domingo, 28 de febrero de 2010

PROVIDENCE ES UNA HIPERNOVELA: CUESTIONARIO COSTA


Un laberinto procaz y culterano que reformula las mitologías populares con muy mala idea y descubre, detrás del Sueño Americano, el hedor mefítico de un mundo gótico y puritano con urgente necesidad de ventilación. Hija mutante de Pynchon y Foster Wallace, la novela parece obra de un matón intelectual con ganas de pelea (ideológica).


Jordi Costa


1) ¿Qué es "Providence"? ¿Cómo podría definirse una novela tan difícil de definir?


No voy a estropear ahora esa indefinición que le atribuyes como cualidad simplificándola. Italo Calvino habló de “hipernovelas” para describir la multiplicidad narrativa de obras como Si una noche de invierno un viajero y La vida instrucciones de uso, de Perec. Creo que PVD es una “hipernovela” en este sentido también, una máquina narrativa de procesar formas narrativas de muy distinta procedencia mediática. Una novela compuesta de múltiples niveles de realidad y ficción que no se sabe con exactitud si es la base de una película, o la película misma, o un videojuego basado en ésta, etc. Todo esto es algo que el lector debe descubrir por sí mismo. PVD es un juego virtual cuyas reglas sólo se aprenden jugando.


2) En tu novela se integran elementos de ciencia-ficción, de la cultura del vídeo-juego, de la pornografía, constantes guiños cinéfilos... ¿Cuál es el propósito detrás de tanta bastardía? ¿En qué medida hay un radical gesto de ruptura con una tradición española predominantemente realista/costumbrista?


En la escritura de la novela hay un deseo de incorporar una muestra significativa de la cultura contemporánea. La cultura de masas, que es la cultura de la globalización. Mi comprensión del papel del novelista en el siglo 21 no puede ser más crítica: responder desde un medio artístico tradicional a los desafíos de un mundo basado en la permanente novedad tecnológica y el exceso de imágenes e información. Si la respuesta es excesiva es por puro mimetismo. Sólo puedo concebir el realismo en nuestro tiempo de una forma expandida, absorbiendo innumerables elementos imaginarios. Hoy es imposible ser realista sin tener en cuenta la interferencia de ficciones tecnológicas en la vida diaria. Todo el problema del escritor contemporáneo radica en saber cuál es la versión de la realidad con la que se identifica. El problema es que en España hay mucho ensimismamiento narrativo como subproducto de un gran ensimismamiento cultural y político. A este fenómeno, que implica una cierta incapacidad para entender el mundo de hoy en sentido geopolítico, lo llamo “el círculo vicioso español”.


Por otra parte, la pornografía no es un género como otro cualquiera, puede ser una forma de explotación espectacular de la intimidad, o de publicitar esta a niveles masivos, pero desde luego es una forma de representación del cuerpo que ha acabado infiltrando, sin dejar de ser una gran industria, el modo de vida americano hasta grados impensables. Y no sólo este: piensa en cómo la libidinización del mercado es lo que hace tan atractiva a la sociedad de consumo para la mayoría. El problema es qué idea del cuerpo tienen los novelistas. El cuerpo es un actor fundamental de la escena contemporánea y me da la sensación de que una parte de la literatura se niega a darse por enterada de esto. De todos modos, mi concepción narrativa, dado su humor y sentido político, es, más bien, post-porno. Como diría mi admirada Beatriz Preciado vivimos sumidos, lo queramos o no, en “el imperativo fármaco-pornográfico”. Como no soy un moralista a la antigua, sino un observador implicado en la representación en curso, me limito a mostrarlo con ironía a través de mi personaje, el director Álex Franco, y a extraer de sus delirantes experiencias sexuales y psicotrópicas un cierto placer que busco compartir con el lector.


3) La novela incluye referencias al 11-S y tiene un tono muy apocalíptico. ¿Qué ha significado el 11-S para la literatura? ¿Estamos en el fin de los tiempos?


