-Carol
Vernallis, Unruly Media-
What I’m calling “the
media swirl” reflects the ways that spectacle saturates everything we
experience.
-Carol
Vernallis, The Media Swirl-
Doy mi lista de mis películas favoritas de 2024 en
colaboración con buenos amigos cinéfilos (por orden alfabético: Manuel Arias Maldonado, José
Ángel Barrueco, Noel Ceballos, Txema Martín, Guillermo Mas Arellano, José Ramón Ortiz, Pepo Pérez) con los que hay
tantas afinidades electivas como jugosas diferencias.
JUAN FRANCISCO FERRÉ
Mi descubrimiento teórico del año son los dos libros de Carol
Vernallis sobre el paisaje mediático contemporáneo: Unruly Media: YouTube, Music Video, and the New Digital Cinema
(2013) y The Media Swirl: Politics,
Audiovisuality, and Aesthetics (2023). Las categorías de “dicha audiovisual”
(“audiovisual bliss”), cuyo origen Vernallis atribuye a las texturas del
videoclip, y las de medios indomables o insumisos (“unruly media”) o “remolino
mediático” (“media swirl”), creo que corresponden con cierta exactitud, más
allá de mis diferencias estéticas con Vernallis, a lo que se ha visto en el
cine, para bien y para mal, a lo largo del año 2024. Todas las películas que
conforman mi selección anual, de un modo u otro, encajan en el paradigma
audiovisual de Vernallis: un cóctel de tecnología puntera y representación
extrema. Éxtasis de la imagen, imagen del éxtasis: arrebato capitalista de la sensibilidad,
nueva mística de las sensaciones y las emociones…
El año no prometía mucho, lo reconozco, y a pesar de eso he
logrado recopilar una cosecha de películas espléndidas que merecen una
reflexión más detenida. Este año, rompiendo la tradición, son solo diez (+ dos)
las escogidas en la lista final y las doy en orden de preferencia con una breve
exégesis. Solo he elegido, relegando el lote de películas interesantes o
apreciables a otros apartados, las propuestas más excéntricas y originales, en
el fondo y en la forma. Las más representativas, en suma, del “maelstrom
mediático” del presente cultural. Para elogiar sus antónimos creativos ya están
los medios mayoritarios y los cinéfilos convencionales.
Esta es mi santa decena de 2024:
*Pobres criaturas (Yorgos Lanthimos)
El año comenzó bajo los
signos de la extravagancia con el estreno tardío de esta adaptación de Alasdair
Gray realizada en estado de gracia por un equipo liderado por Lanthimos y Stone.
No es la novela, ni falta que hace. Nadie que admire a Gray puede dejar de
admirar este reciclado neobarroco de Frankenstein
en clave sexual y de género. Ciencia devorada por la ficción con intenciones
políticas muy perversas. El final de la película, que habría hecho derramar
lágrimas de felicidad al viejo Gray, es un homenaje eufórico al sentido de la
utopía social y sexual que surgió en el siglo XIX y el siglo XX frustró por
completo. Aún sufrimos las consecuencias…
*La sustancia (Coralie Fargeat)
La película del año, a
pesar de todo, y la más difícil de aceptar por el público mayoritario. La más
atrevida, audaz y gozosa. Un espectáculo visceral en toda regla (Linda Williams,
intuyo, habrá temblado de placer y de horror al verla mientras Naomi Klein
ponía una espuria demanda por plagio…). Nadie sale ileso de su explosivo
carnaval de sustancias y humores, ni siquiera su directora y guionista.
Inspirada con toda seguridad por el escenario fantástico del mejor episodio de Lovecraft Country (“Strange Case”),
Fargeat ha sabido escenificar con inteligencia el tránsito de lo particular a
lo universal al trascender el conflicto de género (hombre versus mujer en los
confines del patriarcado espectacular) en conflicto de edades y estados de
forma física dentro del cuerpo revolucionado de la misma mujer. Más allá del feminismo
epidérmico, la fábula se centra en la guerra de lo viejo y lo nuevo, el cuerpo
joven contra el cuerpo viejo: mujer contra mujer, vieja contra joven, guapa contra
fea, piel tersa contra piel arrugada, naturalismo de la finitud contra cirugía plástica
de la eterna juventud, etc. La duplicidad femenina de los personajes cómplices
de Demi Moore y Margaret Qualley no deja de evocar, en cierto modo, dentro del
festival de citas y alusiones sin cuento que constituyen el tejido celular de
la película (De Palma, Cronenberg, Lynch, Gordon, Refn y Yuzna, entre otros
muchos, o lo que es lo mismo: Carrie,
Hermanas, Cromosoma 3, Videodrome, Inseparables, Mulholland Drive, Eraserhead,
Reanimator, Society, La novia de Reanimator, The Neon Demon, etc.), al
duplicado erógeno urdido por Buñuel con sus actrices en Ese oscuro objeto del deseo…
*L’Empire (Bruno Dumont)
La película más odiada del
año. Nadie parece haberla visto, a todo el mundo que lo ha hecho se le ha
borrado de la memoria como por ensalmo. No me extraña. Dumont cruza sus dos
ciclos narrativos predilectos, el pequeño Quinquin y la saga de Juana de Arco,
para anunciar el advenimiento del reino de la farsa, la impostura, la
corrupción y la mentira sistémicas. Un nuevo imperio, el imperio de lo peor (l´empire du pire), al servicio del poder
del espectáculo en plena fase galáctica, las castas sociales y las élites
económicas. Humor tan negro como la armadura de los caballeros güelfos que
combaten contra el imperio gibelino de nuestro tiempo, ¿o era al revés?…
*Nosferatu (Robert Eggers)
Desde el principio de los
tiempos, hay un Drácula exotérico y un Drácula esotérico, un Drácula ortodoxo y
un Drácula heterodoxo. Este se llama Nosferatu,
no diré más sobre la cuestión de momento, y Eggers le hace justicia a la herejía
vampírica con su puesta en escena de un carrusel de imágenes fascinantes que se
