miércoles, 22 de marzo de 2023

DEMOCRACIA SIN CABEZA


  [Publicado ayer en medios de Vocento] 

       Escribas lo que escribas, le dijo el viejo periodista al joven becario, la realidad te desmentirá. Es falso. La realidad no desmiente. La realidad actual confirma las peores expectativas. Lo hemos vuelto a comprobar con la quiebra de los bancos americanos. Esta nueva amenaza fantasma que se cierne sobre el sistema financiero sin que aún conozcamos su verdadero alcance, sus intenciones profundas y sus secuelas inmanentes.

Corregir a estas alturas los excesos del capitalismo es una tarea descomunal, una hazaña digna de superhéroes. La dinámica transgresora del capitalismo supera siempre sus crisis sistémicas. La única forma de imaginar el fin del capitalismo es imaginar el fin del mundo, como predican los apocalípticos. Teleseries de éxito masivo como “The Last of Us” prefieren mostrarnos un planeta sumido en la catástrofe antes que una utopía alternativa como la soñada por Bernie Sanders. Los signos de impotencia son evidentes. Caminamos hacia el horizonte de una dictadura tecnócrata que pretende el control total. No es ciencia ficción. “Todo a la vez en todas partes”, título de la película triunfadora en los Óscar, sirve como eslogan del programa de gestión del capitalismo futuro. Un capitalismo sin cabeza visible, un capitalismo de rostro inhumano, como el que se va imponiendo en el multiverso del mundo globalizado.

En el escenario local, no me importa si es justo o injusto lo que se aduce contra Sánchez en la moción de censura. El medio es el mensaje. La ley de McLuhan, que rige el mundo mediático, despeja todas las dudas. El medio, la moción de censura presentada por Tamames en nombre de Vox, o viceversa, es erróneo, y el mensaje fallido. No se opone una impostura a otra impostura. Esto es Vox, con o sin la complicidad del economista Tamames. Un simulacro de proyecto político, una solución simulada a una situación crítica nacional.

La moción de censura es otro simulacro, una pantomima degradante. Da igual quién gane en términos partidistas. El daño es terrible. El descrédito institucional, la inutilidad y el ridículo de la propuesta, el esperpéntico espectáculo. No nos merecemos este sainete sin gracia, mal escrito y peor actuado, un entremés deprimente. La moción de censura representa la triste escenificación de un fracaso, una farsa que certifica la muerte definitiva del espíritu de la Transición. Una catarsis cutre. Falla el alma económica, ya lo sabemos, y el cuerpo político está viejo y enfermo. Democracia sin cabeza. Es lo que hay.  

miércoles, 15 de marzo de 2023

ESPECULACIÓN CINÉFILA


 [Quentin Tarantino, Meditaciones de cine, Reservoir Books, trad.: Carlos Milla Soler, 2023, págs. 418] 

Los que fuimos espectadores adolescentes en los setenta recordamos perfectamente lo que era ir al cine por entonces. Entrar en la sala y asumir el grado de promiscuidad física y emocional que convertía aquella vivencia en una experiencia única, inolvidable. De esto habla, en el fondo, Tarantino en el libro. De un tiempo en que las películas eran tan vitales como cualquier otra cosa, el amor, el sexo, la velocidad, la luz, las relaciones, y en que el cine, por tanto, se dirigía a todos y cada uno de sus espectadores para invitarlos a participar de la fiesta en la sala y de la catarsis que tenía como nuevo escenario la pantalla. El exorcista, Taxi Driver, Tiburón, La matanza de Texas, Rocky, Carrie, La guerra de las galaxias, Encuentros en la tercera fase, Alien, y tantas y tantas otras películas que te arrastraban al cine con una fuerza inefable para verlas de manera compulsiva y convulsa, te mantenían hipnotizado durante la proyección, atado a la butaca como al sillón del dentista hasta el final, y te sumían en el vacío total al acabar, cuando se encendían las luces y la pantalla se apagaba, perdiendo el brillo que les había dado vida hasta entonces, recordándote que ahí afuera te aguardaba la verdadera vida, tu vida, y debías volver a ocuparte de ella después de las horas vividas de suspensión vertiginosa de la incredulidad…

 

I was a young enthusiastic movie geek, during a time when movies were fucking incredible. 

-Quentin Tarantino, Cinema Speculation, p. 285-

 

Qué es la historia del cine sino una larga especulación cinéfila, como esta de Tarantino, en la que están las películas que se hicieron, las que no se hicieron y estuvieron a punto de hacerse, las que nunca pensaron en hacerse, o las que se perdieron definitivamente por el holocausto del celuloide y la incuria de una industria que no se creyó arte y cultura hasta que era demasiado tarde para dar marcha atrás. Este es un espléndido libro que nos recuerda que un verdadero cineasta como Tarantino es, antes de nada, un cinéfilo, es decir, alguien que vive la experiencia cinematográfica con la misma intensidad subjetiva con que vive las experiencias de la vida, sin establecer distinciones fáciles entre las emociones experimentadas en una pantalla o en la supuesta realidad de la calle.

No por casualidad, el título original del libro (Cinema Speculation) procede del capítulo donde Tarantino especula sobre lo que habría pasado si la magnífica Taxi Driver la hubiera dirigido Brian de Palma, privilegiado lector de la versión original del guion de Paul Schrader, y no Martin Scorsese. Como saben sus espectadores más atentos, la respuesta de Tarantino radica en la raza. Qué gran diferencia existiría entre que el taxista vengador interpretado por Robert De Niro libere a la prostituta menor interpretada por Jodie Foster de las garras de un chulo afroamericano, en lugar del proxeneta blanco encarnado por Harvey Keitel, con toda la sobrecarga de paranoia sexual de los blancos hacia los negros como aderezo dramático. El comentario de esta anécdota refleja la sensibilidad única de Tarantino. No es solo un director impregnado de películas de género, como demuestra el libro hasta la saciedad, sino alguien que es capaz de contextualizar la idiosincrasia estética del cine popular en la coyuntura histórica y cultural de su país, como demostraron Pulp Fiction, en su momento, o Érase una vez en Hollywood, su magistral penúltima película, y quizá vuelva a demostrar la décima que ya se anuncia en algunos medios (guion escrito, título provisional y producción en liza).

A lo largo de dieciocho capítulos, desde la infancia hasta la primera juventud, Tarantino aborda el relato de su formación y educación cinéfilas en salas de cine pobladas de una audiencia plural y activa ante los estímulos procedentes de la pantalla. Ya desde los seis años su madre lo llevaba a ver películas para mayores en compañía de su padrastro y luego de sus ligues ocasionales, constituyendo así una inteligencia tan atrevida como consciente de los problemas existenciales que afectan a los adultos. Más que a una revisión cinéfila propia de una filmoteca, asistimos al análisis crítico de la recepción de cada una de las películas por la mente ávida de Tarantino, combinando las circunstancias de la visión iniciática con la información recopilada con posterioridad sobre las condiciones y dificultades de su producción, leyendo críticos afines de gusto heterodoxo, con los que no siempre estaba de acuerdo, como Pauline Kael y Kevin Thomas, o conversando con verdaderos personajes de película como ese extraño inquilino afroamericano, Floyd Ray Wilson, que le inspiraría Django desencadenado y cuya fascinante y emotiva evocación, como una despedida nostálgica, clausura el libro.

El ciclo fílmico, se compartan o no en su integridad los peculiares gustos y opiniones de Tarantino, permite enfocar un período determinante de la historia del cine americano como los años setenta y el alcance de sus propuestas más allá de esa época gracias a todos los cineastas que, como él, fueron inseminados por su libertad expresiva y artística (pienso también en Paul Thomas Anderson y en David Fincher). La bicefalia del Nuevo Hollywood, a la que se consagra un capítulo esencial para comprender la doble naturaleza del arte cinematográfico, representa el dilema todavía actual entre la creatividad potencial de los directores y los deseos del público, conflicto al que también se enfrenta Tarantino como creador ambicioso que no quiere sacrificar su talento excepcional ni tampoco perder el aplauso colectivo.

Los que fuimos espectadores en la grandiosa década de los setenta, como dije en la introducción al post, recordamos perfectamente lo que significaba ir al cine entonces, solo o acompañado (era lo de menos). Tarantino lo resume en una frase contundente: “Yo era un joven entusiasta del cine en una época en que las películas eran una pasada”.

Y todo el resto es literatura.

jueves, 9 de marzo de 2023

SEXOS


  [Publicado en medios de Vocento hace cuatro años (el martes 12 de marzo de 2019), nada de lo que se dice en este artículo parece haber envejecido demasiado, ¿por qué será?...] 

          Sexo es una palabra mágica, funciona como un fetiche y nos pone tensos. Los sexos, en cambio, son una complicación. El 8M se manifestó uno de ellos, el femenino, en nombre de todos los demás. Las mujeres están empezando a construir un nuevo mundo contra una idea vieja del sexo y necesitan gritarlo para que se enteren sus enemigos sexuales y esa sección femenina que no acudió por desgana o cobardía. Caminamos hacia un futuro en el que las mujeres ya no necesitarán al hombre para procrear. Veremos entonces para qué nos quieren. El inconsciente masculino escucha ya las primeras notas del réquiem de su sexo en el pentagrama de la vida y se pone a la defensiva.

Ahora bien, la tarea es exigente. Las jóvenes que el pasado viernes tomaron las calles sin miedo tienen madres, abuelas o hermanas que aún les dicen que lo importante en la vida es casarse y tener hijas. Que esto del feminismo está muy bien si luego consigues un buen trabajo y un mejor sueldo. Para todo lo demás, que es lo fundamental en la vida, lo que te hace sentirte feliz y satisfecha, están el matrimonio y la prole. Esto es puro feminismo liberal y no machismo leninismo, como el polémico cartel podemita, pero la falacia es idéntica. No es fácil escapar a los dilemas del sexo. Te pongas como te pongas, siempre te pillan cometiendo errores de género.