El 11-S supuso el descubrimiento de que la historia se escribía para y desde las pantallas de televisión. Con lo que es imposible entender nada de lo que viene después sin tomar nota de esta mutación radical en nuestra concepción del tiempo, la historia y la vida social (aún no hemos visto casi nada). Por eso en una de las secciones finales de PVD me he permitido la libertad de reconstruir un modelo a escala de lo que fueron los atentados, con variantes y añadidos, pero respetando la lógica, los mecanismos y las secuelas del acontecimiento que acabó de una vez por todas con la inocencia del espectador de telediarios. El Apocalipsis de la novela es paródico, en cierto modo, en la medida en que desde los comienzos del género el tono profético se mezclaba con visiones carnavalescas del mundo celestial y efectos especiales digitalizados. PVD es el Apocalipsis filmado en 3-D por Fellini…


4) Tu novela comparte personaje con otra de las novelas comentadas en este artículo, "El fondo del cielo" de Rodrigo Fresán. El personaje es Lovecraft. ¿Podrás hablar de tu particular relación de amor/odio con Lovecraft?


No tengo relación amor-odio. Los relatos de Lovecraft me fascinan y no encuentro mejor expresión del horror del universo y, al mismo tiempo, por sus mismos excesos cósmicos, mayor burla de los límites y miserias de la especie humana. Al revés de Houellebecq, leo a Lovecraft a través de Nietzsche y no de Schopenhauer, con lo que me imagino que en una futura civilización será leído como un profeta irreverente de la extinción de la cultura humanista. Este es el espíritu intempestivo con que lo introduzco en PVD. Otra cosa es que, además, explote en beneficio del placer narrativo sus tendencias racistas y misóginas hasta el punto de convertirlo, como avatar de la Providencia, en un asesino en serie de videojuego. Por otro lado, es el escritor que encarnaría el alma fundacional de América, esa utopía fanática cuyo desnudamiento es otro de los motivos dominantes de la novela…


5) "Providence" es, entre otras muchas cosas, un ajuste de cuentas con la cultura americana, con su paradójica condición de mundo deslumbrante levantado sobre los cimientos de lo gótico. Tu experiencia americana, ¿ha sido decisiva para elaborar esta feroz visión del Imperio?


Era inevitable que fuera así ya que uno está impregnado de los valores, iconos y mitos de la cultura americana desde la adolescencia, y cuando se instala a vivir allí, al poco tiempo todo eso se pone en marcha, como un bagaje inconsciente, y entra en conflicto con la realidad cotidiana, con el modo de vida y los valores reales que lo controlan todo. De esa fricción áspera surge la primera chispa de PVD. Ese contraste entre la fachada fascinante y seductora, que todo el mundo consume (Warhol sería el mejor emblema de todo esto), y el sótano de los horrores, los miedos y los monstruos (Lovecraft es el paradigma otra vez), que no todo el mundo percibe. Todo lo demás se deriva del puro placer del juego literario consistente en explorar ese escaparate de moda y tirarle algún ladrillo iconoclasta y en bajar al sótano de vez en cuando en busca de aberraciones…


6) Entre los iconos de la cultura popular que aparecen en tu novela también está Darth Vader, que da pie a una escena que parece digna de "V" de Thomas Pynchon. ¿Te consideras heredero del post-modernismo americano? ¿De qué nos sirven esas mitologías populares americanas a la hora de entender el siglo XXI?


Cómo no deberle algo al posmodernismo. Es la primera estética literaria que nos saca definitivamente de las casillas aristotélicas, por eso tantos la rechazan hoy, en estos tiempos de regreso ideológico a concepciones narrativas más conservadoras y domesticadas. Hasta su aparición, la narrativa era o bien fantástica, en el tradicional sentido de la expresión, o bien realista, en el más naturalista o psicológico. Con la irrupción de los posmodernistas, con Pynchon a la cabeza, la imaginación y la fantasía, los mitos seculares y las mitologías públicas o privadas, los estereotipos de los medios de masas y las tecnologías de los medios, la cultura popular y las imágenes del cine, la publicidad y la televisión, se infiltran en la ficción al mismo nivel de realidad que la llamada vida cotidiana. Esto es lo que más me ha interesado al escribir PVD con un sentimiento enciclopédico respecto de esta cultura de masas, como un artefacto narrativo donde cabe integrarlo todo, desde los videojuegos, los deportes masivos, You Tube, Tiburón o E. T., hasta iconos del mal como Vader, ese Bin Laden galáctico, pero proporcionando versiones insólitas y perversas de todo ello con el fin de contrariar las interpretaciones tradicionales.

