martes, 27 de diciembre de 2022

SED DE SANGRE

  

[Julie Légère, Elsa Whyte y Laura Pérez, El secreto de los vampiros, Errata Naturae, trad.: Regina López Muñoz, 2022, págs. 76]

           Borges decía que los escritores originales creaban a sus precursores. Algo similar pasa con Drácula. A partir de la existencia del famoso vampiro concebido por Stoker cabe imaginar una genealogía de criaturas vampíricas o monstruosas que lo precedieron o lo anunciaron con su apetito de vida inmortal y su sed infinita de sangre mortal. A ilustrar y comentar este linaje malvado está dedicado este espléndido libro narrado por la voz seductora de una vampira intemporal, a la que prestan sus conocimientos las dos autoras, Julie Légere y Elsa Whyte, y su talento visual Laura Pérez, capaz de recrear con acierto cada avatar o episodio vivido por los vampiros y sus víctimas a lo largo del tiempo.

          Hace dos años, al filo de la pandemia, la Cinemateca francesa y el CaixaForum de Madrid y Barcelona dieron a la luz una magnífica exposición dedicada a la trascendencia en el imaginario popular del cine y la literatura de la figura del vampiro, acompañada de un catálogo suntuoso escrito por algunos de los grandes especialistas internacionales en el tema. Este nuevo libro nos permite adentrarnos en los entresijos antropológicos y folclóricos de los vampiros, y en su devenir histórico, creando un perfil global de la polifacética criatura. Desde el “nukekubi” japonés, esa falsa mujer que cuando llega la noche separa su cabeza del cuerpo y se dedica a morder a los vivos, hasta el africano “adze”, un insecto succionador de hemoglobina, hasta el “jiangshi”, un vampiro chino disfrazado de mandarín siniestro o dama cortesana ávida de cuerpos vivos, el “vurdalak” bosnio y húngaro, el “strigoi” y el “nosferat” rumanos, la “tlahuelpuchi”, bruja y vampira mexicana, o el “soucouyant”, anciana diurna y bola de fuego nocturna que se cuela en los hogares antillanos y contagia del mal a sus moradores, plurales son las máscaras carismáticas que adopta en todas las culturas del mundo esta amenaza parasitaria que se cierne sobre los vivos para robarles la esencia vital.

La leyenda negra del vampiro es milenaria, como demuestran figuras terribles como la legendaria Lilit del Génesis gnóstico y del poema “Eden Bower” de Rossettilas serpentinas lamias y las empusas romanas, Vlad el Empalador, supuesto modelo de Drácula, y abarca toda la geografía terrestre, como hemos visto, con modalidades locales y regionales de enorme interés, como el travieso “vetāla” de los antiguos cuentos sánscritos, pero hasta la llegada del romanticismo con tonalidad gótica, contra el imperio de las luces, como señalan con acierto las autoras, no alcanzó las formas definidas que lo actualizarían y transformarían en un icono de las culturas modernas. Es aquí donde conviene pronunciar el sonoro nombre de Polidori y su célebre vampiro byroniano Lord Ruthven, primera encarnación de esta nueva variante del tipo ancestral, a comienzos del siglo XIX. A lo largo de este siglo de predominio de los valores burgueses, la metamorfosis del vampiro, título del poema de Baudelaire que celebra el poder demoníaco de una amante vampira, se convierte en uno de los capítulos más logrados por su riqueza temática y la variedad de personajes literarios o reales que lo encarnan. El vampiro se vuelve entonces una criatura subversiva y transgresora, en respuesta a las mutaciones de la época, mujer fatal o dandi peligroso, reniega del realismo estético, y se impone en la poesía maldita (Maldoror) o en las narrativas de género fantástico.

La Geraldine del poema “Christabel” de Coleridge se anticipa setenta y dos años a la Carmilla de Sheridan Le Fanu, dos vampiras adictas a la bioquímica erótica de las vírgenes adolescentes, como lo era también la condesa sangrienta Erzsébet Bathory, pero ambas demuestran que el vampirismo femenino, incitado por el deseo lésbico y destructor del orden patriarcal y familiar, incorpora un signo (pos)feminista de relevancia contemporánea. Mientras que la virilidad clásica del Drácula de Bram Stoker y las interpretaciones cinematográficas de Max Schreck, Bela Lugosi, Christopher Lee y Gary Oldman no deberían eclipsar la deriva posmoderna del Lestat homosexual de Anne Rice, o el romanticismo adolescente de la saga “Crepúsculo” de Stephenie Meyer. Los cazadores de vampiros también son homenajeados en estas páginas y, muy en especial, la gran Buffy Summers, la más poderosa y encantadora protectora de los humanos en su guerra secular contra el poder de los parásitos de colmillos aguzados.

Este estupendo libro no es, sin embargo, una enciclopedia sobre los vampiros. Es un álbum fascinante y seductor como las criaturas que describe, un álbum diseñado con esmero para saciar con los ojos, una y otra vez, nuestra sed de sangre. Quiero decir, de tinta. 

miércoles, 21 de diciembre de 2022

TRIÁNGULO DE TRISTEZA


  [Publicado en medios de Vocento el martes 13 de diciembre]

           A España, antes y después del Mundial, se le está poniendo una cara de tristeza que daría miedo si no fuera pasajera. Me lo dicen amigos extranjeros para consolarme. Lo tenéis todo para ser felices y os empeñáis en estropearlo. Y les replico que todos los países felices se parecen, como dice Tolstói, y solo los infelices son diferentes. Ahí está la desgracia española desde hace siglos. En la forma de parecer feliz sin serlo, confundiendo a las mentes cartesianas del continente.

