[Publicado en medios de Vocento el martes 30 de agosto]
Algunos necios
critican “Los versos satánicos” sin reconocer que el caso Rushdie pone de
relieve una de las lacras más terribles del mundo contemporáneo. Hablo de la
beligerancia musulmana contra todo lo que no corresponde a su sectaria
interpretación de la vida y su sangriento compromiso con la muerte de
individuos declarados enemigos de su credo y sus mitos. Pero también de la
guerra intestina que divide a los partidarios de los derechos humanos y la
libertad de aquellos otros que, esgrimiendo la tolerancia multicultural como excusa,
niegan la hostilidad y la violencia de regímenes intolerantes, como el iraní,
que fomentan el asesinato de mujeres y hombres en nombre de valores islámicos.
La genialidad de Rushdie en “Los versos satánicos” radica en haber sabido conjugar con humor, en el juego de la ficción, la mitología fundamentalista y la idolatría televisiva y cinematográfica. La ideología del integrismo coránico y la del espectáculo integrado, único ideario del poder en las democracias occidentales. Frente a ambas, Rushdie pone en escena la formidable ironía y ambigüedad de un relato irreverente que acaba relativizando cualquier posición de verdad absoluta, credulidad o fanatismo. Con esta novela carnavalesca, asociando un imaginario exuberante a la máxima libertad expresiva e intelectual, Rushdie nos hace a los ciudadanos del siglo XXI, amenazados por múltiples formas de irracionalidad, el regalo más inteligente. Ojalá se atrevan a darle el Premio Nobel este año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario