La Historia hay que equilibrarla con la ciencia ficción. Es la única forma de conservar la salud mental.
-Don DeLillo, Fin de campo-
Cuando el lector se enfrenta a una obra de éxito
global como esta, reeditada ahora con hermosas ilustraciones de Marc Simonetti,
después de una primera lectura ingenua, tiene que incluir en su consideración
del texto todo lo que ha pasado en torno a él desde ese momento inaugural de su
relación y tratar de reflexionar sobre ese éxito en términos que sean válidos
para comprender el papel de la imaginación literaria en un período crítico de
la cultura como este primer cuarto del siglo XXI. Cómo se explica, entonces,
más allá de la moda mundana, que una obra de ficción tan seria e inventiva como
esta, donde la ciencia y sus ramificaciones más abstrusas se introducen en la
narración para transformarla en una fantasía sobre la complejidad y el caos de
la historia, pueda haber seducido de esta manera a tantos lectores en todo el
mundo.
Decía Borges a propósito de la novela Hacedor de estrellas de Olaf Stapledon, citando al poeta Paul Valéry y sus reflexiones sobre el ensayo Eureka de Poe, que la cosmogonía,
es decir, el poema que versaba sobre los orígenes del universo, era el género
literario más antiguo. Y, concluía, siguiendo esa lógica temporal, que la fábula
o la fantasía con carácter científico era, por consiguiente, el género
literario más moderno. Borges acertaba de pleno, sin ser del todo consciente de las
consecuencias de su acierto. El problema
de los tres cuerpos, la primera entrega de la “Trilogía de los Tres
Cuerpos”, concuerda con el maestro argentino y lleva hasta las últimas
consecuencias sus planteamientos e ideas al constituir un paradigma innovador de la
literatura de ficción científica.
La originalidad de esta novela de Liu Cixin radica
en que su trama surge de las traumáticas entrañas de la historia china del
siglo XX, y luego se sumerge en las oscuras dimensiones del cosmos hasta
construir una intrigante e imaginativa ficción en la que dos mundos y dos
culturas de la misma galaxia, la Tierra y Trisolaris, se enfrentan en una
batalla espacio-temporal por el dominio del planeta terrestre.
Todo empieza, con gran inteligencia, como una misteriosa conspiración contra los científicos y sus investigaciones y descubrimientos, que recuerda algunas novelas (Mil millones de años hasta el fin del mundo, Pícnic extraterrestre) de los hermanos Strugatski, colegas rusos a quienes Liu ha leído con extraordinario provecho. Esa conspiración está liderada por un personaje fascinante, la astrofísica Ye Wenjie, que pretende vengarse, en principio, del crimen cometido contra su padre, también físico, por el terror de la Revolución Cultural de los años sesenta y la mano de hierro de la joven Guardia Roja, apelando a la civilización extraterrestre con la que entra en contacto para que viajen a la Tierra y la ayuden en la empresa de terminar con la barbarie humana. Más tarde, ese proyecto inicial, al integrar al ecologista radical y millonario Mark Evans, se convertirá en un deseo de destruir a la especie culpable del exterminio ecológico del planeta.
Uno de los aspectos más atractivos de la trama
creada por Liu reside en la extrema destreza con que ha manejado los resortes
de la ficción para desplegar paso a paso, suministrando metódicas dosis de
información al estilo del maestro Arthur C. Clarke, la faceta más compleja y
alambicada de la historia. En este sentido, el uso narrativo del videojuego
“Tres Cuerpos”, que sirve para dar a conocer a lectores y personajes el extraño
mundo del que proceden los invasores galácticos, es un gesto de un gran ingenio
e inventiva, conectado con la literatura más ambiciosa del género especulativo.
Žižek señaló que esta novela alegorizaba, con eficaces recursos, el caos categorial que regía la realidad de nuestra época, trastornada hasta sus fundamentos más profundos por las mutaciones incontrolables de la ciencia, el capitalismo y la tecnología. Sin refutar al filósofo esloveno, bien se podría decir que esta novela de Liu, y las dos (El bosque oscuro, El fin de la muerte) que continúan la trilogía y resuelven la trama de un modo sorprendente, representan una alegoría sobre la globalización y sus secuelas existenciales, morales y culturales, e incluso sobre el conflicto geopolítico entre superpotencias por la hegemonía mundial. Pero la alianza final entre el comisario de policía Da Shi, el científico Ding Yi y el investigador en nanomateriales Wang Miao supondría un posible signo de confianza en el futuro, más allá del pesimismo y la desesperación también constatables...
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