miércoles, 21 de agosto de 2019

PSICODRAMAS MORBOSOS



[A. M. Homes, Días temibles, Anagrama, trad.: Andrés Barba, 2019, 304 págs.]

Esta es la mejor definición de la ficción que A. M. Homes desarrolla en los mejores relatos de este libro: aquellos en que el artificio narrativo fabricado como una red para atrapar las partículas y corpúsculos flotantes de las vidas y el entorno de sus personajes funciona como una antena receptora de señales de este mundo y también de otros, inferiores o superiores. La vida americana contemporánea, objeto de deseo preferido de la escritura lacerante de Homes, participa también de esa doble condición de delirante drama de psiques malsanas.
Es su primera colección de relatos desde 2002 (exactamente desde esa excelente colección titulada Cosas que debes saber[*]) y su escritura se ha desenfrenado, como si Homes hubiera decidido pisar a fondo el acelerador de su inventiva máquina de crear ficciones, multiplicando registros, técnicas y motivos y generando un envidiable muestrario de modos narrativos. Los relatos menos convincentes, sin embargo, incurren en lo que llamaríamos los tics enfermizos del realismo mágico: hipérboles efectistas, abuso metafórico, lirismo blando, hechos inverosímiles, toques maravillosos, etc. Sirenas transatlánticas y amantes araña, nupcias mitológicas, leyendas dudosas o levitaciones femeninas, son recursos inútiles y soluciones fáciles en una escritora superdotada como Homes que ha redefinido con su práctica el concepto de realismo. Cuando Homes abre de par en par las compuertas de su talento, los logros son incomparables. Así lo demuestra el relato “Días temibles”, donde se cuenta con ironía refinada el encuentro amoroso en un congreso sobre genocidios de un aguerrido cronista de guerra y una delicada novelista lesbiana.
El primer relato (“Hermano dominical”) es otra maravilla al estilo del gran Cheever: un grupo de veraneantes de alta clase profesional que consumen el tiempo en la playa coleccionando gestos mezquinos, trifulcas familiares y miseria moral. También es interesante “La última vez que lo pasó bien”, sobre el extranjero en crisis existencial que recupera el espíritu de su infancia y el sentido de la vida regresando a Disneylandia y viviendo una experiencia adulta con una empleada del parque que le hace madurar. Pero Homes no olvida su vena satírica y política. El magistral “Un premio para cada jugador” es una alegoría grotesca sobre la América consumista protagonizada por una familia digna de los Simpson que compite como un equipo en un concurso en un hipermercado y acaba encontrando un bebé huérfano y viendo cómo el patriarca, con su discurso populista, es elegido candidato presidencial.
El espléndido díptico californiano compuesto por “Hola a todos” y “Ella se escapó” es uno de los retratos más descarnados y vívidos que se pueda hacer hoy de la realidad americana del siglo XXI, con el trampantojo y los espejismos de Trump para distorsionar aún más sus impresiones. Este dúo narrativo se inspira en la visualidad del pintor Eric Fischl y sus aciertos son deslumbrantes: piscinas luminosas, escenario desértico, cuerpos modelados por la anorexia, la bulimia o la cirugía plástica, abulia adolescente, apatía adulta, existencias suburbiales sin otro designio que agotar hasta el límite las ventajas de sus privilegios económicos, sociales y culturales. La terrible escena final del segundo relato, no por casualidad la última del libro, cuando la protagonista Cheryl queda sola en su lujosa mansión al cuidado de los padres comatosos, una vez que su hermana modelo ha muerto de inanición, y se va la electricidad, extinguiendo la fuente de energía que los mantiene vivos, es una imagen escalofriante de la decadencia total y el apocalipsis de una cultura y un país.
La literatura de Homes habla de lo que duele, sea el sexo, la vejez, el fracaso o la estupidez, pero lo hace de tal modo que nos devuelve la creencia en el ser humano, sea esto lo que sea (o se entienda hoy como se entienda).  