20 comentarios:

Anónimo dijo...

Perdón, quizá le interese:

http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article=3462

Saludos.

Anónimo dijo...

Estuvo fantástico lo del otro día en Algeciras. Nos presentó minutos antes José Eduardo en la calle. Espero volver a verle.

Estoy metido de lleno en la lectura de "Providence".

Sergio.

Gregg dijo...

Estimado Juan Francisco:
Nos conocimos el pasado jueves en Algeciras, donde charlamos brevemente acerca de los onanismos literarios. No quisiera adularte, porque tan sólo había leído tu Fiesta del asno, pero tu charla resultó tan sugerente como apartada del cauce/veredismo al que suelen responder esos actos. Resultado: leeré PVD (pese a ser regular lector de novelas) y seguiré tu blog. Pues mejor para mí.
Insistes en la entrevista en la decadencia de USA. Si es así, ¿qué haremos nosotros, pobres griegos, sin nuestros estúpidos y poderosos romanos? ¿De nuevo se nos presentan los bárbaros?
Por lo demás te castigo con un poema (pues dijiste no leer casi poesía y esta no está ni publicada). Lo creo más o menos emparentado con tu argumento:
Ahora que no queda ni el consuelo/ de Speer y sus banderas,/ o que el vibrante delirio/ yace arrumbado junto a botas y correajes/ en el viejo armario;/ ahora que sobreinformadas hordas/ de imbéciles pacientes e infantiles/ aguardan su castigo, casual dressed,/ a las puertas de los bancos y estadios,/ ahora venimos a entender, digo,/ el viejo adagio:/ que la democracia/ es sólo el fascismo por otros medios".
Olé, he dicho.
Un saludo.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Me interesa mucho, muchas gracias. Es una muy buena lectura de la novela. Lo que llamarían en USA y alrededores una inteligente "close reading" de la misma, señalando aspectos esenciales que la mayoría de los reseñistas pasaron por alto. Me alegra contar con lectores tan perspicaces. Sus interpretaciones tienen mucha validez. Felicita al autor de mi parte por tan acertada aproximación a una novela a la que no es fácil echarle el lazo crítico, desde luego.

Gracias otra vez por recomendármela.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Muchas gracias, Sergio, por tus palabras. También yo me lo pasé muy bien y me alegró conocerte.

Gregg, es gracioso tu poema, aunque el verso final invite a la polémica. Me gustó charlar contigo durante y después del acto (oh my gosh!)...
En cuanto a la decadencia, cuando leas PVD ya verás, siendo poeta, qué de cadencias genera esa decadencia...

Abrazos.

Magda Díaz Morales dijo...

Antes de leer Providence, me permito hacer un comentario (que lo tendré más fundamentado cuando la lea): Me parece que lo que llamó Calvino "hipernovelas", es "un banco de experimentación literaria que bucea en las posibilidades narrativas que ofrece el entorno digital", no se si ello está en Providence. Tal vez, y esto me es particularmente de interés, dentro de Providence haya esa metaficcionalidad: el texto dentro del texto o ese estilo de escritura que de forma reflexiva o autoconsciente recuerda al lector que está ante una obra de ficción, y juega a problematizar la relación entre ésta y la realidad.

Sumamente atractiva este tipo de novelas.

Anónimo dijo...

Gracias a usted por escribir esa novela. Puede dar por felicitado al autor de la reseña. Si supiera cómo tiene su ejemplar de Providence: subrayados en distintos colores, anotaciones en los márgenes, referencias, citas, interrogaciones, exclamaciones… ha disfrutado mucho leyéndole, ha aprendido mucho, aunque también se ha irritado y ha discutido bastante con usted. No se puede pedir mucho más, ¿no le parece?

