viernes, 8 de mayo de 2009

PRÁCTICAS INDECIBLES, ACTOS ANTINATURALES



En el número de mayo de la revista Quimera, la única revista literaria que leo con asiduidad, encuentro dos artículos de dos escritores a los que sigo con curiosidad y admiración: Germán Sierra y Miguel Espigado.

Post 1: La vida (no) es un videojuego

Germán Sierra, uno de mis novelistas españoles preferidos (Efectos secundarios es una de las mejores novelas publicadas en España en la última década), tiene nueva novela en las librerías (Intente usar otras palabras, Mondadori). En Wireless, la sección habitual de la revista donde analiza cuestiones de tecnología y cultura, publica este mes una interesante reflexión sobre el estado de la cuestión en lo que concierne a narrativa y teoría de los videojuegos (“Semi-real”). Hace tres años tuve ocasión de asistir como invitado a las sesiones de un congreso de nueva literatura y nuevas tecnologías organizado en la Universidad de Brown por el escritor Robert Coover, uno de los grandes pioneros del hipertexto. Coover me invitó porque, además de mi interés teórico en estas cuestiones (ya me había llevado a su cueva de Alí Babá, ese perverso homenaje a Platón llamado The Cave, un cubículo de realidad virtual casi único en el mundo), sabía que yo estaba entonces escribiendo una novela (Providence) en la que la cuestión de los videojuegos era fundamental (como también lo era el cine). Más de la mitad de las intervenciones de los especialistas estuvieron dedicadas a cómo los videojuegos estaban permitiendo reinterpretar o redefinir las viejas nociones de la narrativa en cualquier formato. El artículo de Sierra en Quimera reincide en muchos de estos aspectos relacionados con la literatura. Con permiso de Germán, cito por extenso la parte de su texto centrada en la problemática específicamente literaria:

Una de las aportaciones más interesantes de estos estudios (que proceden de la teoría de juegos y de su estudio cultural, de Wittgenstein y de Caillois) es el reconocimiento del papel de lo “real” en el videojuego. “Real” se define aquí como el conjunto de reglas y algoritmos, y no tiene nada que ver con que la ficción representada en el juego sea “realista” (como en los juegos de guerra o de interacción social) o “fantástica” (como en los juegos mitológicos o de ciencia ficción). En los videojuegos, la ficción es siempre de segundo orden, pues su modelo no suele ser la realidad percibida sino sus representaciones técnicas o artísticas: Las ficciones proceden habitualmente de la novela, el cine, el cómic, las artes plásticas o la televisión, por lo que el ambiente del videojuego resulta siempre “fantástico”, estemos fulminando extraterrestres o tocando la guitarra en un grupo de rock. Esto ha llevado a los pioneros de la ludología a prestar una gran atención a los aspectos “reales”—o sea, al videojuego como sistema formal basado en reglas— independientemente de si se trata de juegos abstractos o de sofisticados mundos de artificio.
Cuando nos referimos a la literatura, casi siempre entendemos por “real” una característica de la ficción: su verosimilitud o su compromiso con una particular percepción de la realidad, contextualizada a menudo a través de una mirada expresamente ideológica. Se entiende que un escritor comprometido con lo real es aquel que representa y/o “denuncia” determinados aspectos de la realidad que son frecuentemente ignorados o manipulados por los medios de comunicación de masas, en el mismo lenguaje de esos medios. Sin embargo, apenas se tienen en cuenta los aspectos materiales y técnicos: las “reglas del juego”. De hecho, aquellos autores que se ocupan de los sistemas formales y sus reglas, que consideran y ponen en cuestión los aspectos materiales de la escritura, suelen ser considerados “fantásticos” (Borges, Cortázar, Pávic, Roussel, Perec, Pynchon, Carroll, Coover, Danielewski, Calvino...), y a los seguidores de tan respetable y antigua tradición se les acostumbra a presentar como una corriente literaria menor, lúdica, formalista, y, para muchos, más frívola que la de vocación “realista”.
Echo de menos la consideración de que la literatura (electrónica o en papel) es también semi-real, y que cuando deja de serlo, abandona su propósito artístico. Echo de menos un poco de ludología en buena parte de los estudios literarios, algo que nos permita discutir la eficacia de determinados esquemas formales, la capacidad de los novelistas y los poetas para establecer reglas que faciliten la consecución de objetivos estéticos. Echo de menos una síntesis de las diferentes corrientes actuales de crítica literaria que comience a aceptar que una novela contemporánea, para ser merecedora de tal nombre, necesita ser bastante más que la elegante descripción de un suceso.


Post 2: Internet no es (sólo) un hiperespacio pornográfico

Miguel Espigado, a pesar de su extrema juventud, es ya uno de los críticos españoles más perspicaces e informados (como se puede comprobar, entre otros sitios, en Afterpost), además de un escritor prometedor y un serio investigador de la incorporación del software tradicional de la literatura al hardware de la tecnología informática más avanzada (y viceversa). En su crítica a Boring Home, la obra del cubano Orlando Luis Pardo Lazo difundida por Internet con el fin de burlar la prohibición de las autoridades cubanas, Espigado analiza con lucidez los mecanismos por los que Internet puede convertirse en los años próximos en el espacio de la libertad o de la prohibición, según permitamos o no su apoderamiento por los dispositivos de control puestos en marcha por las instituciones y las corporaciones con el fin de poner este medio al servicio de sus intereses exclusivos. La idea de que la literatura y, en general, la cultura, entendidas como libre expresión y transmisión de los humanos, pudieran estar en peligro es quizá una de las advertencias más serias que cabe concluir de su extenso artículo, donde, por si fuera poco, se atreve a establecer un paralelo entre la censura y restricción a la libertad de los países de orden autoritario (Cuba y China) con las nuevas formas de censura y restricción a la libertad a las que se enfrentan las sociedades democráticas occidentales sin apenas darse por enteradas. Con permiso también de Miguel, extracto estos párrafos de su texto "Por qué los escritores escriben sus libros":

