martes, 29 de julio de 2025

IMPOSIBLE DUELO


[Han Kang, Imposible decir adiós, Random House, trad.: Sunme Yoon, 2024, págs. 252] 

       Cuando una autora recibe el Premio Nobel y esa autora pertenece, además, a una literatura periférica, como ocurre con Han Kang, escritora coreana de prestigio internacional ya antes de la nobelización, o con Olga Tokarczuk, escritora polaca de envergadura mundial, la ocasión debe ser celebrada doblemente: que sea una mujer y que proceda de literaturas excéntricas, que suponga, en este sentido, la afirmación de una voz original en una lengua singular y minoritaria. En el contexto de la literatura mundial, la globalización de la novela como género principal favorece esta clase de reconocimientos.

No se puede leer esta novela de Han, la undécima suya, publicada en Corea en 2021, sin conectarla, como exige la autora, a una novela anterior, Actos humanos, publicada en 2014 y traducida al español en 2018. Muchos elementos de esa novela reaparecen en esta, estilizados e intensificados. Donde antes la polifonía narrativa estructuraba un relato colectivo sobre el dolor y la memoria ante una masacre histórica como la de la ciudad de Gwangju en 1980, bajo la dictadura militar, ahora es la voz íntima de un avatar ficcional de la autora la que canaliza la recuperación de la memoria de una matanza situada en la isla de Jeju en los años de la Guerra de Corea.

Pero Han es una novelista con una poderosa tendencia a la escritura poética, como demuestran La vegetariana (2007), su obra más conocida y celebrada, y Blanco (2016): el registro lírico, cargado de metáforas y símbolos, ancla su prosa en una dimensión espaciotemporal difusa, donde el pasado y el presente, lo temporal y lo intemporal, lo natural y lo histórico, lo real y lo onírico, se entremezclan hasta constituir un mundo de compleja belleza. Un mundo, por cierto, donde la belleza apenas compensa el horror y el dolor de estar vivo. No es casual, por tanto, que la novela comience con el sueño recurrente de una escritora que parece indicar que la terrible temática de su libro recién terminado no consigue cicatrizar, como una herida, y sangra todavía.

Esta evocación del período en que Han trataba de liberarse de la pesadilla de escribir Actos humanos sirve de prolegómeno a los sueños invasivos que la arrastran de un modo inexorable a escribir Imposible decir adiós, estableciendo una filiación umbilical entre ambos libros. En este caso, la mediación la establece la relación entre la narradora Gyeongha y la amiga fotógrafa, Inseon, natural de Jeju, y los traumas de su madre, Jeongsim, que perdió siendo una niña a su hermano mayor, asesinado en apariencia durante el genocidio anticomunista de los isleños.

El relato onírico impregna la novela y le confiere a la narración una apertura psíquica por la que se filtran el inconsciente individual y el colectivo, la evocación más o menos distorsionada de las matanzas y las secuelas sociales de las mismas, la recurrencia del mar como símbolo de la profundidad de la memoria y el olvido, los sueños obsesivos y, sobre todo, la comunicación extrasensorial, la transferencia de historias, entre las dos mujeres: una, Inseon, postrada en la cama de una clínica de Seúl, recuperándose de un accidente que le ha amputado los dedos de una mano, y la otra, Gyeongha, encerrada en la casa familiar de Inseon en Jeju, recopilando toda la información y los recuerdos subjetivos de la tragedia, bajo las acometidas de una tormenta de nieve y un apagón eléctrico.

La historia es horrible, como decía Sartre, algo en lo que vivimos atrapados y de lo que solo deseamos escapar, y siempre implica una victoria del poder sobre la justicia y la libertad de los pueblos. Esta hermosa e inquietante novela de Han Kang comparte la idea y demuestra que la memoria histórica no cura las heridas, pero sí la memoria poética, la memoria novelesca de los actos atroces que unos seres humanos cometen contra otros seres humanos en nombre de falacias y entelequias ideológicas. La literatura contra el olvido y la desmemoria.

No hay comentarios: