[Slavoj Žižek, Acontecimiento, Sexto Piso, trad.:
Raquel Vicedo, 2014, págs. 181]
Una teleserie como Hannibal le ha puesto el listón muy alto a un pensador lacaniano como
Slavoj
Žižek. Este tiene que demostrar que el psicoanálisis no es, como sostienen
sus adversarios, el discurso del yo superior que censura la pequeñez de las
conductas y pasiones humanas, o que escucha sus quejas con indiferencia
profesional mientras se embolsa cantidades abusivas de dinero como puro
equivalente del dolor y la culpa del sujeto psicoanalizado.
Es más, el fin de Žižek en este espléndido libro,
como en otros anteriores, consiste en reconciliar los postulados filosóficos de
la tradición occidental (por resumir: Platón, Descartes y Hegel) con los
planteamientos profundos de sus maestros psicoanalistas (por simplificar: Freud y Lacan)
para ofrecer una visión de lo humano tan íntegra como compleja a fin de
neutralizar el impacto devastador de la neurociencia, la biotecnología, el
budismo naturalizado y demás sucedáneos
religiosos o intelectuales que pretenden imponer una interpretación de lo
humano afín a las necesidades del capitalismo neoliberal.
Por mucho que el yo, como defienden los
cognitivistas y los budistas, sea una ilusión o una ficción figurativa, esa
ficción no deja de tener efectos concretos sobre la realidad. Efectos positivos
sobre el cerebro individual, permitiéndole procesar los datos procedentes de la
realidad, y efectos sobre esta misma, ya que el cerebro establece una relación con ella
que solo puede estar mediada por símbolos eficaces e ideas activas. De ahí la
relevancia que Žižek le atribuye al arte y a la cultura junto a la filosofía:
el arte es el poder de atrapar con símbolos o imágenes la idea que hay detrás
de la realidad sin renunciar a esta, es decir, sin sumirlo todo en la
abstracción estéril de la teoría.
La gran paradoja de la vida humana es que el
acceso directo a lo real de la experiencia es imposible sin el cortocircuito de
las ficciones que nos constituyen. En este sentido, cualquier tentativa de
abolición de estas ficciones en nombre de la autenticidad o la pureza, como
siempre han pretendido los fanáticos religiosos y los comisarios políticos,
solo puede conducir a la catástrofe y la destrucción.
Por esta razón el concepto de revolución
sostenido por Žižek es de suma actualidad y agudeza. No la tabla rasa sino la
redefinición del marco de vida, no el grado cero de los sujetos o los modos de
vida sino la modificación sustancial del marco de comprensión de la vida y los
acontecimientos de la misma. De ahí que cualquier revolución pretérita nos parezca
equivocada, un error categórico, ya que solo mediante la violencia de la toma
del poder no se pueden alcanzar fines decisivos como el cese de la injusticia, las
miserias sociales o las diferencias y desigualdades subjetivas. La revolución
será filosófica o no será, parecería sugerir Žižek.
Con estrategia pedagógica, Žižek plantea al
lector un sugestivo viaje en metro con paradas y transbordos en la historia de
la filosofía, la literatura, el cine, la ópera, etc., con el fin de declinar la
idea del Acontecimiento en todas sus dimensiones. Las conclusiones son, en gran
parte, pesimistas.
El capitalismo se presenta como el no Acontecimiento por
excelencia, es decir, el Acontecimiento negativo cuyo único fin es bloquear la
emergencia de otros Acontecimientos que puedan poner en cuestión su orden
inamovible (“en una sociedad civil estructurada por el mercado, la abstracción
gobierna más que nunca en la historia de la humanidad”).
Al final del viaje, Žižek ha envejecido, como la
Zazie de Raymond Queneau, y tampoco puede escatimar críticas incisivas hacia la
división inoperante de la
izquierda que debía propiciar el Acontecimiento capaz de invertir el designio
de la situación actual.
En suma, empoderar al sujeto contemporáneo
reforzando su capacidad de pensar y actuar es uno de los propósitos más valiosos
de su tonificante discurso. Pero me quedo, sobre todo, con su definición
filosófica del Acontecimiento, válida también para la creación artística: “una
intrusión traumática de algo Nuevo que sigue siendo inaceptable para la
perspectiva predominante”.
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