Mientras expertos y empresarios del mundo editorial se dejan los cuernos para discernir cómo y quién va a sacar tajada con la literatura digital, acontecimientos pequeños pero relevantes nos recuerdan que la literatura sirve para algo más que para satisfacer el paladar de un selecto grupo de consumidores occidentales. El pasado 17 de febrero, tenía lugar en una explanada cercana a la sede de la Feria Internacional del libro de la Habana, la presentación de Boring Home, el último libro del cubano Orlando Luís Pardo Lazo. Pese a las durísimas amenazas y el acoso policial, pudo celebrarse un acto informal donde se repartieron copias en CD del libro -publicado por la editorial semi-clandestina Lawtonomar- a un grupo de espectadores y periodistas avisados gracias a la labor difusora de diversos blogs críticos con el régimen castrista, encabezados por el célebre Generación Y, de Yoani Sánchez. El texto había sido previamente rechazado “a gritos” por la editora estatal Letras Cubanas, provocando que su autor, que tiene en su haber varios libros publicados con el beneplácito de las autoridades, fuera sacado de las listas de escritores promovidos por las instituciones oficiales, expulsado del jurado de un importante premio y sometido a un repentino aluvión de amenazas violentas, también dirigidas contra su madre. Afortunadamente, una edición PFD de Boring Home fue colgada en Internet, de lo que, gracias a una noticia en la edición digital de El País, pudieron enterarse muchos lectores, entre ellos el que aquí escribe. Veinte horas después este crítico se descarga Boring Home, imprime un ejemplar, lo encuaderna en la fotocopiadora de la Universidad de Pekín, y envía un correo electrónico al co-director de Quimera, quien le da luz verde para escribir la crítica que usted está leyendo. Si finalmente usted también se anima a descargar y leer Boring Home, se habrá culminado un pequeño (pero maravilloso) acontecimiento. Para empezar, habremos dejado en ridículo a las autoridades cubanas, incapaces de calibrar la capacidad de Internet para volver contraproducentes sus intentos de reprimir las libertades en Cuba. La ineptitud de los perseguidores, unida al activismo de blogueros como Yoani Sánchez, a la sensibilidad de medios como El País o Quimera, y a la iniciativa de usted y yo, puede convertir lo que iba a ser una tímida presentación en un pedazo de césped de La Habana en un lanzamiento editorial a escala internacional.
La literatura es un hecho intrínsecamente humano, que a lo largo de la historia ha logrado sobreponerse a las limitaciones y miserias de todos los sistemas de organización social que han regido el mundo. Este pequeño (pero maravilloso) acontecimiento debería servir al menos para dejar una cosa clara, tanto a capitalistas de Barcelona, como a comunistas de La Habana, integristas de El Cairo, creacionistas de Kansas, okupas anti-sistema de Berlín y demás interesados en instrumentalizar el arte para su beneficio. La literatura a partir de ahora se valdrá de Internet para elevarse por encima de cualquier condicionante lucrativo o doctrinal que quieran imponerle. Si ayer fue la imprenta o la alfabetización, Internet es hoy el verdadero motor que devuelve a la gente el poder de controlar su cultura. Un último apunte: el hecho de que la copia de Boring Home que maneja este crítico haya sido impresa en Pekín tampoco debería pasar por inocente; el bajísimo coste de las fotocopias en China ilustra bien la total falta de interés de sus autoridades por lastrar la culturización de su país con impuestos destinados llenar las arcas de elitistas organizaciones de empresarios y artistas comerciales, que es exactamente lo que ocurre en España. El caso de nuestro canon debería advertirnos de qué es lo que pasa cuando se dejan estos debates, que afectan al corazón mismo del sistema artístico, en manos de personas cuyo principal objetivo es asegurar la supervivencia de un negocio. ¿Querrán lo mismo para la literatura digital? De momento, un significativo adelanto: mientras en China y Cuba censuran la libertad de expresión, en España te cobran por ejercerla.

POST-DATA:

En el mismo número de Quimera, como si se tratara de una conspiración contra cualquier concepción tradicional de la literatura, me encuentro con textos de Steven Poole sobre videojuegos, traducidos y presentados por el joven crítico Pablo Muñoz (aka Alvy Singer) en una tan fundada como apasionante defensa de la influencia de la imagen múltiple y los medios más nuevos en la narrativa literaria. También con la noticia, que ya conocía, de que el escritor Doménico Chiappe ha decidido tomarse el medio cibernético totalmente en serio y pasar a la acción, publicando en su dominio personal, entre otros materiales afines, una novela hipertextual o multimedia.

Como corolario de extrema actualidad, da la casualidad de que todo esto acontece en el mismo momento en que, tras concluir La pantalla global. Cultura mediática y cine en la era hipermoderna (lo penúltimo de Gilles Lipovetsky
[1], en Anagrama), me encuentro simultaneando la lectura de dos espléndidas novelas de escritores españoles consagrados (Anatomía de un instante, de Javier Cercas, en Mondadori, y Puente de Alma, de Julián Ríos, en Galaxia Gutenberg) en las que los mundos de la imagen mediática y la información son determinantes en la narración (en un caso, con el golpe de estado del 23-F como núcleo documental de sus estrategias de análisis vídeo-narrativo y, en el otro, con la muerte mediatizada de Diana de Gales como trasfondo o detonante traumático de su complejo dispositivo lúdico-narrativo). Y esta simultaneidad, que es una experiencia algo perversa, lo reconozco, de polinización mutua de los muy particulares textos elegidos, la practico más bien como un experimento estético y cultural. Como quien se mete en la cama con dos amigas a ver qué pasa y, sobre todo, a ver si, después del primer orgasmo, pasa algo o empieza a pasar algo entre ellas, si no ha empezado a pasar antes, y uno puede deslizarse sin escándalo hacia la ventajosa condición de voyeur privilegiado, sabiendo que en cualquier momento, si nada lo impide y ellas acceden, podría volver a involucrarse en la acción. Algo así de insinuante y prometedor, como el paisaje carnal de Jeff Koons que ilustra este post, una imagen digital de una belleza insólita, sólo posible gracias a los nuevos medios tecnológicos.

[1] Ya que lo último de Lipovetsky se publicó en francés el otoño pasado, La culture-monde: Réponse à une société désorientée, también con el crítico Jean Serroy como co-autor. Por fortuna ya tengo este libro entre mis manos y empezaré a leerlo enseguida. Promete ser apasionante esta analítica de la cultura mundial, o de la cultura del mundo, o de una cultura-mundo, pensable por primera vez gracias a la mediación de la tecnología y, en especial, de Internet, aunque no sólo: "Con la era de la pantalla global, lo que está en proceso es una tremenda mutación cultural".

35 comentarios:

Miguel Espigado dijo...