          Los cronistas que contaron la verdad de lo sucedido en el partido Marruecos-España aún no dan crédito. La trascendencia histórica del evento era innegable. Los jugadores marroquíes lanzaban bromas a la cara de los jugadores españoles sobre el dudoso estatuto de Ceuta y Melilla cuando los tenían enfrente, negándose a disputar la posesión del balón. Los españoles, sin saber qué decir, miraban al césped cabizbajos, constatando el desgaste, o alzaban la mirada al cielo, implorando el amparo del ministro Marlaska o el socorro del helicóptero de la Guardia Civil. Los marroquíes celebraban cada ataque contra la portería española como otro asalto a la valla de Melilla.

Cuando llegó la tanda de penaltis, la situación se volvió crítica. Cuentan que Sarabia, al lanzar el primer penalti, pensaba en la incoherencia de derogar la sedición y estrelló el balón en el poste derecho. Soler, al tirar el segundo, cavilaba sobre el disparate de abaratar la malversación y le entregó la pelota prevaricando al portero marroquí. En el último tiro, Busquets se hizo eco del complot para controlar el Tribunal Constitucional. Sus ojos transmitían inquietud democrática y sus piernas temblaban como las de los magistrados. Golpeó la bola sin convicción, como si fuera la cabeza de los artífices de la Constitución, y consumó el desastre.

“El triángulo de la tristeza” es la película europea del año. El título se inspira en un concepto de cirugía plástica referido al ceño fruncido que expresa desazón. Está dirigida por un sueco irónico que mira el mundo con humor y crudeza. La película se burla de las cuestiones polémicas del presente y muestra que los discursos socialdemócratas y neoliberales de la Europa actual, conjugando demagogia solidaria y codicia capitalista, son una gran impostura ideológica que encubre una realidad social apenas sostenible. Europa ya la ha disfrutado. A España llega en febrero, con increíble retraso. Cuando se estrene, el malestar nacional no tendrá cirujano que lo remedie. 

sábado, 10 de diciembre de 2022

EL MULTIVERSO DE LAS IMÁGENES (2): MI CINE EUROPEO (1960-2019)

 [Hoy se entregan los Premios del Cine Europeo. Mi deseo es que triunfe El triángulo de la tristeza, la película de Ruben Östlund tan necesaria como demoledora para la amalgama de valores socialdemócratas y neoliberales vigente en la Europa actual.  Es un serio problema que el público no preste más atención al único cine que habla del estado de las cosas en el mundo con una mirada crítica, exigente e innovadora al mismo tiempo. Es una prueba, desoladora, de que la libertad creativa no es el valor preferido por el público. Para celebrar esta gran fiesta del cine minoritario publico mi lista de películas europeas preferidas desde los años 60 hasta 2019, en sintonía con mi lista de películas americanas de hace unos meses. Dentro de poco, como todo el mundo espera, publicaré mi lista de cine asiático…]

El cine europeo no es el primero que conocemos ni el que más nos acompaña a lo largo de la vida. Y, sin embargo, la cinematografía europea es tan importante en la historia y tan rica y variada, aunque de otra manera, más minoritaria, como la de Hollywood y alrededores. No tengo problemas en reconocerlo. Por esta razón, pongo en limpio mis listas de películas europeas para uso y disfrute de quienes, como yo, saben reconocer la valía de un cine sin el que este arte tampoco sería nunca el mismo. La selección, arbitraria y subjetiva como todas, ha sido hecha con criterios muy diversos durante un largo proceso de reflexión: la perduración del aprecio, la importancia en su estreno, la huella de la primera visión, la reincidencia, la constancia, la trascendencia del tiempo, el gusto actual, la trayectoria posterior del director, revisiones recientes, etc. 

Reglas: máximo 20 películas por década + 1 película favorita de la década (solo hay tres casos en que he hecho trampas con el número, por imposibilidad de descartar alguna de las seleccionadas) y una película por director en cada década (para ser justo con la abundancia y variedad de películas creativas). Comienzo la lista en los años sesenta porque es la década en que nací y conocí el cine casi al mismo tiempo, como he contado en otra parte. Y concluyo en 2019, por razones obvias, justo antes de la pandemia. El orden de las películas en la década correspondiente es cronológico, de ese modo es más fácil evaluar la evolución de la cosecha cinematográfica de cada decenio. Cuando el título en español no me gusta cito el título original. He visto todas estas películas varias veces y la mayoría las veo una y otra vez sin cansancio. Esto es solo la punta del iceberg, como suele decirse. El inmenso contingente y calidad de las películas excluidas dan una idea de su inabarcable grandeza…


1960-69

*Película de la década: El año pasado en Marienbad (Resnais)

La aventura (Antonioni)

Viridiana (Buñuel)

El proceso (Welles)

El desprecio (Godard)

El gatopardo (Visconti)

El sirviente (Losey)

Gertrud (Dreyer)

Los paraguas de Cherburgo (Demy)

Repulsión (Polanski)

El manuscrito hallado en Zaragoza (Has)

Margaritas (Chytilová)

Andréi Rubliov (Tarkovski)

Persona (Bergman)

Al azar Baltasar (Bresson)

Blow-Up (Antonioni)

Teorema (Pasolini)

L´homme qui ment (Robbe-Grillet)

Mi noche con Maud (Rohmer)

Sayat-Nova (Paradjanov)

Satyricon (Fellini)

La mujer infiel (Chabrol)


1970-79

*Película de la década: Saló (Pasolini)

El carnicero (Chabrol)

La rodilla de Clara/El amor por la tarde (Rohmer)

Las amargas lágrimas de Petra Von Kant (Fassbinder)

Aguirre, la cólera de Dios (Herzog)

Salomé (Bene)

La muerte de Maria Malibran (Schroeter)

La gran comilona (Ferreri)

La maman et la putain (Eustache)

Céline y Julie van en barco (Rivette)

El fantasma de la libertad (Buñuel)

