sábado, 30 de julio de 2016

HUMOR CON K


[Jaroslav Hašek, El buen soldado Švejk antes de la guerra, La Fuga ediciones, trad.: Montse Tutusaus, 2016, págs. 165] 

       Hay dos nombres con K (inicial o final) de escritores checos del siglo XX que nunca se le caen a Kundera de la boca. Uno es Kafka y el otro es Hašek: “el mejor autor cómico universal”, según Kundera.
Jaroslav Hašek, humorista satírico y agitador anarquista, es el autor de “Las aventuras del buen soldado Švejk”, la novela más popular de su país. Su carismático protagonista (Josef Švejk) ha logrado trascender los límites de la literatura para transformarse en antihéroe cómico del folclore nacional. La risa del pueblo es caprichosa y no tiene nada de aristotélica ni de aristocrática. Su severo veredicto lo dicta a carcajadas.
No es necesario decir que Švejk personifica los rasgos de la identidad checa sojuzgada por el imperio austrohúngaro y, en este sentido, representa un avatar de cualquier colectivo o individuo aprisionado por la violencia militar y la opresión histórica que recurre al poder de la risa para diluir el peso autoritario de las cadenas que ahogan su libertad.
Todavía se discute entre los especialistas si Švejk surgió de la cabeza de Hašek tal cual, como un acto de sublevación creativa contra la realidad, o tuvo su modelo biográfico en algún personaje que Hašek conoció en sus andanzas por las bulliciosas calles y tabernas de Praga o durante sus desventuras en la primera guerra mundial. Hašek mismo es una personalidad original: no solo combatió en la “gran guerra” a regañadientes sino que, apresado por el enemigo, acabó sirviendo por convicción en el ejército rojo.
Más interesante que la inspiración posible del personaje de Švejk es el proceso de su creación novelesca. En primer lugar, Hašek publica en 1912 un hilarante quinteto de caricaturas de trazo grueso (recogido en la primera parte de este espléndido libro) titulado “El buen soldado Švejk y otras historias extrañas”, donde ridiculiza los valores del ejército y el imperio a través de un recluta idiota que cuanto más quiere servir al emperador más problemas ocasiona a la institución militar.
En 1917, estando prisionero, escribe la novela corta “El buen soldado Švejk en cautiverio” (incluida en la segunda parte del libro), donde se narran las absurdas vicisitudes de Švejk desde que estalla la guerra tras el atentado de Sarajevo hasta que es hecho prisionero por los rusos. Ya desde el principio, Hašek pone el listón del humor muy alto con esa escena genial, detonante de la trama, en que Švejk, tras cuatro años de vida civil pasada de borrachera en borrachera, se ve envuelto un día en un incidente absurdo: empujado por un anarquista amigo suyo, mientras va sentado en una silla de ruedas a causa de su agudo reuma, provoca en el centro de Praga una tumultuosa manifestación patriótica al grito de “A Belgrado, a Belgrado” que levanta sospechas de subversión entre los necios policías y acaba con él detenido e interrogado en comisaría.
La sátira del imperio austrohúngaro en descomposición se tiñe aquí de un humor más acerbo y propagandístico: “la historia nos enseña que a los locos menores no se les ha reservado ningún puesto en sus páginas. Allí solo aparecen perfectos rufianes, grandes ladrones, pirómanos desmedidos y mayúsculos asesinos que, cuanto más muertos tienen en su cuenta, tanto mayores son sus títulos de príncipes, reyes y emperadores”.
Tras su regreso a Praga en 1920, Hašek se entrega a la bebida y a la vida bohemia para sobrellevar las secuelas bélicas, siguiendo un programa suicida aprendido de su padre, y emprende la escritura de su famosa obra, que, por desgracia, quedará inconclusa a su muerte en 1923.
Como Jerry Lewis o Andy Kaufman, Hašek causa la hilaridad exagerando el conformismo de su personaje, un pícaro a su pesar. Cuanto más se empeña Švejk en servir al ejército y al emperador, más desconcertantes se vuelven sus actos para sus jefes y más divertidos y corrosivos para los lectores.
El humor de Hašek encarna, como dice Kundera, el espíritu de la no-seriedad: el humor “de los que están lejos del poder, no aspiran al poder y consideran la Historia como una vieja bruja ciega cuyo veredictos morales les provocan carcajadas”.              

sábado, 23 de julio de 2016

LA NUEVA CIENCIA DE LA REALIDAD

 [Slavoj Žižek, La nueva lucha de clases (Los refugiados y el terror), Anagrama, trad.: Damià Alou, 2016, págs. 137]

In that sense, representative democracy is irreparably corrupt and incapable of fulfilling its promises...and the left parties always capitulate whenever they come to power.

