Hay un discurso instalado en el mundo de la literatura que promueve una concepción amaestrada de la narrativa como entretenimiento o diversión, confort moral o pasatiempo (medio)culto. La narrativa de ficción reducida a la condición de mercancía inofensiva, producto de consumo inane, artefacto inútil, "consolador" anímico, etc. Pasa por ser la ideología oficial del denigrado “oficio” y, como tal, determina la carrera de la mayor parte de los escritores españoles que se acercan a las editoriales en busca de su “lugar en el sol”. No necesito insistir en que se trata de uno de las peores muestras de conformismo de nuestro tiempo.
Como antídoto contra esta obscena epidemia de medianía creativa, tan visible apenas se abren algunos libros, se leen reseñas o se hojean revistas o suplementos culturales y se atiende al discurso de ciertos blogs, propongo estas citas complementarias de dos autores (Steven Shaviro y Guy Scarpetta) nada sospechosos. Ambos son agudos pensadores del presente y sus respectivas posiciones, con todas sus diferencias intelectuales (uno, un postmoderno deleuziano-foucaltiano de cepa norteamericana; otro, un postmoderno lacaniano-barthiano de cepa francesa, por simplificar), se sitúan en las antípodas de cualquier discurso reaccionario (retro-nostálgico, modernista, decimonónico, neoclasicista, la mercadotecnia como una de las bellas artes, la belleza como cualidad eterna, el realismo como el no va más estético, la receta culinaria como garantía de calidad, la creencia ciega en la autoridad de la tradición, respeto reverente a las convenciones, el neoliberalismo como modelo insuperable, etc.) como de cualquier impostado progresismo (el fetichismo de la novedad, el mejor de los mundos, el optimismo ontológico, la falsa ingenuidad, la creencia sostenible en el progreso, la juventud como valor absoluto, el mercado domesticado, la levedad como dialecto democratizador, la infancia insoslayable, el buen rollo socialdemócrata como profiláctico contra las depredaciones del capital, etc.). Es decir, sus planteamientos se oponen por sistema a cualquiera de los polos enfrentados de la ideología espectacular que nos ha tocado padecer en todas sus variantes. Quizá por esto sus importantes obras permanezcan inéditas en español.
Ahí van las citas, como contribución polémica a un debate necesario:
Tiendo, en general, a tener un desagrado casi visceral a la idea de que el arte, o la novela, deban confortarnos con mentiras, y protegernos de la dureza de lo real: de este modo, el arte y la novela se vuelven cómplices de las injusticias y las opresiones del orden social dominante. El placer que recibimos de la ficción debería impulsarnos e incitarnos a exigir algo mejor, en vez de reconciliarnos con lo que hay.
Steven Shaviro
Al arte de la novela le correspondería, en suma, explorar lo silenciado por los otros discursos (científicos, filosóficos, religiosos, políticos, sociológicos, ideológicos, psicológicos), e incluso, en la mayor parte de los casos, hacer surgir lo que esos discursos no pueden sino ignorar. La novela, pues, como arte de hacer vacilar las certidumbres, desestabilizar los prejuicios, investir el negativo del orden social, el revés de las ideologías colectivas (o del espectáculo que habría suplantado hoy a esas ideologías), el elemento reprimido que une a las comunidades.
Guy Scarpetta
Como cada vez está más claro para mí que el siglo veinte no fue otra cosa que una gigantesca deconstrucción del edificio conceptual y pragmático puesto en pie por el siglo diecinueve (y no sólo en el arte, la literatura o el pensamiento), me parece urgente empezar a entender los desafíos que el siglo veintiuno plantea a todo el que quiera vivir y entender su tiempo con la exigencia y la intensidad que corresponden, sin nostalgias ni regresiones, pero también sin coartadas cínicas, falacias patéticas ni hipocresías morales. O, como se plantea un personaje de mi última novela en una situación no exenta de ironía y humor: ¿de verdad no nos gustaría ser ciudadanos de pleno derecho del siglo veintiuno y no lamentables residuos del veinte?...
miércoles, 25 de febrero de 2009
ANTÍDOTOS
Publicado por
JUAN FRANCISCO FERRÉ
en
16:13
8
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lunes, 2 de febrero de 2009
OTRO NARRADOR MUTANTE
Ya conocíamos a Javier Moreno (Murcia, 1972) como poeta. Había publicado en 2006 un poemario imprescindible, Cortes publicitarios[1]. Desde la poesía, Moreno estaba contribuyendo (como Agustín Fernández Mallo[2], Vicente Luis Mora[3] o Manuel Vilas[4], entre otros) a la definición de una nueva sensibilidad literaria que no podía tardar, como se ha visto, en producir sus efectos sobre una narrativa española en pleno proceso de mutación y renovación estética. Una narrativa innovadora que asumiría los nuevos formatos y referentes culturales, así como la impureza tecnológica y audiovisual de la sociedad de consumo, sin renunciar a las exigencias y ambiciones de la modernidad artística.