Lo importante es amar (Zulawski)

El reportero (Antonioni)

El espejo (Tarkovski)

El Casanova (Fellini)

El quimérico inquilino (Polanski)

The Man Who Fell to Earth (Roeg)

Providence (Resnais)

El diablo, probablemente (Bresson)

La hipótesis del cuadro robado (Ruiz)

Hitler: un film de Alemania (Syberberg)

Amor de Perdição (Oliveira)


 1980-89

*Película de la década: Passion (Godard) 

Posesión (Zulawski)

Mi tío de América (Resnais)

Parsifal (Syberberg)

Una habitación en la ciudad (Demy)

Querelle (Fassbinder)

Fanny y Alexander (Bergman)

L´argent (Bresson)

La ville des pirates (Ruiz)

Y la nave va (Fellini)

Pauline en la playa (Rohmer)

Paris-Texas (Wenders)

El elemento del crimen (Von Trier)

A Zed & Two Noughts (Greenaway)

La leyenda de la fortaleza de Suram (Paradjanov)

Sacrificio (Tarkovski)

Los caníbales (Oliveira)

Dekalog (Kieślowski)

Los días del eclipse (Sokurov)

Paisaje en la niebla (Angelopoulos)

Palombella rossa (Moretti)


1990-99

*Película de la década: Histoire(s) du cinéma (Godard)

Europa (Von Trier)

La doble vida de Verónica (Kieślowski)

La Belle Noiseuse (Rivette)

El niño de Mâcon (Greenaway)

El valle Abraham (Oliveira)

El árbol, el alcalde y la mediateca (Rohmer)

Caro diario (Moretti)

71 fragmentos de una cronología del azar (Haneke)

Satantango (Tarr)

Los juncos salvajes (Techiné)

La mirada de Ulises (Angelopoulos)

La ceremonia (Chabrol)

La comedia de Dios/La boda de Dios (Monteiro)

Irma Vep (Assayas)

On connaît la chanson (Resnais)

Madre e hijo (Sokurov)

L´humanité (Dumont)

Beau travail (Denis)

El tiempo recobrado (Ruiz)

Todo sobre mi madre (Almodóvar)


2000-09

*Película de la década: El arca rusa (Sokurov)

Combate de amor en sueños (Ruiz)

Las armonías de Werckmeister (Tarr)

La inglesa y el duque (Rohmer)

Trouble Every Day (Denis)

El principio de incertidumbre (Oliveira)

Dogville (Von Trier)

Choses secrètes (Brisseau)

Irreversible (Noé)

Demonlover (Assayas)

Tiresias (Bonello)

Hable con ella (Almodóvar)

Twentynine Palms (Dumont)

The Dreamers (Bertolucci)

La historia de Marie y Julien (Rivette)

Caché (Haneke)

Lady Chatterley (Ferran)

La graine et le mulet (Kechiche)

Nightwatching (Greenaway)

Les derniers jours du monde (Larrieu)

Les herbes folles (Resnais)


2010-19

*Película de la década: Le Livre d'image (Godard)

Carlos (Assayas)

Misterios de Lisboa (Ruiz)

Melancolía (Von Trier)

La piel que habito (Almodóvar)

Habemus Papam (Moretti)

Hors Satan/Ma Loute (Dumont)

L´Apollonide (Bonello)

Holy Motors (Carax)

Fausto (Sokurov)

Les salauds (Denis)

La gran belleza (Sorrentino)

La vida de Adèle (Kechiche)

El desconocido del lago (Guiraudie)

Goltzius and the Pelican Company (Greenaway)

Under The Skin (Glazer)

Crudo (Ducournau)

The Neon Demon (Refn)

Loveless (Zvyagintsev)

Les garçons sauvages (Mandico)

Retrato de una mujer en llamas (Sciamma)




miércoles, 30 de noviembre de 2022

LA BANALIDAD DEL BIEN


 [Publicado ayer en medios de Vocento]

    Vox es el mal, ya lo sabemos. Como el licántropo feroz, su misión natural consiste en asustar a los borregos para que se agrupen alrededor del buen pastor Sánchez, guardián del bien y protector de los buenos. Los malos son los muchos buenos, escribe Cabrera Infante, apuntando a la Cuba castrista. Esta ironía define a cualquier régimen totalitario fundado en el fanatismo y el dogmatismo. Cuando manda la mayoría moral, no tardan en aparecer la guillotina y los chivos expiatorios.

Es paradójico, en este sentido, que en las dictaduras con las que Podemos mantiene vínculos desde sus inicios, como Cuba e Irán, se persiga la libertad sexual y la disidencia política. Y esto es más grave que estar ligada a un líder que te enchufa como ministra por la cara. El espurio feminismo de las que se envuelven en la bandera malva para tapar sus vergüenzas debería ser denunciado, en nombre de la dignidad de género, por todas las mujeres que poseen méritos superiores y no han tenido tanta fortuna.

Una cosa es ser fanático de la ideología y golpear con el martillo de los prejuicios y otra usar la ideología para enmascarar la corrupción, como ha hecho Infantino, gran maestre de la logia futbolera. En pro del negocio vale todo, hasta denigrar a la Europa que creó la democracia, el pensamiento libre y el fútbol. La literatura y la filosofía no atraviesan un período de simpatía con los ideólogos de izquierda. Son disciplinas demasiado exigentes para los estándares demagógicos que se estilan hoy entre los militantes del progresismo guay.

El ideario de la nueva izquierda culpa a la cultura y la educación de todos los males. Y, sin embargo, treinta años de deseducación pública nos contemplan, secuela de leyes nefastas que no solo han provocado el progreso de la incultura y la falta de sentido crítico en las generaciones más jóvenes, sino el aumento de los delitos de género. Menudo logro. Como la ley de la libertad sexual. Es una incongruencia estratégica que un texto jurídico nacido para otorgar la máxima protección legal a las mujeres en su vida íntima traiga asociada una rebaja significativa de las penas que castigan el abuso y la violación. Qué pocas luces.

Cuando gobierna la ideología, y no la inteligencia, el bien, por bueno que sea, se vuelve banal. Vicio mucho más peligroso para la democracia que una mala ley, una mala diputada o una mala ministra. La izquierda le está regalando el patrimonio de la verdad a la derecha y esto, se mire como se mire, es criminal. 

miércoles, 23 de noviembre de 2022

(IN)MUNDO BARROCO


  [Norbert Bilbeny, Moral barroca, Anagrama, 2022, págs. 263]

     El barroco lleva de moda mucho tiempo. En los años ochenta ya los especialistas, como Calabrese, Buci-Glucksmann o Scarpetta, hablaban de que nuestro tiempo admitía una caracterización, estética y cultural, barroca o neobarroca. Pasaron las últimas décadas del siglo XX y dejó de hablarse del tema para imponer en los discursos otros conceptos culturalmente más avanzados como posmodernidad, debido al teórico Jameson, e incluso hipermodernidad, debido al sociólogo Lipovetsky. En muchos casos, el conocimiento del período histórico barroco había conducido a una reflexión sobre el presente enfatizando dos aspectos particulares: el dominio del espectáculo como dimensión preferente de la experiencia contemporánea y la experiencia del vacío como revelación esencial.

Con gran acierto, Bilbeny afronta en este ensayo, informado e inteligente, los paralelos posibles entre la época barroca y el presente neobarroco con objeto de definir con claridad lo que el título señala como propósito: una moral que corresponda a los tiempos en que vivimos, un modo de conducta que no entre en contradicción excesiva con sus exigencias y desafíos vitales. No se trata de rechazar el mundo, o darle la espalda con suficiencia, sino de aprender a moverse por él con agudeza y elegancia. La razón del poder de atracción del barroco para las mentes más despiertas la cifra Bilbeny en la siguiente idea: “es difícil sustraerse al atractivo de una visión de la realidad que refleja la total complejidad de esta, como hace el Barroco con relación a la naturaleza y la cultura, a la vida y al espíritu”.

En un primer movimiento, Bilbeny trata de enfocar el tiempo barroco ahondando en nódulos de pensamiento, creación y cultura que le permitan delimitar un paradigma que pueda luego trasladarse al tiempo presente como modelo de análisis eficaz. En esta fase de su ensayo, Bilbeny aborda con penetración figuras de la literatura española como Quevedo, Gracián y Calderón, pero también pensadores de trascendencia internacional como Descartes, Spinoza y Leibniz. Las metáforas dominantes son el mundo como un gigantesco teatro en que las máscaras humanas han de actuar conforme a una moral cortesana que les abra las puertas del éxito y la fama y la vida como sueño del que conviene despertar para comprender las verdades morales que fortalecen el espíritu. Frente a otras modalidades de lo barroco, el paradigma hispánico se concibe como sumisión final de las criaturas a los mandamientos y autoridad de Dios. En Descartes y Spinoza, sin embargo, se vería la tentativa de generar una idea de la subjetividad lúcida, tan despegada de los mitos primigenios como de las ataduras teológicas o las ortodoxias imperiales.

La moral del barroco español es una “moral de extremos”. Y de contradicciones flagrantes, añadiría. Y es en esto donde conecta con el ensimismamiento tecnológico de nuestra época, soledad individual y conexión mediada con el exterior propias de la nueva edad barroca que Bilbeny disecciona en la segunda parte del libro con planteamientos menos categóricos. La tesis de partida se refiere a la coincidencia en la preferencia por las apariencias más que por la realidad de ambos períodos. Espejismos, ilusiones, fantasmas, fantasías, productos de la mente que en el barroco producían el “Quijote” o “Las Meninas” y que hoy se desparraman como diluvio de imágenes en múltiples pantallas y se expanden por internet como virus de la información.

Tan lejos del pesimismo como del optimismo, este ensayo de Bilbeny trata de proporcionar luz sobre la moral adecuada a nuestro tiempo neobarroco. Una moral subjetiva, como la poesía de Lope de Vega que cierra el libro, fundada en la inteligencia y la sensibilidad para gestionar las antinomias del mundo contemporáneo sin desfallecer. 

miércoles, 16 de noviembre de 2022

EL VIRUS Y YO


 [Publicado ayer en medios de Vocento]

 Tengo covid. Convivo con el virus desde hace cinco días y he visto la luz. La alta fiebre y la debilidad muscular me han ayudado a comunicarme con el virus a pesar de que no hablamos la misma lengua. La suya es una lengua multinacional, la jerga genuina de los negocios y la ciencia, compuesta a partes iguales de chino, inglés, francés y alemán. Como el virus es un buen conversador y odia aburrirse, mientras ocupa el cuerpo del enfermo disfruta intercambiando información de todo tipo con este. Al mismo tiempo, se abre sin resistencia a la inspección del anfitrión, como un banco de datos, y entrega sus secretos con una mansedumbre inusual.

Yo creía que los activos bancarios tóxicos que envenenaron la economía mundial en 2007 representaban el no va más de la innovación. Y no, el coronavirus, incluso este avatar devaluado del ómicron, es una criatura diseñada para actuar a discreción y lo mismo puede matarte, postrarte al borde de la asfixia y la extenuación, o soplarte en las orejas como una brisa primaveral. Lo siento poseer mi cuerpo durante estos días aciagos y me da miedo pensar en lo que me haría si tuviera más poder. Por alguna extraña razón, ha decidido no someterme a una tortura insufrible, no ha querido ensañarse con mis entrañas y arrasar mis pulmones con sus esporas asesinas. Ha comprendido que mi caso requería un tratamiento diferenciado. Infectado por una persona irresponsable, no tenía sentido castigarme con crueldad no siendo yo un negacionista profesional. Nunca rechacé la existencia del virus, solo he criticado la gestión política de la pandemia y la incompetencia de los gobernantes. Pero no ha sido esta la razón.

