miércoles, 12 de agosto de 2020

COLAPSO



[Publicado ayer en medios de Vocento]

      Estamos a punto de colapsar. Se siente la inminencia en todas partes. Todos los signos así lo indican, pero esto nunca ocurrirá más que de manera fantasmal. Vivimos en un mundo que juega en permanencia con sus límites y se pone a prueba. Se revoluciona y entra en crisis periódicas para conocerse mejor. El sistema capitalista se resetea a diario, fuerza su capacidad de resistencia al máximo y aprende a superar sus errores sin eliminar las causas.
Es más probable que el coronavirus sea un producto de laboratorio, diseñado para infiltrarse en las costuras de este mundo con peligrosa facilidad, que un organismo natural incubado por algún pobre animal explotado. Solo los intereses de quienes desean sacar partido de esta crisis impiden averiguarlo con certeza. El ruido mediático confunde a los ciudadanos. No les permite comprender con exactitud qué ha pasado, o está pasando, qué terrible información les ocultan para no asustarlos, qué males les cabe esperar en el futuro inmediato. Hasta la farsa del destierro real es un señuelo para distraer la atención colectiva en este paréntesis aciago. Como dentro de un año no haya vacuna, la situación será desesperante.
         El siglo XXI se ha quedado antiguo de repente. La realidad cotidiana adquiere texturas de ciencia ficción. De ahí la oportunidad de una serie como “El colapso”, que habla de todo esto. De quién sobrevive al desastre y de quién no, y en qué condiciones. Episodio tras episodio, el espectador ve los efectos del hundimiento del sistema en zonas neurálgicas de la realidad, presentando con realismo extremo ocho escenarios locales de una catástrofe global. El relato es demoledor. Los que tienen, como las élites económicas y políticas, se salvan. Y los que no, se condenan. Así de simple. Los dueños y señores de este mundo gozan de una segunda oportunidad sobre la tierra baldía. Una isla lejana y lujosa, acondicionada como un hotel arábigo, donde exiliarse cuando el sistema sucumbe. Y a los otros, los miserables y parias de nuestro tiempo, la inmensa mayoría, sin distinción de raza, edad o sexo, solo les queda morir solos o sobrevivir en circunstancias intolerables.
Es la serie de moda. Se ha hecho viral durante los meses de la pandemia y el confinamiento. Pudo concebirse en principio como una fantasía pesimista para alertar al espectador sobre el fin de nuestro modo de vida. Ahora todo ha cambiado. Así funciona el sistema. Los que carecen de imaginación, como decía Godard, se refugian en la realidad.

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