Después de más de veinte años de lectura continuada
de Žižek, y ante la publicación de este nuevo libro, es hora quizá de hacer
balance. La reincidencia significa que Žižek es un pensador fundamental de
nuestro tiempo. En el doble sentido de la expresión: alguien que dedica su
inteligencia analítica a comentar con agudeza los entresijos y paradojas del
presente y que alcanza, por esto mismo, un privilegiado modo de visión sobre el
estado crítico de las cosas. En sus diversos escritos siempre encontraremos la
apelación a Hegel o Lacan como maestros de la descodificación de las
mentalidades y tendencias humanas más arraigadas, así como el repertorio
fílmico y literario para completar el examen riguroso con excursiones por el
imaginario popular o elitista.
Por si no fuera bastante con incentivar el debate
colectivo con ideas originales, Žižek se constituye en modelo intelectual para
cualquiera que no se arredre ante la complejidad del mundo contemporáneo: un
mundo que describe sin tapujos como determinado en todas sus dimensiones por la
implantación global del capitalismo tecno-financiero y la emergencia local de
espejismos ideológicos y religiosos, más o menos fanatizados, que pretenden
ocultar la cruda realidad a sus seguidores. El conflicto entre promiscuidad
capitalista y fundamentalismo creyente es, por ello, una de las nocivas falacias
contra las que Žižek suele embestir con violencia retórica.
En esta encrucijada poshumana de la historia, este
nuevo libro de título metafórico y postulados teóricos de altos vuelos vuelve a
combinar múltiples registros que oscilan entre la filosofía clásica, el
periodismo, la politología heterodoxa, el psicoanálisis, la teoría
revolucionaria y la exégesis cinéfila antiacadémica (“Blade Runner 2049”, “La
La Land”, “Black Panther”) en una prodigiosa amalgama definitivamente sellada
por el toque Žižek. En este contexto, no es de extrañar que el cineasta
berlinés Ernst Lubitsch, que ya había inspirado un libro anterior (Problemas en el paraíso), regrese a lo grande para completar el perfil de la figura
artística que este ensayo pretende poner en pie como contrapunto a las figuras políticas
del revolucionario, el comisario, el dictador o el filósofo. En una de sus audaces
propuestas, Žižek se atreve a proclamar que el toque Lubitsch es lo que podría
salvar a la izquierda en unas circunstancias tan adversas como las actuales.
Desde la introducción, Žižek plantea la necesidad
de reconfigurar la práctica de pensamiento dominante y transfigurarla en esa
extraña e insidiosa actividad que encarna el mal, entendiendo por tal, como él
mismo aclara, “la alteración del modo de vida establecido”. Una teoría y una
praxis, por tanto, que se propongan revolucionar de arriba abajo, desde los más
poderosos a los parias, los principios, los valores y las costumbres de vida,
así como los hábitos de pensamiento, de unas sociedades divididas entre el opio
del populismo de derechas, el nihilismo hedonista del consumo y la corrección
política de la izquierda.
Restituir la peligrosidad al pensamiento, motivo esencial
de esta intervención de Žižek, es un modo de liberar a los ciudadanos de las
sociedades multiculturales del presente de su condición de anestesiados por los
medios mayoritarios, las adicciones narcóticas y los discursos cómplices del
bienestar socialdemócrata o el malestar neoliberal. El problema insuperable es
que el propio sistema capitalista emplea la “revolución” de sus estructuras,
tecnologías, mercancías y relaciones como instrumento para mantener
desorientada a la población, desposeída de un conocimiento adecuado del mundo donde
vive.
Este espléndido ensayo, publicado originalmente en
2018, ganaría interés si Žižek le hubiera añadido un epílogo escrito después de
estallar la pandemia. Muchas de sus reflexiones adquirirían matices
insospechados.
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