[Publicado ayer en medios de Vocento]
En
qué mundo vivimos. A qué jugamos. En beneficio de quién. No hablo de fútbol, ni
de economía, ni de videojuegos. Hablo de algo sutil que ronda por todas partes,
está siempre en la punta de la lengua y se desliza entre líneas hacia el
silencio. El píxel ciego de la realidad.
Así es el
mundo actual. Inmediato y mediático. Como si estuviéramos en un estadio de
fútbol asistiendo a la final de la Champions y nos sintiéramos, al mismo
tiempo, cómodamente instalados como Messi en el salón de casa devorando patatas
fritas de marca y disfrutando del espectáculo en una pantalla Neo QLED de 98 pulgadas.
El
trampantojo antiguo pretendía que el espectador confundiera el artificio con la
realidad engañando al ojo. El trampantojo contemporáneo muestra sin tapujos el
artificio de la realidad. Esto es hiperrealismo. Cuando ves jugar a los equipos
más potentes, no estás viendo una representación de la competición y belleza
del fútbol. Estás viendo un trampantojo sobre el poder global del dinero y la
ingenuidad ilimitada de los aficionados. Cuando ves a un rey volver del exilio
y exhibirse ante su público como si nada, no ves una imagen decrépita del poder,
no te engañes, sino un programa especial sobre la nulidad de las figuras del
poder en este mundo.
La
hipocresía y el cinismo van juntos, como esos clubes europeos que no pueden explotar
su marca sin añadir la cursilería de los mensajes concienciados ni sobrevivir
sin la mecánica brutal de los ultras. Otro signo de ironía divina. Cómo es
posible que las sociedades más retrógradas del planeta posean en abundancia los
recursos naturales preciosos sin los que las sociedades más progresistas,
atrapadas en el bucle energético, apenas podrían sostener su modo de vida.
La sociedad americana es paradójica y produce fenómenos extremos. Un mundo que lo promete todo y solo regala baratijas a la mayoría acaba generando odio. El odio americano se traduce en explosiones de violencia y matanzas terribles. El odio, aquí y allí, es un sentimiento viral que amenaza la democracia. Mucho cuidado. El fascismo no se disfraza, gran error. El fascismo se expone y da voz a los resentidos y desengañados. Para detenerlo no basta con argumentos buenistas. El fracaso de la educación es un factor determinante. No ha sido tomada en serio y ahí están las pruebas. Cada vez que ataquen una escuela y mueran niños, no se culpe al exceso de armas, sino al defecto de libros. Al desprecio a la cultura y la inteligencia. Abandonemos la caverna de una vez.
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