Lo que me ha salvado la vida, o lo que me ha evitado conocer los límites extremos del dolor, ha sido que le he caído en gracia a la criatura porque siempre he reconocido su origen artificial. Ya se sabe que nada molesta más a un ser que no es producto de la selección natural que se le niegue su condición. Como artefacto, este virus es una obra maestra, lo reconozco. En unos días volveré a hacerme el test para comprobar que el misterioso visitante ha abandonado mi cuerpo con el mismo sigilo criminal con que se introdujo en él. No puedo decir que lo echaré de menos. Pero hablar con él en la intimidad, aunque sus mensajes sean desconcertantes, ha sido un privilegio inmenso. Ahora comprendo mucho mejor el mundo donde vivo instalado como un virus. Y sobre la pandemia el mensaje dirigido a los políticos es contundente. Que no se repita. 

martes, 8 de noviembre de 2022

VELOCIDAD Y ÉXTASIS


  [Jack Kerouac, En la carretera, Anagrama, trad.: Jesús Zulaika, 2022, págs. 400] 

Así define Jack Kerouac (“todo en él era velocidad y éxtasis”) la vida de su camarada Neal Cassady al final del Tercer Libro de “En la carretera”, cuando están a punto de emprender el viaje que los llevará al final del camino de la juventud.

Se reedita ahora esta novela mítica, en pleno centenario del nacimiento del autor, la única novela que merece ser calificada sin desprecio como un “rollo” integral. Kerouac compuso la primera versión del libro entre el 2 y el 22 de abril de 1951 como un rollo interminable de papeles mecanografiados. El “rollo original”, como se le conoce sin ironía entre los expertos. Kerouac pretendía con ello que la experiencia de escribir fuese ininterrumpida, un teclear continuo conectado al pálpito de la vida en movimiento. Gran admirador de los músicos de jazz, Kerouac encontraría en el arte mecanográfico de la “prosa espontánea” el equivalente literario del saxo, la trompeta o el clarinete: un instrumento rítmico de transmisión automática de la emoción y el aliento del artista que lo toca sin normas previas.

Durante décadas circuló una versión expurgada y manipulada del libro, donde los nombres de Kerouac, Cassady, Ginsberg y Burroughs eran sustituidos por seudónimos más o menos ingeniosos y el formato original se ajustaba a dimensiones convencionales. Disfrutamos desde hace catorce años de la versión íntegra, en un solo párrafo, de esta novela “enrollada”. Las últimas páginas del manuscrito, perdidas hasta entonces, aparecen en un apéndice que permite leer, como Kerouac deseaba, la evocación inicial del amigo más íntimo (“Conocí conocí a Neal”) reiterada en la obsesiva frase final (“pienso en Neal Cassady, pienso en Neal Cassady”) como metáfora de un coche que arranca con dificultad y, al cabo de un largo viaje, acaba parándose en seco.

La cartografía inmensa e intensa que despliega el rollo de Kerouac corresponde a un circuito geográfico de ida y vuelta: Nueva York, Chicago, Denver, San Francisco, Los Ángeles, Carolina del Sur, Florida, Luisiana, Texas y México, antes de regresar a Nueva York, donde Kerouac encuentra una esposa, Joan, y pone fin provisional a su huida incesante. Ese circuito de múltiples pistas compone, pues, una “línea de fuga” de la vida convencional en un momento histórico en que el sueño americano de los fundadores estaba siendo expropiado de raíz por el capitalismo financiero y la cultura del consumo.

La única utopía que Kerouac y Cassady imaginan durante el sinuoso trayecto es la de una carretera infinita que dé la vuelta al mundo. Una carretera sin fronteras ni policías, un espacio-tiempo de libertad absoluta donde el paisaje, el coche y los pasajeros, invocando el panteísmo fraternal de Whitman, se fundan en una sola dimensión ilimitada. Como sabemos, desengañados habitantes de un mundo desprovisto de otros sueños que los de la publicidad y el turismo, esa gesta de libertad genuina y amor universal estaba condenada al fracaso en un entorno cada vez más controlado. Y William Burroughs, oficiando como gurú kafkiano de toda una generación, lo proclama con lucidez en la novela: “Burocracia…No queda nada más que burocracia”.

Este espíritu intransigente, lo más valioso del libro junto con la poesía visionaria de sus imágenes y ritmos, lo expresa Kerouac al comenzar la apasionante aventura de escribir esta novela rodada: “la única gente que me interesa es la que está loca, la que está loca por vivir, por hablar, ávida de todas las cosas a un tiempo, la gente que jamás bosteza o dice un lugar común, sino que arde, arde, arde como candelas romanas en mitad de la noche”. 

jueves, 3 de noviembre de 2022

AGUAFIESTAS


 [Publicado en medios de Vocento el martes 1 de noviembre]

           El aguafiestas no tiene quien le escriba. Y, sin embargo, es el gran personaje de nuestro tiempo, la figura más influyente del siglo XXI. No tiene cara ni cuerpo, nadie podría reconocerlo en una discoteca neoyorquina, aunque estuviera ahí, bailando como loco en la pista de baile, celebrando sus éxitos en compañía de sus clientes multimillonarios. El aguafiestas, pese a las calumnias de sus rivales, es un gestor serio, un jugador riguroso y no un villano sin escrúpulos, y puede manipular a su antojo la economía, la tecnología y la política sin inmutarse ni apenarse por la desgracia de las personas afectadas por sus decisiones.

