miércoles, 22 de abril de 2020

SÍNDROME DE ESTOCOLMO



[Publicado ayer en medios de Vocento]

Somos la nueva humanidad y nadie nos había avisado. Nos costaba creerlo, pero al final el virus del apocalipsis nos lo ha revelado con virulencia. Vivimos en un mundo donde la ciencia ficción ha dejado de ser ficción y se ha hecho ciencia exacta. Este virus diabólico ha puesto el mundo patas arriba. Estamos en sus manos. Los chinos, los rusos, los americanos, qué más da. Nos tienen donde querían. Enjaulados y tan contentos. Controlados, sumisos y más domesticados que nunca. Hemos sacrificado la vida en nombre de la salud. En el futuro podrán hacer con nosotros lo que quieran con tal de que este desastre no se repita. Nada será igual. El experimento social que padecemos podría extenderse sin límites en el tiempo. Para qué salir si tenemos todo lo necesario en casa, para qué volver a la normalidad si hemos demostrado que sabemos hacerlo todo mejor sin pisar la calle. Reservemos nuestra energía para trabajar a distancia, sin tacto ni contacto, y salgamos solo para ir al hospital si aparecen los síntomas fatídicos.
El nuevo mundo feliz nos brinda, además, oportunidades únicas de negocio y de relación a través de las pantallas. Con el tiempo ya no echaremos de menos nuestra vida anterior. Nos tendrán que obligar a salir. Con lo seguros que vivimos así, recluidos en la intimidad, sin intrusiones malsanas ni extraños contagiosos, para qué correr riesgos en el exterior. Aplaudimos a la policía cada tarde para mostrarles nuestro agradecimiento por mantenernos vigilados. Sin esos agentes patrullando la ciudad a todas horas y multando a destajo nuestras vidas estarían aún más amenazadas. Esta situación especial nos ofrece la posibilidad añadida de fomentar la vida familiar y explotar sus ventajas domésticas como nunca antes. No hay mal que por bien no venga. Cada persona de la familia se vuelve imprescindible ahora y algunas asumen incluso varios papeles a la vez. Cocinera, amante, limpiadora, enfermera, psicóloga, profesora. La vida es un virus peligroso. El amor también y no pasa nada. El capitalismo no digamos. Todo tiene cura menos la muerte. Tecnocracia, mentiras, cursilería y más tecnocracia, esta es la receta infalible para doblegar la curva estadística de la pandemia. Así no discutimos asuntos más importantes como si el virus infecto proviene del esfínter de un murciélago chino o cómo pudo sorprender a todos los gobiernos occidentales con los pantalones bajados. No han sabido protegernos. Qué ineptitud. Esto es el siglo XXI. A ver si nos enteramos.

1 comentario:

Librero de Urgencia dijo...

A veces, cada vez más lejana, vemos una ventana de oportunidad. Una ventana que se podría abrir para ir a un mundo mejor, o al menos para que entre aire.

Pero, ciertamente, cada vez se ve más lejos.