miércoles, 23 de febrero de 2022

DERMOCRACIA


 [Publicado ayer en medios de Vocento] 

Lo más profundo es la piel, como dijo el poeta y piensan los dermatólogos, y la democracia lo más superficial. La democracia es el sistema político idóneo para mantener controlados a los ciudadanos porque es el único que les hace creerse libres. Mientras la gente se sienta libre se la puede vigilar sin problemas. Ahora que el pasaporte covid se transforma en papel mojado es bueno recordar esta paradoja.

La epidermis de la democracia envejece y el sentimiento democrático se agrieta. Ya no sirven la cosmética ni las cremas tonificantes. Los partidos políticos están corrompidos por sus propios intereses. Este vicio innato del sistema representa, con todo, las migajas del festín. Las pantallas financieras, tan importantes, son la punta del iceberg del gran negocio global. Con su ineptitud reiterada, los políticos se retratan como títeres del poder económico. La alianza entre capitalismo y democracia es el fascismo de hoy, dice la activista demócrata Marianne Williamson. La plutocracia, el gobierno del dinero para el dinero, es el cáncer democrático más letal. La hegemonía de la minoría rica sobre la mayoría social. Una clase media en vías de extinción y una élite en expansión más allá del planeta.

En tal contexto, es lógico preguntarse si la confusión de valores no estaría beneficiando a las peores facciones ideológicas. El convoy de los camioneros canadienses es un caso folclórico, digno de una película de Peckinpah. Pero el efecto Vox, tan nocivo como el efecto Fox, es otro trampantojo, más de lo mismo, la casta de la pasta engatusando al pueblo descontento con soflamas demagógicas.

No sé si es una obra maestra, o un libelo reaccionario, como aseveran algunos, pero la nueva novela de Houellebecq (anéantir) contiene un diagnóstico demoledor sobre la mala salud de las democracias occidentales (no hay muchas más) y una cartografía anímica del estado depresivo de las sociedades hipermodernas, antes de su aniquilación. El protagonista, Paul Raison, es un alto funcionario francés del ministerio de Economía a quien disgusta vivir en un mundo de apariencia hedonista y normatividad casi fascista. Este tecnócrata de alma muerta le permite al autor denunciar la distorsión “maléfica” entre las intenciones de los políticos y las consecuencias reales de sus actos. El sistema está dejando de funcionar, pero no existe alternativa. La democracia cambia de piel y ya pronto no sabremos cómo llamarla. De lo que no se puede hablar, como dijo el filósofo, más vale callar. 

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