[Peter Sloterdijk, ¿Qué sucedió en el siglo XX?, Siruela, trad.:
Isidoro Reguera, 2018, págs. 220]
En el post
anterior comentaba el nuevo ensayo de Harari, otra aportación sustantiva de
este año. Así como Harari es un historiador y centra sus reflexiones en ofrecer
una perspectiva global que abarca desde el paleolítico hasta nuestros tiempos,
Sloterdijk es un filósofo de este siglo, tarea más que ardua, dada su
indefinición. O lo que es lo mismo, un filósofo que hace suya críticamente toda
la tradición filosófica desde Grecia en adelante, con todos sus errores y
correctivos, para intentar salvar su prestigio y ponerla al servicio de la
comprensión de nuestra época. Y, sin embargo, trata de definir su posición
afrontando con lucidez la problemática y turbulenta historia y mentalidad del
siglo XX.
“La conciencia del mundo, en cuya formación trabaja la
pedagogía de hoy y de mañana, solo puede desarrollarse de facto si la autoridad
de la observación excéntrica se vuelve suficientemente fuerte como para poder
servir de contrapeso al egocentrismo de los intereses locales”.
-Peter Sloterdijk, ¿Qué
sucedió en el siglo XX?, p. 119-
Este no es un libro para todo el mundo. Es un
libro, más bien, para todos y para nadie, como decía Nietzsche, maestro para lo
bueno y para lo malo, es un decir, de ese sofisticado pensador en escena y
fuera de escena que es Peter Sloterdijk. Un libro, por tanto, pensado para
todos nosotros, los habitantes de un tiempo desahuciado en que la historia no
acaba de morir, aunque percibamos multitud de signos de su ocaso. Por
desgracia, las postrimerías y los espasmos agónicos pueden ser peores que todo lo
que antecedió. Es un libro que educa, desde luego, la visión global que
deberíamos tener los “astronautas” de la nave espacial Tierra. No es una broma
ni un disparate. Este es uno de los hilos fundamentales de la trama urdida por
Sloterdijk como una alfombra para exponer en el mercado a todas las pisadas, ya
sean las de los cortesanos de zapatos limpios, los filósofos descalzos o los
viajeros de calzado polvoriento.
Inspirándose en las tesis contraculturales del
arquitecto Buckminster Fuller, Sloterdijk propone a lo largo del libro la fascinante
idea de que la única forma de abordar la globalización sin temor ni temblor es
adoptando el punto de vista de los astronautas que habitan una plataforma
espacial desde la que observan a diario la inmensidad del cosmos y la
esfericidad accidentada del planeta azul. De ese modo, Sloterdijk sostiene la
deslocalización de la mirada, la ubicuidad de la experiencia individual y la
posición excéntrica como nuevos vehículos de autoridad en un mundo que se ha vuelto
global, desde la era oceánica de las grandes navegaciones y descubrimientos
hasta hoy, sin dejar de ser local. En ese innovador mapa de la realidad
participan todos los puntos terrestres, sin distinción, como lugares diversos de
la experiencia singular del tiempo y el espacio, y todos los ángulos ingrávidos
del punto de vista superior, como ideal platónico realizado gracias a la
mediación de la técnica.
Esta perspectiva casi divina, la observación
excéntrica, es la que adopta Sloterdijk para otro de los propósitos centrales
de su magnífico ensayo. No ya explorar los desafíos del futuro sino dilucidar
los aciertos y desaciertos del pasado. El admirable capítulo que da título al
libro contiene uno de los análisis más lúcidos que se puede leer sobre lo que
realmente ocurrió en el siglo XX, más allá del anecdotario historiográfico o
los clichés periodísticos. El “apocalipsis de lo real”, es decir, el momento crítico
de la historia en que, ejecutando en gran parte el programa puesto en marcha durante
los dos siglos anteriores, la civilización occidental y las culturas asociadas emprendieron
con fuerza inusitada la negación radical de la metafísica y las verdades morales
de la religión.
A partir de esta paradójica voluntad de
realismo, se plantean los problemas ligados al poder, la política, la energía,
el control de masas migratorias, la demografía, la ecología, los cambios
climáticos y las tecnologías comunicativas y cibernéticas. Las catastróficas consecuencias
de todo ello las conocemos de sobra. El siglo XX fue un gigantesco crematorio
ideológico que puso el contador de la humanidad a cero. El trabajo de tabla
rasa fue sistemático y aún no ha concluido. Como diagnostica Sloterdijk, cabe
esperar que la mitad del siglo XXI se consuma en las mismas guerras culturales y
los mismos desastres humanitarios y medioambientales del siglo pasado.
Leer este libro de Sloterdijk se convierte así
en un medio de anticipar ese tiempo en que las secuelas de la “voluntad de
poder” hayan desaparecido del escenario y podamos sentir y comprender,
realmente, que vivimos como astronautas en una nave espacial llamada Tierra que
debemos cuidar a conciencia, así como garantizar la buena vida de todos sus
ocupantes.