desplazan entre los arcanos de Jung y los secretos de Freud. Eros y Tánatos: el
matrimonio de la vida y la muerte, la seducción de la carne por la potencia del
cadáver, las nupcias de la doncella y el esqueleto, como en un cuadro de Hans
Baldung Grien. El cine vampiriza a la vida y la vida, con sus tejidos, vísceras
y humores, alimenta al cine. El bello gesto intemporal por el que la vida se
sacrifica, reteniendo al vampiro (no muerto) junto a ella hasta el amanecer
para que la luz lo aniquile, simboliza el mecanismo del cine que transforma la
vida en imagen, en suma, el arte de la luz y la oscuridad, la cámara oscura del
inconsciente de la especie. Nosferatu
es, además, la alegoría más terrible y fúnebre que se pueda imaginar sobre la
pandemia de la COVID…
*El mal no existe (Hamaguchi Ryūsuke)
En la película asiática del año, Hamaguchi plantea el problema del mal en la sociedad hipermoderna con naturalismo espiritual y espiritualidad natural. El mal no es natural, ni social, ni histórico, ni metafísico, ni político, ni religioso. El mal es una fuerza humana, demasiado humana, y se llama estupidez, necedad, incomunicación, explotación, autismo, y no tiene remedio. La secuencia final, la muerte enigmática de la niña embestida por el ciervo, es de una belleza escalofriante y pone al espectador, de repente, frente a un mundo situado más allá del bien y del mal. Magistral suena insuficiente para calificar esta lección bressoniana de cine sustancial…
*Emilia Pérez (Jacques Audiard)
El musical del año, digan
lo que digan en Broadway y alrededores, narra la transformación somática, pero
no psíquica, de un narco como alegoría de la mutación del patriarcado para
preservar el poder, el dinero y la influencia. El padrino se hace madrina, como
en una versión mexicana de Con faldas y a
lo loco, para seguir dominando el negocio tras una máscara social mucho más
eficaz, en definitiva, y también el devenir de la familia, como en un melodrama
lacrimógeno de Sirk, o en la letra de un narcocorrido. Irónica y
desternillante, alegre y vivaz, el agudo Audiard da pronto con el tono de su
farsa psicosexual (más escéptica con lo trans
de lo que la crítica políticamente correcta es capaz de captar) y sus actrices (sublime
Zoe Saldaña) le siguen con gracia irresistible hasta el (flojo) desenlace accidental
del melodrama. Es la película que Almodóvar, extraviado en su laberinto,
hubiera debido hacer para que siguiéramos creyendo en su talento…
*Anora (Sean Baker)
No me interesa demasiado la
grotesca historia de amor con el pajillero principito de la mafia rusa, aunque
sí la fascinante figura de la estríper Anora (arrebatadora Mikey Madison),
personaje hipnótico y seductor, alma con cuerpo en cada gesto y cuerpo con alma
en cada músculo, pero la puesta en escena de Sean Baker es para rendirse sin
discusión a la evidencia de su enorme talento cinematográfico al servicio, por
cierto, de una causa tan noble como la despenalización (y desculpabilización)
del trabajo sexual, el pecado mortal para los puritanos de izquierda y de derecha...
*Sangre en los labios (Rose Glass)
La historia de amor lesbiano, con tintes neonoir, entre una niñata curiosa de un pueblo de Nuevo México y una hermosa culturista adicta a los anabolizantes acaba como una parábola carnavalesca sobre la decadencia y el final del patriarcado y la deriva nómada y motorizada de las dos chicas enamoradas hacia ninguna parte. No hay utopía que pudiera acogerlas. No hay tal lugar para ellas en el mundo, en efecto. Entre la psicosis y la nada, elijo la psicosis, parecería decir el personaje interpretado por Kristen Stewart, reescribiendo la frase final de "Las palmeras salvajes" de Faulkner, como signo de vida y pulsión de muerte…
*Rivales (Luca Guadagnino)
Guadagnino escenifica con
sofisticación y encanto el poliamor a todas las bandas como un deporte de
riesgo que se juega a tres (o más) con red, raquetas, pelotas y reglas, aunque
al final del partido todo se derrumba en la intrascendencia y la infelicidad.
Infalible fatalidad de la vida deportiva. Por fortuna para todos los jugadores
en liza, Zendaya es un trofeo sexual demasiado evasivo y fluido...
*Joker: Folie à deux (Todd Phillips)
El final de todas las
ilusiones. El payaso no era más que un payaso, no la falsa figura del
revolucionario o el insurgente que algunos quisieron atribuirle. No hay
redención posible ni Mesías imaginable. Pesimismo total de la voluntad. Lucidez
total de la inteligencia. Es la hora del realismo político. El deseo de lo
imposible ha muerto y esta película incomprendida, a pesar de los esfuerzos de
Lady Gaga y sus compinches, expide su certificado de defunción...
+ The Sweet East (Sean Price Williams) & I Saw the TV Glow (Jane Schoenbrun), dos muestras del mejor cine indie americano, entre Carroll y Lynch,
un retrato delirante del paisaje mental americano antes, durante y después de
los mandatos de Trump y todas sus tediosas precuelas y secuelas…
*Fuera de carta:
La zona de interés (Jonathan Glazer)
La perfección audiovisual
de la película, incomparable, es una réplica de la perfección técnica del exterminio
masivo que se excluye de la mirada del espectador. El horror sistematizado oculto
tras una pantalla de imágenes cegadora…
Dune: Parte 2 (Denis Villeneuve)
El Mesías no tardará en
traicionar su causa, pero no importa. El planeta Dune tiene un nuevo profeta
que solo promete el cielo de las imágenes. Chalamet y Zendaya son los dos
rostros, intercambiables, de la nueva moneda generacional, yin y yang, icono y
mito al mismo tiempo. Suprema androginia de la generación Zeta...
