiliana, primordialmente azúcares que se harán celulosa por polimerización) y éstos circulan por el FLOEMA, por un tejido vivo y de manera activa es decir con consumo de energía para su traslado, muchas veces contra gradientes de concentración. Wikipedia, aún en inglés (que es la más válida, como bien señalas), te resultará tambien en tu especialidad, una primera aproximación a un tópico del saber, pero siempre y por suerte hay más por descubrir. Las plantas no tienen comportamientos teleológicos, es decir NO "se expanden por el suelo en busca de los minerales...." (que está muy bien como figura literaria de alegoría), su crecimiento de raíces responde PRINCIPALMENTE a gradientes osmóticos y mátricos.
Aquí llega el momento de pedirte disculpas por esta larga charla, pero soy Ingeniero Agrónomo y tengo una Maestría en Plant Breeding, de allí mi cita anterior a la FISIOLOGÍA VEGETAL. Con mi mujer, Mónica, como te decía somos meramente PÚBLICO de las Artes Visuales Contemporáneas, y llegamos a tu valioso blog por orientación, de quien considero es común amigo, Miguel A. Hernández Navarro, a quien encontramos, hace años ya, aquí en Montevideo y luego nos dedicó algo de su valioso tiempo, en su Murcia, en 2010.-, con motivo de ntra visita a la Manifesta 8.
También vale aclararte que no somos uruguayos (va!!! pero rioplatenses al fin), somos argentinos residentes desde hace bastante aquí en este pequeño paisito; a donde, si por casualidad te toca visitar, por favor usa ntra casilla e-mail para avisarnos y poder así estar, con todo gusto, a tu disposición.
Reitero disculpas por larga epístola, y mi muy fuerte abrazo y gratitud, CHUMBO S.Q.
Encantado y agradecido por tus precisiones: como comprenderás fácilmente la metáfora y la alegoría son recursos que me permiten solventar mi falta de formación científica respecto de los vegetales y responder a los desafíos cognitivos de la ambiciosa novela de Powers. Al fin y al cabo, el libro de Powers, cuya lectura te aconsejo sin demora, invita e incita a todos estos juegos y licencias que, desde Sokal en adelante, tan nerviosas ponen a las mentes científicas y tanto placer nos dan a los escritores y pensadores. La licencia es el terreno de la libertad y la imaginación...
Un gusto tenerte por aquí y más aún por recomendación de un buen amigo!
Tengo reciente la lectura del libro de Powers que me suscitó reflexiones nuevas y emociones sobre los árboles que no había sospechado. Una novela magnífica. El personaje realmente fascinante es Patricia Westerford, lo que no quita interés a los demás. Tras leerla, tomé la decisión de ir a recorrer la selva de Irati en Navarra durante tres o cuatro días. Son bosques primitivos de hayas y abetos bellísimos. Me imaginaré el mundo de Powers en el interior del bosque. Pensaré que las raíces se están comunicando y tal vez hablan de ese visitante que llegará a estar en el interior del bosque. Me sentaré durante una hora o así y sentiré el bosque. Es la primera reseña que veo de este magnífico libro en los blogs. Saludos.
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