[Fredric Jameson, Las antinomias del realismo, Akal, trad.:
Juan Mari Madariaga, 2018, págs. 368]
In the postmodern, where the original no longer exists and everything
is an image, there can no longer be any question either of the accuracy or
truth of representation, or of any aesthetic of mimesis either. Deleuze “puissance du faux” is a
misnomer to the degree that, where the true is ontologically absent, there can
be nothing false or fictive either: such concepts no longer apply to a world of
simulacra, where only the names remain, like time capsules deposited by aliens
who have no history or chronology in our sense in the first place. [En la posmodernidad,
donde el original ya no existe y todo es imagen, ya no puede haber ninguna
pregunta sobre la exactitud o veracidad de la representación, ni sobre cualquier
estética de mímesis. La “potencia de lo falso” de Deleuze es un nombre
inapropiado en la medida en que, donde lo verdadero está ontológicamente
ausente, tampoco puede haber nada falso o ficticio: tales conceptos ya no se
aplican a un mundo de simulacros, donde solo permanecen los nombres, como
cápsulas del tiempo depositados por extraterrestres que no tienen historia o
cronología en nuestro sentido, en primer lugar.]
-Fredric Jameson, Las
antinomias del realismo-
Como todos los grandes libros, este
ofrece dos modos de lectura complementarios. Uno, más horizontal, tratando de
abarcar el ambicioso arco temporal trazado por su discurso, desde el siglo
diecinueve hasta comienzos del veintiuno. Otro, más vertical, disfrutando a
fondo del placer de sumergirse en cada capítulo del libro en busca de tesoros
escondidos entre sus abarrotados anaqueles.
No es la primera vez que Fredric
Jameson, el mayor teórico literario y analista cultural de los últimos
cincuenta años, se enfrenta a su temática preferida: el realismo. Ya lo hizo en
importantes libros anteriores como El inconsciente político (1989) y en
ensayos específicos repartidos por su inmensa bibliografía (ver, por ejemplo, como uno de los más logrados y extensos, "The Existence of Italy" incluido en la segunda parte de Signatures of the Visible). Pero sí es la
primera vez en que lo aborda desde una perspectiva renovadora donde influye menos
la matriz marxista, esencial a su pensamiento dialéctico, y donde la aguda
inteligencia de la cultura posmoderna le proporciona una visión menos sesgada y
más contemporánea del tema.
El título lo dice todo, pero el prólogo avisa a
los lectores que esperen encontrar en este magnífico tratado una justificación estética
de la novela realista en nuestro tiempo. En las dos partes asimétricas del libro,
Jameson no solo se propone analizar las grandezas y miserias del realismo
decimonónico, y validar su importancia histórica, sino revisar y corregir las
teorías antagónicas de maestros como Eric Auerbach, Mijaíl Bajtín o György Lukács.
Al principio de todo, está la problemática
historia de amor entre la realidad y la novela de la que nacería un hijo
adulterino llamado “novela realista”. Sus primeras muestras logradas, como
Balzac, marcaron una pauta de registro notarial de la sociedad burguesa que
solo se consumaría cuando sus seguidores refinaron el estilo con que representar
las nuevas experiencias de aquella época. Si Zola y Flaubert representan la
cúspide del realismo decimonónico es por su poderío al afrontar, con innovadora
técnica narrativa y lenguaje hipersensible, las patologías, grietas, derivas,
pasiones y pulsiones destructivas de un mundo, como el burgués, que se creía
perfecto y eterno.
En Zola, subraya Jameson, la ficción experimental
capta la pluralidad de los afectos de una manera inédita, produciendo en cada
novela una exuberante descripción de las vivencias corporales de todos los
estratos sociales, prestando especial atención a las clases excluidas. En este
sentido, es significativa para la literatura española la reivindicación del
menospreciado Galdós y de una de sus novelas menos estudiadas y representativas
(La de Bringas) dentro de sus Novelas contemporáneas. Jameson valora en
la obra de Galdós su inteligencia para capitalizar, en su condición de realista
tardío, los éxitos artísticos de sus antecesores y llevarlos más lejos,
democratizando el protagonismo de los personajes en sintonía con la tendencia igualitaria
de la sociedad española.
El fin del realismo, como señala Jameson, coincide con el momento de su realización
suprema, cuando Joyce logra fundir la estética realista de Flaubert y la sensibilidad
naturalista de Zola con el vanguardismo del siglo veinte al escribir la
grandiosa Ulises (1922). Desde entonces, el realismo se disipa como narrativa
en crisis y es suplantado por formas falsas de representación de la realidad
que se autodenominan “realistas”, o por formas convencionales de la cultura de
masas que fingen tener contacto auténtico con la realidad, o con la historia,
aunque solo reproduzcan sus estereotipos y clichés.
Como diagnostica Jameson, en la situación actual
el realismo se ha enredado en sus propios bucles lógicos y el espejo mágico de
Stendhal, roto en mil pedazos y sus fragmentos diseminados a lo largo de un camino largo y tortuoso, apenas si refleja su misma inexistencia o la inconsistencia de la realidad: “Si
es verdad social o conocimiento lo que queremos del realismo, pronto
descubriremos que lo que obtenemos es ideología; si buscamos belleza o satisfacción
estética, rápidamente descubriremos que tratamos con estilos obsoletos o con pura
decoración (si no distracción). Y si buscamos historia -ya sea historia social
o historia de las formas literarias- entonces nos enfrentamos con preguntas sobre
el pasado e incluso sobre el acceso a él que, por incontestables que sean, nos
llevan mucho más allá de la literatura y la teoría y parecen exigir un
compromiso con nuestro propio presente”.
En el último capítulo, el más instructivo y
valioso de todos, Jameson pone a prueba su pensamiento sobre la literatura al
analizar un artefacto novelesco tan complejo, prodigioso y fascinante como El
atlas de las nubes (2004), de David
Mitchell, a fin de postular una solución a las antinomias literarias de
nuestro tiempo mediante una síntesis dialéctica de realismo posmoderno, polifonía
narrativa, relato historicista y ciencia ficción. La novela histórica del presente
debería incluir en su proyecto narrativo la visión del futuro que dicho
presente ya presiente, como una maldición inscrita en su devenir.
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