[Ian McEwan, Lecciones, Anagrama, trad.: Eduardo Iriarte, 2023, págs. 584]
…El pesimismo es la rama inteligente del pensamiento occidental y nos da siempre, como McEwan en su nueva novela, una lección de realismo. Léanla y verán lo que es bueno.
La fábula de esta extensa novela plagada de rasgos
autobiográficos proporciona al lector una serie de lecciones, filtradas con
sensibilidad e inteligencia por el protagonista, que se convierten en irónicas
lecciones para la vida y la historia. La novela comienza con un registro donde
se entremezclan la memoria y el sueño, el presente y el pasado, la realidad y
la alucinación, y concluye con la lucidez del final de una vida que ha cumplido
su ciclo y realizado su propósito sin, por otra parte, poder establecer cuál
sea este con certidumbre. En el fondo, la lección de literatura de esta novela
magistral, compendio del arte novelístico de McEwan y de su visión del mundo, permite
entender cómo el relato de la vida de un hombre común, Roland Baines, se
convierte en el retrato alegórico de una generación de hombres y mujeres, nacida
en la segunda posguerra mundial y que apenas sobrevivirá al primer tercio del
nuevo siglo.
Baines es un hombre ordinario que comparte muchos
elementos con su creador, del que parece una copia malograda, pero posee el
privilegio que le concede el acierto fundamental de la trama. Mientras toda la
historia está focalizada en el personaje masculino, lo esencial de su
experiencia lo constituyen las relaciones con los fascinantes personajes
femeninos que introducen en su vida el estímulo y el temblor que, finalmente,
le dan sentido.
Sin su idilio adolescente con la profesora de
piano, la libertina Miriam Cornell, quien transgrede sin culpa los límites
morales y los tabúes de la edad para regalarle a Baines, además de la
oportunidad de crecer como pianista, una valiosa lección de libertad en el
placer y de placer en el ejercicio de la libertad, Baines sería un hombre aún
más incompleto. Del mismo modo que su primera esposa, Alissa Eberhardt, que
experimenta una metamorfosis arrolladora al pasar de esposa frustrada y madre
desganada a novelista alemana aclamada en la escena internacional, al tiempo
que se transforma en una juez implacable de su familia y de sí misma, le ofrece
una segunda lección, esta vez ética y artística. No se puede ser un diletante
ni tampoco un timorato. Realizar al máximo la promesa y la potencia del talento
creativo exige sacrificios y obliga a adoptar una mirada que coloca al
individuo al borde de lo inhumano.
La visita a casa de la pianista muchos años
después, cuando ella teme, en el nuevo clima puritano instalado en las sociedades
occidentales, que pueda ser inculpada de pederastia, es un desencuentro triste
y terrible entre amantes que compartieron la felicidad del amor furtivo. En
cambio, la despedida de Roland y Alissa ya pasados los setenta, cuando ella
padece un cáncer que acabará con su vida y él asume la vejez como una dulce
derrota, está repleta de una ternura propia de seres humanos que han
comprendido que, más allá del ruido emocional y la furia existencial, hay una
posibilidad de inteligencia y complicidad.
Junto con las maravillosas historias de deseo y
amor que envuelven al protagonista, el otro componente de esta magnífica novela
es la historia política de los siglos XX y XXI vista desde la perspectiva de un
“oscuro” ciudadano como Baines. McEwan, comentando en un ensayo reciente (El espacio de la imaginación) el encuentro entre Henry
Miller y George Orwell, reconocía la existencia de dos tipos de escritores, los
que viven refugiados en el vientre de la ballena y los que afrontan el exterior.
Con “Lecciones”, McEwan ha logrado una fusión de ambos modelos literarios, una
síntesis paradójica de sus atributos más diferenciados: compromiso crítico con
la realidad y agudo psicoanálisis de la intimidad.
Posdata irónica: El libro alegórico de cien capítulos que se menciona en las últimas páginas de la novela, del que Baines solo conoce los primeros veinticinco, marca el tiempo terminal para la condición humana del siglo XXI.
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