-Fredric Jameson, An American Utopia, p. 5- 

The first emancipatory step, the condition sine qua non for any politics of emancipation today, is therefore to abandon the notion and the concept of the left. No matter how paradoxical it might appear, we must maintain that the left is an obstacle to the universal emancipation, perhaps to a comparable degree to capitalism itself.

-Agon Hamza, An American Utopia, p. 149-


           La situación contemporánea es tan complicada que, si nos empeñamos en no ejercer el pensamiento y dejar en manos de los profesionales de la opinión corriente los juicios sobre la misma, solo lograremos añadir ruido al ruido, confusión a la confusión.
Por eso es tan saludable para la mente en activo un pensador como Slavoj Žižek. Un pensador exuberante, profuso y sobreabundante en la producción de discurso, a pesar de las repeticiones y los autoplagios permanentes. Con su bagaje de pensador hegeliano, esto es, dialéctico, y materialista, esto es, marxiano, y su determinante perfil lacaniano, posee sin duda el instrumental más sofisticado para analizar la compleja economía-política del momento sin perder de vista las entelequias ideológicas que la agravan (“la ideología de la clase media occidental”), ejerciendo su poder sobre la realidad desde la mente de gobernantes y gobernados.
El eficaz programa de higiene mental para uso de la inteligencia global contenido en este libro, de lectura apasionante, pasa en primer lugar por una rigurosa revisión de los lugares comunes de la izquierda sentimental, esa corriente dominante que antepone las oscuras razones del corazón, tan engañosas como corruptoras del intelecto, al análisis clínico del estado de cosas.
Es necesario, como argumenta Žižek, romper con los tabúes de la izquierda que abusa de la corrección política, considerándola el colmo del progresismo, y reacciona por sistema guiada por los espejismos de la culpabilidad, para poder pensar sin trabas ideológicas los problemas más acuciantes del presente. Así lo reclaman cuestiones tan candentes como los refugiados, las políticas europeas sobre los refugiados, el terrorismo islamista, la complicidad de fondo entre el islamofascismo del ISIS y el reactivo fascismo europeo, las paradojas del capitalismo global o el fariseísmo del poder democrático respecto de sus alianzas o fines.
Pero antes de redefinir las categorías políticas puestas en cuestión, Žižek se atreve a enunciar verdades como puños dialécticos sobre la destrucción de países africanos como Congo o la República Centroafricana, u orientales como Siria o Irak, señalando como causas efectivas las guerras corporativas por el reparto del botín, disfrazadas ante los medios y la opinión pública de guerras étnicas, entre países europeos (Francia, Rusia), Estados Unidos y China. Del mismo modo que denuncia sin excusas las intolerables actitudes de otros países árabes respecto de la crisis de los refugiados sirios, ya sean los ricos que los desdeñan (Arabia Saudí, Qatar, Kuwait) o los pobres que los maltratan (Turquía).
La fuerza polémica y la agudeza analítica de su discurso no se arredran ante ningún tema espinoso o sangrante: el terrorismo yihadista y sus verdaderas intenciones, no solo trasplantar el terror al corazón de las capitales europeas y exterminar ciudadanos inocentes sino socavar las bases democráticas de la convivencia, enconar a la población inmigrante musulmana en contra de los países de acogida y generar una guerra total extendida por el cuerpo social; la deriva cada vez más peligrosa y regresiva del estado israelí; o, el capítulo más provocativo del libro, la agresión sexual (tildada por Žižek, no sin ironía, de “carnavalesca”) de los inmigrantes árabes y africanos contra mujeres alemanas durante la celebración del fin de año pasado.
En cuanto Žižek, sin embargo, intenta acuñar los términos de una nueva dialéctica, urgido por las convulsas circunstancias, incurre en idealismos inanes como la “nueva lucha de clases” definida en relación con una hipotética “solidaridad global” entre los explotados del mundo capitalista, sin distinción de etnias, naciones, razas o religiones. Es tristemente sintomático que Žižek, tras diagnosticar el goce colectivo del otro como causa del enfrentamiento tribal entre humanos, no sepa apostar por un vínculo libidinal de fraternidad más poderoso y seductor que el odio, la envidia o el resentimiento.

viernes, 1 de julio de 2016

COSAS Y QUISICOSAS


[Jean-Claude Carrière, Las palabras y la cosa, adaptación: Ricard Borràs, Blackie Books, 2016, págs. 110]

El sexo es un ejercicio mental que se ejecuta con el cuerpo.