Si pretendes residir en Nueva York, debes rellenar un cuestionario donde te ofrecen 31 categorías para que reconozcas tu identidad sexual. “Bisexual” y “travestido” son obvias. “Sexo mezclado”, “género fluido” o “sin género” más intrigantes. “Tercer sexo” suena utópica. Tiene todo el futuro por delante para realizarse. Cada año las autoridades prometen añadir nuevas etiquetas para que nadie se sienta discriminado. Ser hombre o mujer es insignificante, excepto en el deporte competitivo, donde los genitales cuentan tanto como en el porno. La asexualidad es la condición más deseable para evitar conflictos. Banqueros y empresarios actúan aún con mentalidad de sexo victoriano, es cierto, pero el capitalismo no es socio preferente del patriarcado. En poco tiempo, el hipermercado capitalista será más feminista que las feministas.

La cuestión del sexo de la mujer está viciada desde el principio. Al fin y al cabo, los hombres se creen hombres mientras las mujeres solo fingen ser mujeres. Un notorio filósofo alemán ha llegado a considerar el orgasmo femenino como el punto culminante de la evolución humana. No es extraño que tantos chicos estén deseando convertirse en chica. Cuando acabe esta comedia de los sexos, por fin, los hombres serán peleles desalmados y las mujeres ya no serán mujeres sino dueñas exclusivas de un lucrativo matriarcado tecnológico. Qué grandioso espectáculo para la inteligencia. Yo que tú, colega, no me lo querría perder por nada del mundo.



miércoles, 1 de marzo de 2023

LITERATURA TOTAL (2)


 [Cormac McCarthy, Stella Maris, Random House, trad.: Luis Murillo Fort, 2022, págs. 620]

          Nadie esperaba que un autor como Cormac McCarthy entregara dos novelas de esta envergadura y ambición después de tantos años de silencio creativo. Y no a causa de sus ochenta y nueve años. Estos son solo la explicación eficiente de la sabiduría y lucidez contenidas en ambas novelas en una cantidad suficiente como para avergonzar a cualquier autor americano de la última década, con la excepción de Pynchon.

En “El pasajero”, la más extensa, ambientada en 1980, McCarthy construye una falsa novela de intriga, cargada de resonancias de thriller paranoico, en sintonía con el cine y la literatura de la época, y una trama criminal con ramificaciones gubernamentales y corporativas, que acaba resolviéndose como una huida beckettiana hacia la invisibilidad, la inacción contemplativa y el exilio mental y físico, al estilo de “El reportero” de Antonioni. El protagonista, Bobby Western, se refugia en Formentera para vivir sus últimos años entregado al duelo infinito por la muerte de la hermana amada y la aceptación de un universo incomprensible para la mente humana, por más que la ciencia intente dar cuenta de su extrañeza (o de su banalidad, como diría Borges) con teorías abstrusas y ecuaciones inútiles.

La segunda novela, aún más fascinante, se titula “Stella Maris”, que es el nombre de la clínica de Wisconsin consagrada al cuidado de pacientes psiquiátricos en la que ingresa voluntariamente su protagonista, Alicia Western, en octubre de 1972, tras el accidente automovilístico que ha sumido a su hermano Bobby en estado de coma. Este aspecto relativo a la temporalidad de la historia es esencial para comprender que la primera novela se desarrolla, de principio a fin, bajo la sombra del suicidio de Alicia mientras la segunda, invirtiendo la cronología, se sitúa en un período anterior, en el que Bobby parecería abocado a morir mientras Alicia se debate al borde del abismo. Esta asimetría cronológica es uno de los grandes logros narrativos del conjunto.

Si hubiera que buscarle un parangón histórico al díptico testamentario de McCarthy, creo que el lugar más fecundo para hallar obras de análoga trascendencia sería el canon novelístico de Faulkner y, dentro de él, dos paradigmas de la misma exploración de la descomposición familiar como secuela de la decadencia social y el incesto culpable y la expiación como detonantes literarios de la tragedia como “El ruido y la furia” y “¡Absalón, Absalón!”.

“Stella Maris” se estructura en siete partes que corresponden a otras tantas grabaciones de las conversaciones entre el doctor Cohen y la paciente Alicia Western, aquejada de una esquizofrenia mal diagnosticada. En esos diálogos excéntricos a dos voces, sin acotaciones ni indicaciones de ningún tipo, el psiquiatra y la enferma abordan fragmentos significativos del historial de esta última y, para completar el cuadro, exploran la mente superdotada y el alma torturada de Alicia, poniendo el foco en dos aspectos antagónicos: la genialidad matemática de su cerebro y las alucinaciones grotescas que padece desde la primera menstruación.

Con esta exigente concepción narrativa, la novela permite observar la vida humana desde una perspectiva insólita, tan alejada de lo humano como distante de la divinidad, un punto de vista que solo la inteligencia que ha alcanzado sin temor los límites del conocimiento y la racionalidad es capaz de enunciar con cierta lógica. Esta dimensión cognitiva de “Stella Maris” demuestra que el género novelístico, contra lo que piensan sus practicantes más convencionales, puede convertirse en el metalenguaje de todos los lenguajes existentes, asumiendo en su matriz lingüística las formulaciones de la ciencia y la filosofía, la historia y la psicología, la política y la antropología. Literatura total, como pedía Hermann Broch.


miércoles, 22 de febrero de 2023

LITERATURA TOTAL (1)


  [Cormac McCarthy, El pasajero, Random House, trad.: Luis Murillo Fort, 2022, págs. 620] 

[Lovecraft nació en Providence, Rhode Island, Estados Unidos. Cormac McCarthy también. Lovecraft consagró su literatura a demostrar el horror y la insignificancia de la existencia humana en el espaciotiempo del cosmos. McCarthy también. Lovecraft recibió la influencia de Schopenhauer. McCarthy también. Lovecraft se interesó en la ciencia como método para rebasar los límites cognitivos de la racionalidad humana y ofrecer una perspectiva inhumana, desde el otro lado del espejo, sobre la vida humana. McCarthy también. Lovecraft escribió ficciones fantásticas, maravillosas, oníricas y de terror. McCarthy tampoco. El específico literario de McCarthy se compone a partes iguales, al menos en las cumbres recientes que representan El pasajero y Stella Maris, novelas comunicantes, de realismo gótico sureño actualizado, con su carga lírica y metafísica, y metalenguaje filosófico y científico…] 

          Dieciséis años de silencio después de “La carretera” (2006) no se explican solo por la necesidad de tomarse un respiro tras describir el apocalipsis de una civilización. En esa novela anterior se vislumbraba la posibilidad de un reinicio para la especie, a pesar del pesimismo metafísico de fondo. Lo obvio en esa novela, como en “No es país para viejos” (2005), era la resignación fatídica de McCarthy a las hechuras de un mundo ininteligible para la cultura humanista y absurdo desde un punto de vista moral.

En este grandioso regreso al arte de la novela, McCarthy no demuestra que haya encontrado respuestas a las múltiples preguntas sobre la realidad que su literatura ha suscitado a lo largo de las décadas. Más bien al contrario. McCarthy ha dejado de formular preguntas retóricas, o expresar dudas e incertidumbres con elocuencia, y ha empezado a explorar el más allá del lenguaje y el conocimiento al que da acceso la ciencia y, en especial, la física cuántica y las matemáticas más avanzadas. Esta nueva complejidad del punto de vista y el diseño narrativo, emparentados con las pretensiones teóricas y el estilo de Hermann Broch, quizá explique que el resultado venga por partida doble: un díptico novelesco, dos novelas comunicantes, la versión masculina y la versión femenina, por así decir, de la misma historia de amor entre una pareja de hermanos que encarnarían las dos vertientes del espíritu humano. Eso es lo que son, en el fondo, “El pasajero” y “Stella Maris”, publicadas en Estados Unidos en libros independientes y en España en un volumen único.

 “El pasajero” incorpora destellos de la personalidad extraordinaria de Alicia Western, protagonista de la segunda novela y hermana del protagonista de la primera, Bobby Western, que siente por ella un amor que no es de este mundo, lugar donde es imposible que ese amor culpable se realice con plenitud, incluso bajo la máscara de la transgresión, por más que sea compartido por ambos hermanos a la sombra del padre muerto. La estructura de la novela invita a considerarla mucho más que una trama narrativa trufada de episodios inconexos y diálogos jugosos sobre lo divino y lo humano. Los diez capítulos que la forman permiten entenderla como una composición musical y un razonamiento filosófico de un rigor matemático incuestionable para celebrar el fracaso ontológico y la grandeza paradójica de la vida humana.

La novela se abre con un fragmento enigmático sobre el hallazgo en un paisaje nevado del cadáver de una joven suicida, luego se descubrirá que la muerta es Alicia, y cada capítulo, excepto el último, viene presidido por secciones en cursiva donde se describen las visiones grotescas que pueblan la mente esquizofrénica de Alicia, con el protagonismo estelar de un monstruoso personaje llamado “El Chico”, líder de la banda de súcubos mentales que la asedian, como ella dice, para mantenerla ocupada e impedirle descubrir la verdad.