Click[5] es producto de un novelista que se deja contagiar por los lenguajes de la filosofía y de la ciencia para describir un mundo que dista de ser “confortable”. En el margen de error delimitado por el uso de esta metáfora, como un desliz del lenguaje y la inteligencia, es donde inscribe Moreno el dispositivo de esta novela cuántica en la que todo lo que ocurre está sometido al “principio de incertidumbre”, incluido el narrador y protagonista, aquejado de indefinición existencial.
De este modo, Click se organiza como la narración en primera persona de la experiencia singular de un don nadie, valga la paradoja, un tal Quisque Serezádez que en su nombre híbrido cifra los rasgos principales de su problemática identidad: el hombre cualquiera (el “hombre sin atributos”) y la gran cuentista oriental, la embaucadora número uno de la historia, que difiere su muerte y la de otras congéneres con un gesto de fabulación interminable. Y en esta inversión del gesto narrativo fundacional radica el núcleo duro de la novela: Quisque cuenta su tragicómica historia jugando a la ruleta rusa contra sí mismo y aplazando, con cada “gatillazo” de la pistola que apoya en la sien como una apuesta contra el azar, su muerte al infinito. Es esta dilatada sentencia de muerte la que autoriza, con su ejecución inminente, todos los caprichos y artificios novelescos puestos en juego en el texto, en especial los anacronismos y las digresiones sin cuento.
Como sus predecesores literarios (Tristram Shandy o Brás Cubas, entre los clásicos), el narrador de Moreno pretende poner a prueba los fundamentos de la realidad a partir de una investigación filosófica no exenta de humor, afín a la experiencia patafísica propugnada por Alfred Jarry. Como hombre de su tiempo, Quisque se dedica a la estadística, es decir, a la ciencia que reduce la vida a los parámetros de lo probable y normal, lo homogéneo y rutinario. Mientras como fabulador subjetivo practica la ciencia de lo anómalo e improbable, lo excepcional y único. En este sentido, no debería extrañarnos que Click sea también una novela de amor o de amores y amoríos, donde al final triunfa la verdad del artificio encarnada en un sinuoso cuerpo femenino. Sin dejar de apretar el gatillo cada vez, en un desafío tanático digno de un gran seductor desesperado, el narrador nos presenta una galería de nueve mujeres fascinantes (un parnaso erotizado) con las que mantuvo relaciones antes de caer por accidente en ese estado de postración rememorativa.
En cualquier caso, el clic de la pistola y el clic del ratón que construye el discurso cibernético de la novela se confunden con otros clics (la onomatopeya distintiva de la era digital), como el de la máquina fotográfica con la que el protagonista pretende atrapar la belleza obsesiva y contingente de las mujeres. Es gracias a este deseo imposible de fijar la belleza como el narrador acaba descubriendo, al fotografiar desnuda a la última de sus musas vitales (Alicia, una actriz de cine), el principio de simulación que rige la realidad. La belleza es un simulacro, el signo sensible de que la realidad es sólo superficie, pura apariencia sin trascendencia. Desde una perspectiva femenina, es irónico en grado extremo que esta revelación fundamental sancione la muerte del narrador masculino y de toda una idea trasnochada de la cultura.
Como declara Quisque poco antes de que el último clic se transforme en el bang que cierra la trama: “constato que la belleza ha de ser una especie de inteligencia pues en tu cuerpo se cifra y encarna la más admirativa de las retóricas”. Esta idea condensa con ingenio la estética neobarroca de toda novela mutante.
[1] Devenir, 2006.
[2] Joan Fontaine Odisea (La poesía señor hidalgo, 2005), Carne de píxel (DVD, 2007) y Creta Lateral Travelling, recién reeditado por Sloper con un diseño primoroso.
[3] Mester de Cibervía (2000), Nova (2003) y Construcción (2005), todos en Pre-Textos.
[4] Resurrección (2005) y Calor (2007), los dos en Visor.
[5] Click, Candaya, Barcelona, 2008.
Publicado por
JUAN FRANCISCO FERRÉ
en
22:07
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