Perfect Days (Wim Wenders)
Wenders encuentra el
equilibrio en la vida humilde y los empleos modestos, la visión moderada, etc.
Bien se podría haber aplicado el programa a sí mismo con anterioridad en lugar
de endilgarnos durante años falsas visiones de una ridícula grandilocuencia
sobre las mutaciones del mundo contemporáneo.
Mad Max: Furiosa (George Miller)
Más de lo mismo, la saga
no avanza, pero sus enredos son fascinantes y trepidantes. La potencia de
Miller, pese al fracaso en taquilla, es irrefrenable.
Volveréis/Los años nuevos
El bucle de la película de
Jonás Trueba y la serie (o película larga) de Rodrigo Sorogoyen demuestra que
existe vida inteligente en el cine español. Es mucho y merece ser celebrado,
sobre todo por poner en evidencia, con recursos de ficción audiovisual, el
núcleo duro de la vida española y quién sabe si occidental: el conflicto real
entre la programación educativa, política y ética de signo socialdemócrata y la
reprogramación adulta (laboral, inmobiliaria y hasta familiar) de signo
neoliberal…
Maxxxine (Ti West)
El episodio final de la
trilogía no es necesariamente el mejor, pero permite reivindicar los brillantes
episodios anteriores (X y Pearl) y mirar hacia el futuro culto a
una obra completa que desborda las categorías del género o el subgénero y se
erige en retrato demoledor de su convulso tiempo desde una perspectiva
insólita.
-Descartes: Jurado #2, Trap, Bitelchús Bitelchús, No esperes demasiado del fin del mundo,
Civil War, Hit Man, Godzilla y Kong: El nuevo imperio, El reino del planeta de
los simios, De naturaleza violenta, Kinds of Kindness, Deadpool & Lobezno,
Megalópolis, Longlegs…
-Grandes recuperaciones de 2023: El reino animal (Cailley),
Monster (Koreeda), Los delincuentes (Moreno), El cielo rojo (Petzold), El
último verano (Breillat), Godzilla: Minus One (Yamazaki).
-Grandes recuperaciones sin fecha: Spring y The Endless
(Moorehead & Benson).
-Dos muestras (logradas) de un nuevo género global, el hipercine populista: The Beekeeper y Monkey
Man, cine de venganza fantástica contra las afrentas y daños reales de la mafia
neoliberal a los indefensos individuos de la sociedad hipermoderna.
*Retrospectivas cinéfilas: Larry Cohen (la saga It´s Alive, God told
me to, The Stuff, pero también Bone, Q, la serpiente emplumada, Efectos
especiales, Perfect Strangers, Retorno a Salem´s Lot), Los valientes andan
solos (David Miller), Sabotaje y El hombre que sabía demasiado de Hitchcock
(las versiones inglesas, prodigiosas), y Godard como siempre (Pierrot le fou,
Weekend, Alphaville, Le Mépris).
*Series favoritas (por orden de preferencia): The Bear (1-3), The Curse,
Disclaimer, Mi reno de peluche, Feud 2, Shōgun, Hacks, Fargo 5, Sugar, Ripley,
El simpatizante, Fallout, Los años nuevos, El problema de los tres cuerpos…
MANUEL ARIAS MALDONADO
Cada vez resulta más difícil precisar qué película se adscribe a qué año, dado el desorden de las fechas y lugares de estreno; a ello se suma la posibilidad de ver películas en el extranjero o en festivales (así, por ejemplo, yo incluí La chimera y El cielo rojo en la lista del año pasado). No obstante, señalo a continuación —la jerarquía es aproximada— mis preferidas del año recién terminado. He seleccionado doce, o sea una por mes.
1. No esperes demasiado del fin del mundo (Radu Jude). Formalmente
original y dramáticamente vertiginosa, esta feroz enmienda a la totalidad de la
vida social rumana cuenta con un reparto en estado de gracia y termina con un
plano fijo en cuyo interior se desarrolla una breve comedia ácida digna del
mejor Berlanga; una representación brillante del caos urbano y una denuncia
convincente de las malas prácticas de las empresas extranjeras.
2. Joker: Folie à Deux (Todd Philipps). Si te disgustó Joker,
te gustará su secuela; y, parece, viceversa. Mi caso es el primero: si Joker
me pareció demagogia cinematográfica, su reinvención en forma de musical
—revigorizado con la siempre estimulante Lady Gaga— adquiere una tonalidad a la
vez hipnótica e inteligente, ya que la mitología creada en la primera parte es
deconstruida sin piedad y, en la parte final, propicia incluso una certera
reflexión sobre el populismo como fantasía del público democrático.
3. The Beast
(Bertrand Bonnello). El siempre interesante y hasta ahora irregular auteur
francés ha hecho su mejor película, una originalísima adaptación del memorable
relato de Henry James, The Beast in the Jungle, cuyos personajes
transitan por tres temporalidades distintas y la «bestia» que devora al
protagonista literario cambia de piel aquí: no es el amor perdido, sino la
imposibilidad del amor en un mundo tecnificado.