Juan Francisco, agradezco mucho la generosidad de tu presentación. Del gran abanico de asuntos desplegados en tu post, me gustaría recaer en las reflexiones de Germán Sierra sobre la falta de estudios sobre las “reglas del juego” aludiendo a ficciones puras como las de Carroll, Cortázar y compañía. Espero no mear fuera del tiesto si recomiendo una conferencia que puede oirse o descargarse en la web de la Fundación Juan March sobre la ficción fantástica en Cortázar, pronunciada en 1993 por Saul Yurkievich (ya de paso recomiendo el site, que me parece excelente):

http://www.march.es/conferencias/anteriores/index.asp?busqueda_simple=la+ficci%F3n+fant%E1stica+en+cort%E1zar&activador_busqueda=Buscar

Si no he entendido mal a Germán, esta clase de enfoques podrían estar cerca de lo que él demanda, si bien Yurkievich no es nada formalista en su expresión.

También habría que decir mucho sobre esta afirmación:

y a los seguidores de tan respetable y antigua tradición (fantástica) se les acostumbra a presentar como una corriente literaria menor, lúdica, formalista, y, para muchos, más frívola que la de vocación “realista”.

Me acuerdo de que Vicente Luis Mora, una vez, creo que hablando de Ballard, refrescó la idea de que, cuanto más se separa la literatura del plano cotidiano y vivencial del escritor, mayores son las dificultades en la escritura, y mayor el desafío de respetar el número creciente de reglas, cuyo cumplimiento se vuelve fundamental para llegar a los mínimos de coherencia y verosimilitud que demanda cualquier clase de relato. Por aclararme yo, diré que en la ficción fantástica, el escritor “ha mentido mucho”, y por tanto tiene que tener una conciencia diáfana y mantener sus mentiras a lo largo de cientos de páginas. En el relato de lo cotidiano, y lo próximo, en cambio, el escritor apenas ha mentido (un poco de maquillaje para que no se note el plagioa las vidas de otros o a la suya propia, si acaso), y puede dejarse llevar con mucha mayor libertad. Dicho así, parecen dos ejercicios intelectuales radicalmente diferentes. Y quizás por eso acometer la ficción fantástica y llegar la excelencia literaria en ese espectro está reservado a muy muy pocos. De ahí, puede ser, su mala fama, por tantos que naufragan en su propio sistema de reglas, me refiero. Gracias por el espacio, saludos.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Estando en líneas generales de acuerdo con tu última reflexión, no sé por qué pero me tienta sublevarme, desde una posición creativa, contra los compartimentos demasiado estancos y las definiciones demasiado nítidas de lo que sea o pueda llamarse realismo y lo que sea o pueda llamarse fantástico. Hoy por hoy me inclino por las zonas de incertidumbre y contaminación, los espacios impuros de atracción e imantación de niveles heterogéneos, las intersecciones entre un supuesto plano de realidad (con toda la carga mental y tecnológica que lo soportaría) y un supuesto plano de imaginación (con toda la carga sensorial que lo estimularía). No me olvido de la lección de Paul De Man cuando hablaba de "la cualidad doblemente fantástica de todo realismo narrativo": "no sólo es la representación de un acontecimiento y no el acontecimiento en sí mismo, sino que el acontecimiento en sí mismo es ya una representación, porque toda experiencia empírica es en esencia fantástica". He aquí el meollo del asunto. Ya que citas a Yurkievich explicando a Cortázar, prefiero la gran lección que este mismo diera en tantos de sus cuentos, donde desde el plano o la sección de realidad más cotidiana se accedía a los espacios cristalinos del juego fantástico. Como también sucede en los mejores relatos de Borges. El escritor realista prototípico como el escritor fantástico prototípico han tenido que trabajar tan a fondo la exclusión de cualquier componente que contradiga su sistema férreamente armado que esa exclusión termina restringiendo el alcance cognitivo y/o estético de su propuesta artística. Ni Ballard, ni Borges, ni por supuesto Cortázar, tres modelos literarios de una validez creciente y no menguante en las realidades y mundos del siglo veintiuno, incurrieron en tales simplezas conceptuales. Siempre supieron abrir puertas hacia múltiples direcciones y dimensiones que quedaban abiertas para un posible regreso. "Existenz", la deslumbrante película de Cronenberg, sería para mí un paradigma, en este sentido, de indiferenciación ficcional de una supuesta realidad y un supuesto simulacro...

Vicente Luis Mora dijo...

Tanto el artículo de Germán, como el de Miguel, como el post que lo hila todo de Juan Francisco son espectaculares. De verdad que doy gracias, como Cansinos Asséns, de que haya tanta belleza (teórica y de la otra) en el mundo. En este debate yo estoy con Juan Francisco, pese a que Miguel me cite; sostengo lo que digo, pero también sostengo que, en efecto, lo revolucionario de verdad es mezclar realidad y ficción sin solución de continuidad; algo que hacía el maestro Buñuel y todos sus (más o menos conscientes) continuadores: Lynch, Cronenberg, Ballard. En Circular 07, y disculpen la autocita pero cuando uno quiere demostrar que ha hecho algo debe señalar dónde lo ha hecho, fragmentos hiperrealistas (algunos, transcripciones directas de mis grabaciones a escondidas en Madrid) se mezclan con piezas fantásticas, como el de la fábrica creciente, o con continuaciones de Las crónicas de Riddick. Me encantó una frase de Steiner, que forma ahora parte del lateral de mi blog: "los campos vallados son para el ganado", en eso estoy con Juan Francisco. No me compartimenten, ya lo intentan algunos por nosotros. Hoy he subido otra cita, inapelable, de Michel Chabon: "if the writer submits his work to an internal censor long before anyone else can get their hands on it, the result is pallid, inanimate, a lump of earth". La literatura seria, la única digna del nombre, es aquella que destierra al censor interno y burla la vigilancia de los externos.

Lo demás es redacción escolar: escribir al dictado.

J. A. Montano dijo...

"tanto a capitalistas de Barcelona, como a comunistas de La Habana,"

* * *
Viva la igualación! Desde mis "esquemas conservadores de vida y pensamiento" (Ferré dixit), constato que ustedes tienen una notable capacidad verborreica que ahoga lo esencial. Están enfangados en el bullshit que ustedes mismos producen. Llegarán lejos.

J. A. Montano dijo...

Por lo demás, la validez del modelo de Borges es creciente sin duda, la de Ballard puede que también; pero la de Cortázar es claramente menguante. Todavía tiene mucho público Cortázar, sí: pero también tienen mucho público los cantautores. Y eso es Cortázar básicamente: un cantautor de las letras. Salvo "El perseguidor" (que sigue siendo una obra maestra) y unos pocos relatos ("Final del juego", por ejemplo), todo el resto de su obra (empezando principalísimamente por "Rayuela") está afectada de necrosis. Es una vía muerta Cortázar: abandónenla.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Montano, qué pobreza y qué decepción, y cuánto filisteísmo en tus palabras: ¿Cortázar menguante? No hay nada como sostener una idea empobrecida de algo o alguien para justificar cualquier juicio sumario en su contra. Será difícil, óyeme bien, que los relatos de Cortázar sean superados alguna vez en los decenios que vienen. Citas, como siempre, la sección más clásica o asumible para lectores de bajo vuelo, y te olvidas de que no hay en todo el siglo XX creador de ficciones de esa extensión tan intensas y originales como las suyas, con la sola excepción de Borges, con quien formaría un tándem imprescindible y hasta complementario de grandes herederos de Poe. Basta ya de la tontería ideologizada de atacarlo por las (supuestas) debilidades de sus novelas. Y eso que Rayuela, con todo lo que haya podido envejecer en ella, como es lógico, le da veinte mil vueltas de viaje estético e intelectual a cualquiera de las antiguallas ante las que te arrodillas con una devoción digna de mejores causas...

J. A. Montano dijo...

Me gusta provocarte, Ferré, porque siempre salgo de aquí con un estatuto ontológico que antes no tenía. Me concedes rodajas de ser (¡filisteísmo! ¡arrodillamiento!) que bebo como agua de mayo, como limosnas ónticas que apuntalan mi difusa precariedad. Gracias!

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Por otra parte la necia frase "están enfangados en el bullshit que ustedes mismos producen" no dice nada. Es puro nonsense digno de una inteligencia que no funciona o se niega a funcionar. Pleonasmos de la razón masturbatoria...

J. A. Montano dijo...

¿Quieres decir que mi frase "están enfangados en elbullshit que ustedes mismos producen" es bullshit? Lo sería, en efecto, si no fuese cierto lo que dice. En caso de ser cierto, la pelota o patata caliente del bullshit estaría no en mi terreno, sino en el terreno nocilla.

Miguel Espigado dijo...

Me alegro de haber motivado dos respuestas, Juan Francisco y Vicente, de las que no tengo nada que opinar, pero sí mucho que aprender. Excelentes expresiones de un idea del conocimiento que debería generalizarse ya de una vez por todas.

Señor Montano: los cantautores ya no tienen público. Un saludo

Atherida dijo...

En fin. ¿Qué puede esperarse de quien otorga crédito a las monsergas "morales" de Fernando Savater y al discurso "ideológico" de una tal Rosa Díez? ¿De verdad has leído a Cortázar, aparte de "El perseguidor" y "Rayuela"? ¿Te animas a escribir un relato que no esté afectado de necrosis, Montano? Sacas lo peor de mí, no puedo evitarlo. Como provocador no tienes precio. Empiezo a temer que ahí se acaben los méritos.
Escribo relatos de ficción sin parar. Si algún día alcanzara la cota necrótica de Cortázar, mi capacidad creativa estaría más viva que nunca. ¿Cómo anda la tuya?

Vicente Luis Mora dijo...

José Antonio, tú sabes que yo te quiero... No seas duro con Juan Francisco, que a pesar de su apariencia es tierno y delicado como un bollo de miga. ;))

Como decía Harry Frankfurt en la apertura de On bullshit (1986), todos en realidad hacemos bullshit a todas horas, y salir de esa espiral de palabrería implica siempre un juicio de valor que, como explica JF, puede estar también contaminado de inanidad discursiva. De modo que cuando hablemos de bullshit, sea por humildad o por sentido común (o por sentido del humor), lo primero que hay que buscar, con toda la rapidez posible, es un espejo... Saludos a ambos. ¿Qué hacéis en Málaga cuando os encontráis? Yo creo y espero que os deis abrazos del oso.

J. A. Montano dijo...

1) Oh, sí que siguen teniendo público los cantautores. Ojalá no tuvieran! Celebraré ese día!

2) No, Atherida: detrás de mi provocación no hay absolutamente nada. Dejo el terreno libre para que los *sentimientos* los pongas tú.

3) En efecto, querido Vicente: casi nada se ve libre del circuito del bullshit. Mis párrafos también se ven afectados por él: sólo que, por ser más corto, les cabe cuantitativamente menos. En cuanto a qué hacemos Ferré y yo cuando nos vemos en Málaga: lo que más recuerdo es que nos solemos reír bastante. Reconozco que suelo salir humillado intelectualmente: pero eso no me quita la sonrisa (ni siquiera la carcajada).

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Montano, nada para atajar la hemorragia de bullshit que padece tu discurso que pegarte aquí el magnífico artículo que el verano pasado mi amigo el gran crítico Scarpetta (autor de ese extraordinario breviario sobre la novela contemporánea, L´Age d´or du roman) publicó en Le Monde Diplomatique. Yo lo leí en francés, pero como conozco de sobra tus propensiones lulianas (no por el gran Raimón Llull, ay, sino por el mandatario carioca) lo cuelgo en portugués tal como se publicó en la edición brasileña de la revista (y, por favor, no juzgues el contenido por el continente, que te adivino las tendencias).

CORTÁZAR, O MÁGICO

É sempre rico revisitar a obra de Cortázar. Mestre de uma escrita revolucionária e uma imaginação sem limites, e militante das causas libertárias, ele continua a revelar, 24 anos após sua morte, o mais íntimo da condição humana, com sua literatura esférica, complexa e crítica