Quería comentarle, si me lo permite, un par de asuntos. No se sienta obligado a responderme, pues tal vez pueda resultarle comprometedor o embarazoso hacerlo. En muchas de las reseñas de “Providence” que he leído son constantes las referencias a ciertos escritores y directores de cine como Ballard, Pynchon y Wallace entre los primeros y Cronenberg entre los segundos. Personalmente prefiero analizar los libros que leo por ellos mismos, sin recurrir a las posibles o probables influencias del mismo. Como tampoco suelo decir nada sobre la vida del autor de la obra en cuestión. Simplemente opto por ir directamente al grano porque pienso que al potencial lector de la reseña no le interesa tanto saber la vida y milagros del escritor como si lo que escribe es interesante o no, si tiene calidad o carece de ella. Es sólo cuestión de gustos y en realidad no tiene mucha importancia, pero la cosa empeora cuando, como ha sucedido recientemente con una reseña de Ricardo Menéndez Salmón aparecida en la revista Mercurio (nº119), el reseñista incide más en esas referencias literarias o cinmatográficas que en el propio análisis de la novela, queriendo transmitir la impresión de que es una persona muy culta e instruida, cuando en realidad más bien parece que ha entendido bien poco del asunto y que lo que ha entendido lo ha entendido al revés. Este tipo de críticas me irritan especialmente, pues se trata de una ocultación de su no-comprensión de la novela –que no tendría nada de malo, pues la novela no es nada fácil de entender-; en vez de afrontar la reseña con humildad, el reseñista se pasa al extremo opuesto, dándoselas de culto y enterado, empleando un vocabulario elevado, citas muy sofisticadas y gran cantidad de relleno.

Tal vez se pregunte por qué le cuento todo este rollo que espero no le haya molestado. Pues porque me asombra que en las diferentes críticas, algunas de ellas, repito, muy “sofisticadas” y “enteradas”, nadie haya siquiera citado a los dos autores realmente determinantes en la construcción de su novela, o al menos así me lo parece a mí: Jean-François Lyotard y Fredric Jameson. Resulta curioso, ¿no cree?

Bueno, un placer charlar con usted y disculpe de nuevo el rollo.

A.L.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Gracias Magda por tus interesantes apreciaciones de pre-lectora de PVD. En realidad, con la idea de hipernovela me refiero al uso que le da Calvino en la ultima de las Seis propuestas para el proximo milenio. Nada mas (disculpa la falta de tildes, estoy escribiendo en un portatil Mac con teclado americano). Seguiremos hablando a medida que leas la novela...

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Gracias, Alejandro, una vez mas por tu inteligente critica. La tuya y la de Francois Monti son las mas perceptivas que ha recibido la novela. Me encanta que tuvieras con PVD esa lucha de Jacob con el angel. Es la prueba de que un libro vivo siempre apela a lectores vivos. La idea somnifera de la lectura que tantos practican y vindican hoy me resulta perfectamente extranya. Asi que me alegra mucho sumarte al grupo de los grandes lectores de mi "engendro"...
Tengo gran aprecio por Ricardo Menendez Salmon asi que me resulta dificil compartir tus opiniones, aunque entiendo lo que dices. Es una critica distinta, de otra categoria en la medida en que busca imponer unas coordenadas muy particulares a un texto que las desborda, es evidente, una vision de escritor, si quieres, con unas preocupaciones muy concretas. En general te dire que no me molesta que se mencionen autores o cineastas con los que mantengo una complicidad creativa muy grande, autenticos maestros, pero comparto contigo que Jameson y Lyotard estan enraizados en los fundamentos teoricos de la novela. Aqui debo tener cuidado porque hace unas semanas un visitante que se alinea del lado de ese necio de Sokal me incluia en una lista negra junto a mis amigos Mora y Berlin por practicar en este blog, segun el, una neojerga ininteligible. (Cosa absolutamente falsa por lo demas.) Como si estar versado en teoria fuera un handicap y no un merito intelectual. Lo vergonzoso es lo contrario, no llegar, no poder, no entender, y reprrocharle a los que lo hacen que puedan hacerlo. Una actitud, en suma, de mezquindad y mediocridad. En mi novela la presencia de la teoria es subterranea, solapada, esta inserta en el modo en que estructuro el conjunto o concibo la trama, no en el lenguaje empleado en la narracion. Sin duda esos autores contribuyen a su manera a que PVD sea lo que es y lo has visto muy bien...
Tengo curiosidad por los aspectos que te irritan de la novela, supongo que sobre todo el sexo, alguno mas?

En general, aprecio todo lo que se ha ido publicando sobre el libro, con sus limitaciones o perspectivas sesgadas, sin duda, pero todo ello contribuye a enriquecer, ya lo he dicho, la lectura que otros pueden tener de la novela. Y esto es lo importante

Muchas gracias otra vez por tu aproximacion a mi novela. Sin lectores como tu no valdria la pena escribir novelas como PVD. En unos dias la colgare aqui en companyia de otras criticas que hayan salido para entonces.

