miércoles, 23 de noviembre de 2022

(IN)MUNDO BARROCO


  [Norbert Bilbeny, Moral barroca, Anagrama, 2022, págs. 263]

     El barroco lleva de moda mucho tiempo. En los años ochenta ya los especialistas, como Calabrese, Buci-Glucksmann o Scarpetta, hablaban de que nuestro tiempo admitía una caracterización, estética y cultural, barroca o neobarroca. Pasaron las últimas décadas del siglo XX y dejó de hablarse del tema para imponer en los discursos otros conceptos culturalmente más avanzados como posmodernidad, debido al teórico Jameson, e incluso hipermodernidad, debido al sociólogo Lipovetsky. En muchos casos, el conocimiento del período histórico barroco había conducido a una reflexión sobre el presente enfatizando dos aspectos particulares: el dominio del espectáculo como dimensión preferente de la experiencia contemporánea y la experiencia del vacío como revelación esencial.

Con gran acierto, Bilbeny afronta en este ensayo, informado e inteligente, los paralelos posibles entre la época barroca y el presente neobarroco con objeto de definir con claridad lo que el título señala como propósito: una moral que corresponda a los tiempos en que vivimos, un modo de conducta que no entre en contradicción excesiva con sus exigencias y desafíos vitales. No se trata de rechazar el mundo, o darle la espalda con suficiencia, sino de aprender a moverse por él con agudeza y elegancia. La razón del poder de atracción del barroco para las mentes más despiertas la cifra Bilbeny en la siguiente idea: “es difícil sustraerse al atractivo de una visión de la realidad que refleja la total complejidad de esta, como hace el Barroco con relación a la naturaleza y la cultura, a la vida y al espíritu”.

En un primer movimiento, Bilbeny trata de enfocar el tiempo barroco ahondando en nódulos de pensamiento, creación y cultura que le permitan delimitar un paradigma que pueda luego trasladarse al tiempo presente como modelo de análisis eficaz. En esta fase de su ensayo, Bilbeny aborda con penetración figuras de la literatura española como Quevedo, Gracián y Calderón, pero también pensadores de trascendencia internacional como Descartes, Spinoza y Leibniz. Las metáforas dominantes son el mundo como un gigantesco teatro en que las máscaras humanas han de actuar conforme a una moral cortesana que les abra las puertas del éxito y la fama y la vida como sueño del que conviene despertar para comprender las verdades morales que fortalecen el espíritu. Frente a otras modalidades de lo barroco, el paradigma hispánico se concibe como sumisión final de las criaturas a los mandamientos y autoridad de Dios. En Descartes y Spinoza, sin embargo, se vería la tentativa de generar una idea de la subjetividad lúcida, tan despegada de los mitos primigenios como de las ataduras teológicas o las ortodoxias imperiales.

La moral del barroco español es una “moral de extremos”. Y de contradicciones flagrantes, añadiría. Y es en esto donde conecta con el ensimismamiento tecnológico de nuestra época, soledad individual y conexión mediada con el exterior propias de la nueva edad barroca que Bilbeny disecciona en la segunda parte del libro con planteamientos menos categóricos. La tesis de partida se refiere a la coincidencia en la preferencia por las apariencias más que por la realidad de ambos períodos. Espejismos, ilusiones, fantasmas, fantasías, productos de la mente que en el barroco producían el “Quijote” o “Las Meninas” y que hoy se desparraman como diluvio de imágenes en múltiples pantallas y se expanden por internet como virus de la información.

Tan lejos del pesimismo como del optimismo, este ensayo de Bilbeny trata de proporcionar luz sobre la moral adecuada a nuestro tiempo neobarroco. Una moral subjetiva, como la poesía de Lope de Vega que cierra el libro, fundada en la inteligencia y la sensibilidad para gestionar las antinomias del mundo contemporáneo sin desfallecer. 

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