GUY SCARPETTA

Julio Cortázar teve sem dúvida uma das imaginações mais ricas e abundantes da literatura no século 20. O que, para ele, não excluía um comprometimento firme com as lutas anti-imperialistas. A recente publicação de sua obra completa em um volume [1] é, sem dúvida, uma grande oportunidade para redescobrir toda a complexidade desse escritor.
Em qualquer trecho de seus contos ou romances, o encantamento é imediato. Em Apocalipse de Solentiname, um homem viaja por diferentes países da América Central. Ele tira fotografias – especialmente fotos de pinturas naïfs e populares, que descobre fascinado. De volta a sua casa, em Paris, manda revelar e fazer cópias dos filmes e projeta seus slides. Nota, então, que as imagens das pinturas naïfs desapareceram e foram substituídas por cenas de violência, de repressão policial – remetendo, talvez, à Argentina da ditadura militar, onde não colocou os pés durante a viagem. O laboratório fotográfico teria, por engano, trocado os rolos de filmes? Ou, na verdade, trata-se de um fenômeno muito mais misterioso – como se a própria violência da História o interpelasse e lhe impusesse, de forma mágica, o espetáculo daquilo que ele não soube ou não quis ver? O homem é tomado por uma angústia, um mal-estar e vai vomitar no seu banheiro, enquanto sua mulher, que acaba de chegar, observa os slides. Quando volta para junto dela, esta lhe diz que acha magníficas essas fotos de pinturas populares.
Ou então, no conto A noite em face do céu, em que um homem, depois de sofrer um acidente, tem de passar por uma cirurgia. Ao ser anestesiado, sonha que é um índio dos tempos pré-colombianos, perseguido e capturado pelos astecas. Progressivamente, o sonho torna-se cada vez mais claro, até o momento em que as coisas se invertem: a realidade é aquela cena de sacrifício humano – e é o homem, o índio, antes de ser morto, que é invadido por um estranho sonho situado no futuro, quando se encontra deitado em uma mesa de operação, enquanto um cirurgião agita um bisturi acima do seu corpo imobilizado.
Ou ainda, em O outro céu, uma galeria comercial de Buenos Aires detém a misteriosa propriedade de comunicar-se, por meio de uma passagem coberta, com a Paris do século 19. O narrador tem, assim, a possibilidade de ser transportado, de tempos em tempos, para o meio de uma pitoresca multidão há muito desaparecida – onde lhe apontam a presença de outro enigmático sul-americano, que acabamos por adivinhar tratar-se do uruguaio Lautréamont.

As histórias desse tipo não se esgotam. Por isso considero uma excelente iniciativa ter reunido, em um único volume, o essencial das “formas breves” escritas por esse mestre do gênero que era Cortázar: não somente os contos e novelas já reunidos em coletâneas quando o autor era vivo (em livros como As armas secretas, Final de jogo, Octaedro, Alguém que anda por aí, etc.), mas também as narrativas escritas como contraponto de obras pictóricas ou gráficas e inúmeros textos até o momento dispersos, por vezes inéditos em francês.
O resultado? Mil páginas de encantamento permanente. Um lugar onde escapamos do mundo das aparências, assim como das causalidades lógicas comuns. Onde é o próprio mundo real que assume um sentido figurado (desde os detalhes da vida cotidiana até os contextos históricos ou políticos) e nele se infiltram, imperceptivelmente, elementos insólitos, incertos, ilógicos, maravilhosos, inquietantes, oníricos. Uma recomposição incessante do espaço e do tempo, em que se abrem rachaduras naquilo que consideramos como o mais sólido de tudo, brechas que autorizam toda sorte de perturbações, de traduções imprevistas, de colisões, de transmutações.
Apesar do pré-julgamento escolar ou jornalístico, a vida de um autêntico escritor resulta daquilo que ele escreve. Cortázar e suas narrativas estão entrelaçados por circulações, por travessias, deixando entrever um homem perpetuamente entre dois espaços, dois continentes, que nunca pôde ser confinado a nenhuma nacionalidade. Nasceu em Bruxelas, em 1914, e, quatro anos depois, foi repatriado para a Argentina, berço de sua família. De imaginação precoce e formação em grande parte auto-didata, teve suas primeiras atividades literárias motivadas por um sentimento de asfixia na Argentina peronista, de onde se exilou deliberadamente em 1951, para Paris.
Na França, publicou os primeiros livros e fez múltiplas viagens, entre elas um encontro, durante os anos 1960, com aqueles que constituem a grande constelação romanesca latino-americana da segunda metade do século 20: Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa e Lezama Lima. Geração essa da qual é um primogênito solidário. Conquistou uma reputação cada vez maior e se empenhou cada vez mais nas grandes causas da América Latina – apoio às lutas anti-imperialistas, aos combates às ditaduras militares etc. Um reconhecimento tão grande que uma das primeiras decisões tomadas por François Mitterand depois de eleito presidente foi a de conceder-lhe a nacionalidade francesa – ao mesmo tempo, aliás, que a concedia ao tcheco Milan Kundera. Cortázar morreria em 1984 por complicações decorrentes de uma doença bastante estranha, que não parava de fazê-lo crescer – esta é, pelo menos, a lenda.
Entre os grandes romances de Cortázar, a citação de O jogo da amarelinha é essencial. Essa obra-prima barroca, abundante e verdadeiramente aberta, permite ao leitor escolher entre dois romances diferentes no interior do mesmo livro, apenas modificando a ordem dos capítulos. De seu texto urde toda uma rede de ecos e contrastes entre a Europa e a América Latina – entre a utopia que a América Latina representava para a Europa e a utopia em que a Europa se transformou para a América Latina. Mas é na arte do conto, da narrativa breve, que Cortázar é mais singular. Uma arte que ele explicou muito bem durante uma conferência dada em Cuba, em 1963, ao dizer que é preciso, desde as primeiras linhas, captar a atenção do leitor introduzindo essa “ruptura do cotidiano” que “vai muito além do relato anedótico”; que o faz escapar desse “falso realismo que consiste em acreditar que todas as coisas podem ser descritas ou explicadas”. Essa tática implicaria uma tensão constante – o leitor, diz ele, deve ser vencido “por nocaute, não por pontos” –, um princípio de condensação máxima que exige “a eliminação de todas as situações intermediárias”, todas essas “frases de transição” às quais os romances longos não podem escapar. A narrativa deve lembrar, em suma, uma intensa fonte magnética suscetível de atrair “todo um sistema de relações conexas”.
Ora, o esforço de Cortázar, que se impõe com a leitura desses “contos”, é reunir em poucas páginas tudo aquilo que caracteriza e qualifica a arte dos “grandes” romances: a variação das vozes narrativas (em muitos casos), a multiplicidade dos pontos de vista, a exploração de territórios até então ignorados, a habilidade de sugerir espaços e tempos paralelos para além da realidade cotidiana, os deslizamentos progressivos de um universo a outro. Como se, para ele, os constrangimentos da narração breve, elíptica, longe de conter a imaginação, servissem apenas para lhe dar mais densidade. Daí esses mundos fabulosos, prodigiosos, nos quais o leitor é projetado imediatamente: onde um músico de jazz tem a faculdade, em alguns minutos, de “reviver” dias inteiros de sua vida, em todos os seus detalhes e, assim, às vezes, experimentar essa estranha dilatação do tempo em sua própria música; onde uma moça, simplesmente imaginada por crianças no decorrer de suas brincadeiras, acaba por se materializar aos olhos de um adulto, que se apaixona por ela; onde os relógios de sol da ilha de Páscoa avançam ou atrasam de acordo com o local da orla em que são colocados e onde alcachofras podem substituir os pêndulos – basta desfolhá-las para saber a hora.
Cortázar, seguindo Borges de modo muito mais fervilhante e exuberante, foi um dos maiores mestres do registro fantástico no século 20 e contribuiu para ampliá- lo muito além de seus usos convencionais. E, para ele, não havia nada de incompatível em se interessar pelo mundo real. Seus compromissos concretos são testemunhas disso: sua participação no Tribunal Russell [2]; sua adesão entusiasta à revolução cubana, pouco a pouco moderada pela consciência dos desvios autoritários do castrismo – daí seu protesto, por exemplo, contra o destino dado ao poeta Heberto Padilla, mas sem que isso o conduza, como inúmeros de seus amigos escritores, a condenar o regime em bloco; seu apoio ao poder de Salvador Allende, no Chile – e depois, após o golpe de Estado de Pinochet, sua efetiva participação no auxílio aos refugiados chilenos na Europa; sua luta aberta contra a ditadura militar na Argentina; sua alardeada solidariedade ao movimento sandinista na Nicarágua, alvo de uma ofensiva dos “contras” mantidos pela CIA. Em suma, uma contribuição generosa e constante a todos os combates anti-imperialistas, fundada sobre o “difícil e simples princípio segundo o qual a humanidade começará a merecer seu nome no dia em que a exploração do homem pelo homem tiver cessado” [3].
Ora, isso não significava, em absoluto, que fosse necessário fazer concessões aos modelos constituídos da literatura militante. No auge de seu comprometimento, Cortázar não deixou de se opor inflexivelmente aos “critérios estreitos daqueles que confundem literatura e pedagogia”: “Acredito mais do que nunca que a luta pelo socialismo na América Latina deve enfrentar o horror cotidiano (…) guardando, de maneira preciosa e zelosa, aquela capacidade de viver que desejamos para esse futuro, com tudo aquilo que isso supõe de amor, de jogo e de alegria”.
Decididamente, para Cortázar a literatura tem seus direitos, sua complexidade, sua própria história. Ela deve ininterruptamente se dedicar a investir e conquistar novos domínios (mesmo que imaginários) e não se contentar em ilustrar aquilo que já sabemos. Ela não deve estar “a serviço” de uma revolução: é, em si mesma, uma revolução positiva, um jogo maior, uma experiência dos limites repelidos sem fim, uma liberdade antecipada. E essa exigência, de acordo com ele, não se baseava no desprezo do povo, mas, pelo contrário, em uma confiança nele que nada partilha com aqueles que caem na “demagogia fácil de exigir uma literatura acessível a todo mundo”. “Não prestamos nenhum serviço ao povo se lhe propomos uma literatura que pode assimilar sem esforço”, dizia.
Em outras palavras, “escrever de modo revolucionário”, para Cortázar, não quer dizer “escrever obrigatoriamente sobre o tema da própria revolução”. Não há nada mais significativo do que seu relato mais político, Reunião: nele, realiza a proeza de imaginar o monólogo interior de Che Guevara quando desembarcou em Cuba, em companhia dos primeiros guerrilheiros castristas. Mas toma muito cuidado em evitar todo tom convencionalmente heróico ou épico – se permitindo até mesmo fugas surpreendentes em direção ao irracional. O Che, em seus devaneios, acaba por perceber que a História também funciona misteriosamente, com harmonias, dissonâncias, contrastes rítmicos e contrapontos, como um quarteto de cordas de Mozart.
Ao acompanhar Cortázar, o imaginário não é aquele que nos afasta da realidade, mas aquele que a inventa e a enriquece. É precisamente aí que ele pode unir-se à grande esperança “afirmativa” e “vital” do homem, “sua sede erótica e lúdica”, “sua exigência de uma dignidade partilhada sobre uma terra liberta do horizonte diário do trabalho opressivo e do dinheiro”.

