[William Davies, Estados
nerviosos, Sexto Piso, trad.: Vanesa García Cazorla, 2019, págs. 345]
Como suele ocurrir en este tipo de ensayos, sus
análisis pesan más por la validez de sus diagnósticos que por la tímida
propuesta de remedios. La situación, tal como Davies la describe, se reduce a
una polarización entre tecnócratas y populistas que finalmente conduce a un
enfrentamiento larvado entre verdad y falsedad que tiene internet como uno de
sus escenarios preferentes. La desautorización del saber y el conocimiento, o
su puesta a disposición de los poderes políticos y los intereses corporativos,
sumada a la creciente desigualdad que padece una parte importante de la
población, ha dado lugar a un mundo altamente conflictivo y peligroso.
En este contexto, Davies, economista y
sociólogo, radiografía con solvencia las principales línea de tensión de lo que
denomina con acierto el “sistema nervioso global”. Pero si el examen
sincrónico, casi en tiempo real, es de gran agudeza y produce reflexiones de
certero calado sobre el presente, la dimensión diacrónica no es menos relevante.
La genealogía del Estado liberal, ese Leviatán que protege a sus súbditos de la
violencia y les proporciona condiciones de seguridad y prosperidad, como teorizara Hobbes, constituye un punto de
partida del análisis de Davies. El otro, más o menos coetáneo, es la
racionalidad cartesiana que escinde la mente del cuerpo y atribuye a la primera
todas las certezas y evidencias y al segundo la posibilidad del error emocional
y el engaño sensorial.
En dos tiempos, por tanto, cifra Davies las
claves del proceso histórico por el cual las emociones, traicionando el
proyecto racional de Descartes y Hobbes, se han adueñado finalmente de la
sociedad imponiendo una agenda que se mueve, de un lado, entre el ilusionismo
de los demagogos y las fantasías de los desfavorecidos; y, de otro, entre las
ambiciones sin límites de las oligarquías financieras y tecnológicas y la
claudicación de los estados a las demandas del capitalismo multinacional.
El “declive de la razón”, título del primer
bloque del libro, describe las estaciones por las cuales los expertos fueron
asociados al poder como garantía de control de este sobre la población y, al
mismo tiempo, identificados como grandes enemigos de los intereses populares,
pasando a ser descalificados como tecnócratas. Así se produce, según Davies, el
“auge del sentimiento”, título del segundo bloque del libro: “En cuanto la
razón humana hubo triunfado sobre la superstición y los derechos divinos, se
descubrió la fuerza de las emociones y las sensaciones humanas como medios para
perturbar y dominar el nuevo orden político”.
Este proceso histórico, en las sociedades
contemporáneas, convierte el resentimiento social generado por la desigualdad
económica en agente de la inestabilidad política que favorece el triunfo
electoral de discursos demagógicos como el de Trump. Por otra parte, la
dependencia mediática y tecnológica del presente, el dominio aplastante de la
ideología del mercado, el surgimiento de las redes sociales como nuevos
instrumentos paradójicos de relaciones privadas y vigilancia pública de los
usuarios, han derrumbado las viejas categorías con que antes se cartografiaba
el mundo y transformado este en un tablero algorítmico donde pugnan por la
hegemonía las grandes corporaciones, los poderes financieros, las
superpotencias mundiales y los debilitados estados nacionales.
En este complejo panorama, concluye Davies, no
cabe la marcha atrás, no hay regreso a un pasado donde los expertos puedan
resolver los problemas más acuciantes con recetas mágicas e ideas maravillosas,
sino dar un paso adelante para encontrar la fórmula con la que, entre todos,
renovar el ideal humanista de un mundo habitado por seres que sienten y
piensan, si esto es aún posible, como una especie única y unida.
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