lunes, 23 de mayo de 2022

YIN Y YANG

 

Ya está aquí mi nuevo libro de ensayos: 

YIN Y YANG. El poder de Eros en las literaturas de Oriente y Occidente. 


Extracto del Prefacio: 

El Yin y el Yang, las dos potencias carismáticas del Eros oriental, funcionan en este libro de dos modos complementarios. Por un lado, como metáforas adecuadas a realidades sexuales que sería mucho más espinoso nombrar con categorías occidentales. Y por otro, como encarnación literal de fuerzas libidinales que es productivo conocer en todo su despliegue de posibilidades y recursos. Por ello, este libro se plantea como una empresa ambiciosa que pretende abordar una temática tan antigua como la cultura y tan compleja como la sucesión de períodos históricos y culturas en el contexto de un mundo que no cesa de mutar, como sabían los taoístas chinos, al tiempo que conserva los fundamentos que le impiden disgregarse en motas de polvo y arena.

Es importante comprender que las concepciones antiguas y las obras que responden a ellas con fidelidad artística, desde la cultura occidental o desde la oriental, son abordadas aquí con una mirada contemporánea que quiere eludir esos dos errores intelectuales antagónicos, el anacronismo moderno del juicio y la defensa a ultranza de lo viejo, en materias tan refinadas y esenciales como el sexo y el erotismo. La mirada que afronta el examen de las obras se alimenta de teorías contemporáneas, de ahí su actualidad y pertinencia, pero no violenta sus relaciones forzando exégesis ajenas a sus planteamientos. Mi método de estudio prefiere establecer un contraste recíproco entre los presupuestos de nuestro tiempo, tan cargados a veces de ideología espuria como de verdades necesarias, y las ideas que emanan de las obras nacidas en otras culturas o épocas históricas. Mutuo enriquecimiento e iluminación, es la vía que prefiero y que conduce todas las reflexiones para alcanzar la lucidez sexual que, en definitiva, la literatura aspira a causar en la mente del lector.

El Eros adopta máscaras venéreas a lo largo de la historia con el fin de encubrir su poderío y vigor y también hacerse aún más atractivo para sus súbditos. El Eros es una fuerza tan colosal que ni todas las morales, prohibiciones y policías del mundo pueden frenarla. Lo más que se puede hacer es refinar y controlar su acción, moderar su culto, trabarlo con artificios legales y técnicas milagrosas y rendirle pleitesía con inteligencia y cautela. En esto, la literatura ha sido la forma de presentación y representación preferida, acaso solo igualada por la pintura. De ahí que sea posible a través de la literatura mundial conocer y comprender las diversas interpretaciones del deseo sexual que cada cultura, elaborando respuestas locales a una problemática universal, ha producido como repertorio de estimulación y aderezo de la vida de las parejas, así como garantía de la atracción y el atractivo entre los sexos, más allá de la necesidad de conservar la especie mediante la procreación. El erotismo como juego, como diversión, como estímulo vital, es en la literatura y, en concreto, en la narrativa, donde mejor se ha plasmado. La literatura ha sido la encargada durante siglos de contarlo todo sobre la vida erótica, se ha constituido en el discurso de esa parte de la realidad que no era registrada por ningún otro discurso público, se ha construido así mismo como la lengua de lo escabroso y lo perverso, lo prohibido y lo nefando, lo infame y clandestino, lo no dicho y lo por todos sabido, aunque callado también por todos. Sin la literatura no sabríamos cómo ha sido el diálogo entre los sexos y sus múltiples variaciones culturales y sociales.

