En febrero de 1945, Dresde fue devastada por las
bombas aliadas. Vonnegut estaba allí prisionero, como su personaje Billy
Pilgrim, y tardó muchos años en poder escribir sobre esa experiencia terrible. Según algunos
moralistas, nunca lo hizo, ya que esta novela mítica es y no es, al mismo
tiempo, una novela sobre el bombardeo incendiario de Dresde y los incontables horrores
de la guerra. Matadero cinco es, además, una novela tragicómica sobre la vida
americana de la posguerra (la existencia profesional y familiar de Billy
Pilgrim) y sobre las fantasías pueriles de la cultura americana de masas y la
sociedad de consumo (el planeta Tralfamadore y sus excéntricos habitantes). Es
una novela, en definitiva, sobre lo que significó para los americanos
proclamarse campeones del mundo después de 1945, con todo el ridículo y el
absurdo metafísico que eso conlleva también.
Las reglas del juego novelesco están diseñadas desde
el principio, a caballo entre la ficción y la metaficción, la fabulación pura y
el regodeo pleno de la escritura. El capítulo 1 sirve de exordio autobiográfico
para explicar la dificultad y hasta la imposibilidad del proyecto de escribir
una novela como esta y el capítulo 10 funciona como epílogo para contextualizar
el final de la aventura artística de escribirla en una América violenta donde
Robert Kennedy y Martin Luther King acaban de ser asesinados y la relación de
muertos en Vietnam es el menú diario de los periódicos, las radios y las
televisiones.
En medio, están los ocho capítulos que cuentan la peregrina
historia de Billy Pilgrim: un hombre insignificante que participó sin pena ni
gloria en la segunda guerra mundial y asistió como testigo involuntario a la
destrucción de Dresde, como la llamaría Sebald, quien también escribió sobre
esta masacre (Sobre la historia natural
de la destrucción; 1999), y luego disfrutó de una vida confortable,
burguesa y perfectamente convencional en su ciudad natal (Ilium, Nueva York).
En el capítulo 5, por cierto, en un episodio grotesco relacionado con la
letrina de un campo de concentración nazi, aparece Vonnegut confesando que está
vaciándose las tripas a fondo y excretando hasta el cerebro. Un guiño irónico
al lector y un grito desesperado del autor sumido en el pozo insondable de la
experiencia de escribir esta novela imposible.
La otra dimensión de la novela, que asimila sus técnicas y temas a la ciencia-ficción, aunque sea como metáfora, a la manera desenfadada de Kilgore Trout, es la abducción de Pilgrim al planeta Tralfamadore y su reclusión en un zoo espectacular, construido como una cúpula geodésica, en compañía de la despampanante estrella porno Montana Wildhack (en la curiosa adaptación cinematográfica la exuberante Valerie Perrine le daba cuerpo y alma de mujer terrícola) para instrucción y regocijo de los traviesos tralfamadorianos (tan indiferentes al destino humano como los marcianos de Mars Attacks!, la magnífica película de Tim Burton, una farsa americana que comparte espíritu paródico con Matadero cinco).
Esta ingeniosa fantasía introduce en el estrambótico relato de las desventuras de Pilgrim una ironía cósmica respecto a la tragedia y una idea extraterrestre del espacio-tiempo. Explotando al límite las posibilidades de esa licencia narrativa, Vonnegut logra conjurar la exigencia moral de dar cuenta exhaustiva del horror vivido. Por todo ello, Matadero cinco, cincuenta y dos años después de su publicación original, aún constituye un paradigma extraordinario del poder de la literatura para evocar el mal sin intoxicarse con el veneno de la realidad.
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