miércoles, 30 de noviembre de 2022

LA BANALIDAD DEL BIEN


 [Publicado ayer en medios de Vocento]

    Vox es el mal, ya lo sabemos. Como el licántropo feroz, su misión natural consiste en asustar a los borregos para que se agrupen alrededor del buen pastor Sánchez, guardián del bien y protector de los buenos. Los malos son los muchos buenos, escribe Cabrera Infante, apuntando a la Cuba castrista. Esta ironía define a cualquier régimen totalitario fundado en el fanatismo y el dogmatismo. Cuando manda la mayoría moral, no tardan en aparecer la guillotina y los chivos expiatorios.

Es paradójico, en este sentido, que en las dictaduras con las que Podemos mantiene vínculos desde sus inicios, como Cuba e Irán, se persiga la libertad sexual y la disidencia política. Y esto es más grave que estar ligada a un líder que te enchufa como ministra por la cara. El espurio feminismo de las que se envuelven en la bandera malva para tapar sus vergüenzas debería ser denunciado, en nombre de la dignidad de género, por todas las mujeres que poseen méritos superiores y no han tenido tanta fortuna.

Una cosa es ser fanático de la ideología y golpear con el martillo de los prejuicios y otra usar la ideología para enmascarar la corrupción, como ha hecho Infantino, gran maestre de la logia futbolera. En pro del negocio vale todo, hasta denigrar a la Europa que creó la democracia, el pensamiento libre y el fútbol. La literatura y la filosofía no atraviesan un período de simpatía con los ideólogos de izquierda. Son disciplinas demasiado exigentes para los estándares demagógicos que se estilan hoy entre los militantes del progresismo guay.

El ideario de la nueva izquierda culpa a la cultura y la educación de todos los males. Y, sin embargo, treinta años de deseducación pública nos contemplan, secuela de leyes nefastas que no solo han provocado el progreso de la incultura y la falta de sentido crítico en las generaciones más jóvenes, sino el aumento de los delitos de género. Menudo logro. Como la ley de la libertad sexual. Es una incongruencia estratégica que un texto jurídico nacido para otorgar la máxima protección legal a las mujeres en su vida íntima traiga asociada una rebaja significativa de las penas que castigan el abuso y la violación. Qué pocas luces.

Cuando gobierna la ideología, y no la inteligencia, el bien, por bueno que sea, se vuelve banal. Vicio mucho más peligroso para la democracia que una mala ley, una mala diputada o una mala ministra. La izquierda le está regalando el patrimonio de la verdad a la derecha y esto, se mire como se mire, es criminal. 

miércoles, 23 de noviembre de 2022

(IN)MUNDO BARROCO


  [Norbert Bilbeny, Moral barroca, Anagrama, 2022, págs. 263]

     El barroco lleva de moda mucho tiempo. En los años ochenta ya los especialistas, como Calabrese, Buci-Glucksmann o Scarpetta, hablaban de que nuestro tiempo admitía una caracterización, estética y cultural, barroca o neobarroca. Pasaron las últimas décadas del siglo XX y dejó de hablarse del tema para imponer en los discursos otros conceptos culturalmente más avanzados como posmodernidad, debido al teórico Jameson, e incluso hipermodernidad, debido al sociólogo Lipovetsky. En muchos casos, el conocimiento del período histórico barroco había conducido a una reflexión sobre el presente enfatizando dos aspectos particulares: el dominio del espectáculo como dimensión preferente de la experiencia contemporánea y la experiencia del vacío como revelación esencial.

Con gran acierto, Bilbeny afronta en este ensayo, informado e inteligente, los paralelos posibles entre la época barroca y el presente neobarroco con objeto de definir con claridad lo que el título señala como propósito: una moral que corresponda a los tiempos en que vivimos, un modo de conducta que no entre en contradicción excesiva con sus exigencias y desafíos vitales. No se trata de rechazar el mundo, o darle la espalda con suficiencia, sino de aprender a moverse por él con agudeza y elegancia. La razón del poder de atracción del barroco para las mentes más despiertas la cifra Bilbeny en la siguiente idea: “es difícil sustraerse al atractivo de una visión de la realidad que refleja la total complejidad de esta, como hace el Barroco con relación a la naturaleza y la cultura, a la vida y al espíritu”.

