viernes, 10 de agosto de 2018

DISPOSITIVO NEGATIVO



[Giorgio Agamben, ¿Qué es un dispositivo?, Anagrama, trad.: Mercedes Ruvituso, págs. 67]

Por ello la derecha y la izquierda que hoy se alternan en la gestión del poder tienen muy poco que ver con el contexto político del que provienen los términos y designan simplemente los dos polos -aquel que apunta sin escrúpulos a la desubjetivación y aquel que en cambio querría encubrirla con la máscara hipócrita del buen ciudadano democrático- de la misma máquina gubernamental.

-G. Agamben-

Uno puede leer solo a Baudrillard, Žižek y Jameson para entender la deriva terminal del mundo globalizado. Pero nadie puede entender nada en los cambios políticos de las últimas décadas y su conexión con la totalidad de la historia y la cultura occidentales si no ha leído a Giorgio Agamben, el pensador italiano que ha opuesto una potencia intelectual insospechada al “pensamiento débil” de moda en decenios anteriores.
Agamben es, en efecto, “el filósofo más importante, leído y respetado de la Europa actual”, y, sobre todo, un continuador crítico de Walter Benjamin y Martin Heidegger (con lo que este acoplamiento de adversarios ideológicos supone de estimulante) tanto como de Michel Foucault y Guy Debord, entre otros, por lo que la impronta de su pensamiento podría caracterizarse apresuradamente como el perfecto relevo del postestructuralismo francés y la escuela de Francfort, al mismo tiempo, una alternativa geopolítica imprescindible al pensamiento anglosajón de Richard Rorty y otros.
Sin embargo, Agamben es un pensador exigente e intempestivo, de ideas o argumentos de imposible aceptación en un contexto comunicativo dominado por lo que denomina el “pensamiento espectacular”, esa amalgama tóxica de tópicos sesgados y eslóganes ramplones con la que los poderes mediáticos polucionan la conciencia colectiva de las democracias occidentales. En Agamben hallará el lector, por el contrario, una inteligencia que persigue la esperanza en la desesperación del presente, la lucidez en la oscuridad del pasado y la promesa del futuro en el compromiso con una comunidad imposible.
De entre todos sus libros, tratándose de un pensador de una coherencia asombrosa a pesar de la multiplicidad de campos en los que ejerce su sabiduría y penetración intelectiva, destacaría Estancias, La comunidad que viene y, muy especialmente, la ingente tetralogía Homo Sacer, el tratado filosófico que ha revolucionado el pensamiento político contemporáneo al analizar el funcionamiento del poder y la organización social a partir de paradigmas extremos como el “campo de concentración” o el “estado de excepción”. La categoría más recurrente de Agamben, tomada de Foucault, la constituye la “biopolítica”, esto es, la lucha de la vida y las formas de la vida contra el poder que trata de someterlas a sus fines por medios a menudo ilegítimos: “la historia de los hombres no es acaso otra cosa que el incesante cuerpo a cuerpo con los dispositivos que ellos mismos han producido –con el lenguaje en primer lugar”.
En este libro se reúnen tres textos de Agamben sobre cuestiones tan decisivas como la importancia de los dispositivos en la definición histórica de lo humano, los equívocos de la amistad masculina como fundamento filosófico o la genealogía teológica de la economía. Esto se da en un primer nivel, ya que el discurso de Agamben adopta también la estructura de un dispositivo complejo y procede a registrar brillantes instantáneas de su ideario mientras las conecta en un montaje elíptico e intangible que, en el fondo, ofrece un despliegue integral de su pensamiento.
En resumen: la idea del dispositivo que produce sujetos que pugnan por ser contra los límites definidos por el mismo dispositivo (tecnológico, legal o cultural) que les da origen le permite abrir la vía por donde se llega a la sustitución ilegítima de la política como práctica redentora de la realidad degradada por una política mediática de consenso (dominante en las democracias actuales) y la conversión de la gestión económica en infernal por su deseo de control infinito de la actividad humana. Agamben finaliza su alegato asumiendo el impostado papel de profeta laico con la predicción catastrófica de una ruina institucional inminente y globalizada.

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