Un abrazo.
JF

Anónimo dijo...

Señor Ferré, es usted muy generoso con las palabras que dirige a mi reseña. Simplemente intenté explicar(me) el artefacto que había caído en mis manos. Quizás la ventaja que he tenido sobre otros reseñistas fue que el director de la revista tuviera a bien permitirme escribir algo tan largo. Mi texto es excesivo, tal vez como un particular homenaje a su novela. Desde luego “Providence” da para más, para mucho más, está claro. Y eso es un gran logro, aunque también, como todo, tiene su lado oscuro (un lado oscuro que intentaré razonar más adelante).

Pero debo agradecerle, antes que nada, su gentileza. Nunca pensé que tendría la oportunidad de conversar con usted de forma tan relajada. Para mí es todo un regalo. Me alegra, además, haber captado un poquito su interés con mis comentarios. Nada comparado, empero, al que su novela suscitó en mí.

Seguramente lleva razón sobre mi referencia a Menéndez Salmón. Es probable que me precipitara con el comentario, simplemente expresé lo que me parecía, y ya sabe que las apariencias, en muchas ocasiones, son engañosas. Desde luego, todas las críticas son muy valiosas, y cada una de las que he leído enriquecen el texto y resaltan distintos aspectos del mismo. La de Menéndez Salmón también. Al fin y al cabo todos lo hacemos lo mejor que podemos y sería injusto objetar nada a nadie por eso. La propia reseña de Ojos de Papel es mejorable, manifiestamente mejorable, pero las particulares circunstancias en las que fue escrita también determinan el resultado final y así hay que aceptarlo.

En efecto, es cierto que Jameson y Lyotard están enraizados en los fundamentos teóricos de su obra, pero hay algo más, están también presentes de una forma muy viva en la novela, o al menos así me lo parece a mí. Le dejo la intriguilla, que no quiero extenderme mucho. Si se tercia en otro momento se lo comentaré con más tranquilidad.

Cita a Sokal y vamos entrando en el meollo del asunto, pues es éste un personaje que me inquieta. Por no desviarnos mucho del asunto entrando en sus “Imposturas”, sólo le diré que lo que más hecho de menos en los análisis de Sokal es el humor. Le falta sentido del humor, desde luego. Pero volviendo al tema que nos interesa ahora, me pregunta por los aspectos que me irritan de la novela. Veamos. Es cierto que las escenas de sexo son excesivas y tal vez no hiciera falta tanto espacio para transmitir lo que creo que usted pretende (no querría desvelar mucho). Por otro lado he detectado en algunos tramos de la novela un exceso de adjetivación para mi gusto (2º párrafo del Inserto 1 “La conexión rusa”, pg. 28-29), situación que se repite en “Yo soy Providenz” (pgs 387-409), fragmento que, debo reconocerle, se me hizo pesado (aunque considero que el final del mismo es brillante y para mí significó un punto de inflexión en la novela), sobretodo, insisto, por el exceso de adjetivos. Sé que ese “capítulo” es un homenaje a Lovecraft y a su forma de escribir, pero Lovecraft es Lovecraft y se le perdona todo. El asunto de los adjetivos es más llamativo porque contrasta con su (la suya, la de Juan Francisco Ferré) excelente prosa, fluida y equilibrada, toda una delicia, sobre todo en la primera parte de la novela.

Pero todo esto en realidad son pequeños detalles, porque en otros momentos esa misma adjetivación excesiva y torrencial resulta magnífica (pg 425 y ss.), así que ya ve, hay gustos para todo. Sin embargo existe en mí (parece que esté hablando de la Fuerza) una irritación más estructural, como si dijéramos, que tal vez se podría resumir del siguiente modo: a veces tengo la sensación –porque la novela sigue muy viva en mi cabeza- que usted y yo partimos de tradiciones “teóricas” muy distintas (no lo sé) pero que llegamos a conclusiones parecidas. Eso, como imagino convendrá conmigo, es extraño y fascinante a un tiempo.

Anónimo dijo...