Vulvar es vulgar: las dos palabras de seis letras. Verbalizado el amor (palabra de cuatro letras) se convierte en una narración de vulgaridades variopintas.
-G. Cabrera Infante-

La escolástica siempre se ha preocupado por cuestiones espurias. ¿Qué fue antes: la palabra o la cosa? ¿La carne o el verbo? Sin entender que la pregunta estaba mal planteada.
En el fondo, como muestra este jugoso e incitante libro de Carrière, las palabras y las cosas, el vocablo venéreo y la carne palpitante que tienta, como acuñara Darío,  con “sus frescos racimos”, estrechan una relación tan íntima en cada lengua que es imposible determinar si al aludir a la misma cosa las palabras difieren por azar, capricho o impotencia. La sexualidad humana, la del animal parlante, no es nunca natural, solo un efecto de lenguaje.   
En su tratado fundacional sobre el erotismo, explicaba Bataille que “los nombres vulgares del amor no por ello dejan de asociarse…a esa vida secreta que llevamos a la par con los sentimientos elevados”. Y atribuía a la bajeza e indecencia del hampa, relacionada con la prostitución y el sexo desinhibido, la imposición social de ese vocabulario degradado.
Con mayor o menor fortuna, la literatura ha tratado de redimir a lo largo de los siglos esa infamia de los nombres de órganos innombrables y actos indecibles y crear una nomenclatura nueva, una taxonomía carnal más refinada y no menos eficaz. Así es “la vida sexual de las palabras”, como la llama Julián Ríos, ardua labor de cunilingüista, artesanía verbal que mediante la fricción reiterada de las palabras obscenas y las cosas sucias (o viceversa) alcanza el clímax del ingenio y el orgasmo retórico.
En este libro de Carrière, una joven actriz de doblaje de películas porno, hastiada de la pobreza lingüística de sus enunciados, se dirige por carta y luego por teléfono a un doctor especialista en la lengua erótica del español inquiriéndole por usos menos degradantes del idioma. A medida que el viejo académico le proporciona a la curiosa dobladora un rico arsenal de términos literarios, el lector comprende que tiene frente a sí un espejo interrogativo en el que mirarse desnudo como hablante o escritor.
El mayor problema de la casta y castiza lengua de Castilla ha sido siempre este: sus vagidos cultos adolecían de contacto con las indecencias de la vida y sus usos populares abusaban de la creatividad verbal para vulgarizar aún más realidades ya de por sí inmundas. La versión original del libro reivindica el espíritu y la letra libertina del dieciocho francés. La versión doblada, acomodando las voluptuosas intenciones del original al acervo nacional con el sostén del catedrático Blecua, revela sin pretenderlo los límites creativos y los síntomas del malestar profundo de la economía libidinal de la cultura y la literatura españolas.
Es verdad que, con todos sus deliciosos logros, se echan en falta en el texto más citas de “La lozana andaluza”, donde la expresión del placer femenino alcanza cimas inexploradas, y que el desdén injustificado hacia el siglo dieciocho español lleva a ignorar a una figura singular como Meléndez Valdés, que en sus versos amorosos más ardientes (“Los besos de amor”), glosando los éxtasis y fatigas del “dulce ayuntamiento apetecido”, logró extraer chispazos rococó del pedregal hispano (“Ya las tetas mostrabas/redonduelas y cándidas qual nieve”).
La poesía intemporal no solo canta la belleza de la rosa, o su fatídica caducidad, sino también el enigma oscuro de la cosa y su hechizo irreparable. Como Góngora, justamente celebrado, en contraste con la grotesca ridiculización quevediana, como gran poeta erótico, en sus obras populares (“Decidme, dama graciosa,/qué es cosa y cosa”) o en las herméticas “Soledades”, donde desmintiendo las sugerencias ascéticas del título incita con malicia a entablar batallas de amor en campo de pluma.