El erotismo no es solo la fuerza que comunica los cuerpos y los hace vibrar y arder de deseo y placer, es también una forma de expresión verbal, una manera de transformar la energía sexual en palabras ardientes y discursos contagiosos, un modo de trascender las imposiciones morales de la carnalidad y transformarlas en voz libre y en belleza admirable, en seducción estética y goce libidinal. En el recorrido que incorpora este libro, han jugado un papel fundamental las adquisiciones intelectuales del siglo XX: ya sean las de Georges Bataille, que entendía el erotismo como afirmación de la vida hasta en la muerte y experiencia interior de ese enfrentamiento existencial, y Octavio Paz, que lo veía como conjugación y conjunción de los signos del cuerpo, hasta Michel Foucault, que entendía la historia de la sexualidad occidental como voluntad de conocimiento y control de deseos más que como búsqueda de placeres, y Camille Paglia, que atribuía al erotismo, desde la Grecia clásica hasta la cultura popular coetánea, el conflicto dialéctico entre las máscaras tragicómicas de lo masculino y lo femenino, lo político y lo natural, lo apolíneo y lo dionisíaco, lo racional y lo instintivo. De todos ellos, por razones inexplicables, solo Octavio Paz supo prestar atención inteligente al Eros oriental, una de las grandes manifestaciones culturales sobre las fuerzas del sexo y sus acoplamientos, rituales y técnicas.

Yin y yang, pues... 


[Más información en la web de la Editorial Comares] 

 

miércoles, 18 de mayo de 2022

HISTORIA ENLATADA


 [Publicado ayer en medios de Vocento]

             Los simpatizantes de Putin, a uno y otro lado del espectro cromático, están empezando a pasarlo mal. Después de verlo el lunes pasado babear como un niño durante el desfile de sus juguetes de guerra y soldaditos de plomo en la Plaza Roja, rodeado de sus gerifaltes, dan ganas de vomitar, cambiar de canal e incluso de planeta. Solo los más fanáticos de la tribu alcanzaron el orgasmo contemplando el vetusto ceremonial y el simbolismo medieval del acto.

¿Qué quiere este personaje? ¿Por quién se toma? Si dice la verdad, dato dudoso, y Occidente es culpable de lo que está pasando, la guerra será interminable. Si miente a sabiendas, cosa probable, solo está esperando a que sus homólogos europeos le ofrezcan una salida honorable y no un suicidio honorable, como exigía Camus. Sería injusto tras el daño causado, pero el cinismo político nos ha enseñado lecciones muy perversas en el último siglo. Del pueblo ruso, por desgracia, no cabe esperar nada. Los pueblos tardan tiempo en tomar conciencia de las infamias sufridas. Al terminar la segunda guerra mundial aún era fácil encontrarse entre las ruinas con alemanes ingenuos preguntándose qué habían hecho para merecer tal castigo. A los rusos, este ataque de lucidez funesta les aguarda en el futuro con la guadaña afilada.

El 9 de mayo, en la celebración marcial de la victoria sobre el nazi eterno, se enarbolaron banderas rusas y enseñas soviéticas. Tiene lógica en ese contexto. Putin es el primer dirigente que asumió íntegra la historia de Rusia. No le quedaba otra, desde luego, en un período crítico en que su país estaba deslizándose hacia la irrelevancia global, una potencia de segunda división que no asustaba ni a los vecinos. A Putin le hierve la sangre nacionalista e imperialista al viejo estilo y cada noche, en su majestuoso palacio de azúcar, discute en privado con Alexander Nevsky, Iván el Terrible, Lenin y Stalin sobre cómo pasar como titán a la Historia (con mayúscula hegeliana) y no ser una minúscula nota a pie de página en los manuales escolares. Y luego tiene el privilegio de acostarse en el lecho real con todas las zarinas, desde Catalina la Grande hasta Alexandra Feodorovna, nada celosas, para envidia de Biden y Macron. La libido del tirano, como decía Cabrera Infante de Castro, lo impele hacia el poder absoluto y la posesión de la carne deseada de las masas. La historia es una ciencia chismosa, ya se sabe, y escribe con tinta indeleble los crímenes sangrientos que se cometen en su nombre. 

miércoles, 11 de mayo de 2022

SUEÑOS ANDROIDES


  [Philip K. Dick, Electric Dreams, Minotauro, trad.: Manuel Mata y Eduardo Murillo, 2022, págs. 256] 

Una teleserie es una teleserie y un libro de cuentos es un libro de cuentos. Hasta ahí nada nuevo. Pero cuando la antología de relatos se basa en una teleserie que, por primera vez (y no me olvido de las fallidas Minority Report y El hombre en el castillo), se propone adaptar a ese formato reductor el vasto mundo del escritor Philip K. Dick expresado en sus relatos, es necesario celebrar la iniciativa y sus posibles méritos, a pesar de todo.