Esto no es una adivinanza, ni un renovado ataque al sanchismo. El aguafiestas no es Sánchez, aunque trabaje para él y también lo padezca, como otros líderes, ni Macron, ni la pobre Liz Truss ni Rishi Sunak, su patético sucesor, ni Scholz, ni Biden, por supuesto, pero todos, a izquierda y derecha, le ríen las gracias. Tampoco es Putin, aunque la Guerra de Ucrania sea uno de los triunfos recientes del aguafiestas, a quien los ejecutivos de la City y los agentes de la Bolsa global consideran un campeón. Mucho menos Xi Jinping, gran emperador confuciano de la Nueva China coronado la semana pasada por sus secuaces comunistas, por más que el coronavirus aguafiestas escapara de un laboratorio multinacional de Wuhan.

El aguafiestas tampoco tiene un sexo definido, en eso responde a los ridículos parámetros de la “ley trans”. Es fluido, promiscuo e invisible como el capital, permea las fronteras nacionales como la inmigración ilegal y se desliza por los despachos corporativos como un espectro insidioso y eficiente. Hace gala de un dominio total de los algoritmos que programan el encarcelamiento del mundo sin que se le vea nunca pulsar un teclado o mirar una pantalla. Es una criatura prodigiosa que todos identifican por sus efectos y nadie se pone de acuerdo sobre su naturaleza real, como el Espíritu Santo.

Esta semana conocíamos los datos financieros del IBEX y otros mercados bursátiles y todas las grandes corporaciones están generando beneficios mientras los ciudadanos no hacen más que arruinarse pagando las facturas de la maldita pandemia y la odiosa guerra y endeudarse al infinito, renunciando a un futuro digno de sus deseos. Es triste pensarlo. El aguafiestas es el mayor enemigo de los humanos, sirve de forma efectiva al poder y no se presenta nunca a las elecciones. Me rindo a la evidencia. El aguafiestas es un auténtico campeón. 

jueves, 27 de octubre de 2022

YIN Y YANG. EL PODER DE EROS EN LAS LITERATURAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE


[Hoy se presenta mi libro YIN Y YANG. EL PODER DE EROS EN LAS LITERATURAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE (Editorial Comares) y este es el texto de la introducción. El acto se retransmite también en streaming: https://youtu.be/2PHG99pkQns]

 El Yin y el Yang, las dos potencias carismáticas del Eros oriental, funcionan en este libro de dos modos complementarios. Por un lado, como metáforas adecuadas a realidades sexuales que sería mucho más espinoso nombrar con categorías occidentales. Y por otro, como encarnación literal de fuerzas libidinales que es productivo conocer en todo su despliegue de posibilidades y recursos. Por ello, este libro se plantea como una empresa ambiciosa que pretende abordar una temática tan antigua como la cultura y tan compleja como la sucesión de períodos históricos y culturas en el contexto de un mundo que no cesa de mutar, como sabían los taoístas chinos, al tiempo que conserva los fundamentos que le impiden disgregarse en motas de polvo y arena.

Es importante comprender que las concepciones antiguas y las obras que responden a ellas con fidelidad artística, desde la cultura occidental o desde la oriental, son abordadas con una mirada contemporánea que quiere eludir esos dos errores intelectuales antagónicos, el anacronismo moderno del juicio y la defensa a ultranza de lo viejo, en materias tan refinadas y esenciales como el sexo y el erotismo. La mirada que afronta el examen de las obras se alimenta de teorías contemporáneas, de ahí su actualidad y pertinencia, pero no violenta sus relaciones forzando exégesis ajenas a sus planteamientos. Mi método de estudio prefiere establecer un contraste recíproco entre los presupuestos de nuestro tiempo, tan cargados a veces de ideología espuria como de verdades necesarias, y las ideas que emanan de las obras nacidas en otras culturas o épocas históricas. Mutuo enriquecimiento e iluminación, es la vía que prefiero y que conduce todas las reflexiones para alcanzar la lucidez sexual que, en definitiva, la literatura aspira a causar en la mente del lector.

El Eros adopta máscaras venéreas a lo largo de la historia con el fin de encubrir su poderío y vigor y también hacerse aún más atractivo para sus súbditos. El Eros es una fuerza tan colosal que ni todas las morales, prohibiciones y policías del mundo pueden frenarla. Lo más que se puede hacer es refinar y controlar su acción, moderar su culto, trabarlo con artificios legales y técnicas milagrosas y rendirle pleitesía con inteligencia y cautela. En esto, la literatura ha sido la forma de presentación y representación preferida, acaso solo igualada por la pintura. De ahí que sea posible a través de la literatura mundial conocer y comprender las diversas interpretaciones del deseo sexual que cada cultura, elaborando respuestas locales a una problemática universal, ha producido como repertorio de estimulación y aderezo de la vida de las parejas, así como garantía de la atracción y el atractivo entre los sexos, más allá de la necesidad de conservar la especie mediante la procreación. El erotismo como juego, como diversión, como estímulo vital, es en la literatura y, en concreto, en la narrativa, donde mejor se ha plasmado. La literatura ha sido la encargada durante siglos de contarlo todo sobre la vida erótica, se ha constituido en el discurso de esa parte de la realidad que no era registrada por ningún otro discurso público, se ha construido así mismo como la lengua de lo escabroso y lo perverso, lo prohibido y lo nefando, lo infame y clandestino, lo no dicho y lo por todos sabido, aunque callado también por todos. Sin la literatura no sabríamos cómo ha sido el diálogo entre los sexos y sus múltiples variaciones culturales y sociales.

