Uno, mientras lee este instructivo
libro, se imagina a su autor reunido a lo largo de las últimas tres décadas con
los ricos más ricos del planeta en búnkeres sofisticados para informarles sobre
la deriva digital del mundo. Uno ve a Rushkoff, durante esos mítines
asimétricos, compartiendo con estos magnates y directivos, empresarios
corporativos y ejecutivos agresivos, la grandeza, ventajas y beneficios de la
revolución digital, cuando aún creía en ella a pie juntillas, para luego pasar,
sin cambiar de lugar, a mostrarles signos de desengaño y frustración y
transmitirles discursos cada vez más críticos hacia el significado de los
avances de las nuevas tecnologías y los nuevos mercados, arriesgándose a ser
tomado por un “enemigo del mercado o un cascarrabias antitecnológico”, y siendo
recibido por ellos, a pesar de todo, con creciente escepticismo y rechazo.
La paradoja de Rushkoff, como pensador del mundo
digital, radica en esto, precisamente. La misma inteligencia que hizo todos los
esfuerzos necesarios para convencer a la élite política, tecnológica y
financiera, de la infinita potencialidad del nuevo mundo digital, es la que
vuelve a ser invitada, muchos años después, por estos múltiples agentes de la
Mentalidad, como Ruskoff la denomina con desprecio, para convencerlos del laberinto
sin salida al que conduce la racionalidad digital y proponerles alternativas sostenibles
y colaborativas en las que no podrían creer bajo ningún concepto sin dejar de
ser lo que son de inmediato.
Al acabar la Guerra Fría, colapsar el comunismo
como sistema de gestión de la realidad y respirar aliviadas las superpotencias
occidentales, se produjo la génesis de una nueva narrativa maestra (una "metanarrativa", como la llamaba el filósofo Lyotard), la última de todas ellas,
surgida del contexto de la revolución de las tecnologías digitales (internet y
alrededores), la narrativa definitiva que acabaría con la historia y pondría a
todo el planeta en la órbita rentable del capitalismo globalizado. Esta peligrosa
narrativa, denunciada por Rushkoff desde las primeras páginas del libro y en los
doce capítulos restantes, supone la aceleración de las estrategias más nocivas de
ganancia económica y opresión tecnológica y la conversión del mundo real en un
mapa virtual (un “metaverso”) del que extraer, mediante la explotación de
recursos y de los beneficios extraídos de esos recursos, una riqueza ilimitada
puesta a disposición de una minoría.
Lo irónico es que esta élite, ligada a grandes
corporaciones tecnológicas y financieras y amparada por los gobiernos
internacionales, al hacer inhabitable el planeta y transformar a los demás
seres humanos en parias terrestres, padecería el terror supremo a la venganza
catastrófica de la naturaleza y de sus semejantes, por lo que su mayor
preocupación sería la de huir a toda velocidad de sus propias fechorías, o bien
refugiándose en búnkeres de lujo, o bien poniendo rumbo a otros planetas en
busca de una nueva oportunidad de negocio. Esta historia suena a película biempensante
y a ficción globalista para consumo de las jóvenes generaciones en plataformas
digitales, pero Rushkoff la analiza tomándosela en serio, pese a los
componentes de burda paranoia ideológica que la adornan, con una agudeza y una honestidad
dignas de admiración.
Más allá de las fabulaciones cibernéticas de la clase privilegiada de los milmillonarios y la fantasía consoladora de la clase desfavorecida de los mileuristas, Rushkoff tiene el valor de proponer en el último capítulo algunas soluciones bienintencionadas que pretenderían frenar el proceso de devastación mundial en curso y que se podrían condensar en un ideal contracultural tan vago como este: “progresar de una forma más gradual hacia la coherencia colectiva”.
Acabáramos.
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