En la parte de Bobby se nos cuenta, forzando la línea narrativa hasta desdibujarla, cómo este personaje de mente prodigiosa se las arregla para sobrevivir a la gravitación de la extraña figura paterna, un físico implicado en los experimentos atómicos que desembocaron en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, y al amor prohibido hacia su genial hermana. Años después de la muerte de esta, Bobby trabaja como buzo profesional, enfrentándose al abismo y la oscuridad sin fondo, y en una de sus faenas submarinas en la costa de New Orleans, nada más comenzar la novela, descubre un pequeño avión sumergido con los pasajeros y la tripulación muertos en el interior. Las evidencias de la catástrofe despiertan sus sospechas y, sin embargo, McCarthy demuestra su ingenio narrativo al rehuir las trampas convencionales de la novela policial de género conspiranoico (o de enredados thrillers mafiosos como No es país para viejos o El consejero) para transformar esta anécdota intrigante en un puro pretexto, un punto de ruptura a partir del cual Bobby emprende la línea de fuga que lo alejará para siempre del territorio de una América en decadencia casi total. 


Posdata: Este es el texto de la reseña (La danza de la muerte) que escribí en junio de 2007 sobre No es país para viejos (Mondadori, trad.: Luis Murillo Fort, 2006): 

Ahora que los hermanos Coen han adaptado esta espléndida novela, es una buena ocasión para fijar algunas nociones sobre la literatura de Cormac McCarthy (1933), un autor fundamental no demasiado conocido todavía en nuestro país. La obra maestra absoluta de McCarthy, y una de las grandes novelas norteamericanas del siglo XX, es Meridiano de sangre (1985), un “western” apocalíptico donde McCarthy restituye a la crónica verbal de la conquista del espacio americano la violencia bíblica y shakesperiana que correspondía desde siempre a esa gesta sanguinaria.

En esta novela hiperviolenta, la penúltima de las suyas, se cuenta una historia bastante simple que parecería competir, en lo formal, con las tramas de la novela policiaca de última generación (Elmore Leonard o James Ellroy, entre otros) y, sin embargo, se atiene a los protocolos morales del relato bíblico, como sus precursores Melville y Faulkner, con un “fruto prohibido” (dos millones y medio de dólares) como objeto de tentación para una ingenua pareja (Llewelyn Moss, veterano de Vietnam y cazador aficionado, y su jovencísima mujer, Carla Jean, involucrada sin pretenderlo en la masacre en curso).

Moss encuentra el maletín millonario en el desierto tejano entre los restos de una carnicería autodestructiva protagonizada por dos bandas rivales de narcotraficantes. El dinero, agente corruptor universal, va a alterar su vida para siempre y la de los que le rodean. Más bien, lo que les queda de vida a todos. Pues la aciaga apropiación desata una persecución mortal en la que participan los sicarios de los dueños del dinero y la droga, ocultos en sus rascacielos y oficinas corporativas, pero también el ángel exterminador de la novela, Anton Chigurh, un asesino implacable que parece salido directamente del infierno o, en su defecto, de una pesadilla puritana. El “profeta viviente de la destrucción”, como lo califica su antagonista, el sheriff Bell, un apesadumbrado agente del bien que se comporta como un inútil en el combate contra el mal, y es finalmente derrotado por éste, aunque la derrota sólo suponga retirarse de la profesión y salvar así el pellejo, no habiendo podido frenar la matanza.

Como casi todas sus novelas, “No es país para viejos” se ambienta en el sudoeste americano, pero en ésta, otra de sus cumbres artísticas, McCarthy ha prescindido de una de sus armas más efectivas, la descripción poética del paisaje y la naturaleza que envuelven con su belleza inhumana y salvaje la existencia de sus protagonistas; y ha potenciado, en cambio, la acción y el diálogo, construyendo una narración elíptica que describe con meticulosa obsesión cada gesto o movimiento de los personajes, o cada intercambio expresivo entre ellos, con objeto de centrarla al modo cinematográfico en lo esencial de unas vidas que se cruzan por azar en una danza de destrucción y muerte.

No obstante, el efecto final del recurso a este despojamiento estilístico y a esta sustracción narrativa consiste en favorecer una lectura parabólica de la historia. Una fábula funesta, desarrollada en trece capítulos, sobre la impotencia de la ley en el mundo, la debilidad ontológica del bien, la omnipresencia de la violencia, la corrupción y la destrucción, y el triunfo permanente del mal. No pocos críticos han señalado en esta novela un posible retorno a los presupuestos gnósticos de Meridiano de sangre. De hecho, en la voz del sheriff Bell, expuesta en los monólogos desmoralizados que encabezan cada capítulo, cabe identificar algunos rasgos del ideario de McCarthy, una suerte de resignación fatídica ante la degradación del mundo, de pesimismo desengañado sobre la condición humana, de cansancio metafísico ante la naturaleza maligna del universo.

En todo caso, en las últimas páginas de esta novela terminal se anuncia la inminencia del apocalipsis que la siguiente novela de su autor (“La carretera”, ganadora del premio Pulitzer 2007, se publicará en septiembre en español) aborda literalmente como fin de los tiempos y nuevo comienzo en medio de la devastación más terrible. Como si el mundo narrativo de McCarthy, tras agotar el catálogo del horror y el absurdo de la historia, necesitara regresar al origen. Diseñar otro Génesis para la especie. 

lunes, 6 de febrero de 2023

HUMOR NEGRO Y APOCALIPSIS BLANCO


  [Kurt Vonnegut, Cuna de gato, Blackie Books, trad.: Miguel Temprano García, 2022, págs. 301] 

Todos somos bokononistas hasta que se demuestre lo contrario. O hasta que la lectura de esta jocosa novela de Vonnegut nos convenza de que hemos dejado de serlo de manera inconsciente y hemos pasado a serlo de manera activa, como Jonás, su narrador y protagonista, trasunto caricaturesco del autor. El centenario de Vonnegut, nacido en 1922 y muerto en 2007, ha coincidido fatalmente con otro de esos períodos críticos en la historia del mundo como los que alimentaron al autor de Matadero cinco, esa novela sobre el horror de la Segunda Guerra Mundial descrito con el humor corrosivo que correspondía a la terrible situación. Vonnegut es ese humorista negro que no le vuelve la espalda a la historia, ni a la realidad, por atroz que le parezca, que mira a ambas a los ojos, sin miedo y sin esperanza, como ocurre al final de esta novela, en que el protagonista, a instancias del santón caribeño Bokonon, se atreve a desafiar a Dios.

Tras la crisis de los misiles cubanos de 1962, en pleno corazón de la Guerra Fría, con la amenaza del holocausto nuclear gravitando sobre las cabezas de los habitantes del planeta, Vonnegut tuvo la valentía de escribir una novela de 127 capítulos que pareciera un chiste malo, o una broma sin gracia, pero que obligara al lector, al concluir su lectura intensa y desconcertante, a reflexionar en serio y a reírse a carcajadas, no necesariamente en ese orden, a cuenta de la historia, la política, la ciencia, la democracia, la familia, la libertad, la religión, el sexo, la tecnología, el ejército, los mitos y las naciones, entre otras muchas supersticiones que el discurso de Vonnegut va desinflando, página tras página, como si fueran un globo al que se le quita la piel y se queda en puro gas.

El narrador Jonás, un periodista inmerso, como sugiere el seudónimo, en el vientre del Leviatán de la historia, pretende escribir un libro sobre el fin del mundo, comenzando con lo que sucedió el 6 de agosto de 1945, el día en que se lanzó la bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Para realizar su proyecto de denuncia moral, entra en contacto con los descendientes del difunto premio Nobel Felix Hoenikker, uno de los padres putativos de la primera bomba atómica y de otros inventos diabólicos, como el hielo-nueve, concebidos para la destrucción del mundo. Sus tres hijos son Angela, una mujer de rostro caballuno y estatura desmedida casada con un apuesto industrial, Newt, un enano enamorado de una enana ucraniana que es una espía soviética, y Frank, un diseñador de maquetas fugado a una isla caribeña por un turbio asunto de tráfico ilegal de coches.

La primera parte de Cuna de gato se convierte así en una sátira de la América de comienzos de los años sesenta, una época donde la ciencia servía a la voluntad de poder del gobierno americano y la gente debía tragarse la propaganda y someterse a las mentiras políticas que aquel difundía. Situación muy similar, como se ve, a la contemporánea. La segunda parte, ambientada en la isla imaginaria de San Lorenzo, es tanto una sátira de las repúblicas bananeras, con todo su lastre de dictadores abyectos, pueblos ignorantes y libertadores fantásticos, como una parodia patafísica del apocalipsis. El hielo-nueve acaba realizando su fin letal y la vida desaparece de un mundo congelado. Jonás, convertido al credo bokononista, sobrevive para encontrarse en persona con Bokonon, el gurú venerado de Tobago, quien le revela el vacuo sentido de la existencia humana sobre la Tierra.

Con esta magnífica novela, Vonnegut obtuvo al fin en 1971 el doctorado en Antropología que la Universidad de Chicago le había negado con anterioridad. No es solo una anécdota irónica, sino la demostración de que la verdadera literatura proporciona un tipo de conocimiento superior al saber académico y la ciencia oficial.

lunes, 30 de enero de 2023

MUNDO FELIZ


 [Publicado en medios de Vocento el martes 24 de enero] 

          El optimismo ya no está de moda entre las élites. No lo necesitan. Para enterarme de cuáles son las últimas tendencias infiltro a mi avatar más informado entre los invitados del Foro de Davos. Son los dueños del negocio global y parecen saber a lo que juegan. Vivimos en un mundo fragmentado y polarizado que padece una crisis múltiple, según declaran, pero ellos tienen la solución adecuada a todos nuestros problemas, por complejos que sean estos. Esa receta idónea, sin embargo, es costosa e impopular. Si eres muy rico y estás bien relacionado en las altas esferas no tendrás de qué preocuparte. Si perteneces, en cambio, a la nueva clase pobre, la antigua clase media, tendrás que resignarte al infortunio y aceptar el lote de recortes que mermarán tu vida hasta hacerla insostenible.