[1] Cortázar , Julio. Nouvelles, histoires et autres contes. Paris, Gallimard, 2008.
[2] Reunião de intelectuais e autoridades morais dedicadas, nas décadas de 1960 e 1970, que julgou os crimes norte-americanos no Vietnã e, posteriormente, os crimes das ditaduras latino-americanas.
[3] Carta de Cortázar ao diretor cubano da revista Casa de las Americas, 1967.

J. A. Montano dijo...

Me ha parecido una redacción escolar el texto de tu amigo, querido Ferré. Una buena redacción escolar, todo sea dicho: pero no más que eso. Así que, puesto que el contenido no me añade nada, no tengo más remedio que detenerme (como temías) en el continente... Le Monde Diplomatique! La "luta anti-imperialista"! Eres un cachondo: lo que querías demostrar, por la puerta trasera, es que Cortázar *sí* es un cantautor! (Entiendo que le guste a Atherida: ¡me apuesto a un cojón a que lee a Cortázar sacando el mecherito!)

Atherida dijo...

Me aburres, Montano. Pero no saco el mecherito cuando otros me divierten (algunos quedan). Por cierto, has perdido un cojón, pero lo devuelvo...no me sirve para nada.
Raquel.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Una parte mínima de Cortázar, la más prescindible, apela al mismo glande/clítoris de la sensibilidad que la glotis de los cantautores, no me cabe duda (a lo mejor lo confundes con Benedetti...). Pero relatos como los citados por Scarpetta (¿escolar su texto? No sé a qué escuela habrás ido tú, ¿a la "escuela de noche" quizá?, por citar otra gran ficción cortazariana que seguro no has leído, como tantas otras) o, por caprichoso orden mnemónico, Las babas del diablo, Cefalea, Anillo de Moebius, Queremos tanto a Glenda, Instrucciones para John Howell, Todos los fuegos el fuego, Satarsa, Bestiario, Casa tomada, Circe, Las puertas del cielo, Axolotl, Continuidad de los parques, La autopista del sur, La isla a mediodía, y tantos y tantos otros, apelan a la más pura inteligencia estética. Mi convicción es que tu ataque a Cortázar es sólo ideológico y parte de la más pura ignorancia del alcance y la complejidad de su obra. Tú te lo pierdes...

J. A. Montano dijo...

Yo es que fui a un instituto de mucho nivel, y era diurno: redacciones así las hacíamos a porrillo... Los relatos de Cortázar son entretenidos, por favor. Yo los he disfrutado. ¿Quién no? Pero no van más allá. Es como jugar al dominó: te lo pasas bien, pero con el crucigrama también te lo pasas bien. Mi crítica no es ideológica, sino literaria. Chico Buarque es más castrista que Cortázar (y sigue siendo todavía castrista) y adoro a Chico Buarque.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Sí, sí. Por la opinión que emites sobre los relatos de Cortázar que te enumero (¿te lo pasas bien? Chupi, tope guay, mola mazo!...) tu escuela no pudo pasar de muy básica o elemental, querido Montano, un parvulario para mayores sin reparos (a ver si me pillas la alusión). Y, perdona que te diga, con tu comparación con el cantautor carioca (¿cantamañanas de Janeiro?) te rebajas a niveles referenciales de directivo de la SGAE.
En cualquier caso, ha quedado manifiesta tu incapacidad para abordar con altura de miras (!) el asunto principal del post.
Alas! Poor Montano...

