Sexo
es una palabra mágica, funciona como un fetiche y nos pone tensos. Los sexos,
en cambio, son una complicación. El 8M se manifestó uno de ellos, el femenino,
en nombre de todos los demás. Las mujeres están empezando a construir un nuevo
mundo contra una idea vieja del sexo y necesitan gritarlo para que se enteren
sus enemigos sexuales y esa sección femenina que no acudió por desgana o
cobardía. Caminamos hacia un futuro en el que las mujeres ya no necesitarán al hombre
para procrear. Veremos entonces para qué nos quieren. El inconsciente masculino
escucha ya las primeras notas del réquiem de su sexo en el pentagrama de la vida
y se pone a la defensiva.
Ahora bien,
la tarea es exigente. Las jóvenes que el pasado viernes tomaron las calles sin
miedo tienen madres, abuelas o hermanas que aún les dicen que lo importante en
la vida es casarse y tener hijas. Que esto del feminismo está muy bien si luego
consigues un buen trabajo y un mejor sueldo. Para todo lo demás, que es lo
fundamental en la vida, lo que te hace sentirte feliz y satisfecha, están el
matrimonio y la prole. Esto es puro feminismo liberal y no machismo leninismo,
como el polémico cartel podemita, pero la falacia es idéntica. No es fácil
escapar a los dilemas del sexo. Te pongas como te pongas, siempre te pillan
cometiendo errores de género.
Si
pretendes residir en Nueva York, debes rellenar un cuestionario donde te
ofrecen 31 categorías para que reconozcas tu identidad sexual. “Bisexual” y “travestido”
son obvias. “Sexo mezclado”, “género fluido” o “sin género” más intrigantes. “Tercer
sexo” suena utópica. Tiene todo el futuro por delante para realizarse. Cada año
las autoridades prometen añadir nuevas etiquetas para que nadie se sienta
discriminado. Ser hombre o mujer es insignificante, excepto en el deporte
competitivo, donde los genitales cuentan tanto como en el porno. La asexualidad
es la condición más deseable para evitar conflictos. Banqueros y empresarios actúan
aún con mentalidad de sexo victoriano, es cierto, pero el capitalismo no es
socio preferente del patriarcado. En poco tiempo, el hipermercado capitalista será
más feminista que las feministas.
La cuestión
del sexo de la mujer está viciada desde el principio. Al fin y al cabo, los
hombres se creen hombres mientras las mujeres solo fingen ser mujeres. Un
notorio filósofo alemán ha llegado a considerar el orgasmo femenino como el
punto culminante de la evolución humana. No es extraño que tantos chicos estén deseando
convertirse en chica. Cuando acabe esta comedia de los sexos, por fin, los
hombres serán peleles desalmados y las mujeres ya no serán mujeres sino dueñas exclusivas
de un lucrativo matriarcado tecnológico. Qué grandioso espectáculo para la
inteligencia. Yo que tú, colega, no me lo querría perder por nada del mundo.
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