[Roberto Calasso, La actualidad innombrable, Anagrama, trad.:
Edgardo Dobry, 2018, págs. 173]
La digitabilidad es el
asalto más grave que haya sufrido la inclinación a exponerse al choque de lo
desconocido.
-R. Calasso-
Estamos en medio de un cambio epistémico de
envergadura aún incalculable. No es el primero de la historia al que se
enfrentan las culturas humanas, pero sí el primero en que la idea misma de
cultura humana es puesta en cuestión con una radicalidad inhumana. Esa mutación
afecta también a la dimensión racional de la experiencia y el pensamiento. Roberto Calasso
no es tampoco el primer escritor en considerar esta cuestión con el debido rigor, pero sí tiene
la inteligencia de haber leído, con extrema atención y actitud crítica, a quienes se ocuparon con anterioridad del proceso en
curso, como Chalmers, Bostrom o Harari, entre otros. Calasso cifra la revolución cognitiva en curso con esta ingeniosa ironía:
“A un siglo exacto de distancia hemos pasado del dadaísmo al dataísmo, de Dadá
al Big Data”. Es decir: hemos pasado del período de disolución bélica de la
cultura decimonónica en el caos y el absurdo al período de alta resolución de
la cultura humanista en los algoritmos incontrolables de la era digital.
Calasso es un ensayista sutil y antes de llegar
a las conclusiones que dejan escaso margen a la incertidumbre sobre el destino
humano, comienza planteando reflexiones de gran calado sobre el devenir de los
ritos religiosos y la secularización del mundo, la autodeificación de la
sociedad y el ensimismamiento autosatisfecho de esta en su propia imagen y
poder, señalando a dos figuras que definen la deriva delirante del mundo de los
siglos XX y XXI: el terrorista y el turista. El terrorista, que persigue
imprimir con sangre un significado absoluto en la escritura de un mundo que no
funciona ya con categorías tradicionales. Y el turista universal, responsable
de la banalización pornográfica de la geografía y la historia, precursor de ese momento en
que se vuelven indiferentes lo real y lo virtual, lo fáctico y lo simbólico, la
simulación y la realidad, la verdad y la mentira.
La actualidad es innombrable, entre otras cosas,
porque el nombre ha dejado de ser el instrumento que mejor describe para la inteligencia
la existencia de las cosas. Todo lo que acontece en el mundo es transformado
antes en dígito o cómputo que en concepto o palabra. Con lo que la actualidad,
en cuanto realización de seres y objetos en el espacio y el tiempo, se vuelve
un flujo informático de números y datos infinitos, imposibles de verbalizar. La
cultura humanista, en la visión de Calasso, está atrapada en el bucle vicioso
de poder nombrar solo aquello que entra en sus categorías abstractas. Y el
mundo ha escapado de ese control de la conciencia humana que le proporcionaba
sentido para acceder a la desnudez maquinal de los procesos de la información.
Calasso es un escritor de profunda ironía y no
cae en dramatismos alarmistas, ni en sensacionalismos periodísticos. Su postura
es, más bien, la del observador lúcido y paciente que atiende a los cambios del
mundo para comprenderlos y registrarlos con la serenidad intelectual de un
escriba del presente (“Existe también la posibilidad de sentarse en la ribera
del gran flujo informático, sin lamentarse y sin justificarse”). Pero no por
ello su predicción es menos catastrófica. En el último fragmento de la parte
más sustantiva de este ensayo tripartito, Calasso evoca la ruina de un
templo-tumba exhibido entre los fondos del Museo Británico: el Monumento a las
Nereidas. Ese templo pétreo es también una tumba. Ese monumento paradójico
es el mausoleo consagrado a la muerte de Europa, como certifica el espléndido
museo de voces, testimonios y citas de la segunda parte del libro (“La sociedad
vienesa del Gas”). Esa Europa que irradió desde Atenas, con sus conocimientos,
técnicas y saberes, con su poesía elegíaca y con su prosa jurídica, todas las
culturas del mundo a lo largo de la historia y se expandió hasta hacerse cultura global, padece en este nuevo siglo la autodestrucción programada de su legado
milenario. El crepúsculo del humanismo, el hundimiento de una idea gloriosa del
ser humano, el fin secular del endiosamiento humano (Homo Deus).
Ahora, como anuncia Calasso, sin miedo y sin
esperanza, siguiendo en esto a otros pensadores, vivimos los turbios albores de
una era innombrable, de la que la inteligencia artificial y los robots serán
los nuevos amos infalibles.
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