[Francisco
Jota-Pérez, Homo Tenuis, GasMask
Editores, 2016, págs. 143]
En cualquier fecha del año, y no solo en Navidad o Semana Santa, es pertinente interrogar el
poder de la ficción sobre la realidad. Preguntarse por el modo en que la
imaginación humana, desde que el sapiens se asentó, originando las culturas y
las civilizaciones, los cultos, las supersticiones y las creencias, empleó los
dos instrumentos clave para imponer su dominio sobre el orden del mundo: la
técnica y la ficción. Preguntarse por la fuerza y la caducidad de los mitos que
han vertebrado la historia humana no es, sin embargo, negar su importancia ni
pretender imponer el modelo único de la racionalidad ilustrada.
Todo lo contrario. Si hay algo que podemos
aprender de todo ello es a calibrar la influencia tremenda de las ficciones en
las derivas de los humanos y, en relación con esto, a elaborar antídotos
eficaces contra las peores secuelas o efectos nocivos de tales narrativas. Como
dice Yuval Noah Harari en su nuevo libro: “Los humanos creen que son ellos quienes
hacen la historia, pero en realidad la historia gira alrededor de esta red de
relatos de ficción”.
Este estupendo libro de Francisco Jota-Pérez
suscribe esta tesis esencial y la somete a prueba analizando una de las ficciones
más escalofriantes de la era digital: el caso del Hombre Esbelto, una figura siniestra
surgida de las tinieblas de internet, los foros escabrosos donde cazadores de
notoriedad y creadores de infundios acechan a los incautos, para acabar
trascendiendo a la realidad a través de crímenes reales.
Todo comienza en 2009 cuando un aburrido
ciberadicto decide manipular unas fotos y hacerlas pasar, mediante unas escuetas
apostillas narrativas, por apariciones reales de un misterioso hombre ubicuo que
habita en los bosques y fascina a los niños ofreciéndoles vagas promesas a
cambio de cumplir su aviesa voluntad.
Si el Hombre Esbelto no hubiera inducido
mentalmente a unas niñas de Montana en 2014 a apuñalar salvajemente a una de
sus amigas, o convencido a otra de atacar a su madre cuchillo en mano, no
estaríamos hablando más que de una de tantas falsificaciones concebidas para
disipar el tedio vital y generar incontables juegos y videojuegos, relatos literarios
y narraciones mediáticas. Pero cuando la ficción se vuelve tan influyente que
acaba reconfigurando la realidad conforme a sus dictados, urge diseccionar las
causas eficientes y extrapolar las conclusiones con el fin de permitir un
diagnóstico agudo sobre nuestra época. Entendiendo esta no solo como presente
sino también como futuro, o como intersección de un pasado, un presente y un
futuro cuyas manifestaciones simultáneas estarían en juego en cada acto
realizado y en cada idea enunciada.
Jota-Pérez practica con brillantez un modelo de
escritura especulativa (o teoría-ficción) que le sirve para considerar al
Hombre Esbelto un caso de “objeto hipersticioso”, es decir, de ficción impuesta
sobre el mundo utilizando la debilidad de la mente humana como instrumento de
implantación efectiva. De este modo, el Hombre Esbelto pasaría a encarnar “la
representación de nuestras deficiencias intelectuales”.
Basta con revisar la bibliografía anexa para
comprobar cómo el autor maneja los referentes más intempestivos del pensamiento
contemporáneo, como Nick Land, Reza Negarestani o Graham Harman, inteligencias indomables
que se han consagrado al análisis intransigente del presente con un bagaje que
incluye en el mismo paquete a escritores de terror como Lovecraft y Chambers y
a filósofos como Nietzsche y Deleuze.
Esta fundamentación teórica es la que le permite,
siguiendo los postulados cíborg de la gran Donna Haraway, corregir las
etiquetas con que otros pensadores conservadores rubrican nuestro tiempo. De
ese modo, ya no estaríamos viviendo en el “Antropoceno”, colmo del humanismo,
sino en el “Capitaloceno” o el “Cthulhuceno”, era turbulenta caracterizada por
una monstruosidad sin límites.
En el siglo XXI, con o sin internet, concluye
Harari, “crearemos más ficciones poderosas y más religiones totalitarias que en
ninguna era anterior”. Conviene estar prevenidos.
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