4. Anora (Sean
Baker). Sean Baker vuelve a bordar un relato trepidante sobre un personaje
femenino en los márgenes de la sociedad norteamericana, cambiando de registro
con envidiable facilidad por el camino: lo que empieza como un improbable
cuento de hadas se convierte en screwball comedy antes de volverse thriller
con agridulce final melodramático. Aunque sus antihéroes son aquí más
unidimensionales que en otras ocasiones, Baker logra formular una crítica
persuasiva de la ideología del sueño americano sin por ello caer en el
paternalismo.
5. Grand Tour (Miguel Gomes). Doce años después de Tabu,
el portugués Miguel Gomes vuelve a construir una fascinante narración en la que
el recuerdo del cine clásico de tinte orientalista y la contemporaneidad
poscolonial —en el sentido estricto de la palabra— se entremezclan de manera
irremediable; combinando unas imágenes documentales de gran belleza y una
ficción teatralizada sobre un hombre que huye de una mujer, no importa que
resulte poco claro lo que Grand Tour quiere decirnos: nos gana con su
abrumadora belleza plástica y con la sonriente melancolía que impregna cada
secuencia.
6. Jurado no. 2 (Clint Eastwood). En un caso solo comparable
a los de Resnais u Oliveira, el nonagenario Clint Eastwood sigue haciendo cine
y ha entregado este año su mejor película desde Richard Jewell: una
lección de clasicismo que plantea un dilema moral no por inverosímil menos
absorbente. Inscrita en la tradición del cine judicial norteamericano, Jurado
número 2 se pregunta por la responsabilidad individual y por la búsqueda de
la verdad; su desenlace es optimista y reafirma la confianza de Eastwood en la
conciencia del sujeto que interioriza la función de las instituciones, pero el
espectador llega a él persuadido de la dificultad de hacer justicia a través de
las herramientas de que disponen los seres humanos.
7. Hitman (Richard Linklater). Inspirada mezcla de thriller
y comedia, Hitman da un último giro a las películas sobre sicarios
planteando la hipótesis de un detective aficionado que cambia de identidad para
perseguir a criminales y acaba convirtiéndose en uno tras el gozoso encuentro
con una femme fatale imprevista; el ritmo del film es imbatible y sus
actores se encuentran en estado de gracia. Parece una película liviana, fácil
de hacer; no lo es.
8. Oh, Canada (Pal Schrader).
Octogenario de salud quebradiza e incansable en la reescritura de su obra
durante una sobresaliente última década, Paul Schrader nos ha entregado una
serena reflexión sobre el recuerdo, la identidad y la mentira que se separa del
modelo recurrente de su cine —el camino violento de redención del hombre
culpable al que persigue su propia historia— para ajustar cuentas con su
generación y acaso consigo mismo. Estimulante, imperfecta, absorbente.
9. Volveréis (Jonás
Trueba). Esta deliciosa comedia screwball al revés, que introduce una
reflexión afrancesada sobre las porosas fronteras que separan —o unen— el cine
y la vida, Volveréis confirma el talento de su director para trabajar el
pequeño formato con un grupo fiel de colaboradores, a los que en este caso se
suma su padre en el papel —que borda— del padre de la novia en trance de
separación. Es, además, un estudio sobre la repetición; o sea, sobre la
imposibilidad de la repetición.
10. En la alcoba del
sultán (Javier Rebollo). Originalísima fabulación de la vida de uno de los
operadores de los Hermanos Lumiére, instalado en la corte de un sultán de
tendencias ilustradas, que adopta una forma genérica camaleónica —aventuras,
comedia, romance— y desemboca en una inteligente reflexión sobre el cine, sus
poderes y sus peligros.
11. Trap (M. Night Shyamalan). Shyamalan juega a ser
Hitchcock a través de De Palma, sin dejar de ser él mismo, proponiéndonos un
virtuoso juego de presidigitación visual en el que acaso solo desentone la
presencia de su hija; no es Hitchcok ni es De Palma, pero el artificio se
sostiene para felicidad del espectador que renuncia a tomarse en serio esta
divertida broma perversa en la que nada es lo que parece.
12. Horizon (Kevin
Costner). Aunque dista de ser una película impecable, pues no lo es, hay que
aplaudir el empeño de Kevin Costner por dar nueva vida al western épico
que asume la tarea de contar la historia de la expansión estadounidense hacia
el Oeste y lo hace, además, incorporando el punto de vista de los indios. Rodada
de manera eficiente en majestuosos exteriores, cuenta con un carismático
Costner y logra dar una impresión creíble de la cotidianidad de los pioneros y
demás actores en ese drama decimonónico que es la «conquista del Oeste».
También me han gustado Il
Rapito, Priscilla y Challengers; creo que The Room Next Door
podría haber sido muy buena con un mejor guion; Megalopolis es un
honroso fracaso y Emilia Perez un fracaso poco honroso. No veo apenas
series televisivas. Seguro que he dejado de ver muchas buenas películas a las
que no he tenido acceso o de cuya existencia no he sabido.
