[Publicado hoy en medios de Vocento]
Es fácil
escribir poesía sobre la muerte de un niño. Es fácil escribir poesía sobre la
muerte de un niño enterrado en el vientre de una montaña milenaria. Es tan
fácil que no lo haré. La única poesía que me interesa es la épica de los
mineros, los bomberos y los ingenieros. Más difícil es encontrar la verdad de
lo sucedido. La triste verdad de esa muerte. Esa muerte terrible, sea cual sea
su causa. El sentido de esa muerte, en cambio, se me escapa. Es imposible darle
sentido a lo que no lo tiene desde el nacimiento. Habría que empezar a pensar
en serio en el sentido que tiene traer hijos a este mundo. En momentos graves,
hay que ser honestos y dejar de jugar con las esperanzas e ilusiones de la
gente.
No se trata de ser insensible o inhumano. Se trata de no caer en la
trampa de las emociones más rancias. Muchos hablan de populismo y se llenan la
boca denigrándolo cuando se asocia a movimientos políticos. Esos mismos, en
cuanto pueden, se entregan sin prejuicios al populismo más demagógico. Ganarse
la simpatía del pueblo con mentiras, buenas palabras y falsos sentimientos.
Este populismo cursi no consiste en movilizar a la masa para que reclame
justicia o derechos, sino en halagar sus bajos instintos y las aspiraciones
menos exigentes de la naturaleza humana. Un niño es un niño. Y con los niños no
se juega, desde luego. El dolor por la muerte de Julen deberíamos extenderlo a
todos los niños y niñas que mueren a diario en este planeta maldito donde la
vida, desde sus orígenes, es demasiado cruel.
Lo que se
ha vivido durante estos trece días de rescate no es un gran carnaval, como
dicen algunos, evocando sin razón la negra sátira de Billy Wilder, sino un
melodrama popular. El pueblo tiene el monopolio de la desgracia, decía Simone
Weil. El conocimiento carnal de la desdicha. Por eso el melodrama es el género más
popular. Pero este melodrama real no debería encubrir las vergüenzas culturales
de una sociedad no tan avanzada como se pretende. Una sociedad lastrada por
siglos de analfabetismo e ignorancia. El pobre Julen no ha muerto por accidente
atrapado en el útero de una montaña que alguna vez yació bajo el mar. Julen ha
muerto víctima de los que no saben estar a la altura de sus responsabilidades. Este
es el melodrama desolador de su vida y de su muerte. Hoy que tantos padres
dimiten de educar a sus hijos y delegan esa tarea fundamental en un sistema
educativo deficiente es oportuno recordar que la educación y la cultura
fortalecen nuestra posición como seres humanos en el mundo. Es la lección a
extraer de la trágica muerte de Julen para los niños del futuro. Lo demás es
poesía barata. Descanse en paz.
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