[Flann O´Brien, El tercer policía y En Nadar-dos-pájaros, Nórdicalibros, 2020, trad.: Héctor Arnau y José Manuel Álvarez Florez, respectivamente, págs. 497]
Flann O´Brien era un misterio compuesto de muchos
nombres y una sola identidad reconocida: un escritor extraordinario, borrachín
y bromista, que se llamaba en realidad Brian O´Nolan (1911-1966). Con ese
seudónimo como enseña creativa, O´Brien era el gran continuador de la tradición
narrativa de Swift, Sterne y Joyce. Como prueban “En-Nadar-dos-pájaros” (1939),
“El tercer policía” (1967) y “Crónica de Dalkey” (1964), tres portentosas
muestras de la revitalización moderna de la sátira menipea caracterizadas por
la más exuberante vitalidad y carnavalesco sentido de la comedia humana.
“El tercer policía”, en particular, es una de las
novelas más excéntricas del siglo XX. En sentido del humor disparatado, carga irónica
y formidable poder de fabulación e invención narrativa, solo le encuentro una
obra de análoga envergadura: “Ferdydurke” (1937) del gran Witold Gombrowicz. La
única diferencia es que el escritor polaco publicó su obra en la Polonia de
entreguerras, causando un escándalo fenomenal, mientras el sarcástico irlandés
vio cómo la única editorial a la que envió la novela la rechazaba por sus
excesos fantásticos. Harold Bloom, en su polémico “canon occidental”, incluyó
“El tercer policía” entre las novelas más innovadoras del siglo más innovador
de la novela.
“El tercer policía” es, además, la novela
policíaca más extravagante y laberíntica de la historia. Y esto por múltiples razones.
Primera, uno de los asesinos es el narrador, que confiesa su culpabilidad desde
la primera línea. Segunda, dicho narrador anónimo ha cometido el crimen para
poder financiar su estudio definitivo sobre un filósofo apócrifo (De Selby),
que aparece citado y glosado a menudo a lo largo de la novela. Tercera, el
narrador asesino está muerto también, aunque no lo sabe aún, ni tampoco lo
sospecha el lector. Cuarta, toda la trama sucede en un infierno dantesco
similar a la campiña irlandesa: un infierno verde y ameno donde ocurren hechos
terribles y el narrador experimenta un castigo kafkiano mediante el que va
descubriendo el misterio de su condena.
Finalmente, para redondear el humor patafísico de la
novela, los policías que colaboran con el narrador en la investigación del
crimen son tres figuras corpulentas y delirantes. Los dos policías principales,
MacCruiskeen y Pluck, están obsesionados con las bicicletas y se dedican a
tareas dementes, impropias del oficio, como inventar objetos imposibles y
máquinas fantásticas. Y el tercer policía en discordia, Fox, una suerte de oscuro
demiurgo del lugar, no hace más que entorpecer las actividades de sus colegas,
aunque se revela fundamental en el sorprendente desenlace.
El infierno grotesco donde transcurre la novela es
vivido por el narrador como el eterno retorno: una trama sin principio ni fin,
condenada a repetirse y girar eternamente como las dos ruedas de una bicicleta,
metáfora de los ciclos temporales que encierran a los personajes. Nunca se
habla de delitos, la ejecución por el crimen es diferida al infinito, los
asesinos nunca serán ahorcados, así como la repetición del crimen que los
condenó es una farsa o un simulacro. O´Brien habría descubierto tarde, tras el
rechazo editorial, que su novela era menos ortodoxa de lo que habría deseado y estuvo
tentado de hacerla desaparecer. Crimen literario que, por fortuna, nunca
cometió, por más que él mismo declarara perdida la novela a lo largo de su
vida.
Sátira corrosiva de la ciencia y parodia feroz de la filosofía a través del “nonsense”, como Lewis Carroll, o del humor absurdo, como Ionescu, “El tercer policía” es una de las novelas más tragicómicas y tristes que uno pueda leer sin sacrificar la inteligencia en nombre de una risa contagiosa hasta la muerte.