Los superhéroes de Davos son gente seria y llevan salvando al mundo, como los de Marvel, desde hace más de medio siglo. La revolución digital en curso no está pensada para beneficiar a todos por igual. No nos engañemos. El proceso es irreversible. La conclusión de la cumbre, en opinión de mi avatar, es tremenda. Para estos superhombres solo existen dos clases de seres humanos. Los que han escapado a la historia y están a salvo, volando en cohete hacia el futuro. Y los otros, atrapados aún en las miserias de la historia, ya no cuentan en el escenario global. No cambia nada que los superhombres de Davos se esfuercen en adornar su engañoso discurso con valores socialdemócratas, creyendo que apaciguan así el resentimiento de los excluidos.

El futuro es peor de lo que imaginábamos. La palabra distopía suena pomposa. La utopía se ha transformado en pragmatismo ideológico al servicio de la minoría dirigente. No es fácil enfrentarse a la situación. La retórica populista del nuevo fascismo y el nuevo comunismo no representa una alternativa real. Los superhombres de Davos, en su cinismo infinito, ya han amortizado el peligro. Mi avatar vuelve desmoralizado de Suiza. Para disipar su melancolía y distraer su mente lo llevo al cine a ver “Avatar 2” por enésima vez. Las imágenes tridimensionales de esta fábula ecológica naíf sobre un mundo idílico actúan en él como un bálsamo de felicidad. Le pregunto al salir si esa es la clave, si el retorno a la naturaleza es nuestra única salvación, el reencuentro con las raíces de la vida, la huida de las trampas de la tecnología. Mi avatar es una criatura lógica, no quiere mentirme y guarda silencio, con una lágrima enorme brotando del ojo izquierdo. 

lunes, 23 de enero de 2023

EL TODO


 [Publicado en medios de Vocento el martes 10 de enero] 

          La luz nace de la oscuridad. Diez de cada once españoles no cree en el relato del “Génesis”. Les parece más veraz la versión de la ciencia sobre el origen de la vida y el universo que la de la Biblia. Nada que objetar. Décadas de documentales científicos en televisión han hecho bien su trabajo. En la inteligencia colectiva han influido más las teorías de Darwin y Hawking que los dogmas de Ratzinger, lo que representa un avance considerable.

Las luces navideñas, por lo visto, relevan a las luces de la razón solo por unos días. Durante ese tiempo limitado, la gente suspende su conocimiento racional y se entrega a celebrar el oscurantismo de los mitos, los ritos y las creencias sobrenaturales. Es un lujo cultural que se permiten los ciudadanos de las sociedades más evolucionadas para evitar que la ciencia y la tecnología se apropien aún más de sus vidas.

La sabiduría es la verdadera ebriedad, dice el filósofo taoísta, y no se puede negar que la historia, con sus desastres y masacres, es un combate interminable en nombre del saber y el conocimiento contra las fuerzas oscuras que pretenden imponer su dominio sobre la vida humana. Hasta ahora, el equilibrio era inestable. Veremos qué pasa en el futuro. La revolución cuántica está en marcha. Computadores de potencia infinita se perfilan ya como tecnología definitiva para romper el ciclo histórico. El programa final, la ecuación total que resolverá los problemas de la humanidad y de su entorno.

Cuando estos computadores respondan a todas nuestras preguntas ya no nos darán miedo las respuestas. Habremos creado una forma de inteligencia suprema que no necesitaremos llamar Dios. Seremos más modestos y más sabios y no perderemos el tiempo tratando de comprender en vano los misterios del cosmos. Los gobiernos no servirán para regir el mundo y los conflictos del pasado nos parecerán tonterías infantiles. Fases de crecimiento de la única especie terrestre capaz de superarse y alterar su diseño genético. Es la divergencia esencial con las otras especies animales. No nos limita la genética. La cultura, la ciencia y la tecnología nos prometen un destino diferente.

Cuando desperté, la guerra de Ucrania estaba todavía ahí. Y otros virus acechaban a Europa desde el este y el oeste. A mi sueño cibernético de sabiduría universal le quedan aún, por desgracia, muchas Navidades que pasar. No obstante, llegará el día, según los parámetros de esta informática cuántica, en que sea imposible distinguir la realidad de la fantasía.

lunes, 9 de enero de 2023

CINEMA SPECULATION: CINE Y METACINE EN 2022


 [Como todos los años desde sus inicios, por estas fechas el blog se transforma en foro de discusión cinéfila entre mis gustos, expuestos en primer lugar, y, justo después, los de un puñado de amigos cinéfagos, con opiniones a menudo divergentes: Manuel Arias Maldonado, José Ángel Barrueco, Noel Ceballos, María José Codes, David Leo García, Txema Martín, Guillermo Mas Arellano, Vicente Molina Foix, José Ramón Ortiz, Pepo Pérez (en riguroso orden alfabético).]















JUAN FRANCISCO FERRÉ 

I was a young enthusiastic movie geek, during a time when movies were fucking incredible. 

-Quentin Tarantino, Cinema Speculation, p. 285- 

Además de las películas destacadas más abajo, la gran experiencia cinematográfica del año es la lectura, intensa y cautivadora, del libro de Tarantino (Cinema Speculation) sobre su experiencia biofílmica, cuya motivación profunda pongo expresada en exergo para hacerla mía (volveré sobre este libro fundamental cuando se publique en español a final de mes como Meditaciones de cine). Un hombre de cine, como en un retrato de Arcimboldo, tiene que estar hecho de películas de la cabeza a los pies. Así QT…

Que Top Gun sea la película favorita del público en todo el mundo dice mucho sobre el mundo en que vivimos, el mundo de hoy, la tercera década del siglo XXI, ese mundo democrático sobre el que estamos acostumbrados a oír toda clase de fantasías e ilusiones publicitarias. A ver si nos vamos enterando, señores y señoras de la política, la cultura, la educación, y sus ciencias asociadas (la sociología, la psicología y la politología). Basta ya de propaganda. No se extrañen de nada a partir de ahora. El éxito multitudinario global del bodrio patriotero y militarista de Kosinski-Cruise es para echarse a temblar (y a reír y a vomitar, sí, a vomitar todo lo que es indigesto y repulsivo en el mundo, como en la grotesca e inolvidable secuencia de El triángulo de la tristeza).

Corren tiempos hobbesianos, por desgracia, y todo el mundo busca con inquietud, como es lógico, la protección del Leviatán bajo sus múltiples máscaras. Y, sin embargo, la multitud desesperada ha vuelto a correr en masa a los cines, en busca de consuelo, para consumir y bendecir una fábula pueril de espíritu roussoniano, un producto naíf como la nueva (vieja) Avatar. Paradoja terminal, como diría Kundera, de un tiempo crítico.

*Mi docena dorada (+ 2) de películas de 2022 se compone de obras únicas, excepcionales por muchos motivos, que proporcionan un placer intransferible, demuestran el potencial creativo de la ficción audiovisual, sin ser perfectas, y, además, proyectan sobre la pantalla un mapa cognitivo y afectivo del mundo contemporáneo (excluyo Drive My Car por haberla visto el año anterior e incluyo Lamb por la razón inversa). En la lista subsidiaria, la de las notables películas descartadas, enumero aquellas que me interesaron, intrigaron o divirtieron, sin satisfacer del todo mis exigencias estéticas ni convencerme de su necesidad o acierto. Incluyo varias películas no estrenadas porque no quiero tolerar por más tiempo ni ser cómplice de los desmanes de distribuidores y exhibidores que retrasan sin razón el estreno de algunas películas importantes, caso de El triángulo de la tristeza, de manera inexplicable y hasta sospechosa (políticamente), y otras de manera injustificable, como Tár, Decision to Leave (vista en el Fancine de este año) o Pearl. Por no hablar de las que no se estrenarán nunca, como After Blue 

El triángulo de la tristeza (Ruben Östlund)

La película sociopolítica del año: denigrada como reaccionaria por los analistas más epidérmicos, es un alegato sarcástico contra el estado de cosas, la casta dominante y sus lacayos, así como nuestra íntima complicidad con todo ello, sin alternativa plausible. 

Eo (Jerzy Skolimovski)

La película nietzscheana del año: ni bressoniana stricto sensu (es decir, católica heterodoxa), ni animalista sin más, una diatriba virulenta como una coz en plena cara contra la voluntad de poder que maltrata o castiga, desde siempre, la animalidad, el cuerpo, la inmadurez, el instinto, la vida (Gombrowicz no anda lejos). 

Tár (Todd Field)

La gran película geopolítica del año es la que más lo disimula: una inteligente alegoría sobre la bancarrota corporativa de la alta cultura, el poder destructivo de la corrección política (y su secuela, la cultura de la cancelación), el psicodrama del sexo y los laberintos del deseo femenino, y, por último, la cultura de masas asiática como falsaria línea de fuga (o destino final) de un mundo occidental asfixiante. 

Nope (Jordan Peele)

La película fantástica del año sin discusión: disfrazada de tributo al gran Spielberg de los setenta (Tiburón, Encuentros), es una alegoría irónica sobre la sociedad del espectáculo y sus males sociales, raciales, sexuales, que no olvida el imperativo comercial de divertir y emocionar. 

Crímenes del futuro (David Cronenberg)

La versión menos conformista sobre los devenires del futuro ecológico y la alianza de la vida orgánica con el artificio como salvación y condena de la especie (el Antonioni de El desierto rojo aplaudiría la propuesta de Cronenberg sin dudarlo un instante). Los que critican que Cronenberg recicle sus ideas, acomodándolas al laberinto ideológico de los nuevos tiempos, no tienen ideas propias, ni sobre el cine anterior del maestro canadiense ni sobre los desafíos reales del presente. Crímenes del futuro me recuerda poderosamente esta idea expuesta por Hardt y Negri en Multitud más o menos en la misma época en que Cronenberg, bajo el título de Painkillers, tuvo la primera vislumbre de su historia: “Es en el nuevo mundo de los monstruos donde la humanidad ha de aprender su futuro”. Ya está todo dicho… 

After Blue (Bertrand Mandico)

Una charada posfeminista, neobarroca, esotérica y surrealista, que muestra el bucle desnudo y la impostura ideológica en que se debate la cultura contemporánea sobre el género, el deseo y los sexos (cis, trans o el prefijo que se nos ocurra para rellenar la casilla de la identidad vacía del sujeto posmoderno). 