El erotismo no es solo la fuerza que comunica los cuerpos y los hace vibrar y arder de deseo y placer, es también una forma de expresión verbal, una manera de transformar la energía sexual en palabras ardientes y discursos contagiosos, un modo de trascender las imposiciones morales de la carnalidad y transformarlas en voz libre y en belleza admirable, en seducción estética y goce libidinal. En el recorrido que incorpora este libro, han jugado un papel fundamental las adquisiciones intelectuales del siglo XX: ya sean las de Georges Bataille, que entendía el erotismo como afirmación de la vida hasta la muerte y experiencia interior de ese enfrentamiento existencial, y Octavio Paz, que lo veía como conjugación y conjunción de los signos del cuerpo, hasta Michel Foucault, que entendía la historia de la sexualidad occidental como voluntad de conocimiento y control de deseos más que como búsqueda de placeres, y Camille Paglia, que atribuía al erotismo, desde la Grecia clásica hasta la cultura popular coetánea, el conflicto dialéctico entre las máscaras tragicómicas de lo masculino y lo femenino, lo político y lo natural, lo apolíneo y lo dionisíaco, lo racional y lo instintivo. De todos ellos, por razones inexplicables, solo Octavio Paz supo prestar atención inteligente al Eros oriental, una de las grandes manifestaciones culturales sobre los sexos y sus acoplamientos, rituales y técnicas.

Yin y yang, pues. El viaje interminable comienza, por ello, en la China milenaria. El primer bloque de ensayos (“El Eros oriental (clásico)”) aborda la materia erótica a partir de la novelística china de las eras Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911), examinando los contenidos sexuales de novelas tan importantes como el Jin Ping Mei (“Jin Ping Mei: Un culebrón chino”) o La alfombrilla de rezos de la carne (Rouputuan; 1657) de Li Yu (“Li Yu y el círculo vicioso de la carne: Un comentario sobre el Rouputuan”), obras emblemáticas de la mentalidad china en la comprensión de los fenómenos del sexo y de los cambios históricos que se estaban produciendo a fines del período Ming. Otro ensayo (“Un cuarteto libertino”) trata de novelas menos conocidas y a veces no traducidas, como la Historia no oficial del lecho bordado (Xiuta yeshi; 1597/1608), de Lü Tiancheng, comparándola con otras novelas eróticas o pornográficas del mismo período como El señor de la perfecta satisfacción (Ruyi qun zhuan; 1520-1565), Bella de Candor (Zhulin yeshi; siglo XVI) o Historia de una mujer viciosa  (Chipo zhizhuan; mediados del siglo XVI), que son paradigmas de una visión libertina de las relaciones amorosas que se anticipa dos siglos al surgimiento de la novela galante y libertina francesa del siglo XVIII (Crébillon, Laclos, Nerciat, Sade, Restif, etc.). Como el Yin y el Yang son los conceptos clave de esta aproximación, no podía faltar un poeta como Wang Wei y un comentario a su poesía sobre la naturaleza nutrida por la filosofía taoísta del yin (“Renacer taoísta a la luz del yin”), como tampoco se podía sortear la enorme influencia y prestigio de esa síntesis de la literatura clásica china que es Sueño en el pabellón rojo (Honloumeng; 1791) de Cao Xueqin, del que se examina en un ensayo (“La lujuria de la mente: una nota sobre el erotismo de Sueño en el pabellón rojo”) su idea del erotismo a partir de un concepto singular (la “lujuria de la mente”) que habría encantado a Baudelaire y a Nabokov, entre otros. Por último, dando por sentado que el Eros chino inseminó a todas las culturas colindantes de Asia oriental, desde Corea a Japón, pasando por el sudeste asiático, propongo un estudio exhaustivo, quizá el primero escrito en español, de la primera novela transexual de la historia: Torikaebaya monogatari, un clásico polémico de la era Heian (siglo XII), que suscita numerosas reflexiones sobre el género y el sexo de vigencia incuestionable (“Masculin Féminin: Eros y karma en Torikaebaya monogatari”). En el apéndice final completo la perspectiva con dos breves textos sobre el papel del Eros en el pensamiento ascético de Yoshida Kenkō (1284-1350) (“Pensamiento ocioso”) y en el mecanismo narrativo de las Mil y una noches (“Palimpsesto oriental”).

El segundo bloque del libro (“El Eros libertino”) se ocupa del fenómeno del libertinaje del siglo XVIII, comenzando, como es preceptivo, por la sulfúrea novelística del Marqués de Sade (1740-1814), sus temas dominantes y modelos discursivos preferidos (“El Marqués de Sade explicado a las niñas”), mostrando que Sade, al contrario de lo que han sostenido muchos estudiosos y expertos en su obra, no es solo un filósofo del falo, ni un revolucionario total o un político panfletario, sino un novelista erótico y un novelista consecuente: alguien que trascendía todos esos atributos y tomaba muy en serio el valor de lo que Milan Kundera llamaba el “arte de la novela” a fin de ofrecer un cuadro crudo y devastador del mundo social que le tocó conocer desde una posición privilegiada, ese mundo anterior y posterior a la Revolución francesa que tantas cosas cambiaría y tantas otras dejaría intactas. En la órbita novelística de Sade, del que también estudio en detalle La filosofía en el tocador (1795) (“El tocador de la filosofía”), otros ensayos de esta sección abordan novelas tan significativas de la época como Las relaciones peligrosas (1782) de Choderlos de Laclos (1741-1803), paradigma de un libertinaje literario más mental que descriptivo, más en la línea austera del “placer de la cabeza” del que hablara Roland Barthes (“Lucidez libertina”), o la Shamela (1741) de Henry Fielding (1707-1754), parodia cervantina y subversiva de los rancios valores morales de la célebre Pamela (1740) de Samuel Richardson (1689-1761) (“Palimpsesto celestinesco”). Y, para concluir, una breve pieza (“Mozart en el tocador”) dedicada al libertinaje de una figura esencial del siglo, el músico y compositor Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), autor de óperas tan libertinas como Don Giovanni (1787) o Cosí fan tutte (1789) con la colaboración en el libreto del ingenioso y libertino Lorenzo Da Ponte (1749-1838).

