[David Peace, Paciente X. El caso clínico de Ryūnosuke Akutagawa, Armaenia editorial, trad.: Jacinto Pariente, 2019, págs. 347]
Un
libro inclasificable como este lo es ya desde su misma forma, sin hablar de la
singular aproximación al objeto de deseo de su escritura. El foco de atracción
del libro no es otro que el famoso escritor Ryūnosuke Akutagawa (1892-1927), el
más importante y creativo seguidor de Edgar Allan Poe, uno de los grandes
escritores japoneses del siglo XX y el más atormentado también. Akutagawa fue
criado por sus tíos cuando su madre sucumbió a la locura y, sin superar nunca
este trauma y la debilidad congénita que acarreaba, hastiado de sí mismo y del
daño que hacía a otros con su sufrimiento, acabó suicidándose con solo 35 años.
Uno de los deslumbrantes
aciertos de esta bioficción es la de
conjurar el espíritu y la personalidad literaria de Akutagawa mediante el
género narrativo en el que más brilló su genio extraordinario, el relato corto.
Peace ya había empleado las técnicas originales de Akutagawa en una novela
anterior de su inconclusa trilogía sobre Tokyo (Ciudad ocupada; 2009),
De ese
modo, este libro excepcional ofrece, en doce relatos, la posibilidad de
adentrarse en la mente creativa y la vida desquiciada de Akutagawa participando
de sus procesos patológicos, sus fantasmas, torturas físicas y demonios
interiores, y aplicando el estilo alucinado pero límpido con que dio cauce
expresivo a todo ese lastre destructivo, sintetizado en su relato “Vida de un
loco”. Y el libro comienza parodiando su relato “El biombo del infierno”, que
se sitúa antes del nacimiento del escritor (al igual que la grandiosa novela Dogra Magra de Yumeno), cuando aún enclaustrado en el
vientre materno se niega a escuchar las demandas de su padre de que abandone la
comodidad uterina para salir al mundo, expresando con este gesto la terrible verdad del ser mortal: “la existencia humana es el mal y la condición humana el
infierno”.
La
escritura de Peace se mantiene siempre a un elevado nivel de exigencia
estilística, pero hay algunos relatos que canibalizan con brillo diabólico la
literatura de Akutagawa. “El dormitorio de Jack el Destripador”, donde combina
con ingenio la triste experiencia londinense del gran Natsume Sōseki, maestro y
amigo de Akutagawa, y el encuentro con un personaje siniestro y manipulador, pero prefiere velar con sutileza
metafórica las conclusiones a que conduce la historia. Otra pieza memorable,
que rinde homenaje a Melville en su título y aborda con maestría la obsesión de
Akutagawa por el doble, multiplicando los juegos especulares en el texto, es “Un
cuento contado dos veces”. Entre las criaturas fantásticas preferidas de
Akutagawa se cuentan los “kappa”, a quienes retrató de manera grotesca en su obra
más famosa. Y ellos son los que lo conducen a la muerte, en un desenlace sobrecogedor.
Japonés de
cultura híbrida, atraído por tradiciones locales y occidentales, Akutagawa
mantenía relaciones ambiguas con el cristianismo, fascinado con su cruento
simbolismo de crucifixiones filiales y vírgenes madres de poderes milagrosos. Y
Peace da cuenta de estas contradicciones espirituales en el intrigante relato
“El Cristo amarillo”. Más íntima es su relación con China y el viaje a Shanghái,
narrado por Peace en “Después de la guerra, antes de la guerra”, le reveló el
destino histórico trágico de Japón y el suyo propio.
Borges dijo de Akutagawa que había dedicado su talento a la reinterpretación psicológica de las tradiciones y leyendas de su país. Paciente X es, en este sentido, una escalofriante
inmersión en el imaginario de uno de los grandes escritores japoneses del siglo
XX que se transforma, al final, en una fastuosa celebración de la grandeza y originalidad de
las culturas asiáticas.
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