Las ilusiones perdidas (Xavier Giannoli)

La película literaria del año nos recuerda que Balzac es un escritor más contemporáneo que la inmensa mayoría de los literatos más publicitados del momento, que ignoran lo esencial sobre las estructuras (ideológicas y sentimentales, económicas y sociales) de la realidad. 

El hombre del norte (Robert Eggers)

La potencia estética nórdica (épica de sagas y mitologías hiperbóreas) como interpretación pulsional de la vida, los sexos, los afectos, la cultura y la historia: Nietzsche y Borges, grandes amantes del imaginario septentrional, saldrían deslumbrados y conmovidos de la proyección del escalofriante espectáculo de sus imágenes y sonidos. 

Decision to Leave (Park Chan-wook)

La película asiática del año: la luminosa fachada de la posmodernidad coreana (capitalismo mediático y de consumo + ortodoxia neoconfuciana) puesta al desnudo con la sutileza y el virtuosismo de un forense moral y cultural que mantuviera el sentido de la ironía hasta el final de la incisiva operación. 

Pacifiction (Albert Serra)

Una fábula geopolítica, cruce imposible de Ionescu, Conrad y Pinter, sobre el delirio de la voluntad de poder, el colonialismo infinito, las ínsulas utópicas, la amenaza de la destrucción nuclear y la ineptitud del pacifismo ambientada en el océano por excelencia del siglo XXI. 

Lamb (Valdimar Jóhannsson)

La potencia nórdica (naturalismo fantástico, ibseniano esta vez) aplicada a la animalidad, la ecología, las relaciones humanas y la mitología. 

Les Olympiades (Jacques Audiard)

Brillante intersección del lenguaje visual del cine y del cómic para escenificar la comedia urbana de los sexos inconfesables, los extravíos del deseo y las pasiones erógenas. 

+ X/Pearl (Ti West)

El díptico de terror del año (a punto de ser un tríptico memorable): una vivisección neogótica de la intrahistoria americana del siglo XX vista a través de la lente aberrante del gore y el porno. 

*Notables descartes: Les cinq diables, Glass Onion, El menú, Armageddon Time, Dr. Strange en el multiverso de la locura, As Bestas, Broker, Viens je t’emmène, La noche del 12, Elvis, Halloween Kills, The Scary of Sixty First, France, Licorice Pizza, Pleasure, Ceros y unos, Peter Von Kant, Todo a la vez en todas partes… 

*Curiosidad hollywoodiense:

-The Batman (Matt Reeves): blockbuster tenebroso y tenebrista que retrata el abismo depresivo y terminal (el infierno mental) de los superhéroes. El negativo social, político y moral del multiverso Marvel. 

*Grandes decepciones: 

-Blonde (Andrew Dominik): Mitos y estereotipos (realidad y leyenda, mentira y verdad) del cuerpo más biopolítico de la historia formateados al estilo Netflix, sin garra narrativa ni ingenio audiovisual. 

-Ruido de fondo, o la imposibilidad de adaptar la obra maestra de DeLillo a los parámetros del cine indie en versión Netflix. Falla todo: Baumbach, Driver, Gerwig, Cheadle. Guion deslavazado, hinchada puesta en escena, imágenes tan histéricas como vacuas. Para qué seguir… 

*Mejores series o miniseries: Irma Vep, metacine y metatele, lúcida e hipnótica, a tener en cuenta en todas las reflexiones que se hagan a partir de ahora sobre la historia del cine, el estado del cine como arte y el papel cultural de la televisión, o el devenir de las imágenes en la era digital; Succession (1, 2, 3), con retraso; y luego, sin orden de preferencia, mis otras favoritas del año: The White Lotus 1 & 2, La casa del dragón, Pam y Tommy, Ozark 4, Los diarios de Andy Warhol, Tokyo Vice, Severance, Euphoria 2, Stranger Things 4, The Offer. 

*Gran serie revisitada: Battlestar Galactica (2004-2009).

 








MANUEL ARIAS MALDONADO 

1. Licorice Pizza (Paul Thomas Anderson). Una comedia inolvidable sobre una adolescencia que se niega a madurar en el marco, prodigiosamente recreado, de la trastienda de Hollywood en los años 70. 

2. Pacifiction (Albert Serra). La mejor película de Serra hasta la fecha es una travesía alucinada y alucinante por la Polinesia francesa de la mano de un prodigioso Benoit Magimel. 

3. El acusado (Yvan Attal). Impresionante drama acerca de una presunta violación que consigue poner en pantalla toda la endiablada ambigüedad que implica el juicio sobre el consentimiento sexual allí donde las pruebas se reducen al testimonio contradictorio de los implicados. 

4. Benediction (Terence Davies). Conmovedora meditación sobre el tiempo, la muerte y el arte de la mano del veterano orfebre británico Terence Davies, que elige aquí una puesta en escena austera que ocasionalmente echa mano de recursos documentales. 

5. Todo a la vez en todas partes (Daniel Schnaidert y Daniel Kwan). Descacharrante e inventiva fantasía apocalíptica que no da un segundo de respiro al espectador y logra conectar lo personal y lo cósmico en la figura de una sufrida ama de casa norteamericana de origen chino y su complicada hija adolescente. 

6. The Card Counter (Paul Schrader). Tirando de presupuestos modestos y con la complicidad de actores excelentes, Schrader llega en plena forma a su sexta década de actividad como realizador especializado en la exploración de los infiernos personales de la culpa que desea redimirse. 

7. Nope (Jordan Peele). Después de su fallida Us, Jordan Peele filma una excelente revisión de Tiburón en clave extraterrestre que triunfa gracias a sus magnéticas imágenes y su formidable diseño de producción. 

8. The Souvenir pt. II (Joanna Hogg). La cineasta británica completa su díptico autobiográfico sin alcanzar la intensidad dramática de la primera parte, pero acertando de nuevo en su acercamiento sereno a sus propios orígenes como cineasta. 

9. Vórtex (Gaspar Noé). A pesar de forzar el pie en algunos aspectos, como los problemas del hijo del matrimonio protagonista con la droga, la película de Noé es un logro estremecedor: aquí la vejez y la muerte se nos aparecen de frente, aunque mediante una pantalla partida de significados múltiples, desembocando en un final tan desolador como lleno de amarga verdad. 

10. Tenéis que venir a verla (Jonás Trueba). Esta miniatura rohmeriana de Jonás Trueba, filmada durante la pandemia, es una apuesta por la sutileza sutil: a partir de una anécdota en apariencia intrascendente, el director madrileño explora algunas oscuridades del alma humana y esboza una reflexión sobre el propio cine y su relación con la vida en apenas una hora de metraje. 

No veo muchas series, pero he disfrutado mucho con las formidables Irma Vep (Oliver Assayas) y Exterior Noche (Marco Bellochio).

 








JOSÉ ÁNGEL BARRUECO 

MIS PELÍCULAS DE 2022: 

1-Licorice Pizza (Paul Thomas Anderson)

2-Drive My Car (Ryûsuke Hamaguchi)

3-Crímenes del futuro (David Cronenberg)

4-The Batman (Matt Reeves)

5-La peor persona del mundo (Joachim Trier)

6-Top Gun: Maverick (Joseph Kosinski)

7-Un pequeño mundo (Laura Wandel)

8-Apollo 10 ½ (Richard Linklater)

9-Elvis (Baz Luhrmann)

10-Aftersun (Charlotte Wells)

11-El peso de un talento descomunal (Tom Gormican)

12-Fuego / Stars at Noon (Claire Dennis)

13-Un héroe (Asghar Farhadi)

14-Mass (Fran Kranz)

15-Bullet Train (David Leitch)

16-Cinco lobitos (Alauda Ruiz de Azúa)

17-La tragedia de Macbeth (Joel Coen)

18-Help (Marc Munden)

19-Glass Onion (Rian Johnson)

20-Armageddon Time (James Gray)

21-Black Phone (Scott Derrickson)

22-Belfast (Kenneth Branagh)

23-Alcarràs (Carla Simón)

24-Una familia verdadera (Fabien Gorgeart)

25-Nowhere Special (Uberto Pasolini)

 

MIS DOCUMENTALES DE 2022: 

1-Val

2-El leopardo de las nieves

3-Michael Cimino. Un milagro americano

4-Summer of Soul

5-Alimentando al mundo

 

MIS SERIES DE 2022: 

1-Tokyo Vice

2-Encerrado con el diablo (Black Bird)

3-El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro

4-Apagón

5-La sangre helada (The North Water)

6-Secretos de un matrimonio

7-Los anillos de poder

8-The Mandalorian. Temp. 2

9-Love, Death + Robots. Temp. 3

10-Stranger Things. Temp. 4

 








NOEL CEBALLOS

 

1.          Crímenes del futuro (David Cronenberg)

2.          Memoria (Apichatpong Weerasethakul)

3.          Licorice Pizza (P.T. Anderson)

4.          ¡Nop! (Jordan Peele)

5.          Fuego (Claire Denis)

6.          Benediction (Terence Davies)

7.          Elvis (Baz Luhrmann)

8.          La tragedia de Macbeth (Joel Coen)

9.          Aftersun (Charlotte Wells)

10.      Apolo 10 ½: Una infancia espacial (Richard Linklater)

11.      Ambulance (Michael Bay) 

Sorpresa del año: The Batman (Matt Reeves), un blockbuster de superhéroes que intenta buscar su propio estilo en lugar de reutilizar fórmulas. 