[*] Sobre Cosas que debes saber (Anagrama, 2005) escribí esto en el momento de su aparición:
Como dice la novelista inglesa Zadie Smith, la prosa narrativa de A. M. Homes tiene dientes. Dientes y también garras, añado, y no sólo porque en uno de los más desconcertantes relatos (“Afuera el tiempo es brillante y soleado”) de esta desconcertante y deslumbrante colección de relatos la chica protagonista se metamorfosee en un coyote y en un mapache y en un pato y después en un cisne para acabar intimando con la protagonista de otro relato (“En una colchoneta, flotando en el agua”) que se pasa la vida metida en la piscina de su casa huyendo de las peleas diarias de sus padres. Como las metamorfosis animales de esta chica en la que la autora se retrata metafóricamente, el estilo de Homes araña y rasga, o bien acaricia y lame como una lengua; su tacto es a menudo plumoso y cálido, como una almohada, y otras áspero y feroz como una alimaña herida. La suya es una prosa capilar e hiperestésica que permanece abierta a todas las influencias sensibles, sabe dialogar con todas las formas existentes y es capaz de percibir y registrar los movimientos moleculares de la vida y el entorno de sus personajes.
En este sentido, no exagera tampoco Zadie Smith cuando sitúa a Homes “entre los mejores autores de relatos que han producido los Estados Unidos en los últimos treinta años”. Brillante discípula de Grace Paley y Angela Carter, dos escritoras que demostraron cómo la escritura femenina podía hablar de muchas más cosas que de la ternura, la maternidad o los visillos, Homes es autora de cuatro novelas y, con éste, de dos libros de relatos. El anterior, “La seguridad de los objetos”, una espléndida prefiguración del mundo y el estilo de “Cosas”, sigue inédito en español, excepto su pieza más célebre, el perverso cuento de muñecas Barbie y niños polimorfos “Una verdadera muñeca”.
La infancia freudiana reaparece en “Los niños prodigio”, otra visión a contracorriente de ese período mitificado por la cultura del consumo y la infantilización general. Este relato perturbador parece una respuesta desafiante a los hipócritas puritanos que se escandalizaron con su “lolítica” novela “El fin de Alicia”, la acusaron de “pedófila” y reclamaron su prohibición: aquí son los niños quienes se entregan, sin la asistencia de adultos corruptores, a rituales sexuales aberrantes y transgresores. En “Georgica”, por el contrario, el nombre de la niña por nacer preside la historia de una mujer obsesiva que busca quedarse embarazada a toda costa recurriendo a los preservativos desechados en la playa por las parejas furtivas que la frecuentan. A pesar de la aparente sordidez del planteamiento, el relato es de una estremecedora belleza. “Cosas que debes saber”, la fábula que da título al libro, encierra también su designio: la inexistencia de un código moral o un manual ético con el que comprender, mucho menos juzgar, las anómalas conductas y actitudes de sus personajes.
Además de la infancia y sus aledaños, como sucedía en su novela “Música para corazones incendiados”, la experiencia conyugal es otro de los motivos preferidos por Homes para experimentar en el laboratorio narrativo y estudiar comportamientos excéntricos: ya se trate de la perplejidad del marido de una mujer china que no quiere serlo (“La lección china”); de la ambigua comprensión de una mujer cuyo marido es un suicida vocacional (“Mantengan la calma, por favor”); o de la pesadilla marital del hombre cuya mujer está muriendo de cáncer (“No molesten”).
Pero donde sobresale la inteligencia y malicia narrativa de Homes es en el más ambicioso y logrado de todos los relatos, “La ex primera dama y el héroe del fútbol americano”. Una desternillante parodia política y una evocación corrosiva de los años tardíos del matrimonio Reagan: con Ronald, el presidente más peliculero y mediático de la historia americana, derrotado por el Alzheimer, y Nancy, esposa abnegada y fiel hasta el final a la imagen política de marca del matrimonio republicano, como pareja estelar de esta senil comedia televisiva de situaciones delirantes. En este relato antológico, a la prosa de Holmes le brotan espinas, le crecen colmillos. Eso sí, colmillos envueltos en fundas de terciopelo. 

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