Uno de estos méritos consiste en recordarnos algo esencial. Desde que estos relatos fueron escritos, en los años cincuenta, el mundo no ha hecho sino avanzar hasta parecerse a la ciencia ficción. Al menos en la variante cibernética e hiperrealista que Dick representa mejor que nadie. No es tanto que la realidad imite al arte, en este caso, como que la ciencia ha efectuado logros que solo la ficción fue capaz de anticipar. La amalgama de ciencia y ficción, en la realidad, es lo que ha revolucionado las categorías de la ficción en los últimos cincuenta años. De esa matriz tecnológica y cultural surgió el ciberpunk de los ochenta. Y de ahí mismo surge hoy la literatura especulativa y la ficción extraña que tratan de dar sentido artístico a las anomalías del mundo.

Esta antología de título prometedor recoge diez estupendos relatos, uno por episodio de la teleserie, aún no adaptados al cine ni a la televisión. Todos recordamos Desafío total y Minority Report, las memorables adaptaciones cinematográficas, a cargo de Verhoeven y Spielberg, respectivamente, de dos grandes relatos de Dick. La selección se ha hecho en función de dos factores: el interés objetivo del texto, su contemporaneidad temática, y, como no podía ser de otro modo en televisión, que el presupuesto de su adaptación no fuese demasiado elevado. También es interesante la manera en que la colección permite contrastar los relatos con los comentarios de los escritores que los han amoldado a la pequeña pantalla, a menudo con licencias superfluas y escasa literalidad. Esto determina que los relatos elegidos tengan todos más o menos características similares en cuanto al tipo de historias desarrolladas, para evitar escenarios demasiado ambiciosos.

Pero esto también permite al lector reflexionar sobre las diferencias entre la narrativa de corto alcance y la de alto vuelo en autores como Dick que probaron muchas de sus invenciones en el formato breve antes de darles todo su sentido en la narrativa más extensa de la novela. Es algo característico de autores de literatura popular, este fenómeno puede verse también, cambiando de género, en otro escritor seminal como Raymond Chandler. Así que la serie y la antología de relatos proporcionan una imagen renovada de Dick por su misma selección y el modo en que esta ofrece un panorama mental de las ficciones del maestro. Al contemplarse en el espejo televisivo, estas fabulosas historias se han transformado en un reflejo de las limitadas interpretaciones de los guionistas, los prejuicios estéticos de la cultura audiovisual y las imposiciones creativas de la televisión, reacia por naturaleza a las visiones originales, como las que inspira la obra (breve o extensa, importa poco) de Dick. 

Publicados entre 1953 y 1955, en el período inicial de su carrera, mientras escribía también sus novelas primerizas, esta serie de relatos compone un laboratorio de experimentación con invenciones insólitas, ideas imaginativas y técnicas sorprendentes que sus novelas posteriores sabrían explotar con creces. Cuatro de ellos, por cierto, están consideradas por los especialistas en su obra entre los mejores relatos que nunca escribió Dick. Me refiero a “Foster, estás muerto”, “Autofab”, “Humano es” y “El Padre-Cosa”, una parábola que habría hecho las delicias de Lacan si este hubiera comprendido a tiempo que la teoría psicoanalítica, como la ciencia ficción, es la mejor tapadera para exponer ideas demasiado avanzadas a su tiempo o directamente impopulares.