Reposición del año: Francisca (Manoel de Oliveira, 1981). 

Edición doméstica del año: Arrebato (Iván Zulueta, 1979), restaurada en 4K a partir del negativo original. 

Injusticia del año: La divertidísima e ingeniosa Camera Café, la película (Ernesto Sevilla) se merecía más amor del que se le ha dado. 

 








MARÍA JOSÉ CODES

 

1.     Pacifiction, Albert Serra

La película más desconcertante del año, la más potente. Diría que es una mezcla entre el discurso narrativo del primer Houellebecq y el cinematográfico de Sorrentino. Una ficción sobre la banalización colonialista del mal. El actor Benoît Magimel lleva todo el peso de la trama de manera magistral.

 

2.    Licorice Pizza, Paul Thomas Anderson

Desde el principio de la película me sedujeron esta pareja buscavidas: veinteañera medio guapa y adolescente con granos. Ingeniosos, inteligentes y tiernos. Personajes nada convencionales a los que te gustaría ver crecer para saber en qué se convierten.

 

3.    Drive My Car, Ryusuke Hamaguchi

Estupenda adaptación del relato de Murakami en el que un director de teatro, que acaba de sufrir un drama personal, acepta montar “Tio Vania” en Hiroshima y se le asigna una chófer con la que entablará una relación de amistad terapéutica.


4.    Alcarràs, Carla Simón

Brillante. La fuerza de esta película la transmiten los personajes. Gentes que resisten y aguantan su vela como pueden, apretando las mandíbulas y levantando la piedra, como Sísifo, una y otra vez.

 

5.    El acontecimiento, Audrey Diwan

Adaptación de la novela homónima de la premio Nobel, Annie Ernaux, que resulta tan cruda y desasosegante como la novela. El angustioso ir y venir del personaje (alter ego de la propia Ernaux), por los antros donde se practicaban los abortos ilegales en la Francia de los sesenta. 

 

6.    La isla de Bergman, Mia Hansen-Løve

Una pareja de cineastas (en la que es fácil reconocer a la propia Hansen-Løve y a su expareja, Olivier Assayas), se trasladan a la isla de Fårö, donde vivió Bergman y rodó algunas de sus películas, para explorar la obra del maestro y buscar inspiración para sus próximos proyectos. La pareja nos muestra los distintos caminos de la creación artística: el de ella, un proceso lento y lleno de dudas. El de él, desbordante y sin vacilaciones.

 

7.    La peor persona del mundo, Joachim Trier

Una persona puede ser maravillosa y decepcionante al mismo tiempo, según la pareja con la que se encuentre. Y es que, en contra de lo que decía Baudelaire, no se puede ser sublime sin interrupción. La protagonista nos seduce por su naturalidad, su sinceridad, su confusión y su deseo de experimentar la intensidad de la vida.

 

8.    Un héroe, Asghar Farhadi

Historia de cómo las buenas intenciones a veces acaban por complicar la vida de un hombre en una sociedad tradicionalista, en la que el castigo a una mujer por el delito de adulterio es desproporcionado. Farhadi nunca decepciona, aunque esta no sea, creo, su mejor película.

 

9.    La hija oscura, Maggie Gyllenhaal

Una filóloga en edad madura pasa sola unas vacaciones en una isla griega, donde conoce a una madre joven y a su hija, que le hacen recordar su propio pasado como madre: el descuido con el que trató a veces a sus hijas por no soportar la tiranía de la maternidad. Olivia Colman como siempre: fabulosa. 

       10. Mali Twist, Robert Guédiguian

Ambientada en el Malí de los sesenta, la película nos cuenta una historia de aperturismo, de lucha por la libertad y de idealismo político. Puede parecer una obra menor, tal vez porque la trama es una historia de amor “imposible” entre una pareja de jóvenes que se saltan las leyes tribales. En mi opinión, Guédiguian acaba contando, a través de la pareja, la historia de un gran paso atrás para las mujeres en ese país. 

Algunas de las mejores series que he visto este año son: 

·       Secretos de un matrimonio

·       We are who we are

·       Top Boy 3

·       Landscapers

·       White Lotus

·       Industry

·       The responder

·       Inventing Anna

 









DAVID LEO GARCÍA 

Diez películas lunáticas. Las unas grotescas, las otras tiernas (algunas las dos cosas); reflejos de nuestra vida hipermediatizada: la tecnología que une y que desune, que desnuda y que disfraza; la política como argamasa y como dinamita; la intimidad como revolución contra la propia intimidad. 

FAIRYTALE (A. Sokurov)

MANTÍCORA (C. Vermut)

WHEN THE WAVES ARE GONE (L. Diaz)

BAD LUCK BANGING OR LOONY PORN (R. Jude)

CLOSE (L. Dhont)

LES CINQ DIABLES (L. Mysius)

LES OLYMPIADES (J. Audiard)

INMOTEP (J. Génisson)

UN AÑO, UNA NOCHE (I. Lakuesta)

WHAT DO WE SEE WHEN WE LOOK AT THE SKY (A. Koberidze)

 








TXEMA MARTÍN 

1. ‘Close’ (Lukas Dhont)

2. ‘Aftersun’ (Charlotte Wells)

3. ‘As Bestas’ (Rodrigo Sorogoyen)

4. ‘Decision to Leave’ (Park Chan-wook)

5. ‘Great Freedom’ (Sebastian Meise)

6. ‘Un año, una noche’ (Isaki Lacuesta) 

7. ‘La hija oscura’ (Maggie Gyllenhaal)

8. ‘La peor persona del mundo’ (Joaquim Trier) 

9. ‘Hasta los huesos: Bones and All’ (Luca Guadagnino)

10. ‘Pacifiction’ (Albert Serra)

11. ‘Vortex’ (Gaspar Noé)

12. ‘Blonde’ (Andrew Dominik)

13. ‘Drive my car’ (Ryûsuke Hamaguchi)

14. ‘Mi vacío y yo’ (Adrián Silvestre)

15. ‘Licorice Pizza’ (Paul Thomas Anderson)

16. ‘Crímenes del futuro’ (David Cronenberg)

17. ‘Barbarian’ (Zach Cregger)

18. ‘Mantícora’ (Carlos Vermut)

19. ‘La Caída’ (Lucía Puenzo)

20. ‘Nope’ (Jordan Peele)

 








GUILLERMO MAS ARELLANO 

Los blockbusters cunden multiformes sobre la tierra, en eterno retorno de lo mismo: Top Gun, Avatar, Parque Jurásico, The Batman, todo Marvel… No conozco un año más mediocre, ni más agotado desde el punto de vista cinematográfico, que el que acabamos de cerrar. Tampoco hay grandes series que reseñar; en más de un sentido, el cine después de la pandemia está acabado. Sin embargo, destaco dos obras maestras indiscutibles: la última película de Robert Eggers, una revisión vikinga del mito de Hamlet cargada con un marcado simbolismo; y la nueva miniserie de David Simon, que representa el epítome en clave noir de todo lo que fue The Wire. El fenómeno cultural más interesante es, sin duda alguna, la coincidencia en un mismo año de sendos biopics sobre los dos sex-symbols más sugerentes de la cultura pop: Elvis Presley y Marilyn Monroe. Se añade también la vuelta estética de David Cronenberg a sus orígenes en la “nueva carne”. Paul Thomas Anderson se une a la revisión “nostálgica” de otros directores en los últimos años (Sorrentino, Cuarón, Almodóvar, Iñárritu, Branagh y hasta Spielberg). Tras destacar la brillante adaptación del cómic de Neil Gaiman a la “pequeña pantalla”, cabe mencionar una nueva versión de Los vampiros (Louis Feuillade, 1915), llena de meta-referencias sobre el estado actual del propio cine, otra vez a cargo de Olivier Assayas. Esperemos que el 2023 sea mejor, porque difícilmente podrá ser peor. En definitiva, falta un equivalente audiovisual de la reinvención estética que Michel Houellebecq y Cormac McCarthy han practicado en la novela. 

Películas:

1-The Northman (Robert Eggers)

2-Blonde (Andrew Dominik) y Elvis (Baz Luhrmann)

3-Licorice Pizza (Paul Thomas Anderson)

4-Crímenes del futuro (David Cronenberg)

5-Atenea (Romain Gavras) 

Series:

1-La ciudad es nuestra (HBO)

2-Sandman (Netflix)

3-Irma Vep (HBO)

4-Outer Range (Prime Video)

5-Tokyo Vice (HBO)

 

VICENTE MOLINA FOIX 

1. Mantícora, de Carlos Vermut. En un año de horripilantes monstruos fallidos, Vermut y su actor Nacho Sánchez crean uno memorable, de buena voluntad y de mucha conciencia. 