J. A. Montano dijo...

Cierto, Chico Buarque es un cantautor. Sólo que los cantautores brasileños son otra cosa... El asunto principal del post lo abordé con bajura de miras. Ya lo dije: me parecía bullshit.

Germán dijo...

Antes de nada, muchas gracias, Juan Francisco, por el estupendo post y las amables palabras que me dedicas. No he tenido tiempo de intervenir hasta ahora, y me encuentro con que los comentarios han derivado en un debate sobre la vigencia de la obra de Cortázar. Es curioso, porque Cortázar ha tenido la buena o mala fortuna de ser uno de los autores más estudiados desde el punto de vista de las teorías de juegos, conviertiéndose en el ejemplo/cliché del escritor-ligado-a-la-teoría-de-juegos (Rayuela y 62 Modelo para armar son las obras que más se suelen citar a este respecto). El problema de estas apreciaciones es que las teorías de juegos clásicas sólo son aplicables a sistemas lógicos en los que se aplica un número limitado de reglas, y cuando se pretende estudiar una obra de ficción sólo desde ese punto de vista, se la convierte automáticamente en algo que no es.
Lo que me interesa de los ludólogos es que han visto la necesidad de ir más allá de los dos componentes clásicos del juego: la lógica y el azar. Pretender analizar una novela como si fuese una partida de ajedrez (dice Agustín Fernández Mallo dice que la vida se parece más al parchís que al ajedrez) nos arrastra a tremendos equívocos.
En mi opinión, Cortázar no inventa juegos, inventa mecanismos. Aunque fuera sólo por eso, merecería la pena continuar leyéndolo.

J. A. Montano dijo...

¿Leer a Cortázar porque inventa mecanismos? No me parece condición suficiente. El capitalismo sí que inventa mecanismos. Pero Cortázar, según el amigo de Ferré, estaba en la "luta anti-imperialista" (y se deduce que anti-capitalista). Ergo, estaba en la lucha (¡la luta!) contra el mayor productor de mecanismos que ha conocido la Historia hasta hoy.

J. A. Montano dijo...

Que el capitalismo es nuestro parásito? Yo más bien lo veo al revés: el Capitalismo es el gran rinoceronte, y somos nosotros los pajarillos que nos alimentamos de él. Lo que nunca dejará de sorprenderme es esa pulsión suicida de ustedes los nocillas: esa denostación del sistema que ha producido la tecnología que ustedes adoran... ¡Al final, en vez de nocillas, anhelarían ser tarzanes con tan-tán! Pero bueno, esa contradicción no deja de ser una herida, al fin y al cabo: de ahí saldrá algo bueno (¡confío!); porque sin herida no hay arte.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Montano, te lo ponen a huevo y ni lo ves. El capitalismo no inventa mecanismos, el capitalismo es un gran mecanismo y, por tanto, tiene su mecánica como el amor sus símbolos. Y vive de todos, como un parásito, extrayendo de ellos su sustancia vital: de la mecánica, de los símbolos y hasta del amor. Al gran Marx (ahora que nadie profesa su culto da gusto celebrarlo por sí mismo) le provocaba estupor la observación de la gran maquinaria en constante maquinación del viejo capitalismo: ¿Cómo se ha podido montar todo esto?, se preguntaba, según Deleuze, mesándose las bíblicas barbas. Y a renglón seguido lanzaba una sonora carcajada, digna de un Jeremías o cualquier otro profeta veterotestamentario, apostando por la ruina del mecanismo mientras no dejaba de escrutar su funcionamiento diario. Así que máquina de herramientas y trabajo intenso de desmontaje, en primer lugar, y, a continuación, puesta en marcha de un nuevo mecanismo, de otra máquina programada conforme a otros fines o principios. Esta fue la narrativa revolucionaria surgida desde ese gesto fundacional del gran Moro, como lo llamaban sus allegados. En esa invención de un mecanismo nuevo llevaban todos los utopistas trabajando desde fines del dieciocho y seguirían trabajando, incluso mientras dormían, hasta hace unas décadas todos los que creyeron que ese mecanismo, con todo lo bueno que hubiera aportado, era carcelario. Y, sí, el problema es que construyeron y generaron otras cárceles tan malas o peores como el mecanismo capitalista. Por lo que Cortázar, como gran inventor de mecanismos imaginativos para transformar la vida cotidiana en una utopía creíble, esto es, al alcance de nuestro sentidos e inteligencia, no se equivocó como escritor, aunque pudiera hacerlo como ciudadano. Ninguna de sus ficciones incurre en la idiotez lúdica que ha terminado infectando los discursos alternativos. Más bien al contrario, su exploración de la realidad es de tal complejidad y riqueza de perspectivas que apenas si cabe extraer de ella una lección simple o militante.
Tu guerra, Montague, tal como la entiendo, es más contra los cortazarianos profesionales que contra Cortázar, contra los supuestos herederos naturales del argentino afrancesado antes que contra el audaz creador de relatos como Las babas del diablo, Bestiario o Instrucciones para John Howell, cuyo trasfondo siniestro provocaría escalofríos en muchos cortazarianos de boquilla y sarpullidos en todos los demás (incluidos los borgianos). El mecanismo de la realidad, las ficciones sociales de que hablaba Pessoa, ése es su campo de maniobras privilegiado, y ahí, con todos los respetos, no cabe el desprecio, sino el asombro. Nadie como él, desde el territorio limitado de la ficción, ha desnudado las reglas del juego de la realidad y los mecanismos alienantes de la propia ficción y de la mente humana, los fundamentos del deseo y las raíces torcidas de las relaciones, ni la arquitectura intangible que favorece por razones oscuras la primacía de unas conductas o unos modelos sobre otros; etcétera, etcétera...

A mí sí, Germán, me gustaría ver una versión para videojuegos de Rayuela y 62 Modelo para armar y no digamos de Los premios, primera novela de la que apenas si se habla siendo extraordinaria (incluso al padre de Javier Marías parece que le gustaba mucho, no así Rayuela, un modelo para desarmar cualquier ideología novelística de estirpe decimonónica)...