Como muestran las narraciones contenidas en estas electrizantes páginas, Dick es, por simplificar, el Kafka de la segunda mitad del siglo XX: una especie de mistagogo del absurdo finisecular, la simulación tecnológica y los simulacros históricos, el control político y el siniestro futuro de los humanos, la infelicidad y tristeza existencial ligada a la modernidad, así como de la paradójica irrealidad del consumo y los progresos imparables del capitalismo en todos los ámbitos. Los efectos de sus ficciones en la mente del lector son tóxicos. Tras leer estos relatos resulta imposible seguir asumiendo la realidad con la actitud conformista con que los seres humanos domestican sus impulsos e inquietudes, como plantea “El Padre-Cosa”, una escalofriante parábola freudiana sobre la falsificación de la vida, la replicación de los seres y la suplantación de una persona por un sucedáneo obediente. La colonización del presente por el futuro es el tema de dos de los relatos más logrados: “Pieza de colección”, sobre un simulacro del siglo XX recreado en el futuro, y “El abonado”, sobre una ciudad inexistente que acaba devorando por metástasis el tejido urbano de otra ciudad.

Los “sueños eléctricos”, como sugieren los títulos de crédito de la teleserie, son los sueños de los androides en que mutan los espectadores mientras dura la visión en pantalla de sus pesadillas virtuales. Los lectores, en cambio, abandonan esa condición robótica al enfrentarse a la página escrita como símbolo de inteligencia. 

miércoles, 4 de mayo de 2022

PROPAGANDA Y ESPIONAJE


 [Publicado ayer en medios de Vocento] 

            Ya nos cansa la guerra de Ucrania. Cómo se nota. Más de sesenta días de atrocidades y el aburrimiento hace mella en nuestra sensibilidad saturada. La atención informativa decae. Da un poco igual lo que ocurra al final con tal de que acabe pronto y no nos afecte demasiado. Es el sentimiento masivo expresado en imágenes de un cinismo escalofriante. El déficit del interés tras la inflación mediática inicial, tan perjudicial como la económica. La inflación favorece siempre las peores causas. En este caso, Putin gana por goleada. “Afeminado demócrata” o “marica occidental” son los insultos que te dirigen sus descerebrados secuaces en cuanto criticas al macho supremo del Kremlin por imponer su virilidad tóxica sobre Ucrania. Mal andamos de recursos mientras la economía baila al ritmo infalible de las matanzas y las violaciones. Será, como dice Pynchon con ironía, porque el negocio real de la guerra consiste en comprar y vender y la verdadera guerra es el jolgorio de los mercados.

            La inteligencia es un don angelical y está por encima de todas las cosas. Es la verdad, aunque en España cueste entenderla por razones históricas y culturales. Así nos va. Cuando la inteligencia actúa, no se llama espionaje. Se llama información. Se llama investigación. Se llama análisis. La inteligencia no es solo un aparato estatal, sino la facultad crítica de descifrar y conocer cuanto sucede en un mundo compuesto de datos infinitos y ruido inmenso. Es lógico que su ejercicio eficaz moleste a los que les va el ser en no ser descubiertos, como decía Gracián.

El gobierno ha cometido la torpeza de caer en la trampa estratégica de sus socios más dudosos. La conexión catalana del Citizen Lab y la simpatía de ciertas élites americanas por la causa separatista explican la trama del escándalo Pegasus. Pero no los errores groseros del “New Yorker”. Esta revista es famosa por publicar ficción. Pura ficción, mentira literaria con firma de autor, no falacias tendenciosas con ínfulas de realidad. La inteligencia, en suma, cumple con sus fines cuando no considera fiables a quienes conspiraron contra el Estado buscando, además, la complicidad de los servicios secretos de Putin. Y ahora el gobierno. Qué enredo. Es cómico. Espero que la inteligencia sonría al leer esto. La sonrisa de la inteligencia implica la derrota del supervillano global más peligroso. El algoritmo de la necedad nacionalista. En todo lo que está pasando, por desgracia, sobra propaganda y falta inteligencia.