2. Maigret, de Patrice Leconte, o el academicismo de clase superior. 

3. Drive My Car, de Ryusuke Hamaguchi, carrocería desigual pero alta cilindrada conceptual. 

4. Close, de Lukas Dhont. No me gustó su anterior Girl, pero este ha sido para mí el film sorpresa del año. 

5. Broker. Las familias de Hirokazu Koreeda nunca nos fallan. 

6. Benediction, de Terence Davies, literatos y artistas descarriados en una "conversation piece" de refinado formato. 

7. Compartimento nº 6, de Juho Kuosmaken. El trágico glamour de Centro Europa. 

8. Cinco lobitos, de Alaúda Ruiz de Azúa, fundamentalmente por la presencia inspiradora de la actriz Susi Sánchez. 

9. Apagón (Serie), en razón de su primer episodio, dirigido con inteligente trepidación por Rodrigo Sorogoyen. 

10. París distrito 13, de Jacques Audiard, mi segunda sorpresa de la temporada.

 








JOSERRA ORTIZ 

Entre las secuelas de la pandemia por Covid-19, una muy evidente es la proliferación exagerada de material audiovisual que ahora llaman “contenido”. Si bien ya llevábamos varios años en medio de una sobreoferta de podcasts, videos y programación en YouTube, así como de películas y series originales y retransmitidas en las muchas plataformas de streaming, legales o piratas, en 2022 pienso que llegamos a una explotación excesiva, desorbitada, del mercado y de la audiencia. Como cinéfilo y consumidor adicto de lo que se hace en formato televisual, me resulta incómodo vivir en esta época paradójica en la que hay mucho bueno qué ver, porque no alcanzo a verlo todo, mucho menos con la atención que desearía. Sin embargo, aunque no me he conformado a la muerte de la experiencia de la sala cinematográfica, ya completamente secuestrada por la poética Marvel y la fórmula Pixar, agradezco la oportunidad de tener tanto material de entre el cuál escoger en la comodidad de mi casa. De entre todo lo que consumí, celebro especialmente las cintas que valientemente se enfrentaron a los discursos políticamente correctos de nuestra época, y que en muchas críticas demeritaron su valor artístico, sobre todo como exploraciones desnudas de la brutalidad humana y la explotación morbosa del otro (o la otra, en todo caso) como marca epistémica del siglo XXI: tales son los casos de Blonde, Dhamer, Don’t Worry Darling, Los Plebes y Cerdita; igualmente, aquellas obras que reconfiguran o parodian uno de los modelos mercantiles de relato más socorridos de la actualidad: la adaptación o el reboot explotador de la nostalgia, como en Chip ‘n Dale, Prey, Clerks III, Weird y Pinocchio de Guillermo del Toro. Cuatro historias más o menos originales, pero completamente distantes unas de otras, me parecieron lo más cercano que estamos al réquiem por el cine que un día fue y que probablemente ya no vuelva; cines de guion, de historias muy humanas, pero de condiciones míticas, que exploran con excelentes trabajos actorales las posibilidades del cine espectacular pero no de espectáculo: The Outfit, The Northman, Argentina, 1985 y C’mon C’mon; además de otras tantas que configuran cuando menos dos de las condiciones que acabo de anotar, y que logran, al mismo tiempo, ser auténticas piezas originales entre sus pares, obras de arte que ojalá perduren en el imaginario colectivo, verdadero cine de autor: Bones and All, Crimes of the Future, Decision to Leave. El documental sobre el tema del Disney Chanel es parte del contenido original del canal de YouTube Defunctland, especializado en trabajos sobre extintos parques de diversiones, atracciones, programación infantil y temas parecidos, y en este caso hace una investigación muy interesante sobre el autor de las cuatro notas que marcan la programación de ese canal televisivo; es un trabajo de microhistoria de nicho muy valioso y que de verdad vale la pena como ejemplo de investigación original. He anotado también dos seriados mexicanos que, me parece, se escapan de la norma de mediocridad narrativa de las series de este país; uno es una adaptación que mejora el material original, Toda la sangre, y que finalmente abraza las condiciones del relato televisivo mexicano sin caer en caricaturas; el otro es una comedia muy divertida que se separa completamente del humor patrio, Harina.

Para cumplir con la invitación que me hace este blog cada año y seleccionar las mejores películas y series que vi el año pasado, seleccioné 22 títulos diversos, que también muestran la variedad de lugares, formatos, propuestas, presupuestos, cualidades y calidades, además de estéticas y éticas, que consumí en ese tiempo, y que seguramente continuaré visitando este 2023. Enlisto en orden alfabético, sin distinguir entre películas y series y termino, además, un listado de menciones importantes de otros materiales que me gustaron mucho en el año, así como las cinco películas que más me decepcionaron: no son malas cintas, tal vez ni siquiera mediocres, pero me parecen formulas ya agotadas, casos de productos tramposos que pretendían cierta novedad o diferencia y quedaron como historias y formatos del montón. 

Argentina, 1985, (Santiago Mitre).

Blonde, (Andrew Dominik).

Bones and All, (Luca Guadagnino).

C’mon C’mon, (Mike Mills).

Cerdita, (Carlota Pereda).

Chip ‘n Dale: Rescue Rangers, (Akiva Schaffer).

Crimes of the Future, (David Cronemberg).

Clerks III, (Kevin Smith).

Dahmer. Monster: The Jeffrey Dahmer Story, (Ian Brennan y Ryan Murphy).

Decision to Leave (Park Chan-wook)

Disney Channel’s Theme: A History Mistery, (Kevin Perjurer).

Don’t Worry Darling, (Olivia Wilde).

Harina, el teniente vs. el cancelador (Pedro Esteves, Carlos Reichel y Joe Randón).

The Northman, (Robert Eggers).

The Outfit, (Graham Moore).

Pinocchio, (Guillero del Toro).

Los Plebes, (Eduardo Giralt y Emmanuel Massu)

Prey, (Dan Trachtenberg).

Stutz, (Jomah Hill).

Toda la sangre, (Luis Prieto y Hari Sama)

Weird: The Al Yankovic Story, (Eric Appel). 

Menciones importantes: Aloners (Hong Seung-eun), Apollo 10 ½ (Richard Linklater), Barbarian (Zach Kregger), La Caída (Lucía Puezo), Catherine Called Birdy (Lena Dunham), Everything Everywhere All at Once (Dan Kwan y Daniel Scheinert), The Fallout, (Megan Park). Fast and Feel Love (Nawapol Thamrongrattanarit), Fire Island (Andrew Ahn), Haute Couture (Sylvie Ohayon), Inside Man, (Paul McGuigan y Steve Moffat). Medieval (Petr Jákl), Mrs. Harris Goes to Paris (Anthony Fabian), Not Okay (Queen Shephard), Señorita 89 (María Reneé Prudencio), Something From Tiffany’s (Daryl Wein), Trainwreck: Woodstock 99 (Jamie Crawford), El último rey: el hijo del pueblo (Juan Osorio), Vienna Blood (Steve Thompson), Vortex (Gaspar Noé), Warrior Nun (Simon Barry). 

Cinco decepciones importantes: Amsterdam (David O. Russell), The Batman (Matt Reeves), Bardo (Alejandro González Irrárritu), White Noise (Noah Baumbach), Nope (Jordan Peele).

 









PEPO PÉREZ 

Licorice Pizza, dir. Paul Thomas Anderson. Hay una escena muda que resume la grandeza de esta comedia «setentera» basada en hechos reales (algo que se percibe aunque lo descubras, como yo, después de verla). Tras la sensacional secuencia del camión marcha atrás, realizada tan gloriosamente como el resto de la película, Alana (maravillosa Alana Haim) se queda sola, sentada en la acera. Mira a lo lejos a su «novio» Gary (maravilloso Cooper Hoffman) jugar con sus amigos como los chavales que aún son (el plano en ese momento casi parece de Spielberg). Pero ella ya es una mujer, y se desespera, y sigue luchando, buscando un «hombre», condicionada por los roles sociales de la época, etc. Nada está subrayado porque las intenciones artísticas son buenas. Las mejores. 

Emily the Criminal, dir. John Patton Ford. Narración contundente, magra y sin un solo flashback (el debutante Ford knows) para una historia que parece desarrollarse conforme la estamos viendo. El elemento autobiográfico del argumento (la deuda del préstamo para estudios, que Ford tuvo realmente en su día, igual que 45 millones de estadounidenses en 2022) es la «verdad» emocional que construye el resto. Por eso el comentario social sobre el neoliberalismo está tan bien calzado, porque este «thriller» no va de eso aunque vaya de eso. La película costó 1.5 millón de $ y ya ha recaudado 2.2 millones. Antes que dinero, lo que hace falta es lo que hace falta. Aubrey Plaza, que coproduce y protagoniza el filme como Emily, la «artista» que descubre su «vocación», está apoteósica. 

A Chiara, dir. Jonas Carpignano. La tradición neorrealista italiana puede actualizarse y seguir viva con películas tan magníficas como esta. 

Alcarràs, dir. Carla Simón. Es llamativo que el conflicto de fondo (los grandes terrenos rurales que requieren las renovables vs. la desaparición de pequeñas economías agrícolas) haya coincidido el mismo año con el de otra película, As bestas. Pero Alcarràs es más que eso porque abre el foco hacia los niños, la familia y sus tensiones domésticas. Para cuando te quieres dar cuenta, sales del cine y parece que has estado allí. En Alcarràs. 

Nope, dir. Jordan Peele. Formidable mezcla de géneros para una cinta intrigante, misteriosa y original. No es perfecta pero sí seguramente la mejor película del verano 2022. Keke Palmer, divertidísima; Daniel Kaluuya, a su manera, también. 

Pacifiction, dir. Albert Serra. El propio director afirma que es su película «más accesible», y tiene razón aunque yo en el cine me partía viendo cómo alargaaaba las escenas para seguir poniendo a prueba nuestra paciencia como espectadores. Ya solo por la escena de surf filmada «tras las bambalinas» merece la pena, aunque hay mucho más en esta sátira vanguardista del neocolonialismo en la era del turismo global, entre el ensayo y lo narrativo, con mucho humor implícito, marca Serra. A saber qué pensó del rodaje Benoît Magimel, algo nos podemos figurar viéndole en pantalla, pero el caso es que está fenomenal y graciosísimo como «alto comisionado» de la República francesa en Tahití. Pahoa Mahagafanau (Shannah), gran descubrimiento. 

