[Olivia Laing, Crudo,
Alpha Decay, trad.: Albert Fuentes, 2019, págs. 126]
Kathy auguró un futuro
liderado por hombres fuertes, vio los países más pobres del mundo arrasados por
el cambio climático, vio la democracia liberal en la que se había criado
revelar una fragilidad más allá de lo imaginable, un experimento efímero en la
historia sangrienta del hombre. En esto no se llevaba a engaño, siempre había
pensado que era un barniz cuya supervivencia dependía de la comida barata, el
plástico, el petróleo y los aviones.
-O. Laing, Crudo,
p. 99-
Es extraño pensar que esta es la
primera novela de su autora. No lo es tanto si uno recuerda su obra anterior.
Lo más extraño, sin embargo, es la elección de voz que marca con su influencia
todo el texto. La escritura es un fenómeno que traspasa la conciencia y suprime
la diferencia entre individuos. Es un gesto de gran inteligencia poner esta
novela de fuerte contenido autobiográfico bajo la influencia de otra escritora,
ya muerta. De ese modo, el estilo y el modo de abordar lo que se cuenta se
distancian del núcleo duro del yo existencial y se abren a la comunicación con
el otro. Ese acto de convocar el espíritu del otro demuestra, como decía
Borges, la identidad ética entre uno mismo y el otro. Esto es lo que nunca
entenderán los sectarios del texto autobiográfico, negando el poder de la
ficción asociado a la escritura liberada de las estrecheces del yo. Como
escribe Laing cerca del final: “Escribiendo, puede ser cualquiera. En la página
el yo se disuelve, se vuelve amorfo, prolifera sin control. Kathy adopta
máscaras cada vez más absurdas, afloja el nudo de su despreciable identidad”.
Ese otro, en este caso, es Kathy
Acker, la escritora norteamericana más radical y transgresora del siglo XX.
Acker murió de cáncer en 1997, con solo 50 años, dejando tras de sí una obra original
y una biografía singular. Sus principios artísticos eran el plagio creativo y
la parodia literaria de los lenguajes y construcciones simbólicas de la cultura
patriarcal, así lo muestran obras tan creativas como Aborto en la escuela, Don
Quijote que fue un sueño, Grandes
esperanzas, El imperio del sinsentido
o Pussy, reina de los piratas. Cuando
Laing se atreve a evocarla en esta novela deslumbrante lo hace a sabiendas de
la ironía que implica esa pretensión. Es imposible imitar a Acker. Las
diferencias entre ambas son inmensas, más allá de algunas coincidencias
biográficas: padre que abandona el hogar y madre suicida, enfermedad mortal, aventuras
neoyorquinas.
Esta
ópera prima se gesta también en la fatiga. Laing estaba escribiendo,
precisamente, un exhaustivo ensayo sobre el cuerpo. Tras haber agotado el tema
de la soledad en su mejor libro hasta la fecha (“La ciudad solitaria”, 2016)
era lógico quedarse con la desnudez y fragilidad del cuerpo con que se afrontan
los embates de la vida como un estado del ser en el mundo. En ese momento
crítico cayó en sus manos una biografía providencial de Kathy Acker, escrita
por Chris Kraus, poniendo en marcha la refinada maquinaria de la escritura. “Crudo”
es un libro escrito en directo y titulado en español para que todo el mundo lo
entienda, los que votan a Trump y los que no. Es un texto, en efecto, repleto
de la crudeza de la vida cotidiana y la sinceridad expresiva de una voz
femenina que habla de sí misma en tercera persona para contarnos día a día su
proyecto de casarse con otro escritor, 29 años mayor que ella, y resolver así
sus dilemas sentimentales, el potro de tortura sexual y pasional en que ha
consumido una parte importante de sus 40 años de vida.
Mientras la escritura canaliza su
diálogo consigo misma y con la invocada Kathy antes y después de su boda,
durante el turbulento verano de 2017, el mundo parece a punto de colapsarse por
culpa de la barbarie política del energúmeno Trump, la estupidez infinita del
Brexit, las catástrofes climáticas globales, o la reaparición pandémica del
racismo y el nacionalismo. Y este es otro de los insuperables encantos del
libro: ese diálogo a múltiples bandas entre la mente de una escritora y sus
problemas íntimos como mujer y un mundo que no deja de ofrecer excusas para enunciar
los pensamientos más pesimistas y afilar las reflexiones más agudas. El estilo
lacónico de Laing, su fraseado brillante e incisivo, su poder perceptivo para
captar los mínimos detalles de sus vivencias, sensaciones y emociones sin
perder de vista el contexto donde ocurren, se traducen en una experiencia de
lectura altamente gratificante. Es un libro concebido para consolar a la
inteligencia en estos malos tiempos.
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