miércoles, 11 de agosto de 2021

REALISMO


[Publicado ayer en medios de Vocento] 

            Se cumplió la profecía. El Barça está en la ruina y Messi se marcha a jugar en un club de fútbol multimillonario. Un equipo parisino propiedad de un jeque catarí. Esto no va de fútbol. No te equivoques. Esto va de valores, bursátiles y de los otros. Esto va del mundo en que vivimos. Vivimos en un mundo donde a Messi le pagan millones por hacer lo que hacen los futbolistas. En realidad, el gol publicitario se lo cuelan estos a la sociedad, que les premia con una suma exorbitante a cambio de sus servicios lúdicos, como los gladiadores romanos. Por este trabajo, Messi, antes del desastre, cobraba setenta y cinco millones netos al año. Ningún profesional gana más. Y no es el único en el negocio del fútbol. El fútbol genera tal cantidad de pasta que cuesta creer que los grandes clubes tengan ahora problemas económicos.

El caso, según cuentan, es que a Messi le ofrecieron una rebaja salarial considerable por quedarse en el club que le dio la vida cuando era un pibe enclenque sin futuro. Messi es eso también, no se olvide. Un fenómeno circense. No una fuerza de la naturaleza imponiendo su talento sobre el juego, sino una creación de laboratorio, un ciborg futbolero, una criatura artificial fabricada mediante manipulaciones quirúrgicas e inyecciones de fármacos de crecimiento. Messi, sin los experimentos de la medicina y la inversión del Barça, no sería nada. El homúnculo espectacular no acepta, sin embargo, ganar solo veinte millones netos y seguir amortizando en el campo la deuda vitalicia contraída con el club que lo creó.

La culpa de todo esto es nuestra, desde luego. Una sociedad que admite pagar esas cifras galácticas a un futbolista, por mucha magia goleadora que albergue en sus “borceguíes”, como diría Matías Prats, es una sociedad en decadencia. Una sociedad que ha puesto al futbolista por encima de todas las profesiones es una sociedad inculta y corrupta, sin otros valores que los caprichos de los ricos y el dudoso gusto de las masas. Millonarios del mundo uníos, es el eslogan de la nueva Internacional del siglo XXI. El dinero es el único valor reconocido en bolsa. Los otros valores se los venden los políticos y los medios a los ciudadanos como consuelo por no poder participar en el reparto del botín más que con un porcentaje ínfimo y no tener dinero suficiente para hacer con sus vidas lo que les dé la real gana. Como los millonarios y los clubes millonarios que compran todo lo que se les antoja. ¿Cinismo? No. ¿Demagogia? Tampoco. Puro realismo. 

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