Blonde, dir. Andrew Dominik. Bella película, como todo lo que rueda Dominik, pero muy dura. Como alguien ha dicho, sin Ana de Armas (es impactante cómo se expone) sería insoportable de ver. No me convence el asunto de fabular tanta ficción a partir de una biografía, y de una actriz tan icónica como Marilyn Monroe además, pero ese «problema» creativo ya estaba en la novela base de Joyce Carol Oates. Por otro lado, los biopics son siempre frustrantes pero esto en realidad «no» es un biopic, etc. Muy significativa la recepción del filme en la era Netflix, con algunas críticas delirantes (¿película «antiabortista»? WTF?). Para mí Blonde es sobre todo una tragedia de chivo expiatorio, Marilyn/De Armas como «mesías» que paga por los pecados de su comunidad. Qué pecados y qué comunidad, no creo que haga falta decirlo. 

Men, dir. Alex Garland. Seguramente podría haber sido mejor pero ya me parece bien como está. Una película menos obvia de lo que he leído en alguna reseña, cuyo ambiguo diálogo final confía en la inteligencia del espectador y se atreve a exponerse a algunas de las críticas que, previsiblemente, ha recibido la película. La atmósfera de horror folk y Jessie Buckley como la joven viuda Harper en su terrorífica odisea de «anamnesis», memorables. 

Bergman Island, dir. Mia Hansen-Løve. La ansiedad de las influencias y la crisis soterrada de un matrimonio muy bien traídas a la gran pantalla. Todo se percibe autobiográfico pero brillantemente filtrado a través del arte. El giro de la parte final me gustó muchísimo. 

Les Olympiades (PARÍS, Distrito 13), dir. Jacques Audiard. No es el mejor Audiard pero sí una estimable adaptación libre de historias cortas procedentes de Killing and Dying, la novela gráfica de Adrian Tomine. 

The Stranger, dir. Thomas M. Wright. Un punto de vista riguroso permite construir con éxito una película desconcertante, incómoda, sórdida. Para empezar, por toda la información que oculta un guion que empieza in medias res, y, derivado de ello, porque el espectador no tiene asideros claros para empatizar con los personajes. 

Eo, dir. Jerzy Skolimowksi. Es relevante por el giro cultural animalista y contiene imágenes raras y maravillosas, pero se topa con algunos límites de rodar una película desde el punto de vista animal: no puede evitar humanizarlos. Otra cosa buena de Eo es que te hace ver Au hasard Balthazar, de Bresson. 

Fire of Love, dir. Sara Dosa. Alucinante material de archivo, muy bien seleccionado y montado por la directora de este notable documental que parece pura ficción. 

Barbarian, dir. Zack Cregger. Imprevisible, divertida y grotesca, en la mejor tradición del fantastique. No es «terror elevado» ni falta que le hace. Georgina Campbell, «fantástica». 

Im Westen nichts Neues (Sin novedad en el frente), dir. Edward Berger. Gran despliegue técnico para esta adaptación de Erich Maria Remarque, aunque lo mejor quizá está en las «pequeñas escenas» fuera del frente. 

X, dir. Ti West. Homenaje gozoso al cine porno fundacional y al slasher USA más primigenio, el de La matanza de Texas. Mia Goth está alucinante y terrorífica incluso como «heroína»; su personaje «dual» trasciende los «hechos» concretos del filme para dar escalofríos alegóricos. La película funciona además, si así se quiere, como sátira del fundamentalismo cristiano protestante. 

Les choses humaines (El acusado), dir. Yvan Attal. Un intento muy digno, sin tonterías ni maniqueísmos, de dramatizar judicialmente la nueva sensibilidad sobre el consentimiento sexual tras la cuarta ola feminista. Varios personajes son puros arquetipos, pero todos los artistas involucrados lo saben, empezando por los actores, y logran que el invento funcione. 

Verdens verste menneske (La peor persona del mundo), dir. Joachim Trier. Ni tanto ni tan calvo. Me dice Manolo Arias con mucha gracia que la detestó porque le pareció una «neo-Amélie» (película que yo también odio cordialmente). El título en francés de esta película noruega, Julie (en 12 chapitres), parece darle la razón. A mí me gustaron cosas y disgustaron otras. Hay mucho cliché, en eso tiene razón Manolo, pero la película está ejecutada con una convicción que trasciende sus limitaciones de guion, desde la esplendorosa realización a las actuaciones, destacando una soberbia Renate Reinsve que logra construir una «persona» a pesar de los mimbres de los que dispone. La película capta con mucho encanto la «ansiedad por incertidumbre» de los jóvenes adultos al borde de los 30 (Julie/Renate). A mí al menos me transportó a aquellos años en los que aún hay tantos cruces de camino para elegir que vives con permanente insatisfacción y angustia a «equivocarte». 

Argentina, 1985, dir. Santiago Mitre. Docudrama convencional y «buenista» pero muy efectivo en su divulgación. Sobre todo en su evocación del clima de amenaza militar latente en la Argentina de 1985 y en lo bien que explica la clave jurídica del caso judicial recreado, condensada en el alegato del fiscal (un Ricardo Darín muy simpático como Julio César Strasssera) contra las Juntas militares de la dictadura de Videla. Estoy muy a favor de la memoria histórica y no todo tiene que ser como Shoah de Lanzmann, así que bien. La película ha tenido una resonancia significativa en España. Por razones evidentes. 

Emancipation, dir. Antoine Fuqua. Hay pintura de brocha gorda en esta «Schindler’s List del esclavismo» durante la Guerra Civil USA y escenas en las que pareces estar viendo The Equalizer 3 porque Fuqua tiene tendencia al efectismo castrojo. Pero la realización es de diez y al final dan un poco igual todas las licencias que se toma con la historia (real en origen) del esclavo «Whipped» Peter, porque ya sabemos que no estamos viendo un documental y que «no ocurrió así» sino algo «equivalente» que Fuqua, lo quiera o no, nos hace imaginar como espectadores. Estoy muy a favor de la memoria histórica y no todo tiene que ser Shoah, etc. 

The Northman, dir. Robert Eggers. Seguramente podría haber sido menos convencional pero el rodaje costó más de la cuenta y los productores metieron demasiado la zarpa. Se nota. Lo mejor quizá es cómo actualiza la tradición de la leyenda escandinava Amleth/Hamlet. 

Dejo fuera de lista las siguientes películas porque «no eran para mí» o me dejaron frío, aun considerando su relevancia en 2022, y por eso las menciono: Drive my Car (dir. Ryusuke Hamaguchi, ánimo y mucha paciencia para verla), Crímenes del futuro (Cronenberg ‘80s-`90s en bucle), As bestas (dir. Rodrigo Sorogoyen, técnica impecable, poco arte [nota al margen: he visto estas navidades Antidisturbios, también de Sorogoyen y la guionista Isabel Peña, y es soberbia, lo más parecido a The Wire que se ha hecho en serie televisiva española, y además en solo 6 episodios]), Mantícora (dir. Carlos Vermut; tiene escenas perturbadoras aunque todo me pareció demasiado calculado: cierra el significado), Atenea (dir. Romain Gavras, mucho melodrama), Top Gun: Maverick (dir. Joseph Kosinski, no entendí bien el estilo de realización tan retro y su trasnochada épica imperialista; la película madre era un producto de la Guerra Fría, etc.), Everything Everywhere All at Once (dirs. Dan Kwan y Daniel Scheinert, muy ingeniosa e intensa pero tampoco para mí), Benediction (dir. Terence Davies, muy fino como siempre pero prefiero el «cine» al «teatro»). 

NOTA FINAL: este otoño intenté ver en pantalla grande De uskyldige (Los inocentes), dirigida por Eskil Vogt, quien por cierto es coguionista de La peor persona del mundo. Pero el cine cambió ese día el horario sin avisarlo en su web (adelantó la sesión más de media hora) y fuimos varias personas las que nos quedamos frustradas sin verla (quitaron la película de cartelera al día siguiente). En el caso improbable de que algún responsable del cine lea esto (ellos saben bien su pifia): por favor, no lo hagan más. DESTRUYEN NUESTRA ILUSIÓN. 

Series 2022

 

Esterno notte (Exterior noche, miniserie), Marco Bellocchio at his best. Ver en las escenas de presentación a Aldo Moro (un impresionante Fabrizio Gifuni) llegando a casa por la noche, como si no tuviera familia, y haciéndose la cena, un huevo que se fríe y se come lentamente, ya te da una idea de la dimensión de la cosa. Algo parecido ocurre en el segundo episodio con Francesco Cossiga (Fausto Russo Alesi), etc. Exterior noche es un retrato, íntimo hasta el extrañamiento y lo grotesco (tradición Fellini), de los protagonistas de una tragedia nacional con chivo expiatorio que Bellocchio ya abordó en Buongiorno, notte (2003). Aquí vuelve al asunto, testarudo y brillante, para exponer las miserias de la clase política que gobernó Italia durante décadas. Sensacional. 

Me he enrollado demasiado, así que va solo la lista de las demás series 2022 que me han gustado, sin reseñas: 

Irma Vep, Oliver Assayas

Atlanta, T3, Donald Glover

The Rehearsal, T1, Nathan Fielder

Autodefensa, Berta Prieto, Belén Barenys y Miguel Ángel Blanca

Barry, T3, Bill Hader y Alec Berg

Peacemaker, James Gunn

Industry, T2, Mickey Down & Konrad Kay

Ozark, T4, Bill Dubuque y Mark Williams

Outer Range T1, Brian Watkins

Werewolf by Night, Michael Giacchino

Los diarios de Andy Warhol, miniserie, Andrew Rossi

The Bear, T1, Christopher Storer

The Old Man, T1, Jonathan E. Steinberg y Robert Levine

Tokyo Vice, T1, J.T. Rogers