Y se armó
la tremolina, sí, como dice la letra del famoso chotis. Canela fina. Qué favor
les han hecho a Gabilondo y a Iglesias metiendo la violencia de las balas y las
amenazas en la batalla por Madrid, Madrid, Madrid. Sea quien sea el bromista
maligno, sirva a quien sirva, vote a quien vote, ya sea un fascista auténtico,
un enfermo mental o un simulador, un gran manipulador irónico, ha logrado que
cesen los discursos banales sobre la pandemia o la economía y regresemos a
tiempos de guerra civil. Todo este circo es un simulacro que beneficia a ambas
facciones, cargando de sentido histórico unas ideologías vacías de contenido. El
pensamiento de la izquierda es útil aún para comprender el mundo en que
vivimos, pero ya no sus recetas para gestionarlo. La izquierda debe
reinventarse para seguir jugando un papel relevante en un sistema construido a
la medida de la derecha.
Qué significa hoy ser comunista, qué significa ser fascista hoy, se pregunta la crema de la intelectualidad en la tertulia eterna de radios y televisiones. Como Groucho Marx, necesitaría la ayuda de una superdotada de la ESO, pese a la nueva ley del menor, para empezar a responder con cierta corrección política a la dichosa cuestión. Menos peligroso es recurrir al juicio de un viejo periodista satírico. El comunismo es el fascismo del pobre, decía H. L. Mencken con choteo yanqui, y el fascismo el comunismo del rico. A ver si hay un solo politólogo capaz de desmentirlo. ¿Y la democracia?, se preguntarán en Twitter los ingenuos de siempre. La democracia es como la Superliga. Ese juego amañado donde ricos y pobres, fascistas y comunistas, se quedan siempre con un palmo de narices. La justa medida de la libertad de los votantes de a pie. Madrid, Madrid, Madrid. Hoy pienso mucho en ti. Mamadrid.
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