En un primer movimiento, Bilbeny trata de enfocar el tiempo barroco ahondando en nódulos de pensamiento, creación y cultura que le permitan delimitar un paradigma que pueda luego trasladarse al tiempo presente como modelo de análisis eficaz. En esta fase de su ensayo, Bilbeny aborda con penetración figuras de la literatura española como Quevedo, Gracián y Calderón, pero también pensadores de trascendencia internacional como Descartes, Spinoza y Leibniz. Las metáforas dominantes son el mundo como un gigantesco teatro en que las máscaras humanas han de actuar conforme a una moral cortesana que les abra las puertas del éxito y la fama y la vida como sueño del que conviene despertar para comprender las verdades morales que fortalecen el espíritu. Frente a otras modalidades de lo barroco, el paradigma hispánico se concibe como sumisión final de las criaturas a los mandamientos y autoridad de Dios. En Descartes y Spinoza, sin embargo, se vería la tentativa de generar una idea de la subjetividad lúcida, tan despegada de los mitos primigenios como de las ataduras teológicas o las ortodoxias imperiales.

La moral del barroco español es una “moral de extremos”. Y de contradicciones flagrantes, añadiría. Y es en esto donde conecta con el ensimismamiento tecnológico de nuestra época, soledad individual y conexión mediada con el exterior propias de la nueva edad barroca que Bilbeny disecciona en la segunda parte del libro con planteamientos menos categóricos. La tesis de partida se refiere a la coincidencia en la preferencia por las apariencias más que por la realidad de ambos períodos. Espejismos, ilusiones, fantasmas, fantasías, productos de la mente que en el barroco producían el “Quijote” o “Las Meninas” y que hoy se desparraman como diluvio de imágenes en múltiples pantallas y se expanden por internet como virus de la información.

Tan lejos del pesimismo como del optimismo, este ensayo de Bilbeny trata de proporcionar luz sobre la moral adecuada a nuestro tiempo neobarroco. Una moral subjetiva, como la poesía de Lope de Vega que cierra el libro, fundada en la inteligencia y la sensibilidad para gestionar las antinomias del mundo contemporáneo sin desfallecer. 

miércoles, 16 de noviembre de 2022

EL VIRUS Y YO


 [Publicado ayer en medios de Vocento]

 Tengo covid. Convivo con el virus desde hace cinco días y he visto la luz. La alta fiebre y la debilidad muscular me han ayudado a comunicarme con el virus a pesar de que no hablamos la misma lengua. La suya es una lengua multinacional, la jerga genuina de los negocios y la ciencia, compuesta a partes iguales de chino, inglés, francés y alemán. Como el virus es un buen conversador y odia aburrirse, mientras ocupa el cuerpo del enfermo disfruta intercambiando información de todo tipo con este. Al mismo tiempo, se abre sin resistencia a la inspección del anfitrión, como un banco de datos, y entrega sus secretos con una mansedumbre inusual.

Yo creía que los activos bancarios tóxicos que envenenaron la economía mundial en 2007 representaban el no va más de la innovación. Y no, el coronavirus, incluso este avatar devaluado del ómicron, es una criatura diseñada para actuar a discreción y lo mismo puede matarte, postrarte al borde de la asfixia y la extenuación, o soplarte en las orejas como una brisa primaveral. Lo siento poseer mi cuerpo durante estos días aciagos y me da miedo pensar en lo que me haría si tuviera más poder. Por alguna extraña razón, ha decidido no someterme a una tortura insufrible, no ha querido ensañarse con mis entrañas y arrasar mis pulmones con sus esporas asesinas. Ha comprendido que mi caso requería un tratamiento diferenciado. Infectado por una persona irresponsable, no tenía sentido castigarme con crueldad no siendo yo un negacionista profesional. Nunca rechacé la existencia del virus, solo he criticado la gestión política de la pandemia y la incompetencia de los gobernantes. Pero no ha sido esta la razón.