1-The Substance (Coralie Fargeat)
2-Anora (Sean Baker)
3-Poor Things (Yorgos Lanthimos)
4-Juror #2 (Clint Eastwood)
5-Furiosa. A Mad Max Saga (George
Miller)
6-Perfect Days (Wim Wenders)
7-The Holdovers (Alexander Payne)
8-Fallen Leaves (Aki Kaurismäki)
9-La Chimera (Alice Rohrwacher)
10-Challengers (Luca Guadagnino)
11-Saltburn (Emerald Fennell)
12-The Iron Claw (Sean
Durkin)
13-Anatomie d'une chute (Justine Triet)
15-The Zone of Interest (Jonathan
Glazer)
16-Heretic (Scott Beck & Bryan
Woods)
16-Concrete Utopia (Um Tae-hwa)
17-Rebel Ridge (Jeremy Saulnier)
18-Hustle (Jeremiah Zagar)
19-Tetris (Jon S. Baird)
20-Hit Man (Richard Linklater)
21-His Three Daughters (Azazel Jacobs)
22-Dune. Part Two
(Denis Villeneuve)
23-Vincent doir mourir (Stéphan
Castang)
24-White Plastic Sky (Sarolta Szabó
& Tibor Bánóczki)
25-The Bikeriders (Jeff Nichols)
DOCUMENTALES:
1-Arnold
2-Get Back
3-Jim Henson. Idea Man
4-The Movies That Made Us
5-Clint Eastwood. La dernière légende
SERIES:
1-Blue Eye Samurai
2-The Long Shadow
3-Shôgun
4-Baby Reindeer
5-Ripley
6-The End of the F***ing World
7-Landscapers
8-Fallout
9-Say Nothing
10-Black Doves
11-Eric
12-Normal People
NOEL CEBALLOS
1. La zona de interés (Jonathan Glazer)
2. The Beast (La
bestia)
(Bertrand Bonello)
3. La quimera (Alice Rohrwacher)
4. Rivales (Luca Guadagnino)
5. No esperes demasiado del fin del mundo
(Radu Jude)
6. Bird (Andrea Arnold)
7. Furiosa: De la saga Mad Max (George
Miller)
8. Robot salvaje (Chris Sanders)
9. Kneecap (Rich Peppiatt)
10. Secretos de un escándalo (Todd Haynes)
¡Y algunas bolas extra!
Serie de televisión: La maldición (Nathan Fielder y Benny Safdie).
Reestreno: Las margaritas (Vera Chytilová).
Edición en Blu-ray: Universo Aki Kaurismäki, de Avalon.
Libro especializado: The Blues Brothers (Daniel de Visé, ed. Libros del Kultrum).
TXEMA MARTÍN
1. La Sustancia,
de Coralie Fargeat
2. Emilia Pérez,
de Jacques Audiard
3. La zona de interés,
de Jonathan Glazer
4. Los que se quedan,
de Alexander Payne
5. Sangre en los labios,
de Rose Glass
6. Segundo premio,
de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez
7. Perfect Days,
de Wim Wenders
8. Desconocidos,
de Andrew Haigh
9. Rivales,
de Luca Guadagnino
10.
La estrella azul,
de Javier Macipe
11. La Chimera,
de Alice Rohrwacher
12. Anora, de Sean Baker
13. Longlegs, de Osgood
Perkins
14. Cuando acecha la maldad,
de Demián Rugna
15. No esperes demasiado del fin del mundo,
de Radu Jude
16. Casa en llamas,
de Dani de la Orden
17. Jurado nº 2,
de Clint Eastwood
18.
The Beast,
de Bertrand Bonello
19. Dream
Scenario, de Kristoffer Borgli
20. El último late night, de Cameron Cairnes y Colin Cairnes
GUILLERMO MAS ARELLANO
Desde hace aproximadamente dos o tres meses, abrir cualquier publicación de cine sirve para constatar que todo el mundo sigue hablando de The Substance (2024), de Coralie Fargeat, la última obra maestra que nos ha dado el cine hasta hoy; cine del siglo XXI y para el siglo XXI, cabe añadir; un cine «apocalíptico», en cuanto nos habla de una «epifanía» (o «revelación»), sobre la base propia de un cuento fantástico, con un estilo visual hipnótico y propio, partiendo de un inicio frenético que continúa sin decaer a lo largo de dos horas y media de metraje (con un clímax sostenido incluido), en una cinta que es divertida y terrible, perfecta y original, tragicómica y posmoderna, y que expone de manera penetrante el zeitgeist de un mundo que aplaude la belleza física hasta provocar la destrucción en aquel que la porta.
En apariencia, el discurso ideológico de The Substance, la película más creativa
y bizarra del año, nos hablaría «del género», con una mezcla de alta cultura
cinematográfica y serie B donde confluyen el «splatter» y «body horror»
con la “nueva” «nueva carne» y un cine «neobarroco» que pretende hablarnos del
cuerpo, lo femenino y los límites de lo humano como lo que son a la luz de la
realidad actual: una y la misma cosa; y con una variedad de referencias que
involucra todo el acervo cultural de Occidente. En The Substance hallamos ecos que conducen desde El retrato de Dorian Gray (1890) a The Neon Demon (2016), Ex
Machina (2014) o Under the skin
(2013), pasando por Sunset Boulevard
(1950) y un sinfín de guiños al cine de, entre otros, Hitchcock, Henenlotter,
De Palma, Frankenheimer, Cronenberg, Lynch, Aronofsky… Y, sobre todo, Stanley
Kubrick. Es, de lejos, lo mejor de 2024.
1. La sustancia, Coralie Fargeat
2. The Beast, Bertrand Bonello
3. The Bikeriders, Jeff Nichols
4. Nosferatu, Robert Eggers
5. Jurado Nº 2, Clint Eastwood
6. Oh, Canada, Paul Schrader
7. Civil War, Alex Garland
8. Longlegs, Osgood Perkins
9. Ferrari, Michael Mann
10. Kinds of kindness, Yorgos Lanthimos
Series del año: The Curse y Ripley
Todo es ya desierto. Sin remisión. Es la consecuencia de ese proceso generalizado de disolución al que llamamos Modernidad. Nada escapa al inabarcable alcance de una transparencia que lo invade todo. Y a la experiencia universal, cotidiana, de dicha realidad la hemos denominado: hiperrealidad. Justo ahí: en tiempos de Simulacro. De eso, precisamente, es de lo que nos habla la enigmática teleserie The Curse (2023), producida por Sky Showtime en su versión original y disponible en España desde hace escasas semanas por medio de Movistar. Una original narración de 10 episodios dirigida por la dupla Nathan Fielder-Ben Safdie, que además protagonizan su propia ficción junto a la recientemente oscarizada Emma Stone, quien asimismo figura como productora.