El tercer bloque (“El Eros joyciano (Fils de joie)”) afronta sin pudor la noción del Eros joyciano como goce textual, partiendo de una relectura múltiple del Ulises de James Joyce y del protagonismo del cuerpo y el lenguaje del cuerpo en su discurso, sin olvidar la presencia verbal y carnal del yin de Molly Bloom en las páginas finales de la novela y la reconciliación de los hombres y las mujeres celebrada en sus aleluyas eróticos. El Eros joyciano tiene personalidad propia, por eso ha sido tratado aquí con ciertas dosis de creatividad en el planteamiento argumental, y se ha transmitido como un virus infeccioso a todas las literaturas importantes. He preferido, sin embargo, examinarlo en el ámbito del español a través de dos figuras esenciales del erotismo hispano como son el cubano Cabrera Infante, de quien radiografío la textura erógena de sus cinco novelas (“Quod Eros demonstrandum: el Eros narrativo de Guillermo Cabrera Infante”), y Julián Ríos, cuyas obras principales repaso también con esa dudosa intención pedagógica (“La novela Ríos, o la cuadratura del círculo vicioso de Babel”).

Con el cuarto bloque (“El Eros oriental (moderno)”) regresamos a la erótica asiática representada por un escritor como Tanizaki Junichirô (1886-1965), de quien estudio cinco novelas canónicas (El amor de un idiota, Algunos prefieren las ortigas, Arenas movedizas, La llave y Diario de un viejo loco) que incorporan el sexo en todas sus variantes y combinaciones patológicas o no patológicas: el sadomasoquismo, la homosexualidad masculina y femenina, el fetichismo, el adulterio o la prostitución, entre otras (“Insular y singular: El Eros narrativo de Tanizaki Junichirô”). El bloque concluye con una reflexión sobre una tendencia estética altamente distintiva de la era Showa como fue el Eroguro (“Japón grotesco”) y su máximo representante, el novelista policial Edogawa Rampo (1894-1965), que supo introducir un perverso y refinado erotismo en todas sus tramas criminales, jugando con la barrera entre los sexos y coqueteando con las patologías de lo equívoco y lo ambiguo (“Edogawa Rampo: un Poe nipón”) o con los malentendidos sexuales entre hombres y mujeres abordados desde una perspectiva femenina (“Orgullo, prejuicio y kimonos: Uno Chiyo”). Y concluyo este apartado con un breve análisis del representante contemporáneo más iconoclasta de la estética eroguro (“Murakami el Oscuro: Murakami Ryū”).

El espíritu de este libro se propone asumir estas ideas y estos discursos con todas las consecuencias y tratar de contrastarlas con una realidad mucho más compleja de lo que la visión occidental ha creído durante siglos. El tumultuoso viaje del Eros alrededor del mundo constituye acaso la demostración evidente de que la literatura es el lenguaje universal en el que hablan todas las lenguas y las culturas sobre las cuestiones más trascendentes.

martes, 25 de octubre de 2022

ILUSIONES PERDIDAS


 [Publicado en medios de Vocento el martes 18 de octubre] 

   El realismo, pasada la juventud, es una forma de lucidez. Y perder las ilusiones inmaduras una exigencia. El realismo ya no está de moda. Me pregunto, sin embargo, qué entienden por realismo quienes declaran anacrónica la actitud realista si se examina el ilusionismo político dominante. Veo con retraso la película “Las ilusiones perdidas”, ocasión de celebrar el genio de Balzac y la grandeza del cine francés, y constato que hace dos siglos las cosas ya estaban como ahora. Qué ilusión perdida la del tiempo que pasa haciéndonos creer que cambia y se vuelve distinto a lo que es en realidad. A quién beneficiará esta ilusión de progreso, me digo, viendo el estado actual del mundo, tan aciago como anodino.

En tiempos de Balzac, el dinero también lo compraba todo: prestigio, medios, opiniones, aplausos, encuestas. El poder del dinero es corrosivo. Lo tienes o no lo tienes, en el bolsillo o en el banco, a disposición ahora de los caprichos presupuestarios de Sánchez. A base de impuestos y demagogia pretende comprar la reelección. No tiene sentido. Su mandato está tan agotado como su discurso. El sanchismo es una pasión inútil y provocará melancolía en sus partidarios. A falta de otros mecanismos de control, solo cabe encomendarse a la inteligencia de los votantes.

Otra impostura institucional son los amaños mafiosos del Mundial de fútbol. Con Catar, desde hace años, todo es acatar y coger la pasta. Los gobiernos bombardean a los ciudadanos con mensajes de propaganda para acusarlos de no ser nunca lo bastante solidarios con la causa feminista, homosexual o transexual, mientras toleran la impunidad de quienes hacen negocios turbios con regímenes islámicos infames. Hipocresía y cinismo, cursilería buenista y cobardía política, como el silencio oficial ante las airadas protestas de las mujeres iraníes, constituyen la combinación ideológica más nociva del poder occidental, incapaz de preservar sus presuntos valores cuando el signo del dólar o el rial se impone como soborno irresistible.

En este escenario, la sopa de sangre arrojada por dos descerebradas contra los girasoles visionarios de Van Gogh en un museo londinense delata la estupidez de los ricos concienciados. Esta repugnante clase es la especie más peligrosa del planeta. Si no lo evitamos, esos millonarios idiotas y sus seguidores acabarán destruyendo, en nombre de entelequias climáticas o de lo que sea, toda forma de vida inteligente sobre esta bendita tierra. Realismo UHD hasta el fin de los tiempos.