[Bret Easton Ellis, Glamourama, Random House, trad.: Camila Batlles Vinn, 2023, págs. 640]
"Los destrozos" (la nueva novela de Bret
Easton Ellis que acaba de aparecer en español y reseñaré aquí en breve) ha logrado redefinir
la perspectiva crítica sobre una obra que parecía cerrada por la decisión de su
autor de consagrar su talento a escribir guiones y producir películas,
desengañado de la escasa influencia e irrelevancia de la literatura en nuestro
tiempo, como proclama en “Blanco”
(2019), libro de no ficción donde disecciona de manera implacable las claves de
su biografía y su personalidad creativa sin escatimar comentarios negativos
hacia los vicios ideológicos de la cultura actual.
Es necesario incidir en este aspecto al volver la
vista atrás y recuperar las grandes novelas que marcaron los años noventa, esa
década final del siglo XX en la que el talento de Ellis
se expresó en su máxima potencia artística con “American Psycho” (1991) y
“Glamourama” (1999). Ambas obras maestras, reeditadas ahora, cobran una
renovada significación al confrontarse con la octava novela de Ellis ("The Shards"/“Los
destrozos”), una narración deslumbrante en la que la autobiografía y la ficción
establecen un bucle imposible de deslindar, como ya sucediera en “Lunar
Park” (2005). La grandeza de la literatura de Ellis, sin embargo, es
inversamente proporcional a la simpatía que pueda suscitar la idiosincrasia de
su autor. Así que la ambigüedad de su gesto, esa frialdad mundana o esa
negatividad aséptica con que los narradores de Ellis seducen y asquean al
lector arrastrándolo a su mundo de obsesiones y fascinaciones banales, belleza
y abyección, glamour y horror, paranoia y estupor, constituye uno de los
indudables encantos de sus novelas.
El designio principal de su paradójico proyecto
literario consiste, de ese modo, en sostener una estética narrativa próxima al
realismo en un período histórico donde la vida y la cultura, como ilustra “Glamourama”,
se han vuelto enteramente mediáticas y espectaculares. Sería imposible escribir
sobre la celebridad y la fama y las apoteósicas imágenes que las difunden por
todos los medios con la artificiosa naturalidad y el desbordante realismo de
síntesis con que Ellis lo hace en sus novelas sin conocer íntimamente cómo se
urden a diario sus fiestas publicitarias y cuál es el código maestro con que
ese mundo suele regular el juego promocional de sus rutinas, negocios y
placeres.
Transcurridos más de veinte años desde su primera
edición, “Glamourama” sigue siendo una obra maestra de lectura obligatoria para
entender el régimen espectacular dominante en nuestras sociedades, tanto a
finales del siglo XX, cuando la televisión y las revistas eran los medios
difusores de la fama global, y también hoy, en la era del dominio de las redes
sociales e internet. Ellis alcanza la excelencia narrativa al tiempo que se
sumerge sin filtros morales en el mundo divinizado del glamour, la moda, el
estrellato y la celebridad.
Imaginemos el rodaje de una película donde modelos publicitarios de ambos sexos organicen una orgía mundial de atentados terroristas a fin de imponer la belleza como alternativa radical al mal gusto generalizado de la clase media. Eso es, en un cierto nivel, “Glamourama”: una perversa trama de ficción que vuelve análogos, en su escenificación fílmica en la mente de Victor Ward, su aturdido protagonista, el desfile de modas y el atentado terrorista, las últimas colecciones de temporada y la masacre indiscriminada de ciudadanos, la alta costura y el alto coste en vidas humanas. Esta novela magistral representaría el triunfo de la voluntad estética como voluntad de poder y exterminio de quien se deja seducir por la promesa de belleza inconsecuente y felicidad narcótica del sistema. Nunca Ellis se acercó tanto a las categorías literarias de Don DeLillo.
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