Un mes ya entre la devastación y el exterminio.
Un mes ya de masacre civil y éxodo masivo. Miles de muertos y un nivel de
destrucción brutal. Un mes ya de perplejidad y horror y aún nos acecha la
incertidumbre del futuro. La duda sobre lo que será el mundo después de este espantoso
espectáculo. La incógnita de si Putin será considerado un criminal de guerra cuando
acabe la matanza, o solo otro líder corrompido por el poder absoluto.
La cruzada sanguinaria de Putin desafía a las
democracias occidentales y las obliga a mirarse en el espejo. El tirano moscovita
nos recuerda que el mundo global es un lugar peligroso. Los viejos conflictos y
los traumas vetustos no desaparecen nunca del inconsciente geopolítico del
planeta. Viendo el viernes al zar Putin jaleado por la multitud, pensé que no conviene
ignorar que el pueblo ruso deseó a Putin, como los alemanes desearon a Hitler
en su momento, para redimirse de la humillación histórica. Los electores lo
quisieron y aclamaron y lo siguen haciendo hasta hoy. Putin representa para
muchos la opción de una política antiliberal basada en la fuerza desmedida y la
voluntad de poder, expandiendo el odio por el mundo en nombre de una patraña
nacionalista. La gran Rusia, el Imperio central de Eurasia, fantasía telúrica
alentada por ideólogos como Dugin.
Que Europa está amenazada, nadie lo duda. Que
las primeras amenazas surgen de sus entrañas, tampoco. Así ha sido siempre.
Pero ahora están los otros. Los que ya estaban ahí, aunque no ocuparan la misma
posición en el tablero, ni tuvieran el mismo peso. La pandemia china fue el
primer ataque. Hizo mucho daño, pero fracasó. Ahora viene el segundo. La
embestida rusa. Ucrania es el escenario principal, pero el fin es distinto.
Mantener a raya el poder de unos, debilitar a otros y afianzar un nuevo orden
global, como dicen los analistas más agudos. Europa pierde pujanza en un escenario
mundial dominado por superpotencias con una agenda cada vez más enredada.
Rusia es solo el ariete estratégico, un arma ofensiva contra Occidente. El desconcierto y fragilidad de los gobiernos preocupan en las casas de apuestas que hacen negocios lucrativos con todos los bandos implicados. Las profecías se han revelado falsas. No sabemos en manos de quién estamos. Los oráculos callan. El silencio es ruido. La farsa deviene tragedia. La historia ruge de nuevo como una bestia sedienta de sangre y no estamos preparados para lo que se avecina. Espero que nadie me cancele por escribir esto.
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