Lo que me ha salvado la vida, o lo que me ha evitado conocer los límites extremos del dolor, ha sido que le he caído en gracia a la criatura porque siempre he reconocido su origen artificial. Ya se sabe que nada molesta más a un ser que no es producto de la selección natural que se le niegue su condición. Como artefacto, este virus es una obra maestra, lo reconozco. En unos días volveré a hacerme el test para comprobar que el misterioso visitante ha abandonado mi cuerpo con el mismo sigilo criminal con que se introdujo en él. No puedo decir que lo echaré de menos. Pero hablar con él en la intimidad, aunque sus mensajes sean desconcertantes, ha sido un privilegio inmenso. Ahora comprendo mucho mejor el mundo donde vivo instalado como un virus. Y sobre la pandemia el mensaje dirigido a los políticos es contundente. Que no se repita. 

martes, 8 de noviembre de 2022

VELOCIDAD Y ÉXTASIS


  [Jack Kerouac, En la carretera, Anagrama, trad.: Jesús Zulaika, 2022, págs. 400] 

Así define Jack Kerouac (“todo en él era velocidad y éxtasis”) la vida de su camarada Neal Cassady al final del Tercer Libro de “En la carretera”, cuando están a punto de emprender el viaje que los llevará al final del camino de la juventud.

Se reedita ahora esta novela mítica, en pleno centenario del nacimiento del autor, la única novela que merece ser calificada sin desprecio como un “rollo” integral. Kerouac compuso la primera versión del libro entre el 2 y el 22 de abril de 1951 como un rollo interminable de papeles mecanografiados. El “rollo original”, como se le conoce sin ironía entre los expertos. Kerouac pretendía con ello que la experiencia de escribir fuese ininterrumpida, un teclear continuo conectado al pálpito de la vida en movimiento. Gran admirador de los músicos de jazz, Kerouac encontraría en el arte mecanográfico de la “prosa espontánea” el equivalente literario del saxo, la trompeta o el clarinete: un instrumento rítmico de transmisión automática de la emoción y el aliento del artista que lo toca sin normas previas.

Durante décadas circuló una versión expurgada y manipulada del libro, donde los nombres de Kerouac, Cassady, Ginsberg y Burroughs eran sustituidos por seudónimos más o menos ingeniosos y el formato original se ajustaba a dimensiones convencionales. Disfrutamos desde hace catorce años de la versión íntegra, en un solo párrafo, de esta novela “enrollada”. Las últimas páginas del manuscrito, perdidas hasta entonces, aparecen en un apéndice que permite leer, como Kerouac deseaba, la evocación inicial del amigo más íntimo (“Conocí conocí a Neal”) reiterada en la obsesiva frase final (“pienso en Neal Cassady, pienso en Neal Cassady”) como metáfora de un coche que arranca con dificultad y, al cabo de un largo viaje, acaba parándose en seco.

La cartografía inmensa e intensa que despliega el rollo de Kerouac corresponde a un circuito geográfico de ida y vuelta: Nueva York, Chicago, Denver, San Francisco, Los Ángeles, Carolina del Sur, Florida, Luisiana, Texas y México, antes de regresar a Nueva York, donde Kerouac encuentra una esposa, Joan, y pone fin provisional a su huida incesante. Ese circuito de múltiples pistas compone, pues, una “línea de fuga” de la vida convencional en un momento histórico en que el sueño americano de los fundadores estaba siendo expropiado de raíz por el capitalismo financiero y la cultura del consumo.