J. A. Montano dijo...

Eh, ese post mío de las 0:40 es porterior al tuyo que figura ahora como de las 0:46... ¡Ese sí que es un buen mecanismo, el del webmaster's cut!

(Ya veo que lo quitaste para añadir el último párrafo: pero que conste el orden correcto, no sea que mis fans piensen que tengo presciencia. :-)

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Qué candidez, qué ingenuidad la tuya. Tanto leer a Montaigne y a Bernhard para acabar produciendo metáforas párvulas. Lo sorprendente, pues, no es tu presciencia, inexistente por completo, sino tu visión idílica del paisaje capitalista: ¿rinocerontes?, ¿pajarillos?, ¿armonías naturales?... Ni Rodríguez de la Fuente complaciendo al último burócrata tardofranquista en su visión celestial de una naturaleza limpia de cualquier estigma darwiniano hubiera llegado tan lejos. Entérate bien, Montague, si Rinoceronte hay será como el de Ionesco (delirante y arbitrario) y más que pajarillos viviendo en comunión ecológica con el bicho veo yo pajarracos tipo Hitchcock-Pasolini sacándole hasta las entrañas. ¿Te parece ahora que lo naïf casa bien con el así llamado nocillismo? Un esfuerzo más, Montano, para salir de tu ofuscación arcadiana (de Arcadia, no de Arcadi, of course)...

J. A. Montano dijo...

¿Idílica? El Capitalismo es una carnicería. No es una explícita máquina de picar carne como el Comunismo, pero, desde luego, no es nada idílico, sino más bien atroz. Ahora bien: esa Atrocidad es la que ha producido esos videojuegos que ustedes adoran. (En mi Rinoceronte, por lo demás, estaba *incluido* el de Ionesco; faltaría más.)

Germán dijo...

Si hemos pasado de la literatura a la economía política (¿los "nocillas" estamos contra el capitalismo?) habría que precisar un par de cosas.
En primer lugar, ¿a qué te refieres con "capitalismo"? Si nos quedamos con la definición clásica de "propiedad privada de los medios de producción", entonces estoy completamente a favor del capitalismo. Lo mismo, si te refieres a una concepción liberal de la vida, que incluye, por supuesto, la libertad de mercado. O sea, he aquí un "nocilla" abiertamente favorable y públicamente defensor del liberalismo económico y de la mentalidad empresarial, y que, para más ignominia, piensa que no ha sido la desregulación del mercado lo que ha propiciado la presente crisis económica.

Otra cosa totalmente distinta es que la estructura socioeconómica contemporánea (que yo no llamaría capitalismo y que se ha intentado denominar de muchas maneras con más o menos éxito) existan numerosos "mecanismos" de dominio que puedan (y deban) ser analizados y puestos en cuestión (el socialismo, por cierto, es uno de ellos). Mi visión de la estructura socioeconómica actual no es en absoluto siniestra, pero dista mucho de ser idílica, y es en esta contradicción donde puede enmarcarse mi trabajo.
Un saludo,
G.

J. A. Montano dijo...

En mi blog, por cierto, escribí hace tiempo sobre el rinoceronte de Wittgenstein:

http://joseantoniomontano.blogspot.com/2007/11/el-rinoceronte.html

J. A. Montano dijo...

Pues concuerdo casi de pe a pa con lo que dice Germán. El que discordaría (de pa a pe) sería, me temo, Cortázar.

Sobre éste, me gustaría añadir que hubo un momento en que dejó de hacer literatura, y se puso a hacer ya solamente mecanismos. Mecanismos que, curiosamente, alojaban cursiladas antológicas (y antoniogalescas) como aquella de "dibujo tu boca" de Rayuela.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Excepto para algunas mentes pueriles, desterradas de este blog sine die, es tan ingenuo proclamarse anticapitalista como hacer ostentación de ferviente capitalismo. La economía política, desde Mallarmé al menos, es una de las ciencias complementarias de la poesía, desde luego, y cada uno es libre, o eso creemos, de optar por un modelo u otro de organización, si es que es capaz de encontrar alguno distinto. Sin duda a todos nos tocan malos tiempos para vivir y esto es lo que hay, según parece, y no otra cosa y seguro que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos (ni buenos ni malos) y demás debates sobre el (mal) estado de la nación humana. Pero esto no tiene nada que ver con la algo necia (en efecto, por una vez Russell tenía razón)
discusión sobre el rinoceronte en la habitación, faltaría más, sino con la mucho más elocuente del elefante en la parábola sufí. O con una aplicación quizá pornográfica de la misma. A unos les toca la pata y a otros la trompa y a otros aún la cola, qué se le va a hacer (honny soit qui mal y pense!), y que cada uno cuente y se las arregle con la parte de realidad que le ha tocado en suerte. Con lo fácil que sería organizarlo todo como en La lotería de Babilonia. Baudrillard llegó a creérselo, el pobre...

Germán dijo...

Vale, ya que nos hemos deslizado sutilmente a las metáforas zoológicas, hace ya algún tiempo que Lacan explicó que siempre hay rinocerontes en todas las habitaciones. Lo bueno de los elefantes por partes es que nunca podemos predecir en qué se nos va a convertir la parte que nos toca. Tal y como vamos, a la mínima le sale un tumor y ya no somos capaces de distinguir si es trompa o solomillo. Las patas se transforman en alas y los sacos aéreos en vejigas natatorias. Hay mecanismos que nos llevan siempre al mismo sitio, como los relojes, y otros, como la recombinación genética, cuyo resultado no puede predecirse, pues no disponemos de un espacio-muestra conocido sobre el que calcular probabilidades. Estos últimos son son, en mi opinión, los juegos que juega la literatura (y creo que Mallarmé estaría de acuerdo). Incluír o no en ellos a Cortázar, es ya una cuestión personal.
Saludos,
G.

J. A. Montano dijo...

Lo veis? Los nocillas sólo tenéis que desconstreñiros un poco. Tenéis que hablar menos de ludología y jugar más. Que la vida son dos días! No hay que tesinear tanto! En el fondo sois buenos chicos: basta que se os pinche un poco, para que déis lo mejor :-)

Vicente Luis Mora dijo...

Yo no quiero ser un Tarzán con tam-tam, Montano, pero no me importaría ser un Tarzán con Tom-tom.

Lo siento, lo dejaste a huevo. Saludos a todos.

J. A. Montano dijo...

Un Tarzán con Tom-tom es un ideal potente: el buen salvaje de Rousseau con tecnología punta (o sea, Cocodrilo Dundee :-).