Creo que Providence está escrita con toda la intención, con conciencia de cada una de sus partes, de cada una de sus frases, de sus palabras. Está hecha así adrede, para irritar, para provocar(al menos a algunos, entre los que me incluyo). Me explico. La novela refleja e ilumina (paradójicamente) de forma impresionante una determinada realidad del mundo contemporáneo, o de la sociedad posmoderna si lo prefiere. ¿Hubiera podido hacerse de otra manera? Desde luego, yo no tengo ninguna alternativa. Usted ya se ha ganado mi respecto intelectual por su capacidad para idear semejante artefacto. ¿Que me irrita no saber qué le ha sucedido realmente a Álex Franco, qué es exactamente Providence, o quiénes son en realidad las mujeres que cumplen un papel importante en la novela? Pues sí, me irrita, no lo puedo evitar, pero también me irrita la ausencia de responsabilidad (por emplear un calificativo suave) de los agentes causantes de la crisis económica que todos estamos padeciendo, como me irritan, en definitiva, tantas cosas en este mundo de locos y muchas veces incomprensible en el que vivimos (y morimos).

No estoy seguro de haberme explicado bien, pero bueno. ¿Cosas concretas? Pues me irrita que de uno de los detectives de la primera parte, cuyos nombres Vallard y Benoliel me recordaron, dicho sea de paso, a Hernández y Fernández de Tintín y no sé por qué a los personajes de la novela de Flaubert Bouvard y Pécuchet; la voz de uno de los detectives, le decía, en la página 81 (“…¿me ha entendido bien, señor director de los cojones?”), es la misma que la que aparece en la página 135 (“Usted elige, señor director de los cojones…”), perteneciente, supuestamente, a un agente de aduanas o a un personaje (o voz) del juego de ordenador, no se sabe a ciencia cierta. Ese tipo de juego con el lector está muy bien, pero debo decirle que echo de menos alguna respuesta (aunque esto, ya le advierto, es un problema mío, pues mi mayor necesidad es la de saber, la de conocer, y en ese sentido, y aunque pueda parecer paradójico, su novela, al tiempo que oculta gran parte de los interrogantes y de las cuestiones que plantea, despeja otros muchos, en un sentido más profundo, claro). Aunque eso ya lo apunto en la reseña.

Bueno, veo que me alargo en exceso y que el tema –fascinante, ya ve- resulta muy complejo para despacharlo en unas líneas. Piense que simplemente he tratado de explicarle por encima algunas de mis irritaciones. Los brochazos son pues más bien de corte grueso. Espero que podamos seguir conversando sobre el asunto.

Un abrazo.
A.L.

PD: Releo lo escrito y me doy cuenta que está lleno de digresiones necesarias e insertos. Curioso.

PD. 2: he tenido que dividir el mensaje en dos. Espero que haya quedado bien.

Jesus Andres dijo...

Bin Vader! Qué hallazgo!

Saludos.

(Para Lyotard y Jameson, ver feedback 2).

Anónimo dijo...

Empiezo por lo último. Sí, Jesús, sólo la confusión en que vivo estos días puede explicar mi lapsus. Tú supiste ver antes que nadie, y analizarlo con inteligencia, por eso tu critica está entre las más perceptivas también, con Monti y Lillo y algún otro que olvido, seguro, mi vinculación a estos pensadores postmodernos. Mea culpa por ambas cosas, por mi amnesia y por mi pedantería!

Ya te imagino pintando un retrato de Bin Vader. Ojalá me lo enseñes pronto...

Un fuerte abrazo.
JF

Anónimo dijo...

