[Slavoj
Žižek, Pandemia, Anagrama, trad.:
Damià Alou, 2020, págs. 148]
Žižek es enternecedor. Uno se lo imagina, tras
leer este libro, encerrado en su apartamento, escribiendo como loco y leyendo
para informarse sin parar, retrasando al límite el momento de irse a dormir por
miedo a las pesadillas, pensando sobre el destino del mundo atacado por la
pandemia, y temiendo seriamente por su vida en un contexto de contagio y muerte
masiva, mientras sus propios hijos eluden cualquier contacto con él por temor a
infectarlo. Es lo que Žižek mismo llamaría un destino ejemplar. El de alguien
que aprovecha la oportunidad del confinamiento para ejercer sin trabas sus
facultades de raciocinio y la libertad de pensamiento, como recomendaba Kant,
para no sucumbir al colapso mental que lo amenaza como a todos.
Žižek tiene casi setenta años. Esta edad de
riesgo le permite completar su perspectiva sobre lo que ha pasado y va a seguir
pasando con un toque emotivo que no debilita el rigor de su pensamiento sino
que lo hace más veraz y convincente. He aquí a un hombre, un pensador, un
filósofo de renombre internacional, que podría ser una víctima más de la masacre
en curso del coronavirus y que, sin embargo, aprovecha su tiempo para aportar
la luz de la inteligencia a un tema tan oscuro y complejo. Ya solo por esto,
este libro, que recoge todos los artículos publicados por él durante lo más
duro del confinamiento en diversos medios internacionales, sería de lectura
obligatoria.
Žižek, además de este testimonio personal, logra
ofrecer un agudo análisis del mundo contemporáneo destinado a todos los que no
quieren conformarse con la versión oficial de gobiernos e instituciones médicas
o científicas, plagada de mentiras y manipulación. Estas instancias se han
ganado el descrédito a causa de una expansión vírica que no supieron prever ni
combatir adecuadamente. La impotencia del poder, como dice Žižek, “ahora se
pone en evidencia”.
Žižek analiza la pandemia desde múltiples
perspectivas, con un énfasis en planteamientos políticos y filosóficos que
normalmente quedan excluidos del debate público, por instrucciones gubernamentales
o decisiones de los propios medios de comunicación mayoritarios, porque se
consideran inoportunos, impertinentes, provocativos o de interés minoritario.
El pensamiento de Žižek, ajeno a estas consideraciones profilácticas, no se
arredra ante ninguna tesis especulativa, por peligrosa o disparatada que le
parezca, como el de Agamben.
Y solo así, sin restringir el alcance de sus conclusiones, se vuelve
imprescindible para comprender las verdaderas dimensiones del mundo en que ya vivíamos
y, sin embargo, no habíamos sabido comprender en toda su magnitud.
Žižek consigue que estas reflexiones producidas
al filo de los acontecimientos constituyan un paso significativo en la
dirección de esa “revolución filosófica” que él propugna como necesaria para el
mundo revelado tras esta crisis gigantesca del sistema. Una crisis que afecta a
todos los niveles de la experiencia humana, desde el más básico de la supervivencia
y el contacto íntimo a los más sofisticados como la tecnología de control y la
gestión de la información. El siglo XX acabó el 11 de septiembre de 2001 y todo
el mundo ha descubierto con esta pandemia de qué va en realidad el siglo XXI. Ya
no merece la pena seguir engañándose. Este desastre ha producido cambios drásticos
que hasta ahora parecían imposibles, como dice Žižek: “las coordenadas básicas
de nuestra vida normal están desapareciendo”.
Žižek se atreve incluso a formular
planteamientos radicales como el imperativo de la solidaridad comunitaria o la
existencia de una conspiración de los agentes del capitalismo para hacerse con
la gobernanza de un sistema democrático que se había vuelto ingobernable para
sus intereses. Más allá de acuerdos o desacuerdos con sus razonamientos, este es
un libro que invita a pensar sin cortapisas, pese a que deja la cuestión esencial
abierta, sobre un mundo globalizado que prosigue su carrera irrefrenable hacia un
futuro cada vez más incierto y desafiante.
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