De todos es sabido que los hombres cosifican a las mujeres. Pero ninguna de nuestras evaluaciones de pechos y piernas de las féminas puede compararse con el frío cálculo de una mujer en el mercado del semen.
-J. Eugenides, "Jeringa de cocina"-
[Jeffrey Eugenides, Denuncia inmediata, Anagrama, trad.: Jesús Zulaika, 2018, págs. 315]
-J. Eugenides, "Jeringa de cocina"-
[Jeffrey Eugenides, Denuncia inmediata, Anagrama, trad.: Jesús Zulaika, 2018, págs. 315]
Las
vírgenes suicidas
cumple veinticinco años y esta excelente recopilación de diez relatos, publicada
mientras Eugenides afronta la tarea hercúlea de escribir su cuarta novela,
permite evaluar el designio original de su obra con una perspectiva panorámica.
Un sector de la crítica anglosajona señala que
el dinero es el motivo recurrente de la literatura de Eugenides. En mi opinión,
sin negar la importancia de la economía en el diseño de sus tramas, el gran
tema de Eugenides, haciendo un guiño a su apellido griego, es el sexo, aunque
solo aparezca de refilón en sus historias, como suplemento a la vida racional
de sus protagonistas, gente de clase media enfrentada a dilemas que la especie
humana conoce y padece desde los orígenes de la cultura. En sus ficciones, el
sexo entra por las ventanas, como un intruso, por más que sus personajes les
cierren las puertas con llave y candado si hace falta.
En su magistral trilogía
novelesca (Las vírgenes suicidas, Middlesex y La trama nupcial) completa un ciclo fascinante que replica las
estaciones mentales de un (im)posible viaje a la madurez sexual de la especie.
El gen de Eugenides, o el principio
genético de su narrativa: desde el primitivo tabú de la virginidad y sus
agresiones y transgresiones sociales, o la dudosa poesía intersex y sus perversiones prosaicas, hasta la prosa conyugal
desengañada y más, mucho más allá.
El sexo no es, por supuesto, la representación
del sexo, pornográfica o no, sino la sexualidad humana, la división en géneros
incompatibles, la urgencia del deseo erótico y la pulsión genuina de
reproducirse, la genética egoísta y las miserias del afecto y el sentimiento, el
simulacro del amor y los ceremoniales colectivos que conjuran la atracción
carnal entre cuerpos y la hacen socialmente aceptable y útil. En esto,
Eugenides es extraordinario. No existe otro escritor comparable en agudeza y
sensibilidad, ingenio e inventiva narrativa, así como en expresión de emociones
y sensaciones.
Eugenides estudió en la Universidad de Brown,
donde aprendió con el maestro Jack Hawkes todo lo que necesita conocer un discípulo
sobre la literatura y la vida para poder hacer una contribución significativa a
la historia de su arte. En esa prestigiosa universidad debió entrar en contacto
con las avanzadas teorías científicas de Anne Fausto-Sterling sobre la
multiplicidad sexual, y familiarizarse, de paso, con las tesis neodarwinistas
de Richard Dawkins. Muchos de los relatos más logrados de esta colección demuestran
que sus torturados personajes, antes o después de experimentar conflictos
financieros, deben afrontar los rituales iniciáticos del sexo, sus trampas mentales
y desafíos afrodisíacos.
“Jeringa de cocina” (1995), escrito después de Las vírgenes suicidas, escenifica los
problemas de una cuarentona italoamericana para ser madre cuando ya ha
realizado sus propósitos profesionales y decide organizar una fiesta de
inseminación en su apartamento durante la que un donante seleccionado depositará
su semilla en una taza. El narrador es un antiguo amante y la ironía sobre la
masculinidad está servida desde el título (ver cita más arriba). “La vulva oracular” (1999), un
relato perturbador y polémico, precursor intelectual de Middlesex (2003), su exitosa segunda novela, es de lectura
obligatoria hoy. Un supuesto experto en los misterios genitales de la
intersexualidad ve refutadas sus teorías culturales no solo por una rival
potente sino por las prácticas ancestrales de una tribu guatemalteca donde la
escisión de los sexos es radical (hombres y mujeres viven separados en chozas distintas dentro del poblado) y los futuros hombres se vigorizan durante la infancia y la adolescencia mediante
orgiásticas ingestiones de semen.
Y dos relatos más recientes, “Buscad al malo” (2013),
sobre la imposibilidad ontológica de la pareja y el matrimonio vista desde la perspectiva del miembro masculino, y “Denuncia inmediata”
(2017), sobre la falsa violación de una menor y la corrección política como
nueva conciencia colectiva o tribunal social, revelan una vez más cómo la fascinante
narrativa de Eugenides extrae toda su fuerza del laberinto hipermoderno del Eros.
La serenidad espiritual que transmite otro gran relato de la serie (“Correo
aéreo”; 1996) se relativiza cuando el lector recuerda que su ascético héroe (Mitchell
Grammaticus) es el pretendiente fallido de la protagonista de la última novela
de Eugenides (La trama nupcial; 2011),
donde la complejidad sentimental de las relaciones, el desencuentro sexual y el
devenir de la vida alcanzan un éxtasis irrepetible.
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