Y, bueno, Alejandro, te emplazo a seguir la discusión en un futuro inminente (bromeo con el signo de mi último post) en que colgaré tu crítica en este espacio. Acepto tus reparos, aunque no los comparto, como es natural. En mi mano habría estado el evitarlos. Creo que en una novela de esta envergadura es lógico que haya excesos estilístios propios de la incontinencia del autor, algún escape había de tener (ya hablaremos en detalle, llegado el momento, de la parodia de Lovecraft). Y en cuanto al sexo, te diré que me divierte, aparte de todo lo que se pueda decir, creo que sé escribir sobre ello y me parece un tema tan legítimo como cualquier otro y mucho más excitante. Por otro lado, más que un Fausto contemporáneo, que también, mi Álex Franco es sobre todo una versión singular de Don Giovanni, con su convidado de piedra incluido y no solo con las apetecibles seducidas. Vía Mozart y vía Kierkegaard, en especial, me muestro con esta novela prisionero del sentimiento estético de la vida. No pasaré de ahí, por fortuna, al revés de lo que propugnaba el severo Soren, lo religioso me es indiferente. En cuanto a las otras filosofías divergentes que, sin embargo, nos han reunido en la ficción de esta novela, te diré, guardándome mis cartas, que, al contrario de lo que piensan algunos, el aparato teórico desmonta tanto como es desmontado, por así decir. Hay una figura erótica y no retórica esta vez que lo elucida mejor, sentando cátedra de pornógrafo otra vez. Un dígito que alía cifras simétricas en una cópula maliciosa. Eso es lo que en mi opinión, tomando toda la extensión de PVD como lecho, practican la narración y la teoría para regocijo de voyeurs sin complejos. Ahora te toca a ti revelar tu juego...

Un abrazo,
JF

Anónimo dijo...

Y, no se me olvidaba, descuida. Al visitante anónimo que dejó un mensaje cargado de información venenosa que no puedo publicar mientras no lo firme con algún nombre, que lo haga cuanto antes por el bien de la verdad y la honestidad y, si es posible, enriquezca con más información aún su impagable confidencia. Ya puestos a jugar a "Garganta Profunda" por qué ser discretos y no soltarlo todo de una vez, nombres, fechas, lugares, motivos, cantidades, etc. Manías de viejo periodista del "Washington Post" que tiene uno...

Saludos,
JF

Anónimo dijo...

Ojo. Las escenas de sexo no me cansan un poco por el contenido sino por la estructura, que se me vuelve algo monótona. En efecto, bienvenidas sean esas (supuestas) filosofías divergentes que nos han reunido en torno a “Providence”. Le diré, pues, dónde veo a Lyortard y Jameson de manera muy viva en la novela. No tanto el Lyotard de “La condición posmoderna” (aunque “El movimiento browniano” haga referencia a él), sino más bien al Lyotard de “A partir de Marx y Freud”. En el prólogo a esa obra el autor francés habla sobre la imposibilidad de la superación del kapitalismo (así lo escribe él): “Toda crítica, lejos de superar éste, lo consolida”. Lo único que puede destruirlo es “la deriva del deseo”, especialmente entre los jóvenes del mundo, con independencia de su clase. Los jóvenes, pues, a través de su intensidad afectiva y de la multiplicación de su deseo libidinal, son los únicos que pueden destruir al capitalismo. Y el papel de los artistas consistiría en derribar los obstáculos que impiden la multiplicación de ese deseo, entregando a las llamas las formas de la realidad establecida: “Los artistas –afirma Lyotard- desean que toda la sociedad alcance esta irrealidad; que el rechazo y la represión de las intensidades libidinales (…) sean suprimidas en todo lugar. Y muestran cómo hacerlo, trabajando y haciendo estallar los obstáculos más elementales, aquellos que oponen al deseo el No de la pretendida realidad; la percepción de los tiempos, de los espacios, de los colores, de los volúmenes”. El arte, lo “estético”, es pues en Lyotard, “no una coartada, un cómodo retiro, sino la fisura y la grieta para descender a los fondos de la escena política” (pgs 20-24, ed. Fundamentos, 1975)

La juventud como agente destructor del capitalismo gracias al desarrollo y proliferación de sus deseos libidinales. El artista como el supresor de obstáculos y destructor e incendiario de la pretendida realidad. Finalmente, la “estética” como política. Creo que las referencias de todo esto en su obra son evidentes.

Con Jameson seré más breve. Una de las tesis más sugerentes, atrevidas y polémicas del crítico americano creo que viene a ser –corríjame si me equivoco- que todo producto cultural orientado al consumo de masas tiene en su propio seno una faceta utópica y, por tanto, revolucionaria. Jameson llama a esa función algo así como “potencial trascendente”. En “Signatures of the visible” dice (pg. 25-26): “… in particular, it allows us to grasp mass culture not as empty distraction or “mere” false consciousness, but rather as a transformational work on social and political anxieties and fantasies which must then have some effective presence in the mass cultural text in order subsequently to be “managed” or repressed”). Jameson intenta demostrar esta proposición apelando a tres películas comerciales, una de ellas “Tiburón”.

