Llevo
leyendo a Pacôme Thiellement desde que publicó, en 2013, esa
supernova del pensamiento y la exégesis de la cultura popular titulada Pop Yoga. Desde entonces hasta hoy no
me he perdido uno solo de sus libros, que se cuentan para mí, como los de Laurent de Sutter y Marc Alizart, entre los más
excitantes y creativos de lo que va de siglo: L´homme électrique, Les mêmes
yeux que Lost, La main gauche de David Lynch, Cinema Hermetica, La victoire des sans
roi, Sycamore sickamour, The Leftovers y su
reciente relato autobiográfico Tu m´as
donné de la crasse et j´en ai fait de l´or. Un pensamiento original y, al
mismo tiempo, fundado en el conocimiento exhaustivo de las fuentes antropológicas de la
cultura popular y carnavalesca, así como de la cultura pop del cine, la música y la
televisión. No estoy tan seguro de que la televisión sea, como él asegura con
su sabiduría excepcional y sus carcajadas tronitronantes, un medio gnóstico de
conocimiento y participación en los designios del mundo. Pero en sus análisis
esta visión excéntrica se vuelve convincente y verosímil. Sus ideas salen de su
observación del mundo contemporáneo y la cultura de todos los tiempos y formatos y forman parte, por esto mismo, del mapa cognitivo de ese
mismo mundo en una de las fases más críticas de su historia. Discrepamos en algunas cosas y estamos de acuerdo en muchas otras,
pero nunca dejaremos de discutir, ay, sobre el valor cultural y artístico de Under The Silver Lake o el cine más
reciente de Refn y Tarantino. Nobody is perfect. Ahora Pacôme, como me gusta
llamarlo, recoge su ensayo anterior sobre Twin Peaks y lo completa con una exégesis esotérica de la fascinante
tercera temporada. Acaba de traducirse al español por primera vez. Thiellement & Lynch: minds meet…
[Pacôme Thiellement, Tres ensayos sobre Twin Peaks, Alpha
Decay, trad.: Javier Guerrero, 2020, págs 218]
Todos recordamos cómo Marx proclamó, en pleno
siglo XIX, que no era tiempo de interpretar el mundo sino de cambiarlo
radicalmente. La consigna mutó, a fines del siglo XX, cuando la transformación
del mundo, desde una óptica marxista, se volvió imposible y lo que ahora tocaba
era interpretar la cultura. A partir de entonces, el cuerpo de la cultura se
convirtió en objeto de escrutinio riguroso, pasando los estudios culturales a sustituir
a las revoluciones reales. Agotado ese giro académico, las teleseries se han
vuelto el objeto de deseo preferido no solo para los espectadores, que las
devoran para rellenar los tiempos muertos y conjurar el tedio de sus vidas, sino para las inteligencias
más despiertas del presente.
Y ahí aparece un personaje singular como Pacôme
Thiellement, el apóstol de la exégesis televisiva como nueva forma de
conocimiento de una realidad donde la televisión es el medio determinante, maestro
de la interpretación esotérica de las teleseries como gnosis espiritual del
estado del mundo. En estos tres ensayos, Thiellement distingue entre series
banales y series portadoras de sentido: series que representan la posibilidad
de una televisión “visceralmente poética”, una televisión que “actuaría como un
espejo de la psique del espectador” como la literatura, la música o el arte.
Eso es “Twin Peaks”, como señala Thiellement: la serie que originó con su éxito
y su fracaso simultáneos la edad de oro de las teleseries de la que disfrutamos
desde finales de los noventa hasta hoy mismo, cuando quizá estemos asistiendo a
su declive.
“Twin Peaks” sería, según Thiellement, el alfa
de “Perdidos” y el omega de “The Leftovers”, dos series simétricas sobre las
que también ha escrito aplicando los presupuestos dantescos de interpretación.
Como Thiellement recuerda al lector, fue el poeta de la “Divina Comedia” quien
estableció que las obras profanas podían aspirar a la condición de textos
sagrados siempre que la mirada de su receptor se transformara a su vez en
artística y las comprendiera en los cuatro niveles de significado: literal,
alegórico, moral y anagógico. Así procede Thiellement con las series amadas.
Si asumimos que la obra de Lynch tiene dos caras
reversibles, como un LP antiguo: en la cara A, más luminosa, estarían las primeras
temporadas de “Twin Peaks” y las películas anteriores, y en la cara B todo lo
que dirigió después, tras su abortado final, desde “Carretera perdida” hasta “Inland
Empire”. Entenderíamos entonces que la tercera temporada de “Twin Peaks” sería la
reescritura de la cara A con los rasgos tenebrosos de la cara B, a saber: un
oscurecimiento pesimista de su visión creativa, un rechazo desgarrador de la luz
redentora, una inmersión melancólica en el infierno de un mundo capitalista que
ha perdido el sentido, condenando a sus habitantes a la miseria, la soledad y la desgracia.
De ese modo, el tránsito de las temporadas iniciales
de “Twin Peaks” a la temporada final representa una mutación tanto histórica
como tecnológica. Supone el envejecimiento moral de su creador y la degradación
del mundo creado, con todas las consecuencias traumáticas para la ficción y sus
personajes emblemáticos, y además el deslizamiento de un medio hegemónico (la televisión) a
otro (internet). Este aspecto esencial, cuyo análisis abarca casi la mitad del
libro (el ensayo titulado “La sustancia del mundo”), revela que esta nueva
“Twin Peaks” describe el ingreso de la mente humana en los territorios
imaginarios de la era digital, como ya anunciara “Inland Empire”. Y podría
leerse, por tanto, como inmersión fantástica
en el inconsciente tecnológico de nuestra época. Una alegoría malsana sobre el
proceso de digitalización de lo real.