viernes, 13 de marzo de 2020

CLÍMAX


[Publicado en medios de Vocento el martes 10 de marzo]

            Con esto del coronavirus, estamos alcanzado el clímax. Así lo proclaman los catastrofistas de turno. El recalentamiento global aumenta al tiempo que las relaciones, por culpa de la maldita infección, van a enfriarse para siempre. Prohibido tocarse, prohibido intimar, prohibido abrazarse. El sistema echa humo negro mientras el coronavirus desata el pánico y la histeria. Pero las mujeres toman la calle sin miedo al contagio. La alegría reivindicativa les impide entender la verdad. Cayetana Álvarez de Toledo es una mujer, como tantas otras de su partido, en lucha con el hombre que lleva dentro. Un año más, la rutina ideológica y la repetición de eslóganes manidos silencian las ideas renovadoras. Y dan alas al vampiro machista agazapado tras la ironía para no verse en el espejo tal como es. Un gorila asustado. Ya sabemos que el coronavirus, como el machismo genético, se incuba en jaulas de muerte donde murciélagos y pangolines conviven en promiscuidad malsana.
No es lo mismo un cambio climático, ya lo sé, que un clímax de cambio. Cuando el cambio es real, todos los signos lo indican. Cuando el cambio es solo un estado de ánimo, la expresión de un deseo, un recurso de la propaganda institucional, nada se mueve excepto emociones y sentimientos. Es lo que pasa, entre otras cosas, con el golpe de estado climático, como lo llama el filósofo Alizart. La destrucción del planeta está en marcha y los discursos oficiales solo intentan disimular su impotencia política para detenerla o el cinismo económico de los que esperan sacar tajada de sus secuelas.
Menos mal que la ley de libertad sexual de la ministra Montero protegerá de la violación a todos los ciudadanos porque hasta ahora, como declara Adriana Lastra sin sonrojarse, solo el Rey emérito era “inviolable” por imperativo constitucional. Ya ni la dulce Corinna, experta catadora de la intimidad regia, podría decir qué es más infeccioso para el interés común, si el coronavirus dichoso o el virus de la Corona. Una feminista medieval, Christine de Pizan, recomendaba la castidad y la paciencia como virtudes femeninas para sobrevivir en el reino patriarcal. Por fortuna, las mujeres del siglo veintiuno han aprendido a disfrutar con sus cuerpos de una increíble libertad sexual y a mostrar impaciencia con los vicios del sexo masculino. El futuro del hombre es la mujer y no los reyes, escribía el surrealista Aragon en un gran poema de amor a las mujeres que ya nadie lee. Y con razón. El futuro se escribe en tiempo real con algoritmos indescifrables.

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