Por último. No tengo mucha experiencia en esto de los blogs, pero sí la suficiente como para saber que es una fuente constante de malentendidos. Como no he entendido bien hacia quién iba dirigido su último mensaje, prefiero curarme en salud y aclarar que por supuesto no tengo nada que ver con el comentario anónimo que no ha publicado y que alguien le dejó.

Saludos, A.L.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

No, no eres tú el anónimo al que me refería. Por fortuna para ti. No te veo dueño del conocimiento amargo que implicaban sus informaciones.
Como estoy algo cansado de ver que los lectores de PVD se dividen entre los que han disfrutado de su contenido sexual y los que no tanto o no todo el tiempo, sólo añadiría que me sorprende que digas que la estructura de dichas escenas te resulta monótona cuando no hay dos iguales. Por hablar solo de la sección USA de la novela: ni la liaison con la afroamericana ni el affaire con Eva ni el megapolvo con la mujer policía, que son los dominantes en el nivel 2, se parecen en nada, ni en el modo de narrarlas, ni en el modo de relacionarse con las chicas, o sea que no entiendo a qué te refieres cuando hablas de monotonía. En cualquier caso, lo que ha quedado claro es que suelen ser los lectores más ineptos (no es tu caso, desde luego, como ha quedado claro en tu crítica) los que tropiezan en esto, hasta el punto de que he leído por ahí a alguno de estos que no entiende nada de la trama de PVD, ni siquiera por qué el sexo no es gratuito sino parte del experimento, parte del juego, parte del mecanismo en el que Franco ha entrado. Me hace gracia que supuestos lectores de ciencia ficción no reconozcan en esto incluso la influencia de Delany, un escritor para el que las siglas SF se volvían a menudo SM sin perder nada de su encanto. En este sentido, PVD es una novela de aventuras sexuales como Tiempo desarticulado de Dick podía ser una novela de suburbio, o Naked Lunch una novela de drogas, o Crash una novela sobre coches (por cierto, que los que citan a Ballard en relación con PVD aciertan de pleno). Crash es un buen ejemplo de monotonía, en el sentido en que a lo mejor tú dices, y también de monomanía...

En cuanto a Lyotard te diré que sí, en parte, a lo que dices, aunque el libro más influyente sea Economía libidinal, que va en una línea parecida a la que aludes, pero mucho más radical. Lyotard llegó a considerarlo su libro más diabólico. Jameson es una influencia temprana, que en la novela es discutida (el ensayo que citas, como recordarás, es cuestionado por Franco en algunos aspectos). Pero yo añadiría a Zizek, tanto en su visión del cine como de la situación contemporánea, por no hablar de otras cosas...

a.L. dijo...

Sí, Zizek; literalmente en esos órganos sin cuerpo del desenfreno fétido de la cópula-monstruo del final del Informe #2 (la 'asimitación' de Lovecraft).

Anónimo dijo...

Disculpe la tardanza en contestarle, iba ocupado. Tiene razón con lo de la estructura de las escenas sexuales, no hay dos iguales. Por otro lado no coincido con usted en esa calificación hacia quienes no han entendido o no entienden nada de la trama de Providence. Como ya le dije anteriormente, es una novela difícil de entender. Personalmente tuve que esforzarme bastante para comprender cuanto menos sus líneas generales y las intenciones de la novela. Y aún así hay muchas cosas que conforman una gran nebulosa y de las que sigo sin comprender el sentido, aunque eso, como ya hemos hablado, también forma parte de la novela.

En cualquier caso, repito, la lectura ha sido placentera, sugerente y muy motivadora. Le aseguro que estaré atento a su siguiente obra.

Un saludo.

A.L.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Haces bien en corregirme. No quise decir "lectores ineptos" (todos lo somos de un modo u otro a lo largo de nuestras vidas con algunos libros) sino "lecturas ineptas", que es algo diferente, sin ninguna pretensión de insultar, entendiendo por tales aquellas que por razones perfectamente legítimas (cualquier actitud con un libro está legitimada de antemano, incluso la de no comprarlo o no leerlo) no han sabido entenderse con él, participar de su propuesta de juego literario. Nada más.

Mil gracias, una vez más, por tu lectura atenta e inteligente de PVD.

Un abrazo,
JF