martes, 9 de julio de 2019

EL FIN DEL MUNDO DEL FIN



[Peter George, Dr. Strangelove. La Fuga ediciones, trad.: Manuel Manzano, 2019, págs. 234]

Es lógico que una guerra de disuasión como la Guerra Fría acabara generando una guerra de ficción. Una guerra simulada o un simulacro bélico. Era lógico que el escenario amañado de la guerra entre la URSS y los USA se consumara en una pantalla de cine, en las imágenes de una película repleta de humor negro, sátira feroz y diálogos desternillantes. Hablo de la famosa ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú, en la más bien ridícula o grotesca traducción española. Su título original era mucho más sugestivo y enigmático, como el de esta novela: Dr. Strangelove, o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba.
Es muy acertado publicar este libro en español ahora que se cumplen 20 años de la muerte de Kubrick. El cineasta americano, además de un creador extraordinario, siempre mantuvo una sensibilidad exacerbada a los problemas de su tiempo y era capaz de encontrar obras pertinentes como la novela de George en que se inspiró para escribir el guion, recurriendo al propio George y a la colaboración creativa de Terry Southern, uno de los ingenios más corrosivos de esa perversión cómica que es el humor negro. [Años más tarde, Southern escribió una novela estupenda (Una peli porno; 1970) para reírse de su amigo Kubrick (o para complacerlo, nunca se sabe con el irónico maestro) y sus peculiares relaciones con la pornografía (o con el sexo y las chicas), como se prefiera.]
El humor negro, que tuvo su momento estelar durante la contracultura de los sesenta y setenta, se burla de lo terrible y hasta lo horrible, lo más dramático y hasta lo trágico, la muerte traumática, el accidente, la catástrofe o el apocalipsis. Es el humor de tiempos turbulentos y caóticos. Es una risa festiva y catártica. El paradigma perfecto del género procede, precisamente, del asombroso epílogo de la película Dr. Strangelove, cuando las explosiones nucleares que destruyen la vida en la Tierra son ironizadas por una canción muy popular de Vera Lynn (“We´ll Meet Again”).
La extraña historia del libro también alerta sobre el espíritu que alienta la película. Al comienzo, está la novela de Peter George, titulada Alerta Roja, que es un thriller serio e informado sobre la guerra atómica y cuyos aspectos técnicos fascinaron a muchos, entre otros Kubrick, por cómo abordaba cuestiones relativas a protocolos de actuación, dispositivos militares y tecnológicos y operaciones bélicas del más alto nivel. Cuando el trío compuesto por Kubrick, George y Southern se pone a trabajar en la adaptación cinematográfica transforma la trama original en una hilarante sátira sobre la Guerra Fría y sus sórdidos aledaños políticos y militares.
Tras esta metamorfosis radical, George publica con su nombre la novelización de la película reteniendo el tono irónico y las líneas fundamentales de la trama, organizada de manera muy eficaz y poderosa en torno, sobre todo, a tres lugares clave de la acción: la base aérea de Burpelson desde la que el demente general Ripper, encarnación de la locura americana de la época, desencadena la hecatombe nuclear; el “Lazareto”, el avión B-52 cuya obediente tripulación va a consumar sus planes catastróficos, descargando sobre suelo ruso sus dos tesoros más preciados, las bombas atómicas “Hell-o” y “Lolita”; y, por último, la sala de guerra desde la que el presidente demócrata intenta a toda costa abortar el ataque y minimizar sus secuelas, en colaboración con las autoridades soviéticas.
            El definitivo golpe de ingenio que convierte al libro en un artefacto insólito consiste en presentar al lector la crónica sarcástica de los últimos días de la humanidad como un manuscrito hallado por una civilización alienígena muy interesada por lo que denomina “los mundos muertos de la antigüedad”. Pero esta novela no sería tan singular sin la presencia en el foco de su historia de un personaje estrambótico y fascinante, el Dr. Strangelove que le da título. El Dr. Strangelove es un espécimen excéntrico, una anomalía racionalista: un científico inválido, dotado con una psique esquizofrénica, víctima del bombardeo aliado de la base nazi donde se estaban fabricando los cohetes V-2, que vive obsesionado con las posibilidades de la destrucción total y ha concebido un proyecto delirante de vida subterránea, expuesto en las páginas finales con maniático detalle, que garantice la supervivencia y el nuevo comienzo de la especie humana tras el apocalipsis radiactivo.

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