En el último capítulo de The Curse, me atrevo a aseverar, tenemos el más original giro de la
ficción televisiva reciente. A Christopher Nolan, seguidor declarado de la
ficción creada por Safdie y Fielder, se le ha ocurrido compararla con la
legendaria Twin Peaks (1990-1), de
Lynch y Frost. Nosotros, sin llegar a tanto, queremos invitar fervientemente a
verla con esa calma que requieren todas las ficciones no genuflexas ante los
estándares delimitados por las productoras y el consumo masificado; y, si
pasados los primeros episodios, quien lea estas líneas decide celebrar la
existencia de una rara avis tan sofisticada como The Curse, le invitamos también a que repita el grito gozoso del
gran showrunner David Simon: “¡que se joda el espectador medio!”. Porque todo
lo demás es desierto.
JOSERRA ORTIZ
El 2024 fue un año en el que viví muy
intensamente la experiencia de la sala de cine. Después de años de depender
casi exclusivamente de las plataformas de streaming, seguramente por causa de
la pandemia, confirmé lo abrumador que resulta tener tantas opciones al mismo
tiempo. Es imposible verlo todo y es frustrante. La promesa de contenido
ilimitado se siente más como una carga que como un lujo: una lista interminable
de series, películas y documentales que nunca alcanzaré a completar. Por eso,
en mi lista apenas si hay cuatro series, y eso porque creo que son temática y
conceptualmente destacables. De estas, dos provienen del mundo del comic, un
lugar del que ya no sigo particularmente nada, pero en ellas me ganó, quizá, la
nostalgia.
En el cine este año logré hacer una lista de
títulos que me impactaron profundamente y, aunque no puedo mencionar todos, estos
23 me parecen destacables porque vuelven al centro de la discusión artística, temas
humanos esenciales: el duelo, la soledad, la búsqueda de identidad, el amor en
sus formas más complicadas, y el miedo al cambio. Son temas universales, es
verdad, y esto que escribo suena a lugar común, ¿pero no pareciera que de
pronto en la vorágine del remake y el blockbuster cada vez se trataron menos?
Seguramente, por eso, en mi lista se consignan casi todos los estrenos de los
grandes directores históricos que hoy siguen trabajando (con excepción de la
pésima Gladiador II). Para mí, las más destacables fueron La
habitación de al lado, Anora, The Substance, The Holdovers
y Perfect Days; la de Dean Baker por mucho la mejor película que vi en
2024. En series, definitivamente Baby Reindeer, por lo cercana que me
resultó. Por lo demás, algo inusual ocurrió este año. Por primera vez en más de
un lustro, no hubo ninguna película mexicana o latinoamericana en mi lista.
Esto me dejó pensando si será, acaso un cansancio de los temas recurrentes ya
muy manidos.
Películas favoritas de 2024 en orden alfabético por director.
1.
Abbasi,
Ali. The Apprentice (Scythia, 2024).
2.
Almodóvar,
Pedro. La habitación de al lado (El deseo, 2024).
3.
Baker,
Sean. Anora (FilmNation Entertainment, 2024).
4.
Bettinelli-Olpin,
Matt. Abigail (Project X, 2024).
5.
Berger,
Pablo. Robot Dreams (Vértigo Media, 2023).
6.
Carmichael,
Jerrod. Jerrod Carmichael Reality Show (HBO, 2024).
7.
Copolla,
Sofia. Priscilla (A24, 2023)
8.
Delaporte,
Matthieu. Le Comte de Monte-Cristo (Pathé, 2024).
9.
DeMayo,
Beau. X-Men ’97 (Disney+, 2024).
10.
Eastwood,
Clint. Juror No. 2 (Malpaso Productions, 2024)
11.
Eggers,
Robert. Nosferatu (Studio 8, 2024).
12.
Eisenberg,
Jesse. A Real Pain (Topic Studios, 2024).
13.
Fargeat,
Coralie. The Substance (Working Title Films, 2024).
14.Gadd, Richard. Baby Reineer (Netflix,
2024).
15.
Guadagnino,
Luca. Queer (Fremantle Limited, 2024).
16.Jae-hyun, Jang. Exhuma (Showbox, 2024).
17.
Lacuesta,
Isaki. Segundo premio (La Terraza Films, 2024).
18.
LeFranc,
Lauren. The Penguin (HBO, 2024).
19.Perjurer, Kevin. Disney’s Animatronics: A
Living History (Defuntland, 2024).
20.
Reitman,
Jason. Saturday Night (Columbia Pictures, 2024).
21.
Robertson-Dworet,
Geneva. Fallout (Amazon Prime Video, 2024).
22.
Payne,
Alexander. The Holdovers (Focus Features, 2023).
23.
Wenders,
Wim. Perfect Days (Master Mind Limited, 2023).
Menciones importantes: The Dead Don’t Hurt (Viggo Mortensen, 2023); The Order (Justin Kurzel, 2024); Uprising (Jim Sang-man, 2024); Twilight of the Warriors (Soi Cheng, 2024); Longlegs (Osgood Perkins, 2024); Your Monster (Carolina Lindy, 2024); I Saw the TV Glow (Jane Shoenbrun, 2024)
No esperes demasiado del fin del mundo (Nu astepta prea mult de la sfârsitul lumii, dir.
Radu Jude). “No puedo continuar así, Vladimir”, le dice la protagonista rumana
—extraordinaria Ilinca Manolache en su papel de Angela, una ayudante de
producción multitasking— al portero de un hotel, agotada por su
sobrecarga de trabajo. “Eso
crees tú”, responde el portero.