La única utopía que Kerouac y Cassady imaginan durante el sinuoso trayecto es la de una carretera infinita que dé la vuelta al mundo. Una carretera sin fronteras ni policías, un espacio-tiempo de libertad absoluta donde el paisaje, el coche y los pasajeros, invocando el panteísmo fraternal de Whitman, se fundan en una sola dimensión ilimitada. Como sabemos, desengañados habitantes de un mundo desprovisto de otros sueños que los de la publicidad y el turismo, esa gesta de libertad genuina y amor universal estaba condenada al fracaso en un entorno cada vez más controlado. Y William Burroughs, oficiando como gurú kafkiano de toda una generación, lo proclama con lucidez en la novela: “Burocracia…No queda nada más que burocracia”.

Este espíritu intransigente, lo más valioso del libro junto con la poesía visionaria de sus imágenes y ritmos, lo expresa Kerouac al comenzar la apasionante aventura de escribir esta novela rodada: “la única gente que me interesa es la que está loca, la que está loca por vivir, por hablar, ávida de todas las cosas a un tiempo, la gente que jamás bosteza o dice un lugar común, sino que arde, arde, arde como candelas romanas en mitad de la noche”. 

jueves, 3 de noviembre de 2022

AGUAFIESTAS


 [Publicado en medios de Vocento el martes 1 de noviembre]

           El aguafiestas no tiene quien le escriba. Y, sin embargo, es el gran personaje de nuestro tiempo, la figura más influyente del siglo XXI. No tiene cara ni cuerpo, nadie podría reconocerlo en una discoteca neoyorquina, aunque estuviera ahí, bailando como loco en la pista de baile, celebrando sus éxitos en compañía de sus clientes multimillonarios. El aguafiestas, pese a las calumnias de sus rivales, es un gestor serio, un jugador riguroso y no un villano sin escrúpulos, y puede manipular a su antojo la economía, la tecnología y la política sin inmutarse ni apenarse por la desgracia de las personas afectadas por sus decisiones.

Esto no es una adivinanza, ni un renovado ataque al sanchismo. El aguafiestas no es Sánchez, aunque trabaje para él y también lo padezca, como otros líderes, ni Macron, ni la pobre Liz Truss ni Rishi Sunak, su patético sucesor, ni Scholz, ni Biden, por supuesto, pero todos, a izquierda y derecha, le ríen las gracias. Tampoco es Putin, aunque la Guerra de Ucrania sea uno de los triunfos recientes del aguafiestas, a quien los ejecutivos de la City y los agentes de la Bolsa global consideran un campeón. Mucho menos Xi Jinping, gran emperador confuciano de la Nueva China coronado la semana pasada por sus secuaces comunistas, por más que el coronavirus aguafiestas escapara de un laboratorio multinacional de Wuhan.

El aguafiestas tampoco tiene un sexo definido, en eso responde a los ridículos parámetros de la “ley trans”. Es fluido, promiscuo e invisible como el capital, permea las fronteras nacionales como la inmigración ilegal y se desliza por los despachos corporativos como un espectro insidioso y eficiente. Hace gala de un dominio total de los algoritmos que programan el encarcelamiento del mundo sin que se le vea nunca pulsar un teclado o mirar una pantalla. Es una criatura prodigiosa que todos identifican por sus efectos y nadie se pone de acuerdo sobre su naturaleza real, como el Espíritu Santo.

Esta semana conocíamos los datos financieros del IBEX y otros mercados bursátiles y todas las grandes corporaciones están generando beneficios mientras los ciudadanos no hacen más que arruinarse pagando las facturas de la maldita pandemia y la odiosa guerra y endeudarse al infinito, renunciando a un futuro digno de sus deseos. Es triste pensarlo. El aguafiestas es el mayor enemigo de los humanos, sirve de forma efectiva al poder y no se presenta nunca a las elecciones. Me rindo a la evidencia. El aguafiestas es un auténtico campeón.