The presumptuousness of it all. On the one hand, the
Aristotelian, perhaps evolutionary need to put everything into categories—predator,
twilight, edible—on the other, the need
to pay homage to the transitive, the flight, the great soup of being in which
we actually live.
-Maggie Nelson, The Argonauts, pp. 46-47-
Maggie Nelson (1973) es el último
fenómeno literario norteamericano de ese género múltiple que es la no ficción,
es decir, el discurso que renuncia a la invención, rehúye los mecanismos y trampas
de la narrativa, concede protagonismo a la figura del autor y facilita así la
identificación inmediata (Anna Kornbluh dixit)
con el lector. No es tan fácil como parece y hay una legión de aspirantes
intentando alzarse a las cumbres del talento y el éxito con un instrumental
bastante pobre. No es el caso de Nelson, brillante poeta, magnífica pensadora y
crítico, dotada de una mente analítica de primer nivel y de una infrecuente
capacidad para discurrir sobre los temas y los asuntos más candentes del
presente sin balbucear ni bloquearse.
Desde la publicación de su gran libro Los
argonautas (2015) es reconocida como una de las estrellas más
rutilantes del firmamento literario americano y una de las más reclamadas por
revistas especializadas, grandes museos y galerías importantes. Los
argonautas era una prodigiosa meditación sobre el sexo, el cuerpo y la
maternidad escrita por una mujer que se había casado con un artista transexual
(Harry Dodge) sin renunciar a ser madre y había decidido transformar esa
experiencia única en una escritura fragmentaria que fundía lo lírico con lo
teórico y lo aforístico y generaba un estilo superior. Después de esta obra
singular, anticipada por un libro anterior tan sugerente como Bluets
(2009), Nelson ha puesto en pie un edificio de pensamiento y expresión
basado en la frecuentación de las teorías más atrevidas del pasado y el
presente, en contacto directo con los movimientos intelectuales y artísticos
más innovadores de su país, sin olvidarse de someter ese bagaje tumultuoso y
conflictivo al filtro de su extraordinaria inteligencia, conocimiento de la
historia, la literatura y el arte y una sensibilidad siempre alerta.
Al género que practica, siguiendo los postulados
de Paul B. Preciado, uno de sus coetáneos más afines, a pesar de sus
diferencias significativas, se lo denomina “autoteoría”: una amalgama de biografía
vibrante, pensamiento complejo y dicción aguda y libérrima. De su poderío analítico
ya habían dado testimonio libros previos como El arte de la crueldad
(2011), en el que revisaba la noción de arte y literatura transgresores y el
concepto de violencia estética, desde Artaud y las vanguardias hasta Mathew
Barney o Mary Gaitskill; y Sobre la libertad (2021), un tratado
sobre la mutación contemporánea de la idea de libertad que acaba siendo una sutil
apología de la política de los cuidados.
En esta novísima recopilación de ensayos y
conversaciones, Nelson realiza la proeza de exhibir su relación íntima y
reflexiva con numerosos artistas e intelectuales de la escena norteamericana de
los últimos sesenta años. El título del conjunto procede del texto que dedica
al escritor afroamericano Hilton Als, otro de sus precursores en la escritura de
no ficción altamente creativa. Junto a Als desfilan por el libro las afinidades electivas de Nelson: Carolee
Schneemann, Mathew Barney, Fred Moten, Eileen Myles, Moyra Davey, Kara Walker,
Hervé Guibert, Prince, Eve Sedgwick, Alice Notley, Ben Lerner, Björk, Judith
Butler o Tala Madani, entre otros.
Sin duda ninguna, el ensayo más conmovedor, por el que habría que comenzar la lectura quizá, es el que dedica a su amiga en la distancia, la cantante Lhasa de Sela, muerta de cáncer prematuramente. Pero es, una vez más, comentando unas palabras de Hilton Als cuando Nelson formula una de sus ideas más potentes: “una cosa es teorizar sobre el funcionamiento de la identidad y el deseo…y otra es soltar ese mecanismo en el lenguaje y dejarlo que se desboque. Darle boca”. Así Maggie Nelson, argonauta desbocada. No por casualidad, su nuevo libro se subtitula La historia de mi boca.