La película más original que he visto en 2024 captura la textura y ritmo de la
vida actual mientras aborda temas como la explotación laboral en los tiempos
24/7 del neoliberalismo digital, el marketing corporativo, el neocolonialismo,
el populismo de redes sociales (esos TikToks de “Bobita”, un grotesco avatar
que Manolache usa en su vida real) o la reflexión sobre el propio cine. Todo
ello con una formalización libre, frenética, sarcástica o esperpéntica, que
funciona como comedia negra nada evidente. A destacar también (no sigas leyendo
si no la has visto) sus apropiaciones de fragmentos de una película de 1981
sobre una taxista rumana, que contraponen la Rumanía comunista a la actual, su
descaro para romper los tiempos cinematográficos convencionales y el
sensacional plano fijo final, que consigue poner en escena todos los palos
temáticos de la película, incluyendo el del metacine.
Anora (dir. Sean Baker).* Una montaña rusa que nos sube y nos baja sin avisar gracias a su audacia para mezclar tonos y géneros: del naturalismo sórdido a la comedia romántica (para adultos), el screwball, el slapstick y el drama social sobre el capitalismo tardío de la globalización. Pretty Woman (1990) no es lo que era, y eso dice mucho de nuestros cambios culturales. Baker lo sabe y firma su mejor cinta junto a The Florida Project (2017).
La zona de interés (The Zone of Interest, dir. Jonathan Glazer).* Impresionante diseño de sonido e imagen, con un uso de la música (formidable Mica Levi) que recuerda al Kubrick de 2001, para una excelente vuelta de tuerca a la memoria del Holocausto. Tomando como base una novela de Martin Amis, el film aborda el genocidio de Auschwitz desde el reenacment —no es Shoah (1985)— pero con una sólida estrategia de representación indirecta en fuera de campo. Las secuencias “en negativo”, que parecen de un siniestro cuento de hadas pero no son fantásticas ni “oníricas”, resultan tan brillantes como el sorpresivo giro temporal del tercer acto, una decisión artística que revela la alta conciencia de Glazer sobre lo que está haciendo: memoria histórica.
La quimera (La chimera, dir. Alice Rohrwacher).* La cineasta italiana nos lleva de nuevo a un mundo que solo existe en sus películas, una actualización personal de las estructuras pasolinianas con protagonistas marginales. Su ritmo sinuoso y anárquico es tan bello como ese hilo rojo que une al joven tombarolo (un espléndido Josh O’Connor: ligero, pueril o melancólico según la escena, a veces todo a la vez) con su amante perdida.
Furiosa: A Mad Max Saga (dir. George Miller).* El cineasta australiano prosigue en su empeño de hacer grandes películas-experiencias en la tradición del primer cine sensorial, la de El maquinista de La General (1926) de su favorito Buster Keaton. Asombrosa y apabullante en diseño de producción y realización, marca habitual de la saga, su recurso de la cámara rápida “de cine mudo” vuelve a ser un hallazgo.
La luz que imaginamos (All We Imagine as Light, dir. Payal Kapadia).* Entre el documental y la ficción, lo naturalista y lo poético, una bella película nocturna que solo sale a la luz del día en su tercer acto. Tres mujeres en la Bombay contemporánea con conflictos sociales de género y clase bien tocados por su directora india.
El último verano (L'Été dernier, dir. Catherine Breillat). Cinta valiente de tono tan seco como desafiante, en la tradición del cine adulto muy adulto europeo.
Los destellos (dir. Pilar Palomero).* Sensible aproximación a un viejo amor en vísperas de su muerte, con una verdad sentimental compleja nunca dicha, solo expresada a través de gestos y miradas, a lo Erice. Nada termina nunca, todo termina siempre.
El mal no existe (Aku wa sonzai shinai, dir. Ryûsuke Hamaguchi). La aproximación a su tema aparente, los efectos
colaterales del capitalismo en el ecosistema de una pequeña comunidad, es
enigmática e íntima, en la línea de este director. Tras la hipnótica escena
final, el quid de la película ya no está nada claro, pero eso es bueno.
Sangre en los labios (Love Lies Bleeding, dir. Rose Glass).* Impredecible, politonal, provocadora, muy divertida.
Rivales (Challengers, dir. Luca Guadagnino). Trío de tenis y otras cositas con elipsis virtuosas y una magnética Zendaya a la que solo Josh O’Connor consigue (de nuevo) dar una réplica a su altura. Empieza como comedia romántica “inofensiva”, pero conforme avanza se revela como un drama sensual, endiablado e incómodo que sugiere mucho más de lo que dice.
Hit Man (dir. Richard Linklater). Original comedia romántica con forma de seudothriller, sorprendente hasta el final.
Maldoror (dir. Fabrice Du Welz).* Un procedural de alta intensidad realizado con convicción y dureza, con ecos de Memories of Murder (2003) y Zodiac (2007). Basado libremente en la investigación policial de crímenes reales que conmocionaron a Bélgica en los 90. Vista en el 34º Fancine - Festival de cine fantástico de la Universidad de Málaga.
Emilia Pérez (dir. Jacques Audiard).* Astracanada musical entre la telenovela,
el narcothriller y la tragicomedia social que no se ve todos los días. Audiard
sigue explorando con valentía nuevos territorios.
No Other Land (dirs. Basel Adra, Hamdan Ballal, Yuval Abraham y Rachel Szor).
Documental activista sobre la destrucción israelí de un poblado palestino en
Cisjordania que testimonia numerosos detalles esclarecedores de la limpieza
étnica que ocurre y sigue ocurriendo (hoy más que nunca) en Palestina.
