lunes, 3 de septiembre de 2018

V. NABOKOV (y 2): CÁMARA LÚCIDA



[Vladimir Nabokov, Risa en la oscuridad, Anagrama, trad.: Javier Calzada, 2018, págs. 241]

      Entre 1932 y 1933 una revista rusa publicó en París, por entregas, la novela “Cámara oscura” de Vladimir Sirin. En 1933 se publica como libro ruso en Berlín. En 1936 se traduce torpemente al inglés y la firma Vladimir Nabokoff-Sirin. Y en 1938 fue reescrita en inglés por su autor, que ahora firmaba Vladimir Nabokov, asumiendo sin complejos el nombre de su padre muerto, y modificando los nombres de los personajes, además de aspectos relevantes de la trama y el título: “Cámara oscura” se releía ahora como “Risa en la oscuridad”.
            En español, “Cámara oscura” se publicó en febrero de 1951 con el nombre de autor de Wladimir Nabokov-Sirin en la editorial barcelonesa Luis de Caralt, sin tener en cuenta la reescritura de Nabokov, a pesar de los trece años transcurridos desde 1938 (mientras escribo estas líneas tengo delante de mí un desgastado ejemplar de esta edición, herencia paterna, y me resulta altamente irónico que se publicara en una colección de dicha editorial llamada “Colección Gigante”). En Francia, en cambio, llegó a publicarse a finales de los treinta una extraña amalgama de ambas versiones, donde se respetaba el texto original mientras se cambiaban los nombres de los personajes, incorporando los de la versión en inglés más reciente, hasta que en los años noventa se publicó al fin “Risa en la oscuridad” como una nueva novela de Nabokov. Anagrama la publicó aquí como tal en 2000 y, desde entonces hasta ahora, la ha reeditado cuatro veces en bolsillo (2001, 2008, 2011 y 2018). La “Cámara oscura” española está descatalogada desde hace mucho tiempo y solo es posible encontrarla hoy en librerías de viejo o en sus equivalentes en internet.
             Pero si uno maneja ambas novelas, no puede sino realizar una lectura en palimpsesto de una obra que se oculta bajo la otra, o aparece cuando menos se la espera para recordarnos lo que el autor desautorizó para la posteridad, recusando invenciones genuinas, relegándolas al olvido y la invisibilidad, condenándolas a permanecer latentes si los ojos curiosos del lector no las rescataran en el espejo turbio de la versión primigenia. Las permutas nominales o ficcionales, sin embargo, logran transmutar una ingeniosa novela juvenil en una obra maestra. Este aspecto de la novela no es baladí ya que para Nabokov el paso de una novela a la otra supuso un cambio de lengua y un cambio de vida: del Berlín de entreguerras donde el nazismo se iba haciendo tan preponderante que le obligó a exiliarse de nuevo, al París y la Francia anteriores a la ocupación. Dejando de lado los aspectos autobiográficos que le obligaron también a revisar la primeriza versión original, como ciertos peligrosos flirteos de Nabokov con alguna emigrada prestigiosa, lo que es evidente es que mediante la reescritura de “Cámara oscura”, justo antes de escribir y publicar su primera novela en inglés (“La verdadera vida de Sebastian Knight”; 1941), Nabokov cerraría una puerta de su pasado y abriría una nueva que lo llevaría a Estados Unidos, donde se convertiría en el escritor admirable que todos conocemos desde “Lolita” en adelante.
“Risa en la oscuridad”, reeditada ahora, es una inquietante parábola sobre la visión y el conocimiento, la luz de la inteligencia que penetra en la cámara oscura de la mente humana y la ceguera y estupidez emocional del corazón y otros órganos, construida como un melodrama de adulterio y engaño picaresco que acaba trágicamente para su protagonista, como anuncia el narrador omnisciente en las sinópticas líneas iniciales. La historia de amor y muerte del rico esteta Albert Albinus y la joven seductora Margot Peters está hecha con las luces y sombras que se proyectan en una pared desnuda generando con sus trucos y artificios una extraña ilusión de vida. El cine es fundamental en la trama. En la oscuridad de un cine se conocen los amantes, él como espectador casual y ella como acomodadora accidental. El cine alecciona la ambición creativa de Albinus. Y el cine y sus fantasías nutren la cabeza de la vanidosa Margot hasta que se estrella queriendo ser una estrella de la pantalla que la rechaza con la misma fuerza con la que ella, como actriz fracasada, abraza a su cínico amor, el dibujante y vividor Axel Rex.
El cine determina a su vez la doble estrategia novelesca de Nabokov. Al tiempo que satiriza la excesiva influencia social del cine, el poder de este arte para apoderarse y corromper la imaginación e ingenuidad de los espectadores, antes, durante y después de la proyección, Nabokov se apropia con maestría de sus técnicas de montaje más efectivas, confiriendo a la narración un ritmo elíptico y sincopado que agiliza la transición entre sus episodios principales. Entre otros muchos ejemplos, las escenas simétricas cuando Albinus, loco de deseo, antes de devenir su amante, busca en vano el cuerpo sensual de Margot por toda la casa familiar y fantasea con su presencia furtiva y cuando, ya ciego, vuelve al mismo lugar decidido a matarla, solo podrían ser concebidas por una mente literaria impregnada de los recursos cinemáticos que renovarían la forma narrativa en el siglo XX.
La oscuridad y la risa son metáforas que orientaron la reescritura nabokoviana. La oscuridad romántica de las pasiones humanas, con el amor ciego a la cabeza, así como el melodrama de la ceguera y la muerte. Y la risa de la inteligencia y la maldad: la ironía estética del novelista, regada con generosas dosis de crueldad cervantina, y el sarcasmo del artista impostor que se burla de los deseos sexuales y pretensiones elitistas de Albinus. Este pícaro Axel Rex es uno de los canallas más brillantes de la galería de infames conspiradores que saturan las grandes ficciones de Nabokov para torturar la inocencia innata de personajes y lectores.
En cualquier caso, el salto cuántico dado por Nabokov a partir de “Lolita”, al incorporar su creativo sentido de la ficción al mundo norteamericano, demuestra que las novelas rusas o berlinesas, por excelentes que sean, fueron solo un campo de exploración inicial, una exigente preparación para uno de los más grandes acontecimientos literarios de la segunda mitad del siglo XX.

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