jueves, 10 de mayo de 2018

LA COSA



[Publicado en medios de Vocento el martes 8 de mayo]

La cosa es morbosa y las lenguas se disparan. La cosa acosa. La cosa acusa. La cosa encausa. La cosa está en el foco de todas las miradas, aunque solo algunos ojos privilegiados contemplaran las imágenes confusas del vídeo delator. Pero, ¿qué es la cosa?, se preguntan los espectadores más ingenuos. La cosa más antigua del mundo. Expuesta en toda su cosificada desnudez. Mi psiquiatra está eufórica, pensando que su venerado Freud vuelve a la actualidad gracias a este sórdido caso de violencia sexual. Tótem y tabú. La horda machista de violadores sevillanos le provoca malestar. Náuseas viscerales y efervescencia mental. Ha leído la doble sentencia de cabo a rabo, perdón, bocarriba y bocabajo, adoptando la perspectiva de todos los protagonistas, desde el hatajo abyecto y el triste trío de magistrados a la chavala expiatoria. Y no ve motivos de regocijo en las imputaciones. Solo siente un asco profundo.
Mi psiquiatra ya no se pregunta, como su maestro, qué quieren las mujeres, eso no es un misterio para nadie, sino qué carajo quieren los hombres. Es el gran enigma de este tiempo posfeminista. El seso y el sexo, la comezón de la cosa. Por qué les gusta humillar a las mujeres, qué buscan con estos actos repulsivos y, sobre todo, qué goce extraen de ellos. Qué cosas asquerosas rondan por sus cerebros antes, durante y después de cometer el crimen. ¿Afirmación regresiva de masculinidad? ¿Disfrute mutuo de sus órganos pletóricos? Por qué no. A cinco todo es más fácil. Menos peligroso. Revisando vídeos y fotografías, es obvio que los catetos del quinteto abusador se desean entre sí. La cosa se excita con bailes insinuantes y bultos genitales. El “slip” ceñido del colega pone más que el “top” de la chica aventurera. Ella es la excusa para consumar ese atavismo vicioso con impunidad. La anatomía es un destino, decía Freud, y la penalización del pene agresor de los energúmenos no es un desatino.
Estos tíos bravíos no tienen testículos para asumir su condición homosexual. Es el secreto patológico de todos sus excesos. Y esto no lo vio el juez singular, escudriñando el vídeo amateur en plan fanático como si fuera un espectáculo porno. Ni lo han visto ciertos columnistas polémicos, convencidos de que la infamia es algo fáctico. Hechos y desechos obscenos. Campechanía de la opinión. Así es imposible distinguir entre el desmadre sanferminero y la transgresión enfermiza. La separación de poderes no es sacrosanta y puede ser violada en nombre de la ética y la política. Si el juicio del jurista está trastornado como la psique de los violadores, el orden jurídico falla. A muchos colegas les importa más la defensa del gremio que garantizar derechos democráticos. Contra la violencia anacrónica de la cosa, sentencia mi psiquiatra, los poderes deben actuar unidos. Por el bien común.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La separación de poderes no es sacrosanta y puede ser violada en nombre de la ética y la política.
Uf, esto lo decía Mussolini y Castro y Maduro y seguro que Franco...Supongo que lo has escrito en plan ironico, porque yo no quiero imaginarme a Monedero o a Pablemos Iglesia, un tio que gusta de azotar a las mujeres según confesion propia, violando en nombre de la etica y la politica, el poder judicial...

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Sí, amigo anónimo, la ironía sirve para ridiculizar la defensa gremial que están haciendo los estamentos jurídicos de la estupidez y fanatismo de algunos de sus miembros (sic). Somos tan pardillos en asuntos de democracia que cada vez que alguien discute la santidad de la separación de poderes cuando alguno de los poderes comete un desmán, nos llevamos las manos a la cabeza y denunciamos una supuesta injerencia totalitaria. No, hombre no, todo es relativo y la separación de poderes vale si todo va bien, pero cuando se tuerce o retuerce algo, como es el caso, debemos intervenir todos, sin distinción, para evitar males mayores, no sé si me explico. La ironía es, en efecto, signo de inteligencia, pero no invalida la crítica severa y el varapalo a la judicatura, más que merecidas. Menos rasgarse las vestiduras y más pensar, y ya está bien de hablar del fascismo o el comunismo, la democracia debe aprender a solucionar sus problemas sin invocar complejos del pasado, ¿me entiende? O a ver si es que el juez Llarena no está haciendo política desde la magistratura, por favor, seamos serios...