Green Border (dir. Agnieszka Holland). Película-denuncia durísima sobre el paso ilegal de emigrantes / refugiados en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, camino del “sueño” europeo. De representación verista, algunas escenas parecen salidas de la distopía futurista de Children of Men (2006). Todo dicho.
Disco Boy (dir. Giacomo Abbruzzese). Entre Claire Denis y Pedro Costa, influencias bien señaladas por Eva Peydró en su reseña, el film entrelaza la emigración ilegal con el (neo)colonialismo en la tradición de Conrad, y lo hace desde una perspectiva experimental y eminentemente sensorial.
Civil War (dir. Alex Garland).* Una película que comienza con una canción de Silver Apples no puede estar mal, aunque luego resulte más predecible y menos brillante de lo que parecía “sobre el papel”. Deliberadamente contradictoria, perturbadora a ratos, contiene instantes memorables y otros reguleros, pero alegoriza con precisión el zeitgeist de “fin de los tiempos” en los EE. UU. de la era Trump, o el declive del imperio que nos ha tocado vivir. Entretanto, el film nos confronta con la violencia sensacionalista y la prensa ídem. Jesse Plemons tiene un “cameo” inolvidable y Kirsten Dunst / Lee está estupenda en su papel de fotoperiodista de guerra, una cita a la legendaria Lee Miller (que tiene biopic reciente, Lee, aún por estrenar en España). Tras la tremenda escena final (“Necesito una declaración”), suena en los créditos la nana perversa “Dream Baby Dream”. De Suicide, en efecto.
Dream Scenario (dir. Kristoffer Borgli).* Comedia surreal que satiriza la fama viral en redes sociales, es digna sucesora de las películas de Spike Jonze escritas por Charlie Kaufman. Nicolas Cage al frente de nuevo, como en Adaptation (2002).
Pobres criaturas (Poor Things, dir. Yorgos Lanthimos). Irregular y repetitiva (mejor la primera mitad que la segunda) pero con una estética propia muy potente.
Retratos fantasma (dir. Kleber Mendonça Filho). Bonita memoria familiar y colectiva de Recife, la ciudad del director, a través de sus salas de cine desaparecidas.
Descansa en paz (Håndtering av udøde, dir. Thea Hvistendahl).* Una de zombies con tratamiento “nórdico” de corte “realista” y existencialista. Muy triste también por su tema, el duelo, resulta brillante al sugerirnos la verdadera razón por la que los no-muertos quieren matarnos: porque estamos vivos y ellos no.
Horizon: An American Saga – Cap. 1 (dir. Kevin Costner). Western irregular pero ambicioso y solvente.
Cloud (Kuraudo, dir. Kiyoshi Kurosawa).* Thriller en clave de comedia negra grotesca, de desarrollo tan desconcertante como adictivo. Vista en el 34º Fancine - Festival de cine fantástico de la Universidad de Málaga.
Daniela Forever (dir. Nacho Vigalondo).* Dramedia sentimental en forma de ciencia ficción pocha. De lo mejor de su director. Vista en el 34º Fancine.
Death Is a Problem for the Living (Peluri - kuolema on elävien ongelma, dir. Teemu Nikki).* Tragicomedia finlandesa de premisa sencilla pero ingeniosa. Vista en el 34º Fancine.
Cónclave (dir. Edward Berger).* Entretenido thriller papal con apuntes sociales sobre el choque entre la tradición de la Iglesia católica y los cambios socioculturales de las últimas décadas.
No he visto Joker:
Folie à Deux ni La habitación de al lado, pero lo
haré.
No pudo ser
Algunas películas
interesantes o notorias que, por diversas razones, no me convencieron:
Oh, Canada (dir. Paul Schrader).*
Perfect Days (dir. Win Wenders).*
La sustancia (The Substance, dir. Coralie Fargeat).*
Parthenope (dir. Paolo Sorrentino).*
The End (dir. Joshua Oppenheimer).*
Else (dir. Thibault Emin).*
Segundo premio (dir. Isaki Lacuesta).*
Megalópolis (dir. Francis Ford Coppola).*
The Beast (dir. Bertrand Bonello).*
Memorias de un caracol (Memoir of a Snail, dir. Adam
Elliot).*
Occupied City (dir. Steve McQueen).
Sala de profesores (Das Lehrerzimmer, dir. İlker Çatak).
Volveréis (dir. Jonás Trueba).
Priscilla (dir. Sofia Coppola).
Longlegs (dir. Osgood Perkins).
Jurado nº2 (Juror #2, dir. Clint Eastwood).
—
A evitar
Fuera de temporada (Hors-saison, dir. Stéphane Brizé).* La peor película que he visto este año.
—
Nota: * Películas vistas
en sala de cine. Sin asterisco, vistas en plataforma digital.
SERIES
Landman (Taylor Sheridan y Christian Wallace. Otra mezcla de géneros (dramedia
familiar y laboral, comedia screwball, western contemporáneo)
divertidísima en su locuacidad e incorrección hillbilly.
Mr. & Mrs. Smith (Francesca Sloane y Donald Glover). Audaz y
sofisticada comedia romántica disfrazada de thriller de espías.
Celeste (Diego San José). Sutil en actuaciones, gestos y cambios tonales, es de aplaudir también su construcción cultural a partir del “costumbrismo de funcionarios” en el crepúsculo del Estado Social (Hacienda semos todos).
Los años nuevos (Rodrigo Sorogoyen, Sara Cano y Paula Fabra). Sin mimbres de fantasía, the adults are talking. Y lo hacen bien.
Ripley (Steven Zaillian). A Patricia Highsmith seguramente le habría